Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Como
suele suceder, aquí tenemos una frase de corte espiritual/religioso
que se acostumbra a utilizar fuera de contexto y sin el apropiado
entendimiento de lo que hay detrás de ella.
En
este escrito no me voy a referir a ningún hecho concreto en cuando a
la utilización de esta frase. Espero que se tome como enseñanza
espiritual; igual que todo lo que escribo. No hago alusiones
personales porque en efecto, lo que diré nos sirve a todos.
Absolutamente
todo lo que voy a hablar aquí lo he planteado en cientos de
escenarios, entre charlas, clases, escritos, carteles, terapias, etc.
Así que únicamente haré referencias superficiales a muchos tópicos
que pudiera explicar más; pero está en el lector buscar otras
referencias dentro de mis escritos, si son de su interés.
Con
esta ligereza de mi parte, corro el riesgo de que se malinterpreten
algunos términos; los mismos que desde el ámbito espiritual tienen
significados notablemente diferentes a los entendemos en la
cotidianidad. Por decir un solo ejemplo, el término “humildad”.
Pero correré ese riesgo; porque o escribo algo sencillo o lo explico
completo, con lo cual debería plantear años de enseñanza
espiritual. Esto último es imposible dejarlo por escrito.
Intentaré
explicar de forma sencilla; pero tendré que hacerlo de la única
forma en que se puede explicar lo espiritual/religioso: desde el
plano místico real. Esto traerá tal vez más confusión; pero la
enseñanza llegará a quien no presuponga que entiende y a quien no
anteponga sus preconcepciones.
La
frase. Errores de contexto
“Dios
proveerá”
es la frase que voy a tratar de desmenuzar. Esta pareciera una frase
que demuestra: esperanza
en la ayuda de Dios, ante alguna situación incierta que nos
preocupa.
En
esta sencilla definición de trece palabras, hay por lo menos tres
errores de fondo. Lo errores comienzan a presentarse desde el mismo
instante que descontextualizamos la frase de origen espiritual; y la
llevamos al plano terrenal.
- “Ayuda de Dios”. El primer error se plantea en lo que nosotros podemos entender como “ayuda” para nosotros. ¿Cómo nos ayuda Dios? ¿Acaso Dios siente como “bueno para nosotros” lo mismo que “nosotros para nosotros mismos”?
Dios nunca ha sido alcahueta. Él espera que nosotros nos fortalezcamos; que aprendamos a superar problemas; pero con nuestro propio esfuerzo. Todo esto debe hacerse desde nuestro espíritu; por lo tanto, la parte terrenal puede no ser muy trascendente. “A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”.
Muchas veces la ayuda que esperamos es que se nos solucionen algunos problemas terrenales; pero no terminamos de entender que dichos problemas son simplemente oportunidades para trabajar y fortalecer a nuestro espíritu.
Es por esto por lo que hay situaciones terrenales/humanas que Dios permite que perduren o que se manifiesten; con la única intención de que aprendamos de ellas. En el momento en que llegamos a aprender la lección espiritual que dicha situación terrenal encierra; la misma situación ya no es necesaria y entonces es Papá-Dios en persona el que la quita; sin mayor esfuerzo.
Pero algunas veces, las situaciones difíciles terrenales expiran, y pareciera que Dios nos liberó de ella. Todo en el plano terrenal tiene un comienzo y un fin; sea malo o sea bueno.
Pero si en esa situación que expiró no hubo un aprendizaje, el compromiso de nuestra parte queda; y más temprano que tarde vendrán otras situaciones para intentar aprender, tal vez peores. Es el momento cuando coloquialmente se dice que salimos “de Guatemala a Guate-peor”.
Por esto, la ayuda de Dios ante una situación difícil puede verse incluso en el hecho de que esta dificultad permanezca e incluso arrecie. Créanme que Dios nos quiere tanto, que nos necesita fuertes a su lado; y para eso usará cualquier método. Lo que tanto valoramos como la “felicidad terrenal” es insignificante delante de la “paz espiritual” que podemos llegar a conquistar; por eso Él, a veces, paga el precio. - “Situación incierta” es el segundo error en la definición. La incertidumbre ante una situación, se centra en lo incierto del resultado final de la misma. El no saber y por tanto buscar ayuda en Dios, implica un “querer que sea de alguna forma en particular”. Esto implica expectativas en el resultado; y de entrada es un “anti-don” espiritual. (Deberían buscar mis artículos de dones espirituales)
En don espiritual del Desapego no implica que dejemos de desear cosas buenas en nuestra vida; pero sí nos obliga a trabajar con ahínco hacia ellas. Pero este trabajo intenso se debe realizar con la intención cierta de dejar el resultado en manos de Dios; porque a fin de cuentas, Él es el que mejor sabe qué nos conviene y qué no.
Dejo la explicación hasta aquí, porque no voy a lograr explicarme ni en dos docenas de páginas más. El don espiritual del desapego (o la práctica de “cero expectativas”) es un absurdo total para personas con Conciencias Mentales muy activas; y por consecuencia con Consciencias Espirituales muy deprimidas.
Solo recuerdo lo que siempre digo en terapias. Por las noches oramos y por el día olvidamos: “Padre nuestro que están en el Cielo; santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo....” y pasamos el resto del día intentando que suceda lo que nosotros creemos que nos conviene; es decir nuestra voluntad, no la de Él. Inconsistencia Espiritual Total. - Y como tercer error, dichas situaciones “nos preocupan”. Nos preocupa algo, pero tenemos fe de que Dios nos va a ayudar. ¿Por qué no usamos esa misma fe, para sentir que lo que nos está sucediendo ahora, ya es la voluntad de Dios; y por lo tanto lo que vaya a pasar también lo será? Simplemente tenemos fe en lo que nos conviene; y creemos en un Dios que a veces nos olvida y a veces nos puede ayudar.
Se suele creer en un Dios discrecional, que por supuesto es una gran mentira. Entonces, le tenemos fe a una mentira; a alguien que a veces nos puede ayudar y otras que nos deja de nuestra cuenta a pesar de que sufrimos. Un Dios así es un Dios de pacotillas, pero lamentablemente es el más común.
Requisitos previos o “condiciones generales”
Pero
olvidemos los errores de fondo en nuestra relación con Dios.
Imaginemos por un momento que Dios ciertamente nos puede proveer de
todo el bienestar que necesitamos.
Lo
importante es que entendamos lo que significa “proveer”; antes
que nada, no significa “regalar”. Alguien me “provee algo”
cuando yo cumplo con ciertas condiciones.
Uno
de los errores de nuestra fe infantil, es el creernos todos “Hijos
de Dios”. Eso ya lo he discutido ampliamente en artículos
anteriores, pero lo voy a resumir en una frase: “solo es Hijo de
Dios, quien hace por su Padre que es Dios”.
Un
Hijo de Dios se ocupa de conocer lo que su Padre quiere, para luego
cumplirlo, promoverlo y defenderlo. Y saber lo que el Padre quiere es
sencillo; ya Jesús lo dijo en el Sermón del Monte (Mateo 5-7). De
allí debes recordar cosas como: amar a tu prójimo, poner la otra
mejilla, no juzgar, amar a Dios antes que nada, amar a los que creas
tus enemigos, etc., etc., etc.; pero bueno...
Entonces
¿a quién proveerá Dios de toda su magnificencia y con todas sus
bendiciones? Pues lo hará con quienes le son fieles, es decir, con
“sus hijos”; es decir, con los que hacen lo que Él mandó.
Este
es el requisito previo o la condición general para que Dios comience
a ser nuestro Padre y empiece a proveernos como a sus mejores Hijos.
Podríamos
comenzar, por ejemplo, por amar a los que consideramos nuestros
enemigos. Nuevamente tendríamos que apelar a nuestra Consciencia
Espiritual para poder siquiera comprenderlo; porque desde nuestra
mente y con un corazón cerrado, es un total absurdo.
Pero
es sencillo. Es como tener un jefe poderoso; dejar de lado de forma
sistemática todo lo que nos ordena; y cuando estamos urgidos ir
corriendo a su oficina a pedir aumento de sueldo, bonos o
consideraciones especiales.
Mientras
no rijamos nuestras vidas en función de lo que Dios Padre espera de
nosotros (Sermón del Monte), no seremos “hijos de Dios”.
Tendremos que conformarnos con ser solo “criaturas de Dios”; no
más que una silla, una planta o una lagartija.
De
cualquier forma Él siempre seguirá proveyendo, su misericordia es
infinita; tanto, que Él siempre nos da lo que necesitamos de verdad,
aunque nos duela.
¿Pero
qué proveerá Dios?
Suponiendo
que cumplimos con la condición de hijos de Dios (prefiero decir
“servidor de Dios”, para no igualarnos a Jesucristo), toda la
Gracia del Padre vendrá a nosotros.
Pero
¿qué significa la Gracia de Dios? ¿Acaso eso hace referencia al
dinero? ¿Al poder? ¿A la salud? ¿A la pareja?
Como
comenté en los primeros párrafos (afortunadamente para ustedes ya
estoy terminando); lo que Dios quiere para nosotros es lo mejor que
existe en el Universo; y esto es la Paz Espiritual. Y esta Paz se
alcanza únicamente cuando estamos a su lado (metafóricamente
hablando); y eso lo logramos cumpliendo con sus lineamientos
(nuevamente el Sermón del Monte). “No
todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos.”
(Mateo 7:21)
Pero tener Paz espiritual no significa
estar pobres, con hambre, enfermos o despreciados. Nada tiene que ver
la Paz Espiritual con el estado terrenal.
Pero
lo que si es cierto, es que Papá-Dios no va a preferir a las
bendiciones terrenales, ante las oportunidades de que lleguemos a Él.
Me explico.
Dios
puede proveer dinero, pero si este va a entorpecer nuestro camino
espiritual hacia Él, preferirá no darlo (o quitarlo).
Dios
puede proveer poder, pero si eso nos va a hacer actuar en contra de
los principios del amor, prefiere no darlo (o quitarlo).
”Y
mi Dios proveerá a
todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en
Cristo Jesús” (Filipenses 4:19); pero recordemos que Cristo
Jesús dijo (más de una vez): “...Mi reino no es de este
mundo...” (Juan 18:36). Así que los bienes terrenales no
parecen ser la prioridad a proveer, a menos que se honre la Gloria de
Jesús, desde sus enseñanzas.
Tampoco
podemos olvidar unos de los lineamientos que todo cristiano debe
seguir: “...si tu ojo te hace pecar, más valdría que no lo
tuvieras; si tu brazo te hace pecar, deberías arrancártelo...”
(Mateo 5:29-30). Por su puesto todo esto es metafórico; y lo he
hablado muchas veces. Simplemente no deberíamos permitirnos nada que
pueda hacernos trasgredir lo que Dios espera de nosotros.
Pero
esto no es siempre de esta forma. Muchas veces actuamos “desde
nuestra voluntad y no desde la de Dios”; y entonces se nos va la
vida: luchando por el dinero, luchando por el poder, luchando por
renombre, luchando por salud; y en dichas luchas abandonamos el
comportamiento que Papá-Dios espera de nosotros.
En
esos casos, siempre podremos conquistar dichos bienes terrenales de
forma temporal; pero a costa de nuestra tranquilidad, de nuestra paz
y de nuestra cercanía a Dios.
Bastará
entonces que llegue la fecha de expiración de dichos bienes (más
temprano que tarde) para darnos cuenta de dónde estamos; de lo bajo
que hemos caído, de lo vacío que estamos de Dios. Y entonces vendrá
“el rechinar de dientes” y el sufrimiento, más allá de lo
imaginable.
Y
si en los momentos cuando estamos intentando hacer nuestra voluntad,
Dios nos llama de este mundo... pues “a llorar al valle”. ¿Que
eso no importa porque ya estarás muerto? Espera a morirte y me
cuentas.
Resumen
final
Intentando
resumir todo lo anterior y un poco más, podría terminar diciendo:
La
frase “Dios proveerá” funciona solo cuando logramos entregar
nuestra vida a Dios; conociendo, honrando y defendiendo todos y cada
uno de sus preceptos. Solo entonces entendemos que nuestro camino y
nuestro destino es únicamente Dios. Esta actitud nos libera de toda
preocupación; ya que tenemos la certeza de que Dios
nos proveerá de lo que necesitemos para llegar a Él; incluso a
pesar de nuestro bienestar terrenal temporal.
A fin de cuentas, el bienestar espiritual eterno a Su lado, es lo
único que nos debería importar.
¿Logré
explicarme? ¿Me creen? Como siempre, no importa. Solo ruego a Dios
que no sea tarde cuando les suene el despertador. Yo cumplí con
decírselos.
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
23 de enero del 2015
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Palabras-claves:
Dios, proveerá, sermón, monte, preceptos, lineamientos, cristiano,
jesús, paz, espiritual, felicidad.
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