Páginas

jueves, 4 de diciembre de 2014

Meditando de verdad



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
En nuestros días y en nuestras culturas occidentales, se está descubriendo a la meditación como una herramienta de bienestar. Y los beneficios se promulgan como algo novedoso e innovador; cuando meditar es una actividad que ha venido realizando el hombre casi que desde que se “autodescubrió”.
Y hablo de que nos tenemos que auto-descubrir aún hoy en día; como requisito de reconocer a la meditación como algo indispensable para vivir bien. Al final del artículo volveré con este punto.
Y no solo se promulga la meditación como una ayuda para casi que cualquier cosa; sino que después de algunos intentos de practicarla o de algunos libros o discos compactos escuchados; cualquier persona dice que sabe meditar y que lo logra exitosamente.
En realidad la meditación es una práctica que se puede realizar de diferentes formas; y además es una práctica que tiene un impacto múltiple en nuestro Ser.
Cuando meditamos, llegamos a todos nuestros cuerpos: físico, mental, emocional, energético, astral y kármico/espiritual; y los logros los vamos conquistando en ese mismo orden (si bien podemos tener algunas victorias de forma dispersa)
La ciencia moderna ha estudiado el impacto de la meditación principalmente a nivel físico/químico/orgánico; que si bien comienza a tener trascendencia a niveles mental y emocional, aún pertenecen al plano físico.
Se han hecho estudios en los cuales se comienza a observar cambios positivos a nivel de la estructura cerebral de los individuos de estudio, luego de seis (6) meses de meditación diaria, por alrededor de una hora.
Sin considerar la frecuencia diaria de meditación, sino considerando solo la cantidad de tiempo; podríamos argumentar de forma ligera que se necesitan 180 horas (los 180 días de los seis meses) para que la meditación logre un impacto permanente y sostenido en la primera capa de nuestro ser (cuerpo físico/orgánico).
Si meditáramos una hora a la semana; necesitaríamos 180 semanas (más de 3 años) de práctica de meditación para obtener beneficios permanentes en nuestro ser; pero solo en la parte fisiológica.
Si buscamos impactar a nuestras otras partes sutiles, posiblemente se requeriría mayor tiempo o mayor frecuencia.

Meditación como segunda opción.
Pero más allá de sacar números a la ligera, y de no considerar a la frecuencia con la que se medita como más importante que la cantidad de horas; lo que quiero hacer notar es la seriedad requerida a la hora de meditar.
Meditar se debe hacer con frecuencia, con constancia, con perseverancia y por largo tiempo.
Meditar tiene que pasar a ser una rutina de vida, parte de la cotidianidad. En nuestra cultura, meditar es algo que se hace “si nos queda tiempo libre” o “si no tenemos nada más urgente que hacer” o “si ya no podemos hacer más nada con nuestros problemas”
La meditación pasa a ser una actividad secundaria y que se ve relegada por las otras rutinas de vida. Increíblemente ir al mercado puede llegar a ser más importante que meditar.
Y debería ser todo lo contrario; la meditación debería condicionar a las otras actividades cotidianas.
Si la meditación no se asume como estilo de vida, los efectos en nosotros no serán ni importantes ni  permanentes. Aunque si bien, cada vez que la hagamos, podremos obtener relajación física, posiblemente un poco de descanso mental, y el beneficio de “hacer algo diferente”.

Objetivo primario de meditar.
Adquirir la capacidad de apaciguar a la mente de forma intencionada cuando así se requiera, es tal vez el objetivo primario que se busca con meditar.
En esta era moderna, incluso las personas más mentales están reconociendo que la mente es la causante no solo de problemas, sino de entorpecer muchos procesos personales de bienestar.
Los diferentes porqués los he explicado en otras ocasiones; y en particular la afectación que puede producir la mente sobre nuestro cuerpo energético, del cual depende mucho nuestro bienestar.
Pero la mente no es la villana de la película. De hecho, en muchas ocasiones no solo es útil, sino indispensable. El problema es que la mente sin control, tal como un niñito maleducado que está de visita, se mete en todas partes; incluso donde no le corresponde.
La mente se puede incluso tomar atribuciones de “sentir” emociones y sentimientos, lo que causa más problemas que bienestar. (Buscar un artículo anterior “pseudosentimientos”)
Muchas personas sienten como un éxito llegar a calmar a la mente durante la meditación; pero no es un logro mayor, porque meditar se hace en un lugar controlado, calmado.
La práctica de meditar debe permitirnos adquirir la capacidad de calmar a la mente en los momentos difíciles; allí es donde se comprueba si meditar nos está sirviendo de algo.

Formas de meditar.
Una vez asumida la práctica de meditar con la seriedad necesaria,  viene la forma de hacerla.
Los protocolos que podemos encontrar pueden variar muchísimo. Y no me refiero solo a las dos grandes subdivisiones de Meditación Concentrativa y Meditación Contemplativa; ni a la clasificación moderna de meditaciones autónomas o meditaciones guiadas.
En cualquier estilo encontramos diferentes formas de hacerlas, generalmente asociadas a los elementos que se utilizan. El protocolo puede combinar secuencias de:
-          Estiramiento físico
-          Respiración consiente
-          Uso de mantras/sonidos
-          Posturas de cuerpos y de manos
-          Visualizaciones activas
-          Técnicas de enfocar a la mente
-          Observación/conexión con la Divinidad
Entre otras.
Lo más aconsejable para alguien que desee comenzar a meditar, es que pruebe diferentes protocolos; y que se quede con el que más le acomode. Si bien es verdad que ciertos esquemas están planteados para ciertos enfoques u objetivos de la práctica de meditación y deben asumirse sin cambios.
Sea como sea, meditar se debe practicar de forma frecuente; y si además podemos desarrollar formas rápidas de hacerlo en pequeñas y grandes situaciones; pues mucho mejor. Podemos tener rutinas de meditación para diferentes escenarios, sin descuidar la práctica forma:
-          Podemos aprender a hacer respiraciones conscientes para sacar a la mente de estados obsesivos puntuales, donde parece quedarse enganchada.
-          Podemos hacer visualizaciones para prevenir estados de nerviosismo (mental) ante nuevas situaciones estresantes.
-          Podemos hacer meditaciones cortas para recargarnos de energía, cuando las necesitemos.
-          Podemos hacer meditaciones al momento de orar.

El peligro de la mente vacía.
Pero todo no es color de rosas. Todos hablan de “dejar la mente en blanco”, de “vaciar la mente”. Pero cuando eso ocurre ¿con qué llenamos ese espacio que queda?
En el Budismo hay un concepto conocido como “Vacuidad” que se asume como vaciar la mente; pero que en realidad va más allá.
Si revisamos los orígenes reales de la meditación; esta no viene de una terapia para controlar el estrés, ni para rendir más en los estudios, ni para ayudar en la cura del cáncer.
La meditación nace como una herramienta dentro de los esquemas de Crecimiento Espiritual.
Desde el misticismo más básico se sabe que Dios no es una experiencia mental; por lo tanto para experimentarlo hay que dejar a la mente de lado. Este es el verdadero objetivo originario de meditar.
Así que la verdadera meditación es aquella que te permite aquietar a la mente; dejarla de lado en tu experiencia de vida; para entonces llenarte de la conciencia de Dios.
Pero esto de llenarte de Dios no es un proceso automático; no todo el que medita logra dejar a la mente de lado; ni todo el que deja a la mente de lado logra llenarse de Dios. Por esta razón la meditación se debe considerar solo una herramienta.
Se necesita de todo un escenario más complejo de crecimiento espiritual para poder decir que meditamos de verdad. Necesitamos estar rodeados de Dios, para cuando creemos el vacío en nosotros, Dios se meta.
Pero si de verdad se logra vaciar a la mente; sin estar cultivando la experiencia de Dios (nuestras consciencia espiritual), el espacio vacío se puede llenar de otros planos de consciencia que pueden no ser muy “benditos”. Disculpen, pero esto no lo explico aquí.
Muchas veces la meditación persigue cambiar conductas o formas de ver la vida hacia estilos menos desgastantes o más iluminados; pero eso no se consigue solo vaciando la mente. Lo que de verdad puede modificar procesos de vida es la parte espiritual.
Es aquí donde retomo el concepto de “autodescubrirnos”.
Cuando el hombre se descubrió a sí mismo, dándose cuenta que él era mucho más espíritu que cuerpo físico-mental-y-emocional; entonces sintió la necesidad de meditar.
Si somos muy mentales y tratamos de apaciguar a nuestra mente meditando, estaremos luchando contra nosotros mismos. Posiblemente terminemos desistiendo de la práctica, desestimándola o incluso negándola.
Pero cuando nos damos cuenta de que nuestra parte importante no es el pensamiento, la lucha se lleva a cabo hasta la victoria final; esta es, tranquilizar a nuestra Consciencia Mental y comenzar a vivir desde nuestra Consciencia Espiritual.

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 04 de diciembre del 2014
Twitters: @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras-claves: meditar, meditación, crecimiento, espiritual, dios, cuerpos, sutiles,

1 comentario: