Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Para
su Santidad el Papa Francisco.
Querido
Hermano Francisco, me voy a atrever a tutearte no para ponerme a tu
nivel, sino solo para que me reconozcas.
Estos últimos cuatro años he
esperando; y es recién ahora cuando puedo entender las señales que
van más allá de mi propia obstinación y de la necesidad de estar
seguro. Sigo pecando de precavido; y a lo mejor sigo retrasando
algunas cosas como siempre.
Lo primero que te voy a pedir es que
me leas tú. Haciéndolo, es la única forma de que tu alma se pueda
acordar. Te ruego que no pidas que te resuman lo que hablaremos; cada
letra y cada palabra lleva el mensaje que tu corazón puede entender.
Hermano, bendigo y doy gracias a
Nuestro Dios por el puesto que te ha tocado ejercer; y ruego a
Nuestra Madre que te permita tener la fuerza que siempre tuviste para
defender a nuestra fe.
No me puedo extender mucho, porque
solo me quiero presentar ante ti como un mendigo tocando a tu puerta.
Por algo estás tú allí, aunque no era tu momento; los hermanos
siguen preparando el camino, moviendo corazones.
A mi me ha tocado estar en las calles
(fuera de la institución); y doy gracias a Dios por ello, porque me
ha permitido estar libre de algunos compromisos para poder así
rescatar a nuestra verdadera religión. Ahora soy un hombre de a pie,
que toma Coca-Cola y que come las salchichas que pueda; pero que no
olvida su obligación ante Dios Padre.
Nunca podremos renegar de nuestra
Madre Iglesia; pero te pido que recuerdes nuestro compromiso de
rescatar la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Lo que se le presenta hoy a los
hermanos del pueblo, no es ni la sombra de lo que nuestro Señor
quería y enseñaba. La gente no conoce a ese Jesús que llevamos
dentro; las instituciones no lo soportan con su ejemplo. Y lo que es
peor, todos lo necesitan con más urgencia que nunca.
Sabemos que no hay maldad en eso; pero
sí hay mucha ignorancia. Ya no nos persiguen, porque es el tiempo
del Señor; pero lo que algunas vez se ocultó, aún permanece en la
oscuridad.
Hermano Francisco, aprieto muy fuerte
tu mano contra mi corazón para que lo sientas y me reconozcas; como
fue una vez la promesa. Lo único que te pido es que me ayudes en
este nuevo intento de presentar a nuestro Señor.
Estoy descalzo y sin vestimenta de
honor que me cubra; pero en mi corazón tengo a nuestro Señor como
el primer día.
Por nuestra Madre, ayúdame. Dame un
espacio y la fuerza para poder trabajar sin dormir, para poder gritar
a los que quieran escuchar. Dependo de Nuestro Señor y de ti para
poder completar todo esto.
Búscame, investígame, léeme; pero
con tu corazón. Te darás cuenta de que no he cambiado mucho. Pido a
Dios que cuando despiertes, aún yo tenga las fuerzas necesarias.
Discúlpeme Santo Padre, si por el
contrario todo esto le parece una insensatez. Pueden ser solo
delirios de alguien que sigue enamorado de Jesús.
Te amo desde el Corazón de Nuestro
Señor Jesús.
Tu hermano Pedro, en Cristo Jesús.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
01 de febrero del 2015
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Palabras-claves:
hermano francisco
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