Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
Tal vez este artículo es el más enredado que haya escrito, puede hasta confundir argumentos que he presentado en otros lugares; pero lo considero tan importante que se los dejo porque a lo mejor le sirve a alguien. Además, este título parece una tontería,
porque yo mismo, más de una vez, he promulgado la ruta de vuelta al Paraíso, la
conquista de la paz del espíritu, el bienestar; y definitivamente desde muy
joven he vivido para ello.
Pero quiero plantear una nueva reflexión. ¿Recordamos las bienaventuranzas
de La Santa Biblia? (Mateo 5:3-11) Pareciera allí que los que más sufren tienen
más oportunidades de llegar al Cielo, de ser consolados, de recibir
misericordia, etc.
Y no solo eso, sino que el mismo Jesucristo dijo que Él había venido no por
los justos (sanos), sino por los pecadores (enfermos) (Marcos 2, 13-17).
Y aún más, es más importante en el Cielo un pecador convertido que un justo
“que no le pasa mayor cosa” (Lucas 15, 7)
En estas y otras muchas citas se hacen referencia a personas que se
reconocen como pecadores, o enfermas, o simplemente con “asuntos que mejorar”
Y todo esto, más allá de parecer triste, es un requisito indispensable para
cualquier proceso de sanación. Explico.
Nuestro “estar bien” se puede circunscribir a diferentes planos: físico,
mental, emocional, energético, astral, kármico o espiritual; y “el sanar” en
esos planos tiene una secuencia de pasos que debe cumplirse (en orden):
- La identificación del malestar. Sea una dolencia física, preocupación mental, asunto emocional, desbalance energético, ataque astral o karma activo, el primer y más importante paso para sanar es el reconocimiento de que nos estamos sintiendo mal. Es un “examen de conciencia”.
- El reconocimiento del daño que está ocasionando la condición que tenemos; daño en nosotros mismos y en los demás (inclusive hacia Dios). Es imprescindible el reconocimiento de que algo debemos sanar o mejorar para detener ese malestar. Es similar a un “acto de contrición o arrepentimiento”.
- Activación de procesos de sanación. Generalmente buscando ayuda para sanar.
- Refuerzo de la nueva situación de bienestar, para que no se vuelva a establecer el malestar y no vuelva a causar daño. Es similar al “propósito de enmienda”.
- Resarcir la falla, restablecer lo dañado o buscar un nuevo estado de bienestar equivalente que sustituya al que se pudo haber perdido. Similar a “pagar la penitencia”
Como se pudieron fijar, cada uno de estos cinco pasos los relacioné con los
conocidos cinco pasos necesarios para el Sacramento de la Confesión (de orden
católico); siendo el 3er paso similar a la confesión en sí. Todo este proceso
(la confesión católica) es un ejemplo de proceso de sanación kármica.
Con todo esto quiero continuar con el título de esta reflexión: estar
“bien”
Cuando tenemos una condición de “bienestar” (real o ficticia); cuando nos
sentimos (o nos creemos que estamos) “bien”; no se activa ningún proceso de
sanación en sus dos primeros pasos: no identificamos ningún malestar y por lo
tanto no reconocemos ningún daño.
Este estado es ideal, pero sucede que tener consciencia real de lo “bien”
que estamos en todos los planos, definitivamente es ilusorio. Ni siquiera en el
plano físico al que estamos acostumbrados, tenemos consciencia real de cómo
estamos. Muchas dolencias explotan desde estados silentes y nos toman por
sorpresa, aún cuando ni lo sospechábamos. Es por esto por lo que debemos sometemos
a controles médicos periódicos y rutinarios, exámenes de laboratorio, que
“parametrizan” nuestras funciones y nos dan una indicación real de cómo nuestro
organismo está llevando a cabo la tarea de mantener el bienestar.
A nivel mental, emocional, energético, astral y kármico pasa exactamente lo
mismo. Allí también tenemos procesos que pueden estar funcionando de forma
complicada sin nosotros enterarnos; hasta que, de alguna forma, examinamos los
“parámetros de funcionamiento” y podamos tener conciencia de cómo va todo.
Y esta es la clave, tener conciencia de cómo debe funcionar todo en esos
planos. Esta conciencia nos permitirá saber si se está produciendo un daño
silente (o se puede producir algún daño en el futuro) y podemos entonces
comenzar un proceso de sanación, ya que estaremos en las fases de: “identificación
del malestar” (manifiestos en parámetros alterados) y de “reconocimiento del
daño” (sabiendo qué se puede estar dañando por esos parámetros alterados).
Entonces estar sano es una cosa, pero creerse “sano” es algo muy peligroso.
Un sanador “real”, de la misma forma que un buen médico, cuando va a ayudar
a alguien tiene como primera tarea forzar la evidencia o búsqueda de parámetros
de malestar que pueden ser invisibles a la misma persona (inclusive para aquellas
que dicen sentirse bien). Un médico lo hace pidiendo todos los exámenes
exploratorios necesarios (de rutina y específicos); un sanador lo hace
comenzando a dudar del “bienestar” manifestado.
Muchos “pobres sanadores” se venden como una fuente de “positivismo”
peligroso. Son muy comunes los que desde “el corazón”, desde la “buena vibra”,
desde las palabras “bonitas y positivas”, desde las “bendiciones” y las “sonrisas”,
pretenden hacer sentir bien a los demás y considerar que así los están sanando.
Estos “pobres sanadores” en vez de permitirles a las personas “identificar
su malestar” y “reconocer el daño” que se están haciendo a sí mismas o que le
están haciendo a los demás, prefieren hacerles creer que son “bellos seres de
luz” y que “todo está en orden divino”, así que “no hay porqué preocuparse”.
Y estas personas, expuesta a estos “pobres sanadores”, terminan con sus
vidas complicadas, con su bienestar por el piso, pero creyéndose que “todo está
bien”; o peor aún que lo que le sucede no depende de ellos.
Sería similar a un médico que te dijera en consulta: “usted es muy bonita,
tiene una linda sonrisa y unos ojos hermosos, así que puede estar tranquila,
seguramente eso que tiene pasará solo; y quién sabe, a lo mejor ni siquiera
tiene nada.”
Un buen sanador debe “forzar la cuerda”; debe analizar, debe hacer
reflexionar a quien desea ayudar; para que de esa forma encuentre sus
malestares y los daños que puede estar produciendo sin darse cuenta. Como todo,
se pueden estar gestando procesos fatales (así para el cuerpo como para el
alma) de forma totalmente asintomática y sólo un examen profundo puede
descubrirlo y activar los procesos de sanación antes de que sea mortal.
Por ese motivo Jesús (como sanador real) no iba por allí “sonriéndole a
todo el mundo”. Él vino a cuestionar comportamientos, acciones, actitudes;
haciendo reflexionar a la gente en lo que estaban haciendo de forma
inconveniente. Él estaba “forzando la cuerda”, invitando a que las personas se
cuestionaran su vivir, para ver si así podían “identificar malestares” o
“reconocer daños”; es la única forma de sanar.
Así que si dices que estás “bien” (o alguien te lo hace creer),
replantéatelo; porque en caso que no lo estés ni siquiera el mismo Jesús podrá
ayudarte si no reconoces tus fallas.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
01 de noviembre del 2013.
Twitter: @eReiki @EvolConsc @pagr777
Maestro, cuantas veces corremos la arruga, nos hacemos los locos ante los malestares, con la secreta esperanza de que desaparezca solo, sin activar ningún proceso consciente de sanación. Una vez más, en este artículo nos invitas a tomar el control de nuestra vida.
ResponderEliminarNamasté
CEH