Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Acabo de recibir la noticia que una amiga,
alrededor de sus cuarenta años, murió ayer en la noche. No fue un accidente, ni
un robo, ni una enfermedad penosa. Al parecer simplemente se complicó de salud,
estaba en la clínica y su corazón dejó de latir. Una mujer sana, madre sola,
amorosa y dedicada en cuerpo y alma a su único hijo, ya adulto a Dios gracias.
Apenas me dieron la noticia comencé el
proceso de ayudarla a ascender (AM); aún estoy
en eso, al momento de escribir estas líneas. Pero nuevamente gracias
a Dios todo está saliendo bien. El haberse ocupado ella en vida de cultivar a su
espíritu, el haber reforzado su relación con Dios, el estar siempre creciendo
con su corazón y no con su mente; le está permitiendo el paso más suave desde
este plano al más allá.
Desafortunadamente ya han sido varias las
personas jóvenes en este año, muy cercanas a mí, que debieron partir con Dios;
de la forma más “inocente e inesperada”. A cualquiera de ellas pudiera haber
dedicado este escrito; pero quiero hacer esta reflexión por ella, por Anaís;
una de las que entendió lo que voy a escribir a continuación.
La mayoría de nosotros consideramos que lo
peor que nos puede suceder a modo personal es morirnos; y por eso perdemos la
vida tratando de retardar ese evento.
Y cuando digo que perdemos la vida
tratando de “no llegar”, me refiero a que dejamos de utilizar cada segundo que
vivimos para prepararnos para ese momento. La muerte es lo único a lo que nadie
puede escapar y es algo que no podremos controlar cuando llegue la hora (a las
pruebas de remito).
Pero por supuesto que debemos cuidarnos.
Que nuestro destino inexorable sea morir no quiere decir que no busquemos
alargar nuestra vida: cuidando nuestra alimentación, ejercitándonos, prestando
atención a nuestras enfermedades, no exponiéndonos a peligros innecesarios, etc.
Pero el punto es comenzar a entender el
porqué o el para qué debemos extender la vida.
Pues debemos tratar de vivir más tiempo,
no solo para morir más tarde o para disfrutar más de esta vida; sino para tener
más horas de preparación para el momento en que nos toque trascender de plano.
No tenemos consciencia de eso. Mucha gente
desestima lo que llamamos Crecimiento Espiritual y otras no valoran las
prácticas religiosas; y les aseguro que cuando el cuerpo físico deja de
funcionar, es el alma en unión con el espíritu lo que va a tomar protagonismo.
Allí más vale que hayan aprendido a vivir con ella. Es allí donde les hubiera
servido todo eso que nunca comprendieron, que no valoraron o para lo que no
tuvieron tiempo.
Desafortunadamente vivimos por cosas que
desaparecen con la muerte y no nos ocupamos por aquellas que persisten en la
eternidad.
Aun peor, hay personas que creen que las
religiones son para que nos vaya bien aquí en la tierra; y cuando eso no
ocurre, reniegan de ellas y dicen que no sirven para nada. Pues espero que no
me busquen al momento de trascender; tampoco esperen mucho; porque se
encontrarán que no podrán cosechar lo que no sembraron cuando vivieron.
La escasa o nula consciencia espiritual
que tenemos en nuestras sociedades occidentales, nos hace sentir que nosotros somos y valemos
únicamente lo que representamos y tenemos en esta vida terrenal. Pues si es así,
solo basta morir en cualquier momento, para que todo desaparezca por completo.
El grandísimo problema es que esta no es
la realidad. Al morir, comenzamos a vivir en otros planos donde si no se está
preparado, créanme; la existencia puede ser peor que cualquier infortunio
terrenal imaginable. El problema es que nadie lo cree hasta que se muere; y
luego: “a llorar al valle”.
La imagen del “infierno” que todas las
religiones proponen es real; y los lineamientos que ellas mismas dictan para no
caer en él, son igualmente acertados. (Cuidado: hablo de religiones sustentadas
por escrituras sagradas bien entendidas, contextualizadas y operacionalizadas)
El concepto tan difícil que tenemos de
nuestra muerte física, crea un proceso de evasión que aleja a mucha gente de
prepararse para ese momento. ¡Bonita sociedad tenemos!
Amar a Dios sobre todas las cosas; amar a
tu prójimo como a ti mismo; amar a tus enemigos, poner la otra mejilla, no
juzgar, cuidar tu sexualidad, etc., etc., etc.; puede que sean tonterías para
la mayoría de la gente, porque no ven cómo puede ayudarles terrenalmente. Lo
entenderán cuando sientan su propio “peso” al tratar de ascender al momento de
morir.
Cuando yo muera, o cuando algún familiar
de ustedes muera; entre el llanto por no volverlo a ver, les pido que evalúen
cuanto logró prepararse para llegar a Dios. Cuantas horas, días, años de su
vida vivió su vida cotidiana con Dios en el corazón. Cuánto esfuerzo hizo para
honrar lo que Dios Padre le pidió que hiciera, cuánto amor despertó en los
corazones, cuánto fue el daño que procuró no hacer; cuántas veces salió de su
boca una palabra o frase que acercara a los demás a Dios. Esto es lo
verdaderamente valioso en ese momento.
Si aún estás vivo, es lo único que necesitas; no pierdas ni un segundo más. En esta vida no hay tiempo para deprimirse, ni fastidiarse, ni para odiar, ni para pelear, ni para “no saber qué hacer con su vida”. Dios, el creador del Universo, tiene mucho trabajo para cada uno de nosotros. Ayuda a lo demás, búscalos, ora, adora, ve a la iglesia, lee textos sagrados, enseña a los demás, predica con el ejemplo, escribe; no te bastará una vida entera para abonar tu camino. Solo necesitas tener tu corazón atento y hacer por Dios.
Si aún estás vivo, es lo único que necesitas; no pierdas ni un segundo más. En esta vida no hay tiempo para deprimirse, ni fastidiarse, ni para odiar, ni para pelear, ni para “no saber qué hacer con su vida”. Dios, el creador del Universo, tiene mucho trabajo para cada uno de nosotros. Ayuda a lo demás, búscalos, ora, adora, ve a la iglesia, lee textos sagrados, enseña a los demás, predica con el ejemplo, escribe; no te bastará una vida entera para abonar tu camino. Solo necesitas tener tu corazón atento y hacer por Dios.
Anaís no sabía que iba a morir y ya no
está con nosotros; aprovechemos cada latir de nuestros corazones para acercarnos
a Dios. Si no sabes cómo hacerlo busca ayuda, pregunta, siéntelo; pero jamás lo
subestimes ni creas que ya estás haciendo suficiente; a lo mejor descubres que
no es así.
Dios sabe que he visto a muchas personas
con sus almas desgarradas al momento de morir; y ningún corazón humano es capaz
de imaginar dicho sufrimiento. Es por eso por lo que no me cansaré de hablar de
Dios, de meterle a Dios por los ojos a la gente; aunque me digan loco, obsesivo,
compulsivo, desadaptado. Mientras mi corazón lata, me seguiré dedicando a eso.
Espero que eso sirva para cuando me toque a mí irme.
Mis sentimientos de corazón para los
familiares. Dios te bendiga Anaís, descansa en Paz. Y gracias, contigo ha sido
fácil.
Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
07 de agosto del 2014.http://www.AdamaConsciente.org.ve/
http://pagr777.blogspot.com/
http://e-reiki.ning.com
Twitters: @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras
claves: muerte, morir, prepararse, infierno, ángel
Soy amigaa ycomadre de Anais.... realizamos junto a usted el taller de Hooponopo , hace algunos añitos, Sr. Pedro, estos últimos 4 meses e perdidos 3 seres muy queridos, no tengo respuestas para estar pérdidas...y me consuelo rezando, pero necesito algo más estoy muy fuera de contexto por todo esto, pronto volvere a su círculo para poder aclarar mi mente, mi corazón.
ResponderEliminarNamaste..
Cuando lo desees; es importante aclararse en estos temas y nunca dejarlos pasar.
EliminarUn abrazo
Pedro