Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Muchas veces
sanar parecería un proceso cuesta arriba. Yo lo digo mucho: “sanar es sencillo,
pero exige esfuerzo”. Lo que si es una realidad, es que muchas de esas veces la
buena voluntad o las ganas conscientes de sanar no bastan.
Hay personas que
sintiéndose mal; o habiendo reconocido que tienen problemas; o simplemente no
estando complacidas con su realidad; hacen un intento tras otro de sanar y el
bienestar esperado nunca llega a manifestarse.
Pues el intento repetido puede no rendir frutos. Hay que sustituir las
ganas de sanar con el compromiso por hacerlo.
Asumiendo el
profesionalismo de los sanadores, seguramente cualquiera de ellos tiene buenas
propuestas para sanar. Lo único que hay que hacer es ponerle corazón.
Cuando un
paciente va a consulta el fenómeno de “su criterio personal” parece ser más
acentuado en terapias complementarias que en terapias tradicionales. Cuando se
habla de sanar, la persona que está buscando ayuda termina tomando las
decisiones de qué hacer o qué no; de cuales recomendaciones del sanador acatar
y cuales desechar.
Podríamos comenzar
hablando de lo que se conoce como “beneficio secundario” de la enfermedad. En
algunos casos, la enfermedad viene a satisfacer aspectos de vidas que de estar
sano quedarían “pendientes” en el paciente (aún de forma subconsciente).
“Llamar la atención de seres queridos”, “demostrar debilidad para reclamar
atenciones especiales”, “mantener vigentes relaciones personales que de otra
forma hubieran terminado”, “evadir responsabilidades”; pueden ser algunos de
los premios que se consigan gracias a “estar enfermo”.
En definitiva, la
enfermedad “puede llegar a ser útil” para el paciente. En estos casos, puede
ser muy difícil sanar; porque la forma de comenzar a hacerlo es atacando a la
condición patológica de vida que el beneficio secundario está satisfaciendo. El
problema real es que al ser una situación que da algunos dividendos, el
malestar se puede “blindar a sí mismo” y ante cualquier posibilidad de sanar el
paciente muestra actitudes de evasión, de no compromiso, de huida; y en el
mejor de los casos de excusas que aparecen una tras otra. Actitudes inconscientes
que sirven para perpetuar el malestar “útil”.
Pero no siempre
el tema es el beneficio secundario. Otras veces, se presenta el mismo caso de “no
compromiso o determinación a sanar”; y es precisamente esto mismo lo que se
debe sanar: la incapacidad de comprometerse consigo mismo.
En este último caso, es relativamente poco
lo que el sanador puede hacer; porque es la misma persona la que debe romper
ese circulo vicioso de “quiero sanar” pero “no llego a cumplir”; y como “no
llego a cumplir” entonces “no llego a sanar”.
Les confieso que
la “magia” también existe en esto. Bien sea por “beneficio secundario” o por “incapacidad de compromiso consigo
mismo”, las excusas “totalmente válidas” o incluso las “situaciones que parecen
puestas por el destino” salen de la nada.
Una persona que
se compromete consigo mismo a sanar debe dar esa primera lucha; enfrentarse a
las excusas que surjan; claro está, siempre que no presenten un peligro real a
su integridad personal. El cansancio no es excusa, la lejanía no debería serlo,
el levantarse temprano menos, la lluvia diferente al diluvio universal, tampoco.
Lo dicen algunos
sanadores: “hay personas que simplemente no quieren sanar”. Pero por supuesto
que el “no querer” no es un proceso consiente intencionado.
Yo prefiero no
pensar de esa forma; y elijo creer que: “las personas están mejor de lo que
ellas mismas dicen; y pasan más tiempo felices que apesadumbradas”
¿Qué crees tú?
¿Cuál es tu caso?
Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
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@EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras:
sanar, beneficio secundario, esfuerzo.
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