Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Pero
esa madurez ¿quién la marca?, ¿qué la define?, ¿cuándo
comienza?, ¿cuándo nuestros hijos deben comenzar a afrontar sus
vidas saliendo de debajo de las alas de los padres?
- Tenemos libre albedrío: esto no significa que podemos hacer lo que nos de la gana, sino que depende únicamente de nosotros si queremos estar bien o queremos estar mal; tenemos (o deberíamos tener) esa capacidad de escogencia para asumir las situaciones y actuar para condicionar nuestra realidad. ¿Qué no lo sabemos hacer? Eso es otro tema, el no prestar “atención a las lecciones de la vida” y el no prepararse también es elección nuestra.
- El malestar en nosotros simplemente significa que hay algo que no estamos haciendo bien, que algo va mal o que hemos venido descuidando algo. El malestar no se asume ni se sufre, es sólo una alarma para saber que tenemos que cambiar de táctica de vida, porque lo estamos enfrentando como no es.
Llegada
a esa edad, las personas deben comenzar a enfrentar sus
responsabilidades y a recibir sus premios en cualquier sociedad
regida por leyes. Los hijos también llegado el momento, deben poder
comenzar a “utilizar su madurez”, para demostrase que pueden ser
exitosos por ellos mismos o para aprender que cuando se equivocan
deben pagar por sus errores. Es un derecho de todo ser humano.
Pero
eso en ningún instante significa que llegado el momento los padres
deben abandonar a los hijos. Sus funciones deben ser las mismas que
siempre: la de Guías.
Sí,
la misma; y si bien parece un contrasentido porque con los hijos
pequeños debemos ser diferentes a con los ya adultos, el
contrasentido está en que con los pequeños a veces también nos
equivocamos.
Más
allá de las obligaciones obvias de sustento y manutención, el
enseñarles a los hijos pequeños valores para la vida, el enseñarles
a vivir y a cómo enfrentar las situaciones se debe realizar desde la
figura de Guía.
Un
Guía es alguien que acompaña a otra persona la cual quiere alcanzar
algo, llegar a una meta o a un lugar. Esa meta puede ser la de llegar
a ser un adulto sano y de provecho. Pero un Guía lo acompaña
“agarrado de la mano”. Claro que este “agarre” es metafórico.
El agarrarle la mano da idea clara de cercanía, de estar al lado, de
ver todo lo que hace el guiado y de proponer opciones, dar consejos
para dar los pasos que correspondan. Pero hay que notar que si bien
están agarrados de las manos, los pies son independientes. El Guía
puede advertir de una piedra en el camino, pero el guiado tiene la
potestad de dar su propio paso sobre ella o contra ella.
El Guía nunca va a cargar al guiado a menos que no sea una emergencia; únicamente lo acompaña y nunca lo suelta de la mano. Si el guiado se equivoca y se mete por un camino errado, el Guía estará con él (no le suelta de la mano) intentando que corrija el paso. Pero el intento debe ser inteligente, porque si el trabajo de guía no se hace bien, el guiado puede optar por fastidiarse y soltarle él la mano al Guía para seguir caminando solo.
Entonces,
todo padre (como guía que debe ser) tiene que estar MUY cerca de los
hijos, dejarlos actuar cuidando sus pasos para prevenirlos y sobre
todo proponerles acciones que aseguren la llegada a su meta.
La
mayoría de las veces como padres asumimos no la posición de Guías
sino de Maestros, y eso es un error garrafal. Un Maestro, a
diferencia de un Guía, opina, dice, enseña, critica, pero no
recorre el camino con su discípulo. Es el discípulo el que decide
caminar con el Maestro.
El
Maestro puede no comprometerse con la meta del discípulo, porque
entiende que su camino es propio; el Guía si tiene responsabilidad
directa de que el guiado llegue o no, bien o mal.
El Guía siempre está allí y si bien
en algún momento puede no saber dar la dirección exacta, acompaña
siempre; en algún momento será útil.
Una
de las imágenes que siempre me viene a la mente en una relación
filial es la de la Virgen María con el Señor Jesús. A una Madre
que cría, enseña, amonesta a Jesús Niño cuando hace cosas no
prudentes, la cual tuvo que proponer valores para la vida para
hacerlo un hombre valiente decidido, seguro de sí mismo. A una Madre
que invita a Jesús Joven a que haga cosas por su bien (Bodas de
Canaá). Pero también a una Madre a los pies de la cruz acompañando
a Jesús el Cristo, su hijo adulto, en silencio doloroso, respetando
y honrando lo que su hijo había decidido hacer con su vida, con las
peores consecuencias humanas para él mismo.
Muchos padres sólo criticamos a los
hijos, sin darles opciones o proponerles reflexiones para generar
cambios en forma de ver las situaciones; les corregimos pero no les
hacemos seguimiento, y los hijos se sienten totalmente solos en el
camino. Y en el peor de los casos, cuando vemos que no estamos
haciendo nuestro trabajo bien, abandonamos nuestra funciones en ves
de corregir nosotros mismos.
Un
padre (como Guía) debe convertirse en un GPS cuando su hijo intenta
manejar su vida. EL GPS no maneja el carro, el hijo es el que debe
mover el volante y los pedales. Si el GPS, con una ruta fijada, ve
que se está alejando del camino correcto, debe alertar y dar
propuestas de cómo corregir el rumbo, no sólo zumbar o criticar o
llorar. El GPS NUNCA se baja del carro, es su misión quedarse allí
siempre, pero si se vuelve muy insoportable y no ayuda o da las
instrucciones incorrectas, el conductor (hijo) siempre puede apagarlo
o arrancarlo y echarlo por la ventana. En ese caso, el GPS (padre)
nunca más podrá encenderse o subirse por su propia cuenta a la vida
el hijo.
Un
Maestro es como una dirección de destino muy clara y precisa,
acompañada de una buena señalización en el camino, pero no guía
en cada paso. El Maestro está establecido, el Guía se establece en
cada momento.
Esa
figura de padre como Guía debe mantenerse siempre; cuando los hijos
son jóvenes o adultos. El enfrentamiento entre padres y sus hijos
comenzando la adultez se da generalmente cuando el padre trata de
mantener aún la figura de Maestro, que probablemente ejerció
erróneamente cuando el hijo era joven.
A
nivel místico esto se entiende muy fácil. Entre un Maestro y
discípulo no hay una relación kármicamente obligante; sino que es
el Maestro el que asume el karma del discípulo bajo su propia
responsabilidad. En cambio, un padre sí tiene lazos kármicos en
común con sus hijos, que deben limpiar, lo quiera o no; y es
indispensable que recorran el camino de la vida juntos porque es con
la experiencia de vida compartida que se sanan dichos lazos (o se
empeoran)
Ahora
bien, parece todo culpa de los padres; pero cuidado hijos. Si
queremos comenzar a hacer valer nuestro derecho divino de
construir nuestras vidas por nosotros mismos, debemos comenzar a ser
adultos. Cuando se nos reclame algo, dejemos la estupidez de buscar
culpables afuera; dejemos la niñería de culpar a mamá o a papá de
que hizo esto o dejó de hacer lo otro; de que me trató así o de la
otra manera, de que quiso más al otro que a mí, de que si me
abandonó o me sobreprotegió. La noticia es que difícilmente
seremos mejores padres que nuestros propios padres, y si queremos
intentar hacerlo mejor debemos dejar de culpar a nadie por nuestros
errores.
Además,
cuando estemos mal, siempre vamos a querer un abrazo a papá o mamá.
Al ver que podemos no estar en el camino correcto (cuando nos
sintamos mal), siempre vamos a buscar instintivamente al GPS; si en
algún momento lo tiramos por la ventana, probablemente no sepamos ni
a donde retroceder para ver si aún está allí para subirlo al carro
e instalarlo de nuevo. A lo mejor será tarde, a lo mejor perdimos
mucho tiempo en el camino equivocado y a lo mejor cuando lleguemos a
nuestra meta, la celebración se habrá acabado y añoraremos mucho
más el hombro de tus Guías.
“Honra
a tu padre y a tu madre”, Dios quiera que aún los tengas.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
30 de enero del 2013
Twitter:
@eReiki
Que maravilloso este artículo Pedro. Me hace reflexionar mucho sobre la relación que tengo con mis hijos y por supuesto me hace ver el camino para tener una mejor relación con ellos y a la vez poder sanar nuestro karma. Es verdad que mayormente nos comportamos como maestros con ellos, en vez de ser sus guías.
ResponderEliminarMaestro excelente.Que importante es entender todo esto para generar bienestar tanto a los hijos y a los padres.
ResponderEliminarGracias
silvia gomez
Excelente artículo Maestro! Estoy muy agradecida porque con sus escritos y enseñanzas he podido comprender un poco más las situaciones que me ha tocado vivir con mis padres y me ha ayudado a manejarlas de una mejor manera.
ResponderEliminarNamasté
Amanda Palma Slaimen
Tengo una relación tóxica con mi Padre. Desde adolescente todo cambió y eso marcó mi experiencia con el. A tes lo admiraba hoy día lo quiero y reconozco que me ha enseñado muchas cosas. Pero hay en ni u rechazo hace el. Quiero sacarlo pero no se como. Cuando estamos distantes todo va bien pero cuando voy de visita a la casa de mis padres siempre peleamos y me siento en parte incomoda con su presencia. Quisiera que es no fuera así... El.ya wtsa viejo y quisiera perdonarle muchos actos del pasado autoritarios, de dominación y machismo...pero no los supero realmente me recuerdo y siento rabia.
ResponderEliminarQue puedo hacer? Quien podría ayudarme.cin este tema...