Autor:
ShaniShaktiAnanda
Como
en estos últimos años, dentro del período denominado del Año del
Señor, se han trasmitido las energías que marcan todo este proceso
que llevamos de Restauración del Cristo.
En
los años anteriores se han señalado diferentes energías, todas
relacionadas con la recuperación de las enseñanzas crísticas.
Este
año 2018 comienza una nueva etapa; donde la Escencia Crística
refuerza su consolidación; y esta consolidación pasa por el recoger
de la siembra.
Cuando
llega el tiempo de la cosecha se toman “los buenos frutos” y se
desecha “lo demás”. Deberíamos comenzar por entender qué
significa “los buenos frutos” y qué significa “lo demás”.
Inicio
del Momento de la Cosecha.
Cuando
hablamos del espíritu, cuando hablamos de Dios, la definición de
buenas obras no se establece por parámetros humanos. Hacer el bien
humanamente, son buenas obras humanas; pero el bien que espera Dios
de nosotros incluye también el hacer cosas correctas desde los
lineamientos espirituales que Él mismo plantea.
En
la cosecha, lo “buenos frutos” corresponde a las acciones donde
la mayor intención es el bien espiritual, incluso sobre el bien
terrenal (sin necesariamente descuidar este último)
En
este nuevo período de cosecha que comienza en el 2018, muchos
terminarán de entender que sus vidas no son mejores por la sola
razón de haber hecho cosas buenas por el mundo. Esta forma de
pensar, estas acciones únicamente humanas, engloba “lo demás”,
lo que debe ser desechado.
Muchos
tendrán la misma tribulación que la paja cuando se echa al fuego
luego de ser separada del trigo; y se preguntarán: ¿por qué a mí?
Todo
esto que digo no es nuevo; nada de esto es pesimista; porque lo hemos
venido trabajando desde hace muchos años. Tristemente algunos
decidieron postergar su nacimiento en espíritu y no se
acercaron o no se quedaron.
Pero
en la cosecha todo no es dolor. Por el contrario, es el momento de
recoger y poner junto todo el trigo, una vez que se separó de la
paja.
El
trigo representa los buenos frutos hacia el espíritu, hacia Dios. El
trigo representa también a quienes han hecho esas buenas obras hacia
el espíritu.
Esas
personas que han sentido ese afán por Dios, comenzarán a agruparse
en la casa del Hijo de Dios, en una nueva congregación que se irá
consolidado; no en las usuales.
La
mayoría de estos afanados por Dios ya están en las congregaciones
usuales y allí no han encontrado la comunión que una vez el Hijo de
Dios les pidió mantener.
Mateo
18:20 (NVI)
20
(Y Jesucristo les dijo a sus discípulos...) Porque donde dos o tres
se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Y
no hablo de sentirse bien dentro de un grupo “cristiano”, donde
puede haber más de necesidad de pertenencia que de amor al Cristo.
Hablo de que los que aman al Cristo y desean entregar sus vidas
normales a Él, no lo encuentran a pesar de que las reuniones son
numerosas.
Pues
este es el momento donde el granero abre sus puertas y se preparan
los asientos para que comiencen a entrar aquello que en verdad aman
al Cristo. El Trigo, el fruto de Dios, estos que aman al Cristo deben
congregarse donde todos quepan, donde todos se sientan unidos, donde
todos puedan vivir sus vidas normales con sus ansias de agradar a
Dios.
Pero
cosechar el trigo, para luego separar el grano de la paja y
recogerlo, no debe hacerlo aquel que sembró y cuidó el terreno. Él
está y estará un tiempo más, pero deberán salir aquellos que
estuvieron a su lado, a los que él designe.
El
trabajo de la cosecha no será sencillo; hay mucha paja que
pretenderá entrar en el granero. Ya no hay tiempo para la paja;
aunque quedan oportunidades para los granos no maduros.
La
paja representa a aquellos que “aman al Cristo”, siempre y
cuando ellos mismos estén humanamente bien.
Los
granos no maduros son aquellos que con deseo de amar al
Cristo, nunca encontraron tierra, ni sol, ni lluvia, ni viento para
madurar.
Los
granos no maduros en el Momento de la Cosecha
Aquellos
que cosecharán, aquellos preparados y enviados a propósito, se
encontrarán con mucha paja, pero también con granos de trigo que no
pudieron madurar.
Estos
granos no se deberán desechar; el Señor los espera a todos. Por lo
tanto, a los granos no maduros se les podrá dar las condiciones para
que tenga oportunidad de formar parte del Pan de la Vida Eterna.
Algunos
de estos granos no maduros pueden llegar a podrirse, y no podrán
estar en el granero.
Todo
esto parece muy inflexible; pero recuerden que han tenido de
oportunidades todos estos años pasados y el proceso no se puede
retrasar; continúa a pesar de que algunos esperarían otras
oportunidades.
Los
llamados y los escogidos
Ahora
es cuando se comenzará a entender un nivel de la enseñanza que
reza: “muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mateo
22:14).
Los
escogidos son los granos hechos, o los que lleguen a madurar en
espíritu; mientras que los llamados pero no escogidos fueron la paja
que se desecha, aquellos que a pesar de haber recibido esa chispa en
su interior, se ocuparon y se enfocaron en cosas que creyeron o
compraron como espirituales, pero que nunca lo fueron.
Los
que dieron buenos frutos en Dios fueron aquellos que se esforzaron en
vivir dentro de las enseñanzas espirituales dadas por Dios. Fueron
aquellos que adecuaron sus conductas a como lo esperaba Dios, no a lo
que ellos consideraban conveniente ni a los que humanamente percibían
como justo o correcto. Estos que dieron buenos frutos en Dios muchas
veces lo hicieron en contra de su propio bienestar terrenal o humano.
Y
la paja o los granos podridos fueron aquellos que vivieron en función
de argumentos de bienestar humano que muchas veces era argumentos
convenientes para sí mismos o para algún grupo en particular.
Aquellos
que se considerarán paja o granos podridos en el Momento de la
Cosecha, lo fueron por haber sido engañados por los denominados
Falsos Profetas; hecho este que no les quita responsabilidad.
Todos,
absolutamente todos, recibieron los llamados y las oportunidades
necesarias para dar buenos frutos en Dios. La información estaba,
las personas pasaban por sus lados; pero todas esto fue ignorado,
desprestigiado, desestimado; porque decidieron que era más
importante estar bien en vida, que ganarse el Cielo para luego de
morir.
Me
preguntan muchas veces cómo reconocer a los falsos profetas.
La
forma de identificarlos es sencilla: los falsos profetas son aquellos
que les hacen creer a las personas que ya están de buenas con Dios;
y que por lo tanto no tienen porqué esforzarse más por agradarle.
Son aquellos que promulgan la felicidad como meta principal de la vida, olvidando que mientras vivimos hay que ganarse la Vida Eterna y que esto no pasa necesariamente por satisfacernos a nosotros mismos.
Solo basta revisar las sagradas escrituras. Aquí comenzamos a darnos cuentas que podemos estar más cerca de falsos profetas de lo que creíamos.
Si
bien ya sabemos el destino de la paja y del buen grano; no quiero
hablar aquí del destino de los falsos profetas.
Los
próximos llamados a Dios
No
vale la pena escoger uno por uno de esos granos inmaduros; es mejor
escoger por espigas completas.
Ya
no corresponde llamar a individuos particulares para transitar en
este camino hacia Dios, sino a familias.
El
esfuerzo de acercar a personas a Dios ahora lo tendrán que hacer los
discípulos, pero lo deberán hacer con racimos, con familias, no con
personas individuales. Esta etapa siempre ha sido así y debe
continuar siéndolo.
El
mismo Jesucristo, cuando mandó a algunos de sus discípulos a
anunciar la Buena Nueva (y estamos precisamente al comienzo operativo
de esta nueva etapa de evangelización), lo hizo con la indicación
de llegarle a las familias:
Mateo
10:11-15 (NVI)
11
»En cualquier pueblo o aldea donde entren, busquen a alguien que
merezca recibirlos, y quédense en
su casa hasta que se vayan de ese lugar. 12 Al entrar,
digan: “Paz a esta casa”. 13 Si el hogar se lo
merece, que la paz de ustedes reine en él; y, si no, que la paz se
vaya con ustedes. 14 Si alguno no los recibe bien ni escucha sus
palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el
polvo de los pies. 15 Les aseguro que en el día del juicio el
castigo para Sodoma y Gomorra será más tolerable que para ese
pueblo.
En
el mandato directo y expreso de Jesús, el abordaje para los nuevos
llamados a Dios (tal vez para los granos inmaduros) se debe hacer por
“casa”, por “hogar” por “familia”. Claro está, ubicando
primero a algún miembro de esa familia por el cual merezca la pena
hacer el esfuerzo del abordaje grupal.
Esta
es clave para este período que comienza en este 2018. Es el final de
los llamados individuales.
Pero
la definición de hogar o familia debe ser aclarado. No se trata de
una familia académicamente definida: papá, mamá, hijos... Se trata
de “familias de convivencia”; que pueden estas conformadas a lo
mejor por los hijos y uno solo de los progenitores, por nietos y
abuelos, o cualquier combinación de familiares que formen “la
familia de convivencia”.
Pero
en esta definición de familia, todos los que convivan en ella se
deben involucrar en el esfuerzo de caminar hacia Dios tomados de las
manos, con lineamientos claros. Si uno no lo acepta o se excluye; la
enseñanza no va. Revisemos el versículo 14 de la cita anterior: “Si
alguno (de la casa) no los recibe bien ni escucha sus
palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo
de los pies.”
Pero
¿dónde entra el Año de Los Milagros?
Todo
lo descrito anteriormente comienza a preparar al año 2018 como el
Año de los Milagros.
Siempre
repito que la energía que se describe a principio de cada año no
necesariamente corresponde a un año calendario, ni comienza el
primer día del mes de enero. Más bien representa un período
evolutivo que puedo haber comenzado ya antes de liberarse estas
enseñanzas; y que probablemente durará más allá del año en el
cual se nombra.
Todo
lo descrito en los párrafos anteriores comienza entonces a preparar
el terreno necesario para que comiencen a ocurrir verdaderos milagros
desde el plano espiritual.
No
me refiero a milagros ocasionales que suelen suceder a personas
aleatorias en circunstancias imprecisas; me refiero a vidas llevas de
milagros hasta el punto que los milagros se vuelven lo cotidiano.
¿Acaso
esto parece una promesa insustancial?
Si
lo desean, pregunten a algunos de los que han estado conmigo estos
años. Pregunten sobre “los milagros” ocurridos a su alrededor,
algunos más allá de la sospechosa casualidad y otros tan sutiles y
naturales que para los mismos involucrados pasas desapercibidos.
Y
esto es porque los milagros de verdad son una consecuencia de vivir
en función de Dios. No hay mucho secreto.
No
solo hablo de los milagros que nos libran de enfermedades o que nos
salvan de situaciones peligrosas; sino que hablo de milagros más
grandes y profundos como cambiar corazones o despertar el amor de
Dios sobre todas las cosas.
No
hay que creer que los milagros son solo la ocurrencia de cosas que
nos convengan humanamente. Dios promueve muchos milagros con la única
intención de acercarnos a Él; y la mayoría de las veces los
dejamos pasar porque solo pensamos en lo que nos conviene según
nuestro criterio humano.
Pero
hablemos un poco de los milagros.
Místicamente,
el funcionamiento del universo es inmutable y está determinado por
leyes universales. Por lo tanto, todo lo que ocurre en él está
regido por combinaciones de dichas leyes.
Alguna
vez escuche que Dios no juega al azar. Y esto es una verdad
tan sagrada como un templo.
El
mismo Dios no puede saltarse sus propias leyes para hacer que ocurran
cosas que no están argumentadas para ocurrir. Eso sería tristemente
discrecional para un Dios que preferimos justo.
Si
Dios fuera discrecional, este universo sería no solo un caos, sino
el peor lugar donde existir, ya que no sabríamos nunca a que
atenernos.
El
hecho de que las personas piensen que los milagros son “cosas
especiales que ocurren más allá de la lógica o de las leyes
naturales” simplemente indica que la mayoría de las personas “no
tienen ni la más mínima idea de cómo ocurren las cosas en el
universo”, no conocen cuáles son las leyes que rigen el universo,
ni tampoco aquellas que posibilitan un milagro.
Aquí
no voy a explicar dichas leyes universales (es parte de la enseñanza
maestro-discípulo), pero bastará con una sola frase: “los
milagros ocurren por merecimiento”.
Para
que ocurra un milagro todos los involucrados o posibles beneficiados
del milagro deben merecerlo.
Pero
no hablo de un merecimiento por buenas acciones humanas. Los milagros
“los hace Dios”. Por lo tanto, el merecimiento necesario para
los milagros debe ser espiritual, por acciones correctas
espirituales; no por buenas acciones humanas.
Esta
sencilla explicación comienza a dar sentido del porqué a muchas
”buenas personas” (humanamente hablando) no les ocurren milagros.
El
merecimiento espiritual se obtiene de forma sencilla (pero no
fácil).
Si
deseamos “merecer cosas especiales” de Dios; pues debemos
“cumplir con Él de forma especial”.
El
cumplir con Dios significa ajustar nuestra vida, nuestras conductas,
nuestra reacciones, nuestra percepción de las situaciones y de los
demás, todo en función de lo que Él espera de nosotros.
Esa
forma de vivir en función de Dios está indicada con lineamientos
precisos en cualquier escritura sagrada existente en el mundo.
Posiblemente se encuentre con diferentes palabras e imágenes y
metáforas, dependiendo de los momentos históricos y culturales
donde fueron recordadas, lo que sí requiere de la interpretación
apropiada.
Pero
si luego de entender dichos lineamientos de vida en función de Dios,
no nos esforzamos en cumplirlos, ¿podemos acaso esperar que Él se
esfuerce en ayudarnos? Sabemos que la respuesta es “no”; más
allá de toda percepción o deseo ingenuo que nos hayan vendido de
Dios.
Juan
14:21-24 (NTV)
21
(Jesucristo decía...) Los que aceptan mis mandamientos y los
obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los
amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno
de ellos.
22
Judas (no Judas Iscariote, sino el otro discípulo con el mismo
nombre) le dijo:
—Señor,
¿por qué te darás a conocer solo a nosotros y no al mundo en
general?
23
Jesús contestó:
—Todos
los que me aman harán lo que yo diga. Mi Padre los amará, y
vendremos para vivir con cada uno de ellos. 24 El que no me ama
no me obedece. Y recuerden, mis palabras no son mías; lo que les
hablo proviene del Padre, quien me envió.
Queda
claro nuevamente en estos pasajes de la Santa Biblia, que debemos
aceptar y obedecer los lineamientos de Dios Padre, recordados por
Jesucristo para Dios nos ame. Si no los cumplimos, Dios no nos ama.
Pregunto,
¿acaso no es de esperar que Dios nos ame antes de concedernos algún
milagro?
Entonces,
debemos ganarnos (merecernos) el amor de Dios, cumpliendo con sus
mandamientos, antes de que nada especial nos suceda. Si te quedó
alguna duda, vuelve a leer la cita bíblica.
¿Recuerdas
acaso algunos de esos lineamientos? Cosas como “amar a tus
enemigos”, “poner la otra mejilla”, “no juzgar/quejarte”,
“amar a Dios antes que a nada más”; estas son algunas pocas con
las cuales ganamos merecimiento espiritual.
Claro,
hay otras formas en las cuales un merecimiento espiritual especial
y suficiente se te asigne para conceder un milagro, pero son
casos tan especiales que no aplican para esta explicación.
La
herencia espiritual.
Ahora
mismo puedes estar pensando que conoces a personas que no viven de
ninguna de esas maneras y aún así ha recibido milagros. Y es un
hecho real; pero hay que seguir entendimiento lo del merecimiento
espiritual.
El
merecimiento espiritual se hereda. Muchas personas reciben
“milagros” gracias a que alguno de sus padres o abuelos o en
algunas generaciones anteriores lo acumularon en función de Dios.
Si
este es el caso, el merecimiento se puede “invertir” en la
ocurrencia de algún hecho “milagroso”, sin que el afortunado
haya movido un solo debo por vivir en función de Dios.
Y
dije “invertir” el merecimiento, porque se puede ver como una
“cuenta espiritual de ahorros”. Algún familiar deposita en la
cuenta gracias a su afán por cumplir y agradar a Dios con su propia
vida; y ese dinero queda en herencia y en algún momento otro miembro
de la familia puede aprovecharlo.
La
nota triste de esto es que también se heredan las deudas
espirituales con Dios. Llegado el momento esas deudas se deben
cancelar, y pueden suceder cosas difíciles a alguien y la persona se
pregunta “¿por qué a mí?”. Pero bueno, esto es harina de otro
costal.
Entonces,
¿podemos dejar merecimiento espiritual como herencia a nuestros
hijos para que a ellos les sucedan milagros en caso de que los
necesiten?
Claro
que sí; eso siempre ha sido así. Y esta es una de las razones por
las cuales un padre o una madre debe afanarse en vida por agradar a
Dios, para así bendecir a sus hijos en el futuro.
Merecimiento
compartido
Pero
volvamos a los milagros. Supongamos por un momento que una persona
tiene el merecimiento necesario para que le ocurra un milagro.
Si
el milagro que le ocurre a ella, también van a salir favorecidos sus
seres queridos que están a su alrededor. Pensemos ahora; ¿acaso los
seres queridos a su alrededor tienen el merecimiento suficiente para
beneficiarse indirectamente del milagro que le pudiera ocurrir a
ella?
Esta
es la realidad. Si bien un milagro le puede ocurrir a una persona
por su propio merecimiento, este también beneficia a los que están
a su alrededor; a sus familiares. Pero para que esto ocurra, ellos
(sus familiares) también deben tener el merecimiento suficiente para
el milagro.
Nadie
se imagina la cantidad de milagros que dejan de ocurrir en algunas
personas, simplemente porque los que están a su alrededor no tienen
el suficiente merecimiento para beneficiarse de este.
El
merecimiento de los familiares o cercanos también debe existir para
que ocurran los milagros. Este merecimiento de ellos puede también
ser personal o heredado.
La
idea de que un milagro se pueda “cancelar” porque las personas
alrededor del beneficiado no tengan el merecimiento suficiente para
que este ocurra, puede sonar muy injusto. Pero recordemos que este y
todos los procesos del universo y por lo tanto de la vida, están
regidos por leyes; y lo que esté regido por leyes por definición no
es injusto. Nos puede parecer injusto seguramente porque desconocemos
dichas leyes.
Posiblemente
ahora se comienza entender la relación que hay entre la energías
del 2018 como en comienzo del Año de los Milagros y el abordaje
espiritual de las familias.
Si
muchos milagros se dejan de manifestar porque algunos miembros de una
familia no tienen los merecimientos suficientes, a pesar de que el
primer beneficiario sí lo tiene; cuando toda la familia comience a
acumular merecimiento caminando juntos hacia Dios, pues los milagros
comenzarán a ocurrir uno tras otro en esa familia. Este es el
proceso en el cual se debe comenzar a trabajar. Esto comienza en el
2018.
¿Qué
hacer para comenzar a recibir milagros tras milagros?
Este
proceso que comienza en el 2018 del Año de los Milagros, no es una
energía que actúa por si sola. En ningún caso de ningún año ni
de ningún fenómeno energético lo es.
Todas
las energías que se establecen en el mundo (tanto evolutivas como
planetarias) plantean solo escenarios aprovechables; los cuales
requieren del esfuerzo real de aquellos que lo quieran aprovechar.
Pero
en cuestión del merecimiento espiritual necesario para los milagros,
quienes han comenzado a caminar con pie firme hacia Dios, incluso en
contra de sus comodidades terrenales, saben que no es una tarea
trivial. Y además saben que es imposible hacerlo por su cuenta,
fuera de un escenario de crecimiento espiritual.
Recordemos
que un escenario de crecimiento espiritual es aquel donde hay un
maestro espiritual presente; el cual da enseñanzas en función de
escrituras sagradas; y donde es indispensable el compartir con otros
discípulos. Cualquier cosa que se haga fuera de este esquema de tres
actores (maestro espiritual, enseñanzas sagradas y discípulos) es
cualquier cosa menos caminar hacia Dios.
Ya
sabiendo lo difícil que es caminar hacia Dios (crecer
espiritualmente), ahora vemos que no solo hay que seguir haciéndolo
de forma personal, sino que la familia completa es la que se debe
involucrar.
Pero
para esto, mis queridos discípulos cercanos están preparados para
ayudar a los que deseen ser ayudados.
Simplemente,
si deseas aprovechar estas nuevas energías evolutivas que comienzan
en el 2018, búscanos y acércate. Tú y tu familia. Aquí estamos
nosotros trabajando por años en el cambio que el mundo espera.
No
son pocos los años que hemos estado presentando y trabajando las
energías de cada período; nosotros existimos por Dios y para Dios.
No somos novatos ni improvisados.
No
hay escenarios apropiados para esto fuera de los nuestros.
El
tiempo trascurre inexorable y no habrá vuelta atrás. Observa tu
vida, has consciente cómo te sientes; y sabrás si puedes dejar
pasar esta oportunidad.
Dios
les bendiga.
Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Original:
781AS. (31 de diciembre del 2017)http://www.shanishaktiananda.org
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