Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
La
relación que se plantea entre un Maestro y un Discípulo va mucho
más allá de lo que la mayoría de las personas se imagina. Esta
relación excede el compartir en un ambiente de aprendizaje, de la
instrucción o de un título conferido; la relación real se plantea
a niveles espirituales o mejor dicho a nivel kármico.
Para
que un Maestro (Espiritual) pueda serle útil a alguien (discípulo)
es indispensable que se forme un enlace kármico especial entre ellos
dos. Los lazos (o compromisos) kármicos existen entre todas las
personas que interactúan y pueden originarse de la misma interacción
o venir de situaciones compartidas en el pasado que generaron
energías que hay que volver a tratar.
La
conexión entre Maestro y Discípulo se establece y puede no deberse
a compromisos kármicos anteriores, pero se lleva a cabo para efecto
de la enseñanza. Esto no es un proceso sencillo, ni automático, ni
inocuo, es algo muy delicado para el Maestro y por tanto de muchísimo
provecho para el discípulo si se lleva correctamente.
Esta
conexión kármica es a través de la cual se ayuda al discípulo a
crecer espiritualmente. Debemos recordar ahora lo que más de una vez
he definido como crecimiento espiritual (cita personal):
“Somos
seres espirituales (espíritus) atados a planos inferiores (astral,
energético, emocional, mental y físico) por causa de las energías
en nuestro cuerpo causal (karma). Mientras estemos viviendo nuestra
experiencia desde los planos más inferiores de existencia, más
sufrimientos tendremos. Cuanto menos karma negativo (pecado) tenemos,
menos lastre tendrá nuestro espíritu y podremos experimentar
nuestra existencia en planos superiores (más espirituales) de mayor
bienestar”
“En
definitiva, nuestro espíritu crece (se aligera) mientras vayamos
limpiando (sanando, quemando) nuestro karma (pagando nuestros
pecados)”
“El
fin del crecimiento espiritual es la disolución del karma (de los
pecados)”
Todas
las religiones ponen cómo meta para los hombres llegar (subir) al
cielo (con diferentes nombres) y sólo podremos llegar si estamos
suficientemente “ligeros” de pecados (o de karma). Así que de
alguna forma u otra debemos aligerar el lastre de nuestro espíritu.
Además,
todas las religiones detallan el trabajo kármico desde dos enfoques
posibles: uno es limpiar el karma (pecado) existente en nuestro
pasado, y el otro dejar de acumular más karma (pecado) en nuestro
presente.
El
cómo hacer este trabajo kármico escapa de este escrito, pero la
práctica de la religión y las lecturas de sus textos sagrados son
el medio idóneo de conseguirlo.
Con este impacto
del karma en nuestra evolución, podemos volver a la relación
Maestro - Discípulo desde el punto de vista kármico.
Un
Maestro Espiritual es alguien (encarnado o no) que se compromete con
un Discípulo para aligerar su peso kármico y ayudarlo a crecer
espiritualmente. El involucrarse con el discípulo no es sólo a
nivel de instruccional o de consejos, no es sólo enseñar técnicas
o rituales (eso sería un mero instructor o facilitador). El trabajo
kármico se realiza en planos no evidentes (sutiles), donde, por
ejemplo. la mente no entra en juego.
Por
eso es que hay que hacer diferencia real entre un Maestro Espiritual
y algunos otros que no lo son. Un maestro de Reiki o de cualquier
técnica de sanación, o un maestro metafísico, o un maestro de
meditación, o un maestro de artes marciales NO son Maestros
Espirituales, ya que a pesar de que pueden enseñar cosas que ayuden
a tu espíritu, ninguno de ellos necesariamente se involucra con tu
karma.
Y
este involucrarse con el karma del discípulo comienza con el tender
un enlace kármico entre los cuerpos causales de ambos. Este enlace
podría parecer hasta cierto punto peligroso, no solo para el
Maestro, sino para el indefenso discípulo, ya que cuando un enlace
se forma entre dos puntos, las cosas (el karma) pueden comenzar a
fluir de un lado hacia el otro. (¿Qué?!!!)
Y
sí, el compartir karma no se puede hacer a la ligera. Ya en nuestra
cotidianidad estamos atados kármicamente con todas las personas con
las que convivimos; vivimos acumulando karma con nuestro accionar
(karma positivo o karma negativo); la misma vida (Dios) nos propone
constantemente escenarios kármicos para ofrecernos la oportunidad de
limpiar nuestras energías discordantes en ese plano y así aligerar
nuestro espíritu y llegar al cielo (sin contar que muchas veces
perdemos esas oportunidades por no reconocerlas o no saber cómo
actuar de forma apropiada)
El
exponerse a estos escenarios kármicos (experiencias de vida) no es
lo único que se necesita para limpiar el karma. El karma hay que
disolverlo a través de ciertas capacidades del espíritu (que yo
enseño como Dones Espirituales) que se van cultivando con el tiempo
y que escapan a capacidades cognitivas o emocionales del Ser (aunque
puede pasar por ellas a la hora del aprendizaje). Cuanto más
cultivados se vayan teniendo esos Dones Espirituales, mayor es la
capacidad de disolver el karma.
Pero
si estas ataduras kármicas son naturales con todos nuestros
relacionados y las oportunidades de limpiezas son constantes, ¿qué
papel juega un Maestro Espiritual?
En
plano más terrenal, el Maestro Espiritual puede enseñarte a
reconocer las oportunidades de limpieza kármicas y la forma de
actuar en ellas, pero eso es lo más trivial que hace. En planos
sutiles un Maestro Espiritual es capaz de asumir tu karma para
limpiarlo con su mismo espíritu y así aligerarte la carga para que
puedas crecer más rápidamente. El cómo lo hace el Maestro escapa
también del alcance de estas líneas.
Pero
todo este trabajo no es automático. No es cosa ahora de que el
Maestro corre con todo el trabajo sucio y el Discípulo se
desentiende del proceso. Tanto para formar el enlace
Maestro-Discípulo como para que se mantenga operativo y se realice
el trabajo en conjunto, hay condiciones que se deben dar:
- El discípulo debe escoger al Maestro (nunca al contrario) ya que es el discípulo el que debe permitir el establecimiento del enlace kármico a través del cual el Maestro Espiritual podrá trabajar.
- Pero no es sólo una selección intencionada, sino que es una selección práctica que está condicionada primero por: una empatía espiritual que debe existir entre los dos y aún más importante por una actitud que el Discípulo debe mantener ante el Maestro. La forma en que un Discípulo debe abordar la relación con su Maestro Espiritual está descrita en extensión en textos místicos/sagrados, pero en forma general esta comienza con la devoción, el respeto, la consideración, la humildad hacia la enseñanza, la aceptación, la fidelidad, entre muchas otras.
- Pero ese asumir de la carga del discípulo no es como terapeuta. Ningún karma se puede sanar sin escenarios kármicos (situaciones), y en todo escenario kármico está comprendidas las relaciones interpersonales. Es indispensable que el Discípulo comparta con el Maestro. Un compartir que va más allá de una relación interpersonal amigable, o una interrelación casual de charlas eventuales. El Discípulo debe seguir al Maestro (nunca al contrario) y este seguimiento incluye el interés por conocerlo, el interés por oírlo, el interés por reflexionar en sus enseñanzas y el interés (sin cuestionamientos) de aplicar sus métodos (mientras que no atenten contra el mismo discípulo y su realidad).
Si
estas actitudes se mantienen en el tiempo, el enlace kármico es
posible y sostenido, dándole al Maestro Espiritual injerencia en el
karma del Discípulo, y es a través de sus propios Dones
Espirituales (esperemos que más desarrollados que los del discípulo)
que puede ayudar a quemar karma. Establecido el enlace kármico, el
Maestro sabe qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo.
Una
vez establecida esta conexión kármica entre Maestro-Discípulo, si
bien el discípulo debe hacer para mantenerla, el Maestro debe hacer
por cuidarla y vigilarla, ya que es parte de su función asegurarse
que todo se ejecute correctamente. En caso de que algo vaya mal y si
es necesario, el Maestro puede romper el enlace soltando al
discípulo.
¿Qué
cosas comienza a circular cuando esa conexión está establecida?
Pues energía kármica, que entre los dos y con la ayuda del Maestro
puede depurarse más rápido que si el discípulo estuviera solo.
Sólo eso.
Por
allí se dice inocentemente que todos somos maestros, porque de todos
siempre tenemos cosas que aprender, pero la realidad es que el
Maestro Espiritual no plantea enseñanzas casuales ni al azar. Un
verdadero Maestro tiene la intención constante de plantear
escenarios de aprendizaje, de forma intencionada, argumentada,
controlada y eficiente; a fin de cuentas para eso vive.
De
aquí surge uno de los puntos más importantes cuando se elije a un
Maestro; el escoger a uno que de verdad tenga muy en claro, no sólo
en conceptos sino en práctica de vida, sus propios dones
espirituales.
Un
maestro con dones deficitarios es una persona que aún en su cuerpo
causal tiene mucho karma negativo acumulado. Si alguien buscando ser
discípulo de alguien por empatía escoge a un maestro así y con su
entrega establece y mantiene el enlace kármico puede provocar
inclusive que el karma del maestro pase a él … cosa que por
supuesto no es nada deseable.
Se
debe escoger a un Maestro Espiritual real y la elección puede no ser
fácil. “Por sus frutos les conoceréis” dice la Biblia; “siempre
busca a alguien mejor que tu y hazle las compras” decía mi mamá.
En cualquier caso hay que tener especial cuidado en sentir con el
corazón quién puede ser tu Maestro y no dejarte deslumbrar a la
primera por un intelectualismo mental, por una magnificencia
sensorial (apariencia) o por una infraestructura publicitaria
avasallante.
No
temas tener a un Maestro, terrenal o desencarnado; no es una entrega
incondicional ni eterna, aunque el respeto y el agradecimiento si
deben corresponder por siempre al bienestar que recibiste. Si bien
pueden ser varios los motivos por los cuales separarnos de un Maestro
rompiendo así dicho enlace kármico (algunos motivos honorables y
necesarios y otros no tanto) siempre lo podemos hacer si la relación
comienza a no ser conveniente; al fin y al cabo el origen del enlace
es el mismo discípulo.
En
esta vida venimos a interrelacionarnos para tener oportunidades de
aprender, de sanar, de crecer. Muchas veces esos intentos se
frustran, no lo hacemos bien, perdemos oportunidades y acumulamos en
el proceso nuevas deudas. Si en algún momento tenemos la oportunidad
de relacionarnos con alguien que tiene la capacidad de aligerar
nuestras cargas, pues deberíamos aprovecharlo y agradecerlo
manteniendo la actitud correcta.
Un
Maestro Espiritual es ese alguien; alguien que tiene la altura
espiritual para hacerlo y lo tiene asumido como misión de vida, no
sólo como un trabajo, sino como un compromiso con su propio Dios.
Aprovéchalo, si lo encuentras es tuyo.
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
13 de noviembre del 2012
Twitter:
@eReiki
Maestro extraordinario!!
ResponderEliminarsiempre he pensado que existe diferencia entre maestro y Maestro! Y Usted lo ha expresado maravillosamente.. un articulo que tiene detalles basicos para trabajar y meditar... Solo digo que debemos tomar nuestra posicion real.
un abrazo
silvia
En este momento solo puedo decir... Gracias!!!!! Ojala yo tenga la sabiduría para asimilar esta enseñanza.
ResponderEliminarGracias por sus enseñanzas Maestro y por permitirnos crecer a su lado... es una bendición tenerlo en esta vida nuevamente.
ResponderEliminarNamasté