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domingo, 31 de diciembre de 2017

Las energías del 2018. El comienzo del Año de los Milagros

Autor: ShaniShaktiAnanda

Como en estos últimos años, dentro del período denominado del Año del Señor, se han trasmitido las energías que marcan todo este proceso que llevamos de Restauración del Cristo.

En los años anteriores se han señalado diferentes energías, todas relacionadas con la recuperación de las enseñanzas crísticas.

Este año 2018 comienza una nueva etapa; donde la Escencia Crística refuerza su consolidación; y esta consolidación pasa por el recoger de la siembra.

Cuando llega el tiempo de la cosecha se toman “los buenos frutos” y se desecha “lo demás”. Deberíamos comenzar por entender qué significa “los buenos frutos” y qué significa “lo demás”.


Inicio del Momento de la Cosecha.

Cuando hablamos del espíritu, cuando hablamos de Dios, la definición de buenas obras no se establece por parámetros humanos. Hacer el bien humanamente, son buenas obras humanas; pero el bien que espera Dios de nosotros incluye también el hacer cosas correctas desde los lineamientos espirituales que Él mismo plantea.

En la cosecha, lo “buenos frutos” corresponde a las acciones donde la mayor intención es el bien espiritual, incluso sobre el bien terrenal (sin necesariamente descuidar este último)

En este nuevo período de cosecha que comienza en el 2018, muchos terminarán de entender que sus vidas no son mejores por la sola razón de haber hecho cosas buenas por el mundo. Esta forma de pensar, estas acciones únicamente humanas, engloba “lo demás”, lo que debe ser desechado.

Muchos tendrán la misma tribulación que la paja cuando se echa al fuego luego de ser separada del trigo; y se preguntarán: ¿por qué a mí?

Todo esto que digo no es nuevo; nada de esto es pesimista; porque lo hemos venido trabajando desde hace muchos años. Tristemente algunos decidieron postergar su nacimiento en espíritu y no se acercaron o no se quedaron.

Pero en la cosecha todo no es dolor. Por el contrario, es el momento de recoger y poner junto todo el trigo, una vez que se separó de la paja.

El trigo representa los buenos frutos hacia el espíritu, hacia Dios. El trigo representa también a quienes han hecho esas buenas obras hacia el espíritu.

Esas personas que han sentido ese afán por Dios, comenzarán a agruparse en la casa del Hijo de Dios, en una nueva congregación que se irá consolidado; no en las usuales.

La mayoría de estos afanados por Dios ya están en las congregaciones usuales y allí no han encontrado la comunión que una vez el Hijo de Dios les pidió mantener.

Mateo 18:20 (NVI)

20 (Y Jesucristo les dijo a sus discípulos...) Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Y no hablo de sentirse bien dentro de un grupo “cristiano”, donde puede haber más de necesidad de pertenencia que de amor al Cristo. Hablo de que los que aman al Cristo y desean entregar sus vidas normales a Él, no lo encuentran a pesar de que las reuniones son numerosas.

Pues este es el momento donde el granero abre sus puertas y se preparan los asientos para que comiencen a entrar aquello que en verdad aman al Cristo. El Trigo, el fruto de Dios, estos que aman al Cristo deben congregarse donde todos quepan, donde todos se sientan unidos, donde todos puedan vivir sus vidas normales con sus ansias de agradar a Dios.

Pero cosechar el trigo, para luego separar el grano de la paja y recogerlo, no debe hacerlo aquel que sembró y cuidó el terreno. Él está y estará un tiempo más, pero deberán salir aquellos que estuvieron a su lado, a los que él designe.

El trabajo de la cosecha no será sencillo; hay mucha paja que pretenderá entrar en el granero. Ya no hay tiempo para la paja; aunque quedan oportunidades para los granos no maduros.

La paja representa a aquellos que “aman al Cristo”, siempre y cuando ellos mismos estén humanamente bien.

Los granos no maduros son aquellos que con deseo de amar al Cristo, nunca encontraron tierra, ni sol, ni lluvia, ni viento para madurar.


Los granos no maduros en el Momento de la Cosecha

Aquellos que cosecharán, aquellos preparados y enviados a propósito, se encontrarán con mucha paja, pero también con granos de trigo que no pudieron madurar.

Estos granos no se deberán desechar; el Señor los espera a todos. Por lo tanto, a los granos no maduros se les podrá dar las condiciones para que tenga oportunidad de formar parte del Pan de la Vida Eterna.

Algunos de estos granos no maduros pueden llegar a podrirse, y no podrán estar en el granero.

Todo esto parece muy inflexible; pero recuerden que han tenido de oportunidades todos estos años pasados y el proceso no se puede retrasar; continúa a pesar de que algunos esperarían otras oportunidades.


Los llamados y los escogidos

Ahora es cuando se comenzará a entender un nivel de la enseñanza que reza: “muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mateo 22:14).

Los escogidos son los granos hechos, o los que lleguen a madurar en espíritu; mientras que los llamados pero no escogidos fueron la paja que se desecha, aquellos que a pesar de haber recibido esa chispa en su interior, se ocuparon y se enfocaron en cosas que creyeron o compraron como espirituales, pero que nunca lo fueron.

Los que dieron buenos frutos en Dios fueron aquellos que se esforzaron en vivir dentro de las enseñanzas espirituales dadas por Dios. Fueron aquellos que adecuaron sus conductas a como lo esperaba Dios, no a lo que ellos consideraban conveniente ni a los que humanamente percibían como justo o correcto. Estos que dieron buenos frutos en Dios muchas veces lo hicieron en contra de su propio bienestar terrenal o humano.

Y la paja o los granos podridos fueron aquellos que vivieron en función de argumentos de bienestar humano que muchas veces era argumentos convenientes para sí mismos o para algún grupo en particular.

Aquellos que se considerarán paja o granos podridos en el Momento de la Cosecha, lo fueron por haber sido engañados por los denominados Falsos Profetas; hecho este que no les quita responsabilidad.

Todos, absolutamente todos, recibieron los llamados y las oportunidades necesarias para dar buenos frutos en Dios. La información estaba, las personas pasaban por sus lados; pero todas esto fue ignorado, desprestigiado, desestimado; porque decidieron que era más importante estar bien en vida, que ganarse el Cielo para luego de morir.

Me preguntan muchas veces cómo reconocer a los falsos profetas.

La forma de identificarlos es sencilla: los falsos profetas son aquellos que les hacen creer a las personas que ya están de buenas con Dios; y que por lo tanto no tienen porqué esforzarse más por agradarle.

Son aquellos que promulgan la felicidad como meta principal de la vida, olvidando que mientras vivimos hay que ganarse la Vida Eterna y que esto no pasa necesariamente por satisfacernos a nosotros mismos.

Solo basta revisar las sagradas escrituras. Aquí comenzamos a darnos cuentas que podemos estar más cerca de falsos profetas de lo que creíamos.

Si bien ya sabemos el destino de la paja y del buen grano; no quiero hablar aquí del destino de los falsos profetas.


Los próximos llamados a Dios

No vale la pena escoger uno por uno de esos granos inmaduros; es mejor escoger por espigas completas.

Ya no corresponde llamar a individuos particulares para transitar en este camino hacia Dios, sino a familias.

El esfuerzo de acercar a personas a Dios ahora lo tendrán que hacer los discípulos, pero lo deberán hacer con racimos, con familias, no con personas individuales. Esta etapa siempre ha sido así y debe continuar siéndolo.

El mismo Jesucristo, cuando mandó a algunos de sus discípulos a anunciar la Buena Nueva (y estamos precisamente al comienzo operativo de esta nueva etapa de evangelización), lo hizo con la indicación de llegarle a las familias:

Mateo 10:11-15 (NVI)

11 »En cualquier pueblo o aldea donde entren, busquen a alguien que merezca recibirlos, y quédense en su casa hasta que se vayan de ese lugar. 12 Al entrar, digan: “Paz a esta casa”. 13 Si el hogar se lo merece, que la paz de ustedes reine en él; y, si no, que la paz se vaya con ustedes. 14 Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies. 15 Les aseguro que en el día del juicio el castigo para Sodoma y Gomorra será más tolerable que para ese pueblo.

En el mandato directo y expreso de Jesús, el abordaje para los nuevos llamados a Dios (tal vez para los granos inmaduros) se debe hacer por “casa”, por “hogar” por “familia”. Claro está, ubicando primero a algún miembro de esa familia por el cual merezca la pena hacer el esfuerzo del abordaje grupal.

Esta es clave para este período que comienza en este 2018. Es el final de los llamados individuales.

Pero la definición de hogar o familia debe ser aclarado. No se trata de una familia académicamente definida: papá, mamá, hijos... Se trata de “familias de convivencia”; que pueden estas conformadas a lo mejor por los hijos y uno solo de los progenitores, por nietos y abuelos, o cualquier combinación de familiares que formen “la familia de convivencia”.

Pero en esta definición de familia, todos los que convivan en ella se deben involucrar en el esfuerzo de caminar hacia Dios tomados de las manos, con lineamientos claros. Si uno no lo acepta o se excluye; la enseñanza no va. Revisemos el versículo 14 de la cita anterior: “Si alguno (de la casa) no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies.


Pero ¿dónde entra el Año de Los Milagros?

Todo lo descrito anteriormente comienza a preparar al año 2018 como el Año de los Milagros.
Siempre repito que la energía que se describe a principio de cada año no necesariamente corresponde a un año calendario, ni comienza el primer día del mes de enero. Más bien representa un período evolutivo que puedo haber comenzado ya antes de liberarse estas enseñanzas; y que probablemente durará más allá del año en el cual se nombra.

Todo lo descrito en los párrafos anteriores comienza entonces a preparar el terreno necesario para que comiencen a ocurrir verdaderos milagros desde el plano espiritual.

No me refiero a milagros ocasionales que suelen suceder a personas aleatorias en circunstancias imprecisas; me refiero a vidas llevas de milagros hasta el punto que los milagros se vuelven lo cotidiano.

¿Acaso esto parece una promesa insustancial?

Si lo desean, pregunten a algunos de los que han estado conmigo estos años. Pregunten sobre “los milagros” ocurridos a su alrededor, algunos más allá de la sospechosa casualidad y otros tan sutiles y naturales que para los mismos involucrados pasas desapercibidos.

Y esto es porque los milagros de verdad son una consecuencia de vivir en función de Dios. No hay mucho secreto.

No solo hablo de los milagros que nos libran de enfermedades o que nos salvan de situaciones peligrosas; sino que hablo de milagros más grandes y profundos como cambiar corazones o despertar el amor de Dios sobre todas las cosas.

No hay que creer que los milagros son solo la ocurrencia de cosas que nos convengan humanamente. Dios promueve muchos milagros con la única intención de acercarnos a Él; y la mayoría de las veces los dejamos pasar porque solo pensamos en lo que nos conviene según nuestro criterio humano.


Pero hablemos un poco de los milagros.

Místicamente, el funcionamiento del universo es inmutable y está determinado por leyes universales. Por lo tanto, todo lo que ocurre en él está regido por combinaciones de dichas leyes.

Alguna vez escuche que Dios no juega al azar. Y esto es una verdad tan sagrada como un templo.

El mismo Dios no puede saltarse sus propias leyes para hacer que ocurran cosas que no están argumentadas para ocurrir. Eso sería tristemente discrecional para un Dios que preferimos justo.

Si Dios fuera discrecional, este universo sería no solo un caos, sino el peor lugar donde existir, ya que no sabríamos nunca a que atenernos.

El hecho de que las personas piensen que los milagros son “cosas especiales que ocurren más allá de la lógica o de las leyes naturales” simplemente indica que la mayoría de las personas “no tienen ni la más mínima idea de cómo ocurren las cosas en el universo”, no conocen cuáles son las leyes que rigen el universo, ni tampoco aquellas que posibilitan un milagro.

Aquí no voy a explicar dichas leyes universales (es parte de la enseñanza maestro-discípulo), pero bastará con una sola frase: “los milagros ocurren por merecimiento”.

Para que ocurra un milagro todos los involucrados o posibles beneficiados del milagro deben merecerlo.

Pero no hablo de un merecimiento por buenas acciones humanas. Los milagros “los hace Dios”. Por lo tanto, el merecimiento necesario para los milagros debe ser espiritual, por acciones correctas espirituales; no por buenas acciones humanas.

Esta sencilla explicación comienza a dar sentido del porqué a muchas ”buenas personas” (humanamente hablando) no les ocurren milagros.

El merecimiento espiritual se obtiene de forma sencilla (pero no fácil).

Si deseamos “merecer cosas especiales” de Dios; pues debemos “cumplir con Él de forma especial”.

El cumplir con Dios significa ajustar nuestra vida, nuestras conductas, nuestra reacciones, nuestra percepción de las situaciones y de los demás, todo en función de lo que Él espera de nosotros.

Esa forma de vivir en función de Dios está indicada con lineamientos precisos en cualquier escritura sagrada existente en el mundo. Posiblemente se encuentre con diferentes palabras e imágenes y metáforas, dependiendo de los momentos históricos y culturales donde fueron recordadas, lo que sí requiere de la interpretación apropiada.

Pero si luego de entender dichos lineamientos de vida en función de Dios, no nos esforzamos en cumplirlos, ¿podemos acaso esperar que Él se esfuerce en ayudarnos? Sabemos que la respuesta es “no”; más allá de toda percepción o deseo ingenuo que nos hayan vendido de Dios.

Juan 14:21-24 (NTV)

21 (Jesucristo decía...) Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos.
22 Judas (no Judas Iscariote, sino el otro discípulo con el mismo nombre) le dijo:
Señor, ¿por qué te darás a conocer solo a nosotros y no al mundo en general?
23 Jesús contestó:
Todos los que me aman harán lo que yo diga. Mi Padre los amará, y vendremos para vivir con cada uno de ellos. 24 El que no me ama no me obedece. Y recuerden, mis palabras no son mías; lo que les hablo proviene del Padre, quien me envió.

Queda claro nuevamente en estos pasajes de la Santa Biblia, que debemos aceptar y obedecer los lineamientos de Dios Padre, recordados por Jesucristo para Dios nos ame. Si no los cumplimos, Dios no nos ama.

Pregunto, ¿acaso no es de esperar que Dios nos ame antes de concedernos algún milagro?

Entonces, debemos ganarnos (merecernos) el amor de Dios, cumpliendo con sus mandamientos, antes de que nada especial nos suceda. Si te quedó alguna duda, vuelve a leer la cita bíblica.

¿Recuerdas acaso algunos de esos lineamientos? Cosas como “amar a tus enemigos”, “poner la otra mejilla”, “no juzgar/quejarte”, “amar a Dios antes que a nada más”; estas son algunas pocas con las cuales ganamos merecimiento espiritual.

Claro, hay otras formas en las cuales un merecimiento espiritual especial y suficiente se te asigne para conceder un milagro, pero son casos tan especiales que no aplican para esta explicación.


La herencia espiritual.

Ahora mismo puedes estar pensando que conoces a personas que no viven de ninguna de esas maneras y aún así ha recibido milagros. Y es un hecho real; pero hay que seguir entendimiento lo del merecimiento espiritual.

El merecimiento espiritual se hereda. Muchas personas reciben “milagros” gracias a que alguno de sus padres o abuelos o en algunas generaciones anteriores lo acumularon en función de Dios.

Si este es el caso, el merecimiento se puede “invertir” en la ocurrencia de algún hecho “milagroso”, sin que el afortunado haya movido un solo debo por vivir en función de Dios.

Y dije “invertir” el merecimiento, porque se puede ver como una “cuenta espiritual de ahorros”. Algún familiar deposita en la cuenta gracias a su afán por cumplir y agradar a Dios con su propia vida; y ese dinero queda en herencia y en algún momento otro miembro de la familia puede aprovecharlo.

La nota triste de esto es que también se heredan las deudas espirituales con Dios. Llegado el momento esas deudas se deben cancelar, y pueden suceder cosas difíciles a alguien y la persona se pregunta “¿por qué a mí?”. Pero bueno, esto es harina de otro costal.

Entonces, ¿podemos dejar merecimiento espiritual como herencia a nuestros hijos para que a ellos les sucedan milagros en caso de que los necesiten?

Claro que sí; eso siempre ha sido así. Y esta es una de las razones por las cuales un padre o una madre debe afanarse en vida por agradar a Dios, para así bendecir a sus hijos en el futuro.


Merecimiento compartido

Pero volvamos a los milagros. Supongamos por un momento que una persona tiene el merecimiento necesario para que le ocurra un milagro.

Si el milagro que le ocurre a ella, también van a salir favorecidos sus seres queridos que están a su alrededor. Pensemos ahora; ¿acaso los seres queridos a su alrededor tienen el merecimiento suficiente para beneficiarse indirectamente del milagro que le pudiera ocurrir a ella?

Esta es la realidad. Si bien un milagro le puede ocurrir a una persona por su propio merecimiento, este también beneficia a los que están a su alrededor; a sus familiares. Pero para que esto ocurra, ellos (sus familiares) también deben tener el merecimiento suficiente para el milagro.

Nadie se imagina la cantidad de milagros que dejan de ocurrir en algunas personas, simplemente porque los que están a su alrededor no tienen el suficiente merecimiento para beneficiarse de este.

El merecimiento de los familiares o cercanos también debe existir para que ocurran los milagros. Este merecimiento de ellos puede también ser personal o heredado.

La idea de que un milagro se pueda “cancelar” porque las personas alrededor del beneficiado no tengan el merecimiento suficiente para que este ocurra, puede sonar muy injusto. Pero recordemos que este y todos los procesos del universo y por lo tanto de la vida, están regidos por leyes; y lo que esté regido por leyes por definición no es injusto. Nos puede parecer injusto seguramente porque desconocemos dichas leyes.

Posiblemente ahora se comienza entender la relación que hay entre la energías del 2018 como en comienzo del Año de los Milagros y el abordaje espiritual de las familias.

Si muchos milagros se dejan de manifestar porque algunos miembros de una familia no tienen los merecimientos suficientes, a pesar de que el primer beneficiario sí lo tiene; cuando toda la familia comience a acumular merecimiento caminando juntos hacia Dios, pues los milagros comenzarán a ocurrir uno tras otro en esa familia. Este es el proceso en el cual se debe comenzar a trabajar. Esto comienza en el 2018.


¿Qué hacer para comenzar a recibir milagros tras milagros?

Este proceso que comienza en el 2018 del Año de los Milagros, no es una energía que actúa por si sola. En ningún caso de ningún año ni de ningún fenómeno energético lo es.

Todas las energías que se establecen en el mundo (tanto evolutivas como planetarias) plantean solo escenarios aprovechables; los cuales requieren del esfuerzo real de aquellos que lo quieran aprovechar.

Pero en cuestión del merecimiento espiritual necesario para los milagros, quienes han comenzado a caminar con pie firme hacia Dios, incluso en contra de sus comodidades terrenales, saben que no es una tarea trivial. Y además saben que es imposible hacerlo por su cuenta, fuera de un escenario de crecimiento espiritual.

Recordemos que un escenario de crecimiento espiritual es aquel donde hay un maestro espiritual presente; el cual da enseñanzas en función de escrituras sagradas; y donde es indispensable el compartir con otros discípulos. Cualquier cosa que se haga fuera de este esquema de tres actores (maestro espiritual, enseñanzas sagradas y discípulos) es cualquier cosa menos caminar hacia Dios.

Ya sabiendo lo difícil que es caminar hacia Dios (crecer espiritualmente), ahora vemos que no solo hay que seguir haciéndolo de forma personal, sino que la familia completa es la que se debe involucrar.

Pero para esto, mis queridos discípulos cercanos están preparados para ayudar a los que deseen ser ayudados.

Simplemente, si deseas aprovechar estas nuevas energías evolutivas que comienzan en el 2018, búscanos y acércate. Tú y tu familia. Aquí estamos nosotros trabajando por años en el cambio que el mundo espera.

No son pocos los años que hemos estado presentando y trabajando las energías de cada período; nosotros existimos por Dios y para Dios. No somos novatos ni improvisados.

No hay escenarios apropiados para esto fuera de los nuestros.

El tiempo trascurre inexorable y no habrá vuelta atrás. Observa tu vida, has consciente cómo te sientes; y sabrás si puedes dejar pasar esta oportunidad.

Dios les bendiga.

Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Original: 781AS. (31 de diciembre del 2017)http://www.shanishaktiananda.org
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Palabras-claves: energías, año, 2018, merecimiento, milagros

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