Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Si ya hemos asumido correctamente que en el plano más puro espiritual, Dios no representa dualidad: ni bien ni mal, ni blanco ni negro, ni frío ni calor, ni yin ni yang; cuando esa misma Consciencia Divina del Universo se tiene que manifestar en planos inferiores al espiritual, debe tomar esas dos características básicas de femenino y de masculino.
Y como ambas cualidades salen del mismo Dios, ambas son igualmente importantes. Esto se ve claramente en las filosofías espirituales y prácticas religiosas antiguas, donde se honra de forma similar a los aspectos masculinos y femeninos de la divinidad.
Pero en la visión actual de algunas religiones (el lector sabrá cuáles), el protagonismo de la figura femenina o está en un segundo plano o esta ausente, y solo se ve como un personaje más.
Y ambas escencias deben coexistir en armonía para que la misma armonía sea una realidad. En los individuos, en las parejas, en los grupos humanos, en las empresas, en las sociedades; cuando alguna de estas escencias no existe (o no tiene capacidad de manifestarse o fue suprimida) se presentan problemas serios.
Si nos centramos en lo femenino, no hablo de escencia femenina como una forma de “afeminamiento”; hablo como la expresión de la energía en aspectos básicos de: creación, intuición, empeño, sacrificio, maternidad, cuido e incluso fuerza desbocada.
Lo femenino debe estar presente en cada cosa, en cada persona. Por ejemplo un hombre con una escencia femenina operativa, es aquel que puede: expresar y manejar sentimientos, tener determinación y perseverancia, tener capacidad de creación (proyectos, sueños, ideas, etc.); y que sobre todo respeta y honra a las mujeres.
Pero al igual que hay hombres que no tienen su parte de escencia femenina, pues hay mujeres que tampoco la tiene. El tener escencia femenina no implica: ni genitalidad, ni expresión corporal, ni preferencia sexual. Más allá de eso, tener esa escencia marca formas de enfrentar la vida y procesos de desarrollo.
Las sociedades llamadas “machistas”, son aquellas en las que la escencia femenina se ha relegado o minimizado, convirtiéndose en sociedades muy básicas e instintivas; con poca capacidad de progreso.
Y si una sociedad está regida por religiones “machistas”, la capacidad de crecimiento y superación ante los problemas es muy débil.
La necesidad de esa escencia femenina está muy marcada en nuestro interior. Desde el mismo concepto general de la Madre Naturaleza, como responsable de la existencia de la vida; hasta el concepto de nuestra propia madre biológica; sin la cual nunca hubiéramos podido existir.
Cuando nos sentimos mal ¿a quién buscamos?: a nuestra figura materna (humana o espiritual). Cuando queremos descansar ¿a quién solemos acudir?: a la naturaleza.
De esa escencia femenina debemos aprender muchas cosas; y debemos acudir a ella (a eso que aprendimos de ella) cuando lo necesitemos. Algunas de sus características que podemos destacar están:
-
La fuerza de la creación
(física, biológica, espiritual)
-
La fuerza que sustenta los
procesos de existencia (la vida misma)
-
La entrega y el esfuerzo a
pesar de las adversidades.
-
La energía y la motivación
para logros nobles.
-
La humildad y el
sometimiento a Dios.
-
La capacidad de hacer
varias cosas a la vez.
-
El disfrute sano.
-
Lo sensual.
-
El cuidar con dedicación y
perseverancia.
-
El dar desde la empatía.
-
El despertar de la
consciencia (no la consciencia misma).
-
La pasión.
-
Lo avasallante.
-
La comunicación.
-
Lo dócil y la entrega de sí
misma ante el reconocimiento de la superioridad.
Y me quedo corto.
Pero si bien esa necesidad que manifestamos de la escencia femenina es innata cuando estamos pequeños, se va perdiendo al crecer. Si se quiere mantenerla hay que cultivarla; por lo menos a nivel de reconocer su importancia y honrarla.
La forma de que eso no se pierda con la adultez debería pasa por la parte espiritual. Muchas de las religiones tiene su representación de escencia femenina en diferentes íconos: en el hinduismo todas las diosas (resumidas en la figura de la Shakti); en el budismo las representaciones de las Tara como contraparte femenina del Buda; en nuestro cristianismo católico a Nuestra Señora la Virgen María (la cual, si me permiten, debería tener mayor protagonismo); y en religiones más naturales tenemos a la Madre Naturaleza o a la Madre Tierra.
Cuando un Ser humano puede manejar ambas escencias (tanto masculina como femenina) termina siendo más integral, más adaptable a las diferentes situaciones de vida, con mayor capacidad de aprendizaje en diferentes escenarios y sobre todo oportunidades de desarrollo personal, tanto humano como espiritual. En resumen, un ser humano integral, tiene una mayor capacidad de ser feliz.
Claro está que se debe honrar también a escencia masculina. La contra parte masculina (la consciencia) viene a poner orden a es energía desbordante de la misma fuerza de creación; fuerza femenina que incluso puede llegar a ser destructiva si no se controla con la escencia masculina.
¿Cómo trabajar la escencia femenina?
Hay muchas maneras que permiten desarrollar o mantener la escencia femenina en una persona; repito, que no tiene nada que ver con la preferencia sexual.
Que una persona pueda manejar en su vida esa energía correspondiente a la escencia femenina, le va a permitir manifestar las características propias de ella (listadas en los párrafos anteriores): disfrute sano, sensualidad, empatía (interés por los demás), buena comunicación, dedicación, etc.
Como siempre, lo ideal es trabajar la escencia femenina desde la niñez. Y esto pasa por involucrar a los niños en tareas donde ellos necesiten esa energía: el arte, por ejemplo; el cuidado de mascotas (como responsabilidad), el ambiente propicio para expresar sus sentimientos, entre muchas otras.
Pero desde la parte espiritual es bastante sencillo (como quiero decir fácil o sin esfuerzo); ya que lo que se debe hacer es: presentar, conocer e invitar a honrar a la escencia femenina desde la divinidad.
Tener y trabajar con lo que las divinidades femeninas enseñan y proponen, es una herramienta extraordinaria.
Si ya somos adultos, esa práctica religiosa y espiritual aún da sus buenos frutos; ya que asumiremos la tarea desde nuestra propia intencionalidad.
Podemos entonces comenzar a:
1. Conocer, estudiar y a trabajar las propuestas
espirituales de las figuras femeninas y
2. Hacer oración, meditación y adoración a esas divinidades.
No olvidemos que en nuestra vida, la escencia femenina representada en nuestra mamá ha sido lo más determinante, útil, querido o añorado. Aún de adultos necesitamos de esa energía femenina, a lo mejor ya no desde afuera sino desde nuestro interior.
Incluso si eres mujer, no asumas que ya la tienes y por eso no debes hacer nada; hay que trabajarla siempre y en el mejor de los casos se irá reforzando.
Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
03 de junio del 2014.
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@EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras
claves: escencias, femenina, masculina, shakti, tara, virgen, maría, creación;
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