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jueves, 6 de junio de 2024

¿A qué se refiere la “terrenalidad”?

Autor: ShaniShaktiAnanda

Como almas encarnadas que somos, todos estamos revestidos de terrenalidad. Es como cuando despertamos en la mañana, que nos vestimos para comenzar a hacer nuestras cosas.

Esa vestimenta, exterior a nosotros mismos, es equivalente a nuestra terrenalidad. Y durante el día, se va ensuciando.

La terrenalidad pudiera definirse como: “el conjunto de experiencias, situaciones o acciones de vida que implican nuestros planos físico, mental, emocional y energético”. También podría entenderse como “toda vivencia que se produzca o que incluya o que parta de nuestros sentidos físicos procesados por nuestra parte fìsica, nuestra mente, nuestros sentimientos o nuestras energías.

Prácticamente, toda nuestra experiencia de vida que implique el bienestar o malestar de nuestra vida humana, se pude definir como terrenalidad.

Entendido esto, comenzamos a contextualizar el término “terrenalidad” dentro del ámbito de sanación espiritual. Dentro de este ámbito, “vivir terrenalmente” se plantea muchas veces como “vivir de la carne”, “de lo carnal”; que equivocadamente algunas personas identifica “lo carnal” con la parte física, con el sexo. Esta mala interpretación siempre a sido muy controversial.

Entonces, la terrenalidad se suele opone la espiritualidad: vivir de la carne o vivir del Espíritu (Romanos 8:1-8). Pero la terrenalidad no es intrínsecamente mala, ya que se necesitan experiencias terrenales para sanar o fortalecernos espiritualmente cuando las llevamos correctamente. Por eso nosotros, como almas, reencarnamos en este plano terrenal; para vivir dichas experiencias de forma espiritual y así fortalecer nuestra alma y hacerla más espiritual.

El problema surge cuando no sabemos vivir nuestra terrenalidad para que sea de provecho a nuestra alma. Porque sí, podemos tener aspectos de nuestra terrenalidad que atentan contra la espiritualidad de nuestra alma. Con esa terrenalidad, contra esos aspectos “de la carne” que no sabemos lidiar con argumentos espirituales, sí debemos luchar.

Pudiéramos decir que nacemos con una terrenalidad pura y esta se va modificando mientras crecemos, se va condicionando para bien o para mal desde la óptica de nuestro espíritu.

Los condicionamientos negativos no solo pueden no colaborar a que nuestra alma se eleve, sino que puede hacernos vivir experiencias muy negativas en nuestra misma vida terrenal.

Cuando nos referimos esos aspectos de la terrenalidad contra los cuales debemos luchar; muchas veces se toma el símil de “demonios internos”. La biblia está llena de referencias de endemoniados, que no se refieren a “seres del más allá que se meten en las personas”; sino a “condicionamiento patológicos” que salen del interior de las mismas personas, demonios internos.

Muchos de estos demonios no son percibidos por las personas como malos, sino como actitudes que se pueden llegar a justificar socialmente e incluso se pueden ver como “apropiados o lógicos” por personas que también tiene los mismos. Incluso, hay actitudes que se perciben como positivas, porque defienden a la terrenales, sin darse cuenta que atentan en contra del espíritu.

¿Por qué se usa el termino demonios? Pues porque son formas de ver la vida, formas de actuar y formas de reaccionar ente lo que te sucede que te alejan de Díos, o lo que es equivalente te anclan a lo terrenal (a lo carnal).

Veamos algunos de estos “demonios” y su manera de expresarse:

  • El demonio (general) de los condicionamientos: hablando de los condicionamientos negativos. Los condicionamientos negativos se forman en la personas en momentos o situaciones de vida en modo supervivencia, donde se han sentido en peligro de cualquier manera. Estos modos de supervivencia vienen posiblemente por no tener las destrezas para enfrentar dichas situaciones. Este en un demonio general porque puede contener a otros, como al demonio de los celos; al demonio de la venganza; al demonio de la manipulación: al demonio de la necesidad de ayudar (o de sentirse útil en el fondo nada incondicional); entre muchos otros. De hecho, algunos de los demonios que nombraré a continuación pueden caber es esta categoría general.

  • El demonio de las expectativas: donde las personas “esperan” que ocurran las cosas, no sólo las que ellas quieren, sino de la manera en las que ellas proponen. No consideran que aunque legítimamente puede desear algo y obtenerlo, sus maneras no necesariamente son las mas apropiadas, e incluso sus maneras pueden llegar a dañar lo que pretenden conseguir.

  • El demonio de la baja autoestima: que te lleva a dudar de algunas de tus capacidades (o todas) impidiéndote mejorar en muchas aspectos. Un demonio muy pasivo.

  • El demonio de la soberbia: el otro extremo del de la baja autoestima. Plantea tener siempre la razón o estar en lo cierto. Esto es diferente a estar seguros en algún aspecto de la vida; sino que llega a desacreditar a personas que piensan diferente. No es solo estar seguro de algo, sino que se molesta y arremeten ante aquellos que piensan diferente.

  • El demonio de la carencia: vive en personas que constantemente se manejan en la necesidad de ser satisfechos por los demás, pero que no hacen nada por suplir sus propias carencias. Hablamos no solo de carencias económicas sino de acción, afectivas o de bienestar.

  • El demonio del empoderamiento: un demonio que habita en personas que siente que se puede “comer al mundo”, que son perfectas o por lo menos suficientes; y por lo tanto no buscan mejorar más. Llega el momento que algunas situaciones del mundo se las “comen a ellas”. Aparecen mucho en personas que se creen autocontroladas sin haber hecho el esfuerzo para ello; y lo son mientras no les pasa nada malo. Se ve mucho en un visión pseudo-espiritual donde la persona argumenta que Dios le ama; sin condición. Entonces, llega el momento dificil y no siente la ayuda de Dios, lo que le puede llevar hasta a desilusionarse de Él. Se puede llegar a encarnar en las frases: “a mi no me va a pasar nada de eso”; “soy bendita y afortunada”; “soy hija/o de Dios”; “yo no necesito de eso”; y bajo la sensación “humilde” de que los demás no son tan buenos como ellas.

  • El demonio del protagonismo: asociado al demonio de la baja autoestima, pero nada pasivo. La persona puede hacer y hacer cada vez mas hacia los demás, con una legítima intención de ayudar, pero una oculta necesidad de convertirse en indispensable.

  • El demonio de la “victimización”: condiciona una actitud de indefensión donde la persona no hace nada para mejorar lo que le pasa en la vida. Lo deja en un estancamiento doliente pernicioso, estancado, sin posibilidad de mejora o fortalecimiento de ella misma. Es víctima de todos y de todo.

  • El demonio del juzgar/criticar: se implanta en una persona muy frustrada, condicionada por una percepción muy personal, o implantadas de terceros, de que ella no sirve para mucho. Esto le lleva, de forma compulsiva, a reivindicarse personalmente pisando, desacreditando o juzgando a los demás con la idea de sentir que hay peores personas que ella misma; más brutas, más incapaces, más ignorantes, más descuidadas, más inmorales, mas flojas, más desordenadas, etc. Es diferente al hecho de identificar las cosas que pudieran estar mejor. El demonio del juicio critica sin accionar hacia cambios positivos donde ella misma pudiera solventar lo criticado.

  • El demonio vengador: el demonio que poseen a la persona que defiende causas que no le corresponde o de la manera incorrecta. Esto mismo le lleva muy a menudo a salir “con las tablas en la cabeza”. Posiblemente este demonio se deba a la mucha injusticia que sintió o percibió en su propia vida.

  • El demonio del sedentarismo: demonio que plantea el mínimo esfuerzo en la vida; o también el desconocimiento de que las cosas buenas toman tiempo y esfuerzo en cristalizarse. Este demonio se puede asociar a “la zona de confort”, la misma que todos sabemos que debemos vencer para siempre estar mejor.

  • El demonio de la inmediatez: este demonio se alimenta de las gratificaciones instantáneas. Está relacionado con el demonio del sedentarismo. Es diferente al demonio de la impaciencia, donde sí hay un hacer.

  • El demonio de la impaciencia: promueve una incapacidad de esperar que lo realizado de frutos. Puede llevar a la procastrinación.

  • El demonio del bajo IQ: es uno de los demonio que pueden tener origen incluso en la alimentación desde niños. Se presenta en las personas con baja capacidad de análisis de las situaciones que vive, lo que les lleva a asumir u omitir cosas y a actuar sin el conocimiento suficiente de las situaciones; generándose muchos desaciertos y sufrimientos sin razón.

  • El demonio del perfeccionamiento: está ligado al demonio de las expectativas. El “ángel opuesto” es el de lo perfectible. Saberse perfectible no es un demonio, sino algo bueno. Una cosas es saber que las cosas siempre pueden estar mejor y enfocarse a ellos (perfeccionarse) y otra diferente es esperar que los demás sean perfectos (este es el demonio)

  • El demonio del miedo al fracaso: que puede marcar una parálisis ante una acción, o un accionar muy a la defensiva contra todo y todos que siente como enemigos. Puede estar a la vez condicionado por no ser juzgado.


La características principal de todos estos demonios, y de los que puedan faltar, es que siempre intentan pasar desapercibidos. Esta es la mejor manera de actuar para permanecer. De hecho, la persona que está viviendo con algunos de estos demonios tienen a negarlos o a argumentarlos a su favor.

Y todos esos se asocian metafóricamente a demonios porque secuestran nuestra energía vital y nos hacen vivir (mal-vivir) enfocados a nuestra parte terrenal o carnal, alejándonos de lo espiritual.

Ahora se debería entender la frase de “no vivir enfocado a tu terrenalidad”, o “dejar de lado tu terrenalidad”, o “no entregarse a la carne”; se refiere a no vivir enfocado en función de estos demonios.

Todos podemos tener diferentes demonios (condicionamientos) activos y desde allí estar viviendo una terrenalidad que NUNCA termina de complacernos, más que de a ratos. Asì que debemos buscar ayuda para identificarlos y superarlos.

Se sabe que para comenzar a mejorar se debe saber primero de qué se sufre; para poder exorcizar a un demonio primero se debe saber su nombre. Ojalá este escrito nos sirva para comenzar los exorcismos que nos sean necesarios y así dejar de vivir tan terrenalmente.

Dios les bendiga.

Namasté.

ShaniShaktiAnanda
Original: XXXX AS. (06 de junio del 2024)
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Palabras-claves: demonios, condicionamientos, sanaciòn, espiritual,