Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Dios
es para muchos un recurso de ayuda en momentos difíciles; correcto o
incorrecto, así nos relacionamos con Él.
En
los momentos difíciles generalmente hacemos nuestro esfuerzo y
cuando ya sentimos que la situación se nos escapa de nuestras manos
o que estamos en la recta final del desastre, nos acordamos que Dios
está con nosotros y podemos pedir asistencia.
Pues
está bien; ¿qué Padre no asiste a sus hijos? El problema es que
para muchos, Dios hace oídos sordos al llamado de sus hijos en
tribulación... será... ¿que no me merecía la ayuda? ¿que no le
pedí bien? ¿que no existe?
Algunas
personas argumentan que Dios nos deja en algunas situaciones para que
nosotros resolvamos, argumentado con todo y el “libre albedrío”
mal entendido. Algunos dicen: “¿qué vas a esperar a Dios? Eso
tenemos que resolverlos nosotros”.
Para
mí, Dios es suficientemente bueno (“no alcahuete”) como para
dejarnos sin asistencia en momentos difíciles, aunque dichos
momentos los hayamos propiciado nosotros mismos. El problema está en
qué esperamos que Dios haga cuando llega en su ayuda.
Definitivamente
un Dios inmaterial, no puede actuar materialmente; y un Dios que nos
regaló la posibilidad de condicionar nuestra realidad (libre
albedrío) tampoco puede estar dando y quitando ese regalo.
A
veces queremos que Dios venga (o algunos de sus enviados directos:
ángeles, santos, vírgenes, semidioses...) y tome las acciones en
sus manos y “haga por nosotros”; generalmente esto no corresponde
de esta forma. Pero a pesar de que somos nosotros los que debemos
hacer; Dios no se queda con los brazos cruzados, Él acude al llamado
(mucho antes que se lo pidamos),
Imaginemos
que estamos en una situación de desastre y viendo que no podemos
más, pedimos asistencia a un Ser Superior. Este SS va a venir en una
super-avión gigantesco con todos los equipos, los insumos y las
herramientas necesarias para ayudarnos. Pero resulta que la ayuda es
tan grande que el super-avión necesita para aterrizar un
super-aeropuerto... ¿Lo tenemos? ¿está en buen estado el nuestro o
está descuidado? ¿tenemos como pista de aterrizaje una
“carreterita” de tierra? ¿o ni siquiera lo construimos previendo
problemas como este?
Si
nos referimos a Dios, él siempre oye el llamado, pero ¿tenemos la
capacidad de que la ayuda llegue a nuestras vidas?
Dios
no va a llegar por tierra, haciendo y deshaciendo cosas, Dios
aterriza únicamente en nuestros corazones, que son nuestras pistas
de aterrizaje para las cosas que vienen del Cielo.
Cuando
Dios llega, una energía tan poderosa pero a la vez tan sutil como
esa solo se puede alojar en lo más sutil que tenemos nosotros,
nuestros
corazones. ¿Los tenemos suficientemente sutiles como para que Dios
se manifieste en ellos?
La
ayuda que Dios brinda puede ser en: sabiduría para saber cómo
resolver el problema, fortaleza para hacerlo, paciencia si debemos
esperar algún tiempo, tolerancia para no empeorar la situación,
desapego para dejar ir; y toda esa ayuda sale de la Base de Mando de
Dios, sale de nuestro corazón.
Entonces:
- Dios siempre llega a nosotros cuando lo llamamos, si importar si somos responsables de lo que nos pasa o no (en realidad siempre lo somos en algún grado)
- Dios va a tratar de alojarse en nuestras instalaciones de la mejor manera posible, dependiendo de lo que podamos ofrecerle a él en infraestructura y logística.
- Dios va a comenzar a dar órdenes o recomendaciones, a lo que cabe esperar que seamos capaces de entenderlas.
- Entendidas las órdenes de Dios, roguemos que tengamos las aptitudes, las habilidades y la experiencia para hacer lo que nos aconseja.
- Si es así, ejecutamos y salimos airosos.
Es
por esto por lo que debes ir preparándote para que la ayuda de Dios
sea real y efectiva cuando la necesites. Debes entonces:
- Crear la infraestructura y la logística en ti mismo para recibirle, posiblemente con invitaciones y encuentros periódicos de cortesía (Práctica religiosa)
- Estudiar su estrategia, cómo piensa, qué te puede pedir en determinados momentos (Estudios de las Sagradas Escrituras)
- Según lo que aprendas de su forma de actuar, debes: prepararte, practicar, ganar experiencia; para que, cuando tengas que acatar las recomendaciones, no seas un novato o un ignorante sin experiencia (Pon en Práctica diaria las Enseñanzas)
Cuanto
más te dediques a prepararte, cuanto más conozcas a Dios en tu vida
(fuera de las situaciones de emergencia), mayor será la certeza de
que Dios ayuda cuando se le llama; sin exonerarte de la
responsabilidad y del esfuerzo que Él necesita que tú hagas; pero
definitivamente lo podrás hacer con su Guía y con toda su
Fortaleza.
Prepara
tu corazón para recibir a Dios para cuando tenga que venir con todo
su Poder. Crea un espacio para Él en tu vida. Una vez creado dicho
espacio no lo abandones; día a día límpialo, desmalézalo,
acéitalo, retócalo, refuérzalo, púlelo. Es la única forma de que
cuando lo llames no sientas que no acudió en tu auxilio.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
11 de junio del 2013
Twitter:
@eReiki @EvolConsc @pagr777
con ayuno y oracion y cuplir su madamiento es suficinte, namaste!
ResponderEliminarHermoso...namasté
ResponderEliminarQué bonito. Gracias, Maru
ResponderEliminarAgradecimiento infinito Maestro por tan hermosas enseñanzas y tus invalorables artículos ! Como tu nos refieres siempre, la práctica de los Dones Espirituales, el conocimiento e interiorización de Las Leyes Universales, la lectura Bíblica diaria y la Meditación, son esenciales para la preparación de nuestro Altar Interior, y de esta manera Dios pueda manifestarse. Namasté
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