Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
En nuestra vida,
al igual que es sano cuidar y cultivar la forma en la que nos relacionamos con
las demás personas, resulta también muy importante evaluar nuestra relación con
ese Ser/Consciencia/energía/concepto que consideramos “superior a cualquier
cosas” y al que llamamos Dios.
A ese Dios es a
quien acudimos cuando necesitamos ayuda más allá de nuestras fuerzas
terrenales. Y es a Él al que le debemos nuestra existencia y a veces en quien
ponemos nuestras esperanzas al morir. Suficientemente importante en las tres
etapas: en nuestro origen; como ayuda en el camino; y en nuestro destino final.
Pero ¿qué sucede
cuando en alguna de esas etapas sentimos malestar? Se puede llegar a extrañar a
Dios; en especial en las tribulaciones del camino, cuando no sentimos las cosas
a nuestro favor. Y no solo cuando las situaciones difíciles se extienden en el
tiempo; sino cuando ese Dios tampoco llega a darnos la “paz necesaria” para
asumir y vivir dichas situaciones.
Algunas personas
a veces sienten que Dios no está cerca en sus situaciones difíciles; lo cual es
totalmente absurdo si consideramos la noción del “Dios omnipresente” en el que
todos creemos. Dios está, por definición, en todas partes y en todo momento. Si
creemos lo contrario deberíamos comenzar desde “cero” a reformular nuestra fe.
Por esa certeza,
nadie pone en duda que Dios está con cada uno de nosotros, en cada momento.
Algunas personas son más extremistas y dicen que Dios está dentro de nosotros. Cualquier
concepción es útil para nuestro punto y desde aquí voy a argumentar.
Si preguntamos a
la mayoría de las personas cómo se relacionan ellas con ese Dios que está en
todas partes; pues se comienza a dibujar una relación como la siguiente:
-
Le
pedimos cuando
necesitamos algo
-
Le
agradecemos cuando complace
alguna petición o simplemente por las bendiciones recibidas
-
y
hasta de vez en cuando sacamos tiempo para conversar con Él (oramos,
rezamos, etc.)
¿Será suficiente
esta forma de relacionarnos con ese Dios tan poderoso en quien creemos y de
quien esperamos ayuda?
Me pregunto de
nuevo:
¿No nos
relacionamos igual con el carnicero? Le pedimos carne, le agradecemos
cuando la tenemos y de vez en cuando hasta conversamos con él; y todo
con respeto y cariño.
¿No se relacionan igual, ustedes gentiles
damas, con la peluquera? Le piden que les haga un peinado, le
agradecen cuando termina y hasta se llenan de regocijo cuando les queda
bien. Y ni hablar con la conversación con la peluquera; con ellas se pueden
pasar más horas hablando que con Dios orando.
Lo mismo aplica
con un médico que nos ayuda con alguna enfermedad; con el jardinero, con un
vecino, etc.
Pero algunas
personas van un poco más allá; y amplían la forma en la que se relacionan con
Dios añadiendo las “buenas obras”. Pues me vuelvo a preguntar: ¿no les hacemos
buenas obras también al carnicero (dándole propina), a la peluquera (con
regalitos) o al médico (recomendándolo)?
Aquí es donde
ustedes dice: “... no, no, no. Pero es diferente con Dios...”
Yo como terapeuta
espiritual veo que la forma como solemos relacionarnos con Dios es una extensión
del comportamiento humano; intentándolo llevar, de forma ingenua, al plano
divino. Eso no es lo que Dios espera como única forma de relacionarnos con Él.
¿Cuál es la
diferencia? Es sustancial.
Vuelvo a la idea de que nadie niega de que se tenga a Dios en el
corazón; pero la pregunta sería: ¿estamos honrando con nuestra vida a dicha
presencia de Dios en nosotros?
¿Dónde se
diferencia mi relación con Dios de esa que mantengo con el carnicero o la
peluquera? Pues en que Dios si espera cosas importantes de nosotros, y en que
Dios si presenta lineamientos a seguir.
Si vemos a Dios
correctamente desde el plano espiritual; a través de las enseñanzas sagradas Dios
nos da comportamientos que debemos seguir. Esa es la diferencia con el
carnicero.
Para honrar a
Dios, pues debemos cumplir esos lineamientos que Él nos indica a través de sus
enviados (para algo los envió) o de las escrituras sagradas (para algo las inspiró).
Dios, a través de
sus representantes, espera que nosotros honremos sus designios. Si nos decimos
cristianos, pues debemos tomar a Jesús como enviado de Dios y acatar las
indicaciones que Dios Padre dio a través de Él, su Hijo.
No es muy difícil
de entender. De la peluquera nadie espera que ella ayude a resolver los
problemas de vida de nadie; por tanto yo no tengo porqué hacer caso a todo lo
que ella me diga. Pero si queremos que Dios sí nos ayude, lo mínimo que podemos
hacer es hacerle caso en lo que nos indicó, de esa forma si lo estaremos
honrando.
Todo esto es más
profundo: “la verdadera ayuda que Dios, está en comportarnos como Él lo mandó”.
Pero bueno, lo dejamos para otra ocasión; con lo solo escrito hasta ahora la
reflexión ya está suficientemente complicada.
Finalmente,
observamos que una correcta relación con Dios va más allá de agradecerle,
pedirle y hablar con Él. En realidad nuestra relación se debe basar en tratar de
imitarlo desde sus enseñanzas. La imitación se realiza con una práctica de vida
que trate de reflejar en todo momento los lineamientos establecidos por nuestro
Dios.
Si hacemos esto
así; si nuestras actitudes y acciones de vida reflejan lo que nuestro Dios
espera de nosotros; entonces sí estaremos honrándolo, además de estar aprovechando
al máximo a ese Dios que está dentro de nosotros. Vivir de otra forma trae
muchas complicaciones.
Entonces, el
mismo hecho de saber que Dios está con nosotros nos pone en mayor compromiso
con Él. Si no lo estamos haciendo correctamente, pues estaremos cometiendo menudo
desatino en nuestras vidas. ¿Queremos después que Él nos ayude, nos libere, nos
haga entender o incluso hasta nos dé paz?
Dios es bueno,
misericordioso y siempre está con nosotros; pero no podemos ser tan infantiles
como para agarrarnos de eso y portarnos de forma descuidada con Él: “nobleza
obliga”
Y Jesús una vez
dijo: “No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21)
Si tienes dudas,
nuevamente te recuerdo: busca “el Sermón del Monte”. Más claro no canta un
gallo.
Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
02 de julio del 2014.
http://www.sanacioncristica.org
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Palabras:
relación, dios, sermón
Namasté Maestro.
ResponderEliminarNunca es suficiente insistir en lo de comportarse como nuestro Señor nos manda. Y en mi relación con Dios a mi me gusta incluir algo que tu nos has enseñado muy bien, que es la idea de sacralizarlo, de adorarlo... cuando uno lo "adora", es más fácil hacer lo que nuestro Señor nos pide.
CEH
Impresionante que pasamos la vida llamandonos cristianos pero no sabemos ni siquiera los comportamientos que Dios desea que tengamos hacia él y en nuestro vida en general.... Gracias Maestro por este artículo... Me deja mucho que reflexionar
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