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miércoles, 2 de julio de 2014

Nuestra relación con Dios



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

En nuestra vida, al igual que es sano cuidar y cultivar la forma en la que nos relacionamos con las demás personas, resulta también muy importante evaluar nuestra relación con ese Ser/Consciencia/energía/concepto que consideramos “superior a cualquier cosas” y al que llamamos Dios.

A ese Dios es a quien acudimos cuando necesitamos ayuda más allá de nuestras fuerzas terrenales. Y es a Él al que le debemos nuestra existencia y a veces en quien ponemos nuestras esperanzas al morir. Suficientemente importante en las tres etapas: en nuestro origen; como ayuda en el camino; y en nuestro destino final.

Pero ¿qué sucede cuando en alguna de esas etapas sentimos malestar? Se puede llegar a extrañar a Dios; en especial en las tribulaciones del camino, cuando no sentimos las cosas a nuestro favor. Y no solo cuando las situaciones difíciles se extienden en el tiempo; sino cuando ese Dios tampoco llega a darnos la “paz necesaria” para asumir y vivir dichas situaciones.

Algunas personas a veces sienten que Dios no está cerca en sus situaciones difíciles; lo cual es totalmente absurdo si consideramos la noción del “Dios omnipresente” en el que todos creemos. Dios está, por definición, en todas partes y en todo momento. Si creemos lo contrario deberíamos comenzar desde “cero” a reformular nuestra fe.

Por esa certeza, nadie pone en duda que Dios está con cada uno de nosotros, en cada momento. Algunas personas son más extremistas y dicen que Dios está dentro de nosotros. Cualquier concepción es útil para nuestro punto y desde aquí voy a argumentar.

Si preguntamos a la mayoría de las personas cómo se relacionan ellas con ese Dios que está en todas partes; pues se comienza a dibujar una relación como la siguiente:

-          Le pedimos cuando necesitamos algo
-          Le agradecemos cuando complace alguna petición o simplemente por las bendiciones recibidas
-          y hasta de vez en cuando sacamos tiempo para conversar con Él (oramos, rezamos, etc.)

¿Será suficiente esta forma de relacionarnos con ese Dios tan poderoso en quien creemos y de quien esperamos ayuda?

Me pregunto de nuevo:

¿No nos relacionamos igual con el carnicero? Le pedimos carne, le agradecemos cuando la tenemos y de vez en cuando hasta conversamos con él; y todo con respeto y cariño.

¿No se relacionan igual, ustedes gentiles damas, con la peluquera? Le piden que les haga un peinado, le agradecen cuando termina y hasta se llenan de regocijo cuando les queda bien. Y ni hablar con la conversación con la peluquera; con ellas se pueden pasar más horas hablando que con Dios orando.

Lo mismo aplica con un médico que nos ayuda con alguna enfermedad; con el jardinero, con un vecino, etc.

Pero algunas personas van un poco más allá; y amplían la forma en la que se relacionan con Dios añadiendo las “buenas obras”. Pues me vuelvo a preguntar: ¿no les hacemos buenas obras también al carnicero (dándole propina), a la peluquera (con regalitos) o  al médico (recomendándolo)?

Aquí es donde ustedes dice: “... no, no, no. Pero es diferente con Dios...”

Yo como terapeuta espiritual veo que la forma como solemos relacionarnos con Dios es una extensión del comportamiento humano; intentándolo llevar, de forma ingenua, al plano divino. Eso no es lo que Dios espera como única forma de relacionarnos con Él.

¿Cuál es la diferencia? Es sustancial.

Vuelvo a la idea de que nadie niega de que se tenga a Dios en el corazón; pero la pregunta sería: ¿estamos honrando con nuestra vida a dicha presencia de Dios en nosotros?

¿Dónde se diferencia mi relación con Dios de esa que mantengo con el carnicero o la peluquera? Pues en que Dios si espera cosas importantes de nosotros, y en que Dios si presenta lineamientos a seguir.

Si vemos a Dios correctamente desde el plano espiritual; a través de las enseñanzas sagradas Dios nos da comportamientos que debemos seguir. Esa es la diferencia con el carnicero.

Para honrar a Dios, pues debemos cumplir esos lineamientos que Él nos indica a través de sus enviados (para algo los envió) o de las escrituras sagradas (para algo las inspiró).

Dios, a través de sus representantes, espera que nosotros honremos sus designios. Si nos decimos cristianos, pues debemos tomar a Jesús como enviado de Dios y acatar las indicaciones que Dios Padre dio a través de Él, su Hijo.

No es muy difícil de entender. De la peluquera nadie espera que ella ayude a resolver los problemas de vida de nadie; por tanto yo no tengo porqué hacer caso a todo lo que ella me diga. Pero si queremos que Dios sí nos ayude, lo mínimo que podemos hacer es hacerle caso en lo que nos indicó, de esa forma si lo estaremos honrando.

Todo esto es más profundo: “la verdadera ayuda que Dios, está en comportarnos como Él lo mandó”. Pero bueno, lo dejamos para otra ocasión; con lo solo escrito hasta ahora la reflexión ya está suficientemente complicada.

Finalmente, observamos que una correcta relación con Dios va más allá de agradecerle, pedirle y hablar con Él. En realidad nuestra relación se debe basar en tratar de imitarlo desde sus enseñanzas. La imitación se realiza con una práctica de vida que trate de reflejar en todo momento los lineamientos establecidos por nuestro Dios.

Si hacemos esto así; si nuestras actitudes y acciones de vida reflejan lo que nuestro Dios espera de nosotros; entonces sí estaremos honrándolo, además de estar aprovechando al máximo a ese Dios que está dentro de nosotros. Vivir de otra forma trae muchas complicaciones.

Entonces, el mismo hecho de saber que Dios está con nosotros nos pone en mayor compromiso con Él. Si no lo estamos haciendo correctamente, pues estaremos cometiendo menudo desatino en nuestras vidas. ¿Queremos después que Él nos ayude, nos libere, nos haga entender o incluso hasta nos dé paz?

Dios es bueno, misericordioso y siempre está con nosotros; pero no podemos ser tan infantiles como para agarrarnos de eso y portarnos de forma descuidada con Él: “nobleza obliga”

Y Jesús una vez dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21)

Si tienes dudas, nuevamente te recuerdo: busca “el Sermón del Monte”. Más claro no canta un gallo.

Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 02 de julio del 2014.
http://www.sanacioncristica.org
Twitters: @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras: relación, dios, sermón

2 comentarios:

  1. Namasté Maestro.

    Nunca es suficiente insistir en lo de comportarse como nuestro Señor nos manda. Y en mi relación con Dios a mi me gusta incluir algo que tu nos has enseñado muy bien, que es la idea de sacralizarlo, de adorarlo... cuando uno lo "adora", es más fácil hacer lo que nuestro Señor nos pide.

    CEH

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  2. Impresionante que pasamos la vida llamandonos cristianos pero no sabemos ni siquiera los comportamientos que Dios desea que tengamos hacia él y en nuestro vida en general.... Gracias Maestro por este artículo... Me deja mucho que reflexionar

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