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jueves, 26 de febrero de 2015

El Libre Albedrío

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
El tema del Libre Albedrío es muy amplio y es discutido por diferentes ramas del saber. Psicólogos, filósofos, teólogos, religiosos, místicos; van y vienen con este tema y generalmente terminan en el mismo lugar; con sus propias concepciones particulares.

Lo que sí es común entre los muchos enfoques, es el abordaje mental que se le da al libre albedrío; a pesar de que este es un concepto realmente espiritual, no atado a un entendimiento racional.

Sin intentar ser exquisito en lo que voy a decir, voy simplemente a plantear la reflexión sobre el Libre Albedrío dentro de un esquema de enseñanza útil para el crecimiento espiritual.

Todas las filosofías religiosas han tratado este asunto; y en nuestro cristianismo católico se pueden encontrar alusiones extensas de Santo Tomás de Aquino y de San Agustín. Claro, son enfoques más de cristianismo místico que de cristianismo católico.

Pero permítanme alejarme de las referencias bibliográficas que ustedes pueden encontrar por su cuenta, para poder desarrollar el tema “a pies descalzos” 

Definición Popular del Libre Albedrío


La acepción popular del Libre Albedrío está alrededor del concepto de la libertad de escoger que Dios nos dio para que hagamos lo que creamos necesario hacer con nuestras vidas. Se puede decir popularmente que:

El Libre Albedrío es una capacidad que Dios nos dio, para tener la libertad de escoger lo que queremos hacer en nuestras vidas. Esto no está exento de responsabilidades; y por lo tanto debemos correr las consecuencias de nuestras elecciones, buenas o malas.”


Puede haber otras definiciones diferentes; pero por lo general todas giran en torno a esta.

Esta definición es difícil de sostener si vamos más allá de nuestra consciencia terrenal. En caso de ser real y total esta definición, si decidiéramos algo por nuestro Libre Albedrío y nos equivocáramos (nos hacemos daño), pues Dios “no debería meterse a ayudarnos”, porque estaría violando el mismo Libre Albedrío que nos regaló.

Entonces, comienzan a salir otros argumentos acomodaticios para salvar esta reflexión. Nos creamos a un Dios “amoroso” (alcahueta), “compasivo”, “misericordioso”; que a pesar de que nosotros usamos nuestro Libre Albedrío y tenemos la responsabilidad de nuestros actos, Él siempre está dispuesto a meter las manos por nosotros.

Estos argumentos añadidos derrumban la definición, en vez de fortalecerla. Porque si tenemos libertad de escoger, pero Dios se puede meter a discreción; pues dicha libertad no es tal.


Definición Espiritual del Libre Albedrío 

En el otro extremo de la balanza está una definición de mucha altura espiritual que expresa:
 
El único Libre Albedrío que existe se limita a escoger decirle a Dios que sí o que no; esto significa someternos a Su voluntad y servirle; o hacer nuestra propia voluntad y esperar que Él nos sirva a nosotros.”


Esta definición requiere de una consciencia espiritual muy manifiesta para poder aceptarla; pero plantea, ciertamente, la meta final de cualquier crecimiento espiritual.

Esta misma capacidad de escoger, no está tampoco exenta de responsabilidades. Decidir que nuestra vida personal se atenga a la voluntad de Dios, produce la tan ansiada “paz espiritual”. Pero vivir tratando de que suceda lo nosotros creemos que debe suceder, nos va a traer en el mejor de los casos frustraciones y malestares.

Dejaré para otro artículo, el extenderme en la definición espiritual del Libre Albedrío. 


Definición Mística del Libre Albedrío 

La definición popular se asume cuando estamos viviendo de forma terrenal (cuando aún no comenzamos un camino de crecimiento espiritual); mientras que la definición espiritual aplica cuando ya llegamos a la meta de ese camino espiritual. ¿Pero qué hay cuando estamos en pleno camino hacia Dios, entre algún lugar entre la partida y la llegada? Aquí, ninguna de las dos definiciones sirven de mucho.

Pues como siempre, en todo verdadero camino de crecimiento espiritual, las explicaciones místicas son necesarias. Estas explican cómo funciona el universo y se convierten en las instrucciones de viaje.

La definición mística del Libre Albedrío debe ser entonces consistente con la realidad que une a la Tierra y al Cielo. Debe satisfacer principios místicos básicos, entre ellos:

  • El Amor verdadero y absoluto (no alcahueta ni sobreprotector) de Dios hacia nosotros.
  • El cuidado que tiene Dios hacia nosotros; que no implica evitarnos caídas, sino darnos todos los escenarios y herramientas para levantarnos, enseñarnos y fortalecer nuestro espíritu.
  • La supremacía de nuestro esfuerzo personal como lo único que necesitamos para llegar al Cielo.


Y con esto, la definición mística que suelo enseñar es la siguiente:

El Libre Albedrío es un regalo que Dios nos dio para que podamos llegar a Él como elección personal e independiente de cualquier otra cosa”. 
El Libre Albedrío plantea una promesa de Dios hacia nosotros; la cual establece que en nuestra vida van a suceder únicamente las cosas que nosotros elijamos con nuestras acciones, sentimientos y esfuerzos; y esta promesa la va a defender Dios, con todo su amor”. 
 “Por estas premisas, el Libre Albedrío establece que si yo decido ser feliz y conquistar la Paz, no va a haber nada ni nadie en el mundo que lo impida, simplemente porque es mi decisión y Dios lo hace respetar y lo defiende a toda costa”.


Está definición parece mentira, ¿cierto? Pues no lo es, solo que requiere de algo en particular; y ese algo lo dio el mismo Dios.

Para que seamos dueños absolutos de nuestro destino y llegar al Padre si así lo decidimos; se necesitaría tener las cosas muy claras y no estar sujetos a imprevistos, ni cabos sueltos, ni a caos, ni a subjetividades, ni a cosas fuera de control. Esto implicaría poseer las reglas claras para no tener sorpresas en los resultados de nuestras acciones o comportamientos.

¿Acaso esto es una realidad o por lo menos es medianamente posible? Pues no es solo totalmente posible, sino que es la forma en que funciona el Universo.

Cuando se dice que Dios creó el Universo y lo hizo de forma perfecta; lo que significa es que Dios creó el conjunto de leyes que rigen el funcionamiento de toda la creación (incluyéndonos) y que en estas leyes o reglas no hay cabos sueltos; no hay casos no considerados (ese es el verdadero significado del Dios Todopoderoso)

Y no se habla de solo las Leyes Físicas, sino de las que también rigen los asuntos que el pensamiento científico no termina de entender: de las Leyes Espirituales. El conjunto de leyes físicas más las leyes espirituales, forma lo que todo místico conoce como Leyes Universales.

Entonces, no aceptar esta definición mística del Libre Albedrío probablemente sea porque se desconozcan la leyes universales. El problema no es de la definición, si no de nuestra ceguera, ignorancia o resistencia a acepta estas leyes.

Pero no es suficiente saber que estas Leyes existen y que solo atendiéndonos a ellas nuestro Libre Albedrío es una realidad. Dios las debe dar a conocer, porque si no, seguiríamos en desventaja.

Si bien estos conocimientos son el “pan nuestro de cada día” para el pensamiento místico; Dios permitió que todas esas leyes llegaran a la gente común, de una forma clara, entendible y accesible a todos. De aquí nacen las religiones.

Sí; aunque hoy en día estén muy desprestigiadas; las religiones nacen como la práctica de esa espiritualidad que trata de traducir el pensamiento místico complejo en recomendaciones de vida cotidiana, totalmente acordes y coherentes con las Leyes Universales. 

Cuando se lee nuestra Santa Biblia con ojos místicos, nos encontramos con el mejor libro de texto de Leyes Universales.

 Si por ejemplo una persona actúa en su día a día como todo un cristiano; pues sin saber nada de Leyes Universales ni de misticismo, estará fluyendo en armonía con el funcionamiento del Universo; y podrá ejercer en totalidad su Libre Albedrío de Llegar al Padre.

Namasté 

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 26 de febrero del 2015
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Palabras-claves: libre albedrío

1 comentario:

  1. Hermoso mensaje Maestro. Un escrito que le regala bálsamo al Alma. Gracias.

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