Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
En nuestros
días y en nuestras culturas occidentales, se está descubriendo a la meditación
como una herramienta de bienestar. Y los beneficios se promulgan como algo
novedoso e innovador; cuando meditar es una actividad que ha venido realizando
el hombre casi que desde que se “autodescubrió”.
Y hablo de
que nos tenemos que auto-descubrir aún hoy en día; como requisito de reconocer
a la meditación como algo indispensable para vivir bien. Al final del artículo
volveré con este punto.
Y no solo se
promulga la meditación como una ayuda para casi que cualquier cosa; sino que
después de algunos intentos de practicarla o de algunos libros o discos
compactos escuchados; cualquier persona dice que sabe meditar y que lo logra
exitosamente.
En realidad
la meditación es una práctica que se puede realizar de diferentes formas; y
además es una práctica que tiene un impacto múltiple en nuestro Ser.
Cuando
meditamos, llegamos a todos nuestros cuerpos: físico, mental, emocional,
energético, astral y kármico/espiritual; y los logros los vamos conquistando en
ese mismo orden (si bien podemos tener algunas victorias de forma dispersa)
La ciencia
moderna ha estudiado el impacto de la meditación principalmente a nivel
físico/químico/orgánico; que si bien comienza a tener trascendencia a niveles
mental y emocional, aún pertenecen al plano físico.
Se han hecho
estudios en los cuales se comienza a observar cambios positivos a nivel de la estructura
cerebral de los individuos de estudio, luego de seis (6) meses de meditación
diaria, por alrededor de una hora.
Sin considerar
la frecuencia diaria de meditación, sino considerando solo la cantidad de
tiempo; podríamos argumentar de forma ligera que se necesitan 180 horas (los
180 días de los seis meses) para que la meditación logre un impacto permanente
y sostenido en la primera capa de nuestro ser (cuerpo físico/orgánico).
Si
meditáramos una hora a la semana; necesitaríamos 180 semanas (más de 3 años) de
práctica de meditación para obtener beneficios permanentes en nuestro ser; pero
solo en la parte fisiológica.
Si buscamos
impactar a nuestras otras partes sutiles, posiblemente se requeriría mayor
tiempo o mayor frecuencia.
Meditación como segunda opción.
Pero más allá de sacar números a la ligera,
y de no considerar a la frecuencia con la que se medita como más importante que
la cantidad de horas; lo que quiero hacer notar es la seriedad requerida a la
hora de meditar.
Meditar se
debe hacer con frecuencia, con constancia, con perseverancia y por largo
tiempo.
Meditar
tiene que pasar a ser una rutina de vida, parte de la cotidianidad. En nuestra
cultura, meditar es algo que se hace “si nos queda tiempo libre” o “si no
tenemos nada más urgente que hacer” o “si ya no podemos hacer más nada con nuestros
problemas”
La
meditación pasa a ser una actividad secundaria y que se ve relegada por las
otras rutinas de vida. Increíblemente ir al mercado puede llegar a ser más
importante que meditar.
Y debería
ser todo lo contrario; la meditación debería condicionar a las otras
actividades cotidianas.
Si la
meditación no se asume como estilo de vida, los efectos en nosotros no
serán ni importantes ni permanentes. Aunque
si bien, cada vez que la hagamos, podremos obtener relajación física,
posiblemente un poco de descanso mental, y el beneficio de “hacer algo
diferente”.
Objetivo primario de meditar.
Adquirir la
capacidad de apaciguar a la mente de forma intencionada cuando así se requiera,
es tal vez el objetivo primario que se busca con meditar.
En esta era moderna,
incluso las personas más mentales están reconociendo que la mente es la
causante no solo de problemas, sino de entorpecer muchos procesos personales de
bienestar.
Los
diferentes porqués los he explicado en otras ocasiones; y en particular la
afectación que puede producir la mente sobre nuestro cuerpo energético, del
cual depende mucho nuestro bienestar.
Pero la
mente no es la villana de la película. De hecho, en muchas ocasiones no solo es
útil, sino indispensable. El problema es que la mente sin control, tal como un
niñito maleducado que está de visita, se mete en todas partes; incluso donde no
le corresponde.
La mente se
puede incluso tomar atribuciones de “sentir” emociones y sentimientos, lo que
causa más problemas que bienestar. (Buscar un artículo anterior
“pseudosentimientos”)
Muchas
personas sienten como un éxito llegar a calmar a la mente durante la
meditación; pero no es un logro mayor, porque meditar se hace en un lugar
controlado, calmado.
La práctica
de meditar debe permitirnos adquirir la capacidad de calmar a la mente en los
momentos difíciles; allí es donde se comprueba si meditar nos está sirviendo de
algo.
Formas de meditar.
Una vez asumida la práctica de meditar
con la seriedad necesaria, viene la
forma de hacerla.
Los
protocolos que podemos encontrar pueden variar muchísimo. Y no me refiero solo
a las dos grandes subdivisiones de Meditación Concentrativa y Meditación
Contemplativa; ni a la clasificación moderna de meditaciones autónomas o
meditaciones guiadas.
En cualquier
estilo encontramos diferentes formas de hacerlas, generalmente asociadas a los
elementos que se utilizan. El protocolo puede combinar secuencias de:
-
Estiramiento
físico
-
Respiración consiente
-
Uso de
mantras/sonidos
-
Posturas de
cuerpos y de manos
-
Visualizaciones activas
-
Técnicas de enfocar
a la mente
-
Observación/conexión
con la Divinidad
Entre otras.
Lo más
aconsejable para alguien que desee comenzar a meditar, es que pruebe diferentes
protocolos; y que se quede con el que más le acomode. Si bien es verdad que
ciertos esquemas están planteados para ciertos enfoques u objetivos de la
práctica de meditación y deben asumirse sin cambios.
Sea como
sea, meditar se debe practicar de forma frecuente; y si además podemos
desarrollar formas rápidas de hacerlo en pequeñas y grandes situaciones; pues
mucho mejor. Podemos tener rutinas de meditación para diferentes escenarios, sin
descuidar la práctica forma:
-
Podemos aprender a
hacer respiraciones conscientes para sacar a la mente de estados obsesivos
puntuales, donde parece quedarse enganchada.
-
Podemos hacer
visualizaciones para prevenir estados de nerviosismo (mental) ante nuevas
situaciones estresantes.
-
Podemos hacer
meditaciones cortas para recargarnos de energía, cuando las necesitemos.
-
Podemos hacer
meditaciones al momento de orar.
El peligro de la mente vacía.
Pero todo no
es color de rosas. Todos hablan de “dejar la mente en blanco”, de “vaciar la
mente”. Pero cuando eso ocurre ¿con qué llenamos ese espacio que queda?
En el
Budismo hay un concepto conocido como “Vacuidad” que se asume como vaciar la
mente; pero que en realidad va más allá.
Si revisamos
los orígenes reales de la meditación; esta no viene de una terapia para
controlar el estrés, ni para rendir más en los estudios, ni para ayudar en la
cura del cáncer.
La meditación
nace como una herramienta dentro de los esquemas de Crecimiento Espiritual.
Desde el
misticismo más básico se sabe que Dios no es una experiencia mental; por lo
tanto para experimentarlo hay que dejar a la mente de lado. Este es el
verdadero objetivo originario de meditar.
Así que la verdadera meditación es aquella que
te permite aquietar a la mente; dejarla de lado en tu experiencia de vida; para
entonces llenarte de la conciencia de Dios.
Pero esto de
llenarte de Dios no es un proceso automático; no todo el que medita logra dejar
a la mente de lado; ni todo el que deja a la mente de lado logra llenarse de
Dios. Por esta razón la meditación se debe considerar solo una herramienta.
Se necesita
de todo un escenario más complejo de crecimiento espiritual para poder decir
que meditamos de verdad. Necesitamos estar rodeados de Dios, para cuando
creemos el vacío en nosotros, Dios se meta.
Pero si de
verdad se logra vaciar a la mente; sin estar cultivando la experiencia de Dios
(nuestras consciencia espiritual), el espacio vacío se puede llenar de otros
planos de consciencia que pueden no ser muy “benditos”. Disculpen, pero esto no
lo explico aquí.
Muchas veces
la meditación persigue cambiar conductas o formas de ver la vida hacia estilos
menos desgastantes o más iluminados; pero eso no se consigue solo vaciando la
mente. Lo que de verdad puede modificar procesos de vida es la parte
espiritual.
Es aquí
donde retomo el concepto de “autodescubrirnos”.
Cuando el
hombre se descubrió a sí mismo, dándose cuenta que él era mucho más espíritu
que cuerpo físico-mental-y-emocional; entonces sintió la necesidad de meditar.
Si somos muy
mentales y tratamos de apaciguar a nuestra mente meditando, estaremos luchando
contra nosotros mismos. Posiblemente terminemos desistiendo de la práctica,
desestimándola o incluso negándola.
Pero cuando
nos damos cuenta de que nuestra parte importante no es el pensamiento, la lucha
se lleva a cabo hasta la victoria final; esta es, tranquilizar a nuestra
Consciencia Mental y comenzar a vivir desde nuestra Consciencia Espiritual.
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
04 de diciembre del 2014
Twitters:
@SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras-claves:
meditar, meditación, crecimiento, espiritual, dios, cuerpos, sutiles,
¡Gracias por sus enseñanzas Maestro!
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