Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Es
un lugar común oír, argumentar, enseñar, en todos los ámbitos de
la vida, que si obramos bien, vamos a estar bien. Desde la educación
familiar, pasando por la formal (intelectual) hasta la religiosa.
Crecemos
con esa idea y desde nuestro corazón lleno de buenas intenciones,
hacemos no pocos esfuerzos por hacer las cosas bien. Pero entonces,
de buenas a primera las cosas salen mal, no pareciendo corresponder a
nuestras acciones correctas. Es allí donde comienzan los problemas.
Cuando
esas “contradicciones” suceden, cuando nuestras “buenas
acciones” no llevan a un “bien estar”, el ser humano comienza a
esgrimir cualquier cantidad de argumentos para tratar de entender
porqué sucede algo de esa forma. En ese intento brincamos de lo
sublime a lo ridículo:
Los
demás están en contra mía.
Soy
demasiado buen@ y por eso no quieren que surja.
De
alguna forma me lo merezco.
Yo
no sirvo para nada, todo me sale mal, estoy condenad@ al fracaso.
No
tengo suerte.
Tengo
una maldición.
Dios
me está enseñando algo.
Dios
me está castigando.
Me
hicieron un trabajo de brujería.
Me
pasa por karma.
Eso
no es para mí.
No
me toca ahora, “el tiempo de Dios es perfecto”, etc.
Cualquiera
de estos argumentos pueden tener algún grado de veracidad; claro
está, con algunos necesarios ajustes y aclaraciones en contexto.
Pero la verdad sigue siendo inobjetable: si no estoy bien, pues es
que no estoy obrando bien.
Vamos
a definir bien la palabra “obrar”. Sin entrar en definiciones
oficiales, obrar es hacer “algo” para obtener “algo”, es la
acción que se ejecuta con un fin específico. Obrar bien entonces es
hacer las cosas correctamente, lo que debería rendir buenos
dividendos.
Entonces,
más claros que el sol, ¿dónde está la falla? No es que estemos
obrando mal a conciencia, sino que no estamos conscientes de qué
cosa deberíamos hacer en todos los aspectos que conforman nuestro
ser. ¿Aspectos que conforman nuestro ser? Sí; y ese es el problema,
no nos conocemos en totalidad.
Para el común de las personas ya es
complicado tratar con solo tres de las partes más conocidas de
nuestro ser: cuerpo, mente y emociones. Ya compramos la idea de que
además de prepararnos intelectualmente, debemos controlar el estrés
mental, además de cuidar nuestro cuerpo con una dieta sana y el
ejercicio necesario, sin olvidar que ahora nuestras emociones
negativas nos pueden enfermar.
Se
entiende fácilmente que aunque seamos muy capaces intelectualmente,
si no se obra bien con el cuerpo físico y si no obramos bien con
nuestras emociones, podemos no estar bien.
Al
tener conciencia y actuar correctamente en estos tres aspectos, el
“estar bien - obrar bien” parece una igualdad más probable. Pero
aun así esta relación a veces que falla.
La
respuesta sigue siendo sencilla; aún tenemos otros aspectos en
nuestro ser que desconocemos y por tanto ni los tratamos. En el mejor
de los casos giramos en una rueda del azar con momentos de bienestar
y otros de malestar, los mismos que no comprendemos y que tratamos de
explicar con argumentos como los anteriores.
Cuando
hablo de bienestar, siempre lo defino como “bienestar integral”,
siendo este el promedio de los bienestares en todos nuestros aspectos
constitutivos. Pero va más allá que el simple promedio, ya que cada
uno de esos aspectos condiciona a los demás. Si estamos mal en algún
aspecto, más temprano que tarde ese malestar se contagia hacia los
demás, bajando mucho más deprisa el bienestar integral.
Pero
sea como sea es indispensable definirnos bien; tratar de identificar
cuales son esas partes que nos conforman y que podemos tratar como
unidades funcionales.
Más
de una vez he presentado y explicado las partes que nos conforman,
pero aquí vamos solo a recordarlos: cuerpo físico, cuerpo mental,
cuerpo emocional, cuerpo energético, cuerpo astral, cuerpo causal y
cuerpo espiritual. Sí, son cuatro más de los tres que ya conocíamos
y que nos complicaban la vida.
Pero
el punto no es que todos nos volvamos expertos en cada uno de ellos
(para eso estamos los terapeutas holísticos) sino que poco a poco
vayamos tomando consciencia de que somos más de lo que vemos con
nuestros ojos físicos.
Entonces,
con esto ya claro, podemos comenzar a poner los puntos sobre las
“íes”. El “obrar bien” no se refiere únicamente a cuidar
las acciones sobre nuestro cuerpo físico, mental, emocional o
incluso espiritual de forma aislada. Hay que considerar todos los
cuerpos.
Por ejemplo, si estamos expuestos a
ambientes agresivos energéticamente, vamos a tener un factor
“invisible” de malestar que va a contagiar a los tres otros
aspectos que sí estamos cuidando; como consecuencia podemos “no
estar bien”.
Si tenemos, por ejemplo, un compromiso
en nuestro aspecto astral, el cual no tratamos por desconocimiento o
que incluso dañamos nosotros mismos por descuido o ignorancia,
nuestro bienestar se va a ver afectado, Esto no va a ser comprensible
a nuestra mente limitada al cuerpo físico, mental y emocional.
Todos
estos aspectos o cuerpos tienen sus procedimientos para mantenerlos
sanos (enfoque preventivo) así como para intentar recuperarlos de
ser necesario (enfoque correctivo). Estas acciones entran dentro de
las prácticas energéticas, astrales, religiosas, filosóficas,
entre otras. Muchas de estas prácticas que buscan este bienestar
“sutil” han dado forma a terapias de salud complementaria.
Este
necesidad, muchas veces instintiva, han guiado a la humanidad a
buscar mecanismos de bienestar complementario y a asumirlos dentro de
sus vidas, para que cada vez haya menos cosas que se pasen por alto.
Pero,
como siempre, la automedicación no es prudente. Lo más aconsejable
es buscar asesoría experimentada; primero que entienda el concepto
de multidimensionalidad del ser humano y segundo que tenga propuestas
claras y experiencia de ayuda en los aspectos necesarios.
Luego
de esto sí es una realidad; “actuar bien” (en todos los cuerpos)
se convierte en “estar bien” de forma integral.
La
invitación es a conocernos nosotros mismos, a entender qué partes
nos conforman y por lo menos aprender a actuar de forma preventiva
para condicionar a esa rueda del azar hacia un mayor bienestar, el
mayor tiempo posible.
La
próxima vez que sientas que no estás bien y no descubras la causa
evidente, o que a pesar de los esfuerzos no logras mejorar, piensa en
que alguna parte no evidente de ti puede estar necesitando de tu
atención, no cierres tu mente y busca ayuda.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
30 de enero del 2013
Twitter:
@eReiki
Y la Ley de Atracción podría ayudar? En cuáles cuerpos tiene efecto?
ResponderEliminarSi Vivian,
EliminarLa LDA ayuda magistralmente a todos los Seres encarnados; actúa en nuestro bienestar interal y se activa desde nuestro cuerpo emocional... facilito!!!
Mas claro que el agua Maestro... Gracias por enfocar este tema de una forma tan sencilla... A veces nos volvemos ciegos ante momentos difíciles y perdemos la objetividad que necesitamos para analizar nuestra propia situación... Infinitamente agradecida; especialmente por esta enseñanza...
ResponderEliminar:-)
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