Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
El diálogo que voy a presentar a continuación se enmarca cabalmente en el
proceso de muerte de cualquier persona.
Lo único que ustedes podrán encontrar extraño
es el lenguaje utilizado. Tuve la autorización para hacerlo de esta forma, con el fin de que
el mensaje llegara de forma más “coloquial” y que las expresiones malsonantes
representaran a las energías que se mueven en el escenario de muerte donde se
plantea la narración. Les pido que sepan disculpar, en caso de que lo continúen
leyendo.
Cuando un ser humano fallece, comienza un camino hacia el Cielo; este camino
pasa por lo que se conoce como el “más allá”. Es un tránsito que no es fácil,
además de ser desconocido por la mayoría de las personas. Por esta causa, durante
el proceso de morir, se envían a seres que se denominan "Ángeles de la Muerte" para que reciban al
difunto.
Estos Ángeles de la Muerte
(AngM) deben recibir al difunto y llevarlo (según sus méritos) al lugar donde
le corresponda: al Cielo, a un lugar intermedio, o a lo que se conoce
metafóricamente como el infierno.
La que narro a continuación es una historia totalmente verídica (y muy común), aunque la intenté parodiar con un lenguaje coloquial-vulgar, para forzar un tanto el impacto necesario
sobre el lector.
Comienzo con vuestro permiso y disculpas. Les pido no compartirlo.
“Había una vez un AngM llamado Rafael, que iba al astral bajo a cumplir con
su tarea de recibir a una persona que acababa de morir.
En el camino se encuentra a otro AngM llamado Confiel, amigo de trabajo. Y
es aquí donde comienza todo.
- Epa!
Confiel, ¿cómo va la vaina?
- Bien
vale; aquí sin asignaciones.
- ¡Que
bueno! Pero vente y acompáñame, que yo tengo que recibir a uno recién muerto (dijo Rafael)
Y Rafael y Confiel fueron juntos al lugar donde llegan todos los recién muertos.
Y entre la multitud (mueren muchos seres a cada instante) ven a un difunto que
estaba frotándose los ojos, perdido y con cara de susto por no saber qué
pasaba.
Los dos AngM se acercan y escuchan que el muerto está balbuciendo:
-“mamá
dónde estás, ¿qué pasa? Panitas ¿dónde se metieron? ¡Shirley! (¿dónde se habrá
metido esa caraja?)
Rafael se acerca acogedoramente y le dice al difunto:
- Amigo
tranquilo, yo vengo a acompañarte... no tengas miedo.
- Coño;
¿pero qué pasa? ¿Dónde carajo estoy? ¿Cómo me vine pa´cá?
-
Tranquilo, lo que sucede es que te moriste.
- ¡Qué
vaina es esa! ¿Cómo que me morí? Pana ¿qué pasó?
- Pues nada,
que llegó tu hora. Yo te voy a acompañar a tu lugar. Y mira, traje un amigo
para el viaje.
Confiel saluda:
- ¿Qué más
pana? ¿Cómo está la vaina? Soy Confiel.
- Coño,
¿que cómo está la vaina? ¡Me morí!, marico... ¿cómo crees que está la vaina?
Confiel, que era de esos AngM que ya tienen estas escenas como rutina; y
que además ya no las tolera mucho, responde:
- Si,
verga; porque tu no te ibas a morir nunca. ¿Acaso no sabías que te ibas a morir algún
día? ¿Nunca te preparaste? ¿Viviste como la mayoría de la gente pendeja que
cree que nunca se va a morir?
El difunto no sabe que responder, no está razonando con
rapidez. Rafael ataja la conversación:
-
Tranquilo difunto, que la mayoría tiene la misma confusión; por eso
estamos nosotros... (viendo a Confiel, corrige...) bueno, por eso estoy yo
aquí.
- Pero me
siento extraño, como lento, medio aguevoniado; como si no pesará mucho y tampoco me
puedo mover rápido
- Sí, lo
que pasa es que al morir tu mente se va desapareciendo y dejas de pensar; y
claro, ya no tienes cuerpo físico; por eso sientes que no te sabes mover. Pero
por eso yo te voy a llevar rápido al lugar donde te corresponde.
- Verga, ya
va; estoy shockeado. ¿A donde me vas a llevar? ¿Pa´l cielo?
Confiel no se aguantó:
- Jajajaja,
otro aguevoniado más que cree que va directo al Cielo. Mira marico; te vamos a
llevar a donde te corresponda; pero con esa cagalera que tienes, no creo que
estés muy preparado para el Cielo. Si te hubieras preparado para morir, no
tendrías tanto susto.
- ¿Pero
donde me toca? Verga panitas, yo hice mucho en el mundo: yo estudié; me esforcé
en mi trabajo; le estaba echando bolas levantando a mi familia; estaba luchando
por las injusticias sociales; no robaba; me porté bastante bien; iba para misa
a veces... Así que ya me gané el Cielo.
Confiel respiró profundo y miró a Rafael diciéndole:
- Coño,
coleguita Rafael ¿qué vaina están haciendo en la tierra con esta cuerda de
pendejos? ¿Los están mojoneando de lo lindo y estos se lo están dejando meter?
¿Es que nadie los está preparando para morir?
El pana Jesús fue, enseñó, se sacrificó, les dijo las vainas claras; y estos
maricos no terminan de entender. Creen que tienen que vivir bien en la tierra;
pero no se preocupan en cómo van a estar después de morir.
Luego llegan acá y vienen llorando, gimiendo. Aquí es donde yo les dijo:
“jódete”.
Mira
“difundito”, te voy a preguntar algo para que tú mismo te respondas:
Tú estudiaste con tu mente y lo aprovechaste; pero allá abajo. Ahora no tienes
mente y lo que estudiaste no te sirve para un carajo.
Tú le echaste bolas a tu trabajo; ¿acaso te trajiste el cargo que tenías para
acá? ¿No verdad? Así que te pagaron el sueldo y lo usaste allá abajo; acá
arriba no te sirve de nada.
Tu familia, ¿la trajiste contigo? ¿No verdad? Aquí estas solo y vale lo que
hayas hecho contigo mismo. Si la cagaste o lo hiciste bien con tu familia ya lo
verá Dios más adelante, pero para este viaje no sirve.
Tus luchas sociales; ¿acaso ves acá una sociedad? Contra los que luchaste ¿dónde
están? Se quedaron vivos y tú te moriste como un pendejo, ¿verdad?
Pues jódete.
Todos tus esfuerzos, trabajos y luchas eran por cosas terrenales; y cuando
moriste todo lo dejaste allá; así que eso no te sirve cuando subes acá.
Te pregunto: ¿cuánto te esforzaste por tu
Vida Eterna? ¿Cuánto trabajaste por llegar al Cielo después de morir?
- Pero yo
me bauticé, hice la primera comunión, me confirmé, me casé por la iglesia... (dijo el difunto)
Confiel se puso peor y le dijo a Rafael
- Coño colega, agárrame porque vuelvo a matar a
punta de coñazos a este muertito.
Ufff... Mira difunto... ¿Supiste alguna vez quién era Jesús?
El difunto contesta con ínfulas:
- Claro, ¡Jesús
era Dios!
Confiel no resiste más y prefiere callarse. Rafael retoma la situación:
- Querido
difunto, primero disculpa a mi compañero; lo que pasa es que tu situación se
repite cada segundo, y a nosotros nos cansa. Te explico:
Cuando tú
vives en la tierra; si todo lo que haces está enfocado a las cosas terrenales y
esperando recompensa terrenal; nada de eso te sirve acá arriba.
Cuando la gente se muere, descubre que lo único que le sirve es lo
que hizo por su espíritu cuando estaba en la tierra. Porque cuando mueren y
llegan aquí, toda su parte terrenal desaparece; ahora son espíritu.
- ¿Hacer
por mi espíritu? Preguntó el difunto
- Sí. A lo
mejor no lo sabes; pero lo que seres como Jesús trataron de enseñarle a la
gente, eran formas correctas de comportarse espiritualmente mientras estaban vivos; para que allá en
el plano terrenal fueran ganando fuerza espiritual.
Si alguien estando vivo, se esfuerza con lo que Jesús dejó dicho; pues comienza
a fortalecer su espíritu; y al morir...¡pufff! pues lo llevábamos bien arriba,
pegado al Cielo.
Pero si
los muertos llegan aquí con un espíritu débil, sin haber trabajado las
enseñanzas espirituales, sin nunca haberlas ejercitado; pues no van a llegar
muy arriba. ¿Entiendes?
Confiel interrumpe hablando con Rafael:
- Verga
colega, ¡estás fino predicando! La próxima vez voy a votar por ti para que te
bajen a predicar; a ver si a ti si te paran bolas.
- Shhh
Confiel, que el difunto está entendiendo.
Y el difunto retoma la idea que venía diciendo Rafael:
- Sí, las
cosas de Jesús sí las había escuchado; y mucha gente también. Pero Jesús decía
cosas que no se podían aplicar en la realidad que vivíamos. Por ejemplo era imposible
amar a los enemigos, con la cuerda de desgraciados, coños de su madre que
teníamos.
Confiel se vuelve a meter en la reflexión, pero un poco más calmado; y aún
así, el difunto se asusta:
- Mira “difuntito”,
te pregunto. Esa realidad dura que vivías, donde tú dices que las enseñanzas de
Jesús no aplicaban y por lo tanto no las seguiste o las seguiste cuando te
convenía, ¿cuánto tiempo te duró a ti? ¿Cuánto tiempo le dura a la gente? Con
suerte ¿40, 50, 80 años?
Bueno
amigo, perdiste esos 80 años... y ahora te vas a joder una eternidad ¡cabrón!
El difunto asustado le dice a Rafael:
-Cónchale
vale, ayúdame; que no me insulte tu pana. De todas formas, yo escuché una vez
que al morir Jesús me venía a salvar con solo llamarlo.
Confiel arremete:
- ¡Cabrón!...
si nunca entregaste tu vida a las enseñanzas de Jesús; ¿cómo coño Él te va a reconocer?
¿Lo vas a llamar a donde? ¿Le vas a mandar un marico Whatsapp? Entérate que
aquí no tienes ni señal de celular.
- Ya! Ya!, Confiel por favor compórtate; siempre te
endemonias cuando vienes al astral bajo.
Difunto, deja que te lleve a donde te toque y terminamos esto. Podrás vivir
allí y ya se verá.
Confiel ¿nos acompañas?
- No
panita, ya llegó el que me tocaba a mí; llévalo tu solo. Voy a respirar un poco;
porque si no a este que viene le va a ir peor.
Fin de la historia. Disculpen lo malo.
Dios te siga bendiciendo y ponte las pilas; la
historia no es ficción.
Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano,
Karuna Ki
Original: 25 de abril del 2015
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Palabras-claves: Jesús, proceso de morir, ángeles de la muerte,
astral bajo, difunto