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domingo, 28 de agosto de 2016

Como utilizar los inciensos - Energía

Autor: Pedro A Gómez Ruzzo


No pretendo ser muy formal; me atreveré a hablar de forma más práctica.

Cuando se habla del uso del inciensos, el tema es muy amplio. No solo por el hecho de  que se utilizan en diferentes escenarios tanto en el ámbito energético como en el espiritual; sino por los diferentes argumentos de muchos practicantes a la hora de plantear por qué funciona, para qué sirve y cómo se debe utilizar.

Por otra parte, están los inciensos más naturales (menos procesados) y los más industrializados. Cada uno con su preferencia particular,

Pero me permito apuntar aquí solo el uso energético más apropiado.

Si hablamos de la vibración energética que emana de un material que se está incinerando, encontraremos que hay vibraciones mas puras o armónicas y otras más caóticas.

Los materiales con los cuales se fabrican los inciensos suelen tener vibraciones bastante armónicas; pero mas allá de la pureza, cada uno tiene una calidad propia.

Si nos referimos al uso energético de los inciensos, dos de estos tiene propiedades especiales:uno de ellos la de limpiar la energía (vibración) de un espacio y otro del de aumentar la "el brillo" de la energía de dicho espacio.

Siempre presento el símil de cuando queremos limpiar el piso. Lo primero es barrer (limpiar, quitar la basura y el polvo) y lo segundo puede ser "pulir" o sacarle brillo a la superficie.

Generalmente a nadie se le ocurre aplicar cera para pulir un piso que previamente no se haya barrido; hay que hacerlo en secuencia para resultados óptimos.

En el caso de inciensos, cuando queremos limpiar un ambiente, existen dos de ellos para esas labores:
  • el incienso de sándalo para limpiar las energías del ambiente (para "barrer"); y
  • el incienso de mirra para subirle el nivel de vibración a la energía una vez que esté limpia (para "sacarle brillo").
Pero aquí no solo el material es importante, sino la pureza de la vibración. No sirven los inciensos "mezclados" del tipo "sándalo con algo" "o mirra con otra cosa".

Cuando se tienen los inciensos de sándalo y mirra, se pueden utilizar de la siguiente manera. Supongamos una rutina semanal para no solo limpiar energéticamente un espacio, sino para mantenerlo apropiado. El protocolo puede ser el siguiente:
  1. Un primer día de la semana, encender suficiente incienso de sándalo para aromatizar los espacios a limpiar. Quemarlo por un par de horas es más que suficiente.
  2. El resto de los días de la semana utilizar libremente incienso de mirra.
  3. Para las próximas semanas repetir el proceso.
Si es una sola limpieza, un día de sándalo y otro de mirra es suficiente. Estos procedimientos se repiten las veces que se consideren necesarias.

Tanto el incienso de sándalo como el de mirra son los realmente energéticos. Muchos de los otros inciensos tienen su efecto más por aromaterapia que por modificación de la vibración energética de dónde se utiliza; mientras que otras combinaciones pueden ser más espirituales.

Lo dicho anteriormente en meramente práctico, pero muy útil. Espero les sirva



Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: día 239A.S. (27agosto2016)
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Palabras-claves: incienso, sándalo, mirra, aromaterapia, limpieza energética

lunes, 22 de agosto de 2016

Soy Espiritual

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

En este mundo donde las situaciones terrenales nos arropan y nos ahogan, cada vez más un número mayor de personas buscan “algo más allá” de esa terrenalidad que no logran manejar.

Algunos de esos “algos” comprenden una visión de la vida que escapa al entendimiento moderno; muchas veces tratando con energías, sueños, fenómenos paranormales, seres mágicos, astros, vidas pasadas, terapias diversas (una más extraña que la otra), prácticas esotéricas; y una gran cantidad de enfoques adicionales.

Y si bien no critico que se aborde una visión de vida diferente para ayudar a resolver los problemas (aunque muchos se pudieran ver como evasión de la realidad), lo que sí me gusta dejar en claro es la correcta denominación de lo que se hace.

La mayoría de las veces, personas que hablan de estos enfoques, lo califican o se autodenominan como “espirituales”.

Ninguna de las cosas que pude nombrar arriba, o que las incluya o se le parezca, se puede catalogar de espiritual.

La alusión de espiritual tiene otro contexto diferente. Comenzado que lo espiritual no es algo a lo que se acude para solucionar un problema o para obtener un beneficio terrenal (ni siquiera la salud). Lo verdaderamente espiritual es (o debería ser) la forma correcta de vivir.

Trataré de explicarme sin extenderme. Una vida enfocada desde lo espiritual se pudiera resumir de la siguiente forma:

  1. El objetivo de una vida espiritual no es el bien mientras se está encarnado; porque se asume que este estado de existencia es temporal. Por lo tanto, una vida desde un enfoque realmente espiritual se basa en prepararse para un bienestar futuro, eterno, que se disfrutará luego de la muerte física.
  2. Una vida espiritual siempre se debe llevar con lineamientos basados en escrituras sagradas, incluso en los aspectos cotidianos. Las escrituras sagradas no son nuevas; y muchas veces no se entienden o se consideran anacrónicas porque no comulgan con el bienestar personal que la sociedad moderna pretende imponer como la meta en esta vida.
  3. Una vida espiritual asume estar sometida a una consciencia mayor (Divinidad - Dios), si bien quien la lleva sabe que el beneficio de la eternidad se consigue con mucho esfuerzo personal en acatar los lineamientos espirituales. En una vida realmente espiritual no cabe el concepto moderno de “empoderamiento” ni el de “autosuficiencia”; Dios dio los lineamientos y hay que seguirlos (por supuesto sin malinterpretarlos)
  4. En una vida espiritual, mi bien terrenal puede no ser tan importante como el bien de mi prójimo; no es descabellado ceder mi comodidad terrenal para intentar conquistar ni vida eterna.

Estas cuatro características descritas se deben cumplir a la vez para poder decir que se está llevando una vida espiritual. Claro está que faltarían más descripciones, pero con estas pocas espero dejar claro el punto.

Pero más allá de definir una vida espiritual real, podríamos definir a una persona espiritual. Los puntos a continuación son una forma rápida de identificar a un Ser Espiritual.

-       No juzga a ninguna situación como buena o mala; si bien reconoce que algunas pueden ser inconvenientes.
-       No culpa a otros por cosas que suceden; si bien no ignora las responsabilidades sobre los hechos. Antes de culpar a otras, sabe que algo debe mejorar en ella.
-       Reconoce que todo lo que sucede le debe servir de aprendizaje para que su espíritu se fortalezca. Por lo tanto, en el dolor busca más cumplirle a Dios que pedirle que le resuelva sus problemas. Gracias a esto último, logra superar cualquier sufrimiento y seguir adelante.
-        Considera que es más importante su existencia luego de morir, que su actual bienestar terrenal. Por esta razón es que usa sus años de vida para intentar merecer el Cielo.
-       Sabe que Dios espera que se esfuerce para llegar a Él; y pone todo su empeño en comportarse como Dios lo indicó (bajo los lineamientos espirituales que muy bien conoce).

Alguien que pretenda mínimamente decirse espiritual, debe cumplir (o esforzarse día a día) con estas cinco características mínimas; ¡con todas y cada una de ellas!, no con algunas sí y otras no.

Presentar técnicas o personas como espirituales, cuando en realidad no cumplen con las características mínimas, no solo es inapropiado, sino que confunde, distrae y desacredita el verdadero esfuerzo espiritual que todos debemos hacer.

Muchos han muerto físicamente por el esfuerzo de llevar una vida realmente espiritual o por enseñar al mundo cómo llevarla; incluyendo a Nuestro Señor Jesucristo.

Se debería ser serio con el término espiritual, aunque sea por respeto a Él.

Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: día 234 A.S. (21 agosto 2016)
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Palabras-claves: vida, realmente, espiritual 

viernes, 12 de agosto de 2016

La suerte

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

La vida de cada persona es una cadena de situaciones que no están totalmente predefinidas desde el nacimiento.

Absolutamente toda situación es siempre un escenario de aprendizaje espiritual donde se espera que la persona involucrada o afectada fortalezca algunas de sus debilidades.

Así funciona Dios.

Claro que desde el nacimiento hay tendencias de situaciones que corresponden a “cosas por aprender”; el alma las trae, las necesita, para eso viene.

Pero estas tendencias no condicionan situaciones concretas o específicas a lo largo de la vida, sino que promueven “tipos de situaciones”, por ejemplo: dificultades económicas, problemas familiares, rivalidad entre personas, enfermedades graves, pérdidas tristes de seres queridos, situaciones sociales complicadas, entre muchos otros tipos.

Estas mismas “tendencias de nacimiento” pueden variar. Si la persona aprende rápido (espiritualmente hablando) de las situaciones de vida; la tendencia que originalmente las promovió se apaga y a esa persona no le afectará más (prueba superada).

Pero si por el contrario, la persona ante una situación difícil no aprende espiritualmente lo que corresponde, la tendencia de aprendizaje se va a reforzar. Esto hace que ese tipo de situaciones se repitan una y otra vez.

Pero si además de no aprender, la persona aborda la situación de forma incorrecta, pues entonces se van a crear otras tendencias (que no vinieron de nacimiento) y cada vez va a ser peor y peor; e incluso se comienzan a vivir nuevas situaciones difíciles de aprendizaje.

Como se podrán haber dado cuenta, en toda esta introducción no he nombrado a “la suerte”; porque toda situación es una oportunidad de aprendizaje. Visto de esta forma, estamos llenos de buena suerte; porque en cada situación se tiene la oportunidad de salir fortalecido.

Pero es una realidad que no todas las situaciones se viven con agrado; por mucho aprendizaje que puedan ofrecer. Hay situaciones que pasan con mayor suavidad que otras; y las mismas situaciones en diferentes personas pueden tener un impacto diferente.

Por ejemplo. Una situación de fracaso económico, más allá de tener un trasfondo de aprendizaje similar para dos personas, una de ellas podrá enfrentarla con ayudas de otras personas y vendiendo otros bienes que pueda poseer; mientras que para otra persona la misma situación la puede dejar en la calle, sin un centavo y sin ayuda.

Se podría decir que la primera persona “corrió con más suerte” que la segunda. Aquí pudiera comenzar a entrar lo que se conoce como “suerte”.


La “suerte”

Pero este concepto de “suerte” es muy impreciso y acomodaticio; una situación buena o una mejora de alguna situación mala,  se pudiera argumentar de diferentes formas: milagro, karma positivo, asistencia especial por otros seres (ángeles por ejemplo), simple probabilidad, etc.

Lo único cierto, es que en todas esas posibles explicaciones hay un factor común. Este factor común es el estado emocional o los sentimientos que la persona haya venido manejando.

Está claro que nosotros condicionamos nuestra realidad (más allá de las situaciones); y que si bien estamos sometidos a situaciones difíciles que no podremos evitar; el cómo pasemos a través de ellas va a depender de nuestra “actitud”.

Pero esta actitud ante una situación no es actitud mental (positivismo o pensamiento positivo) ni actitud de acción (reactividad); la actitud es simplemente el estado emocional de nuestro corazón.

En la era moderna actual, se le ha dado el protagonismo a la mente y se dice que “somos lo que pensamos”. Lo he dicho, argumentado y enseñado miles de veces, que esta idea es uno de los engaños más grandes de la humanidad. ¿Cuántas veces no pensamos positivos y salimos con las tablas en la cabeza?; si no por un lado, por el otro. Por lo tanto, el positivismo no da suerte.

Además, en esta era competitiva, el reaccionar ante algo para vencerlo se presenta como la clave del éxito. Otro nuevo engaño. Cuantas veces el esfuerzo con expectativa lo que trae es frustración. Por lo tanto, el accionar reactivo no trae suerte.

Pero lo que sí trae suerte, es lo que se define como un “corazón limpio”.


Corazón limpio

Un “corazón limpio” no es más que la manifestación de un conjunto de emociones o sentimientos sanos; que una persona puede sentir.

Un “corazón limpio” es aquel que tiene una persona que no siente sentimientos del tipo: rabia, frustración, sed de justicia, indignación, ira, ansiedad, desconsuelo, terror, fastidio, egoísmo, envidia y otros similares.

Si nuestra realidad responde a nuestra vibración y se acomoda a esta, pues son los sentimientos y nunca los pensamientos, los que se irradian desde nosotros para condicionar las situaciones que vivimos.

La energía del pensamiento se consume en  la creación del mismo pensamiento; la energía de los sentimientos se expande fuera del ser.

Pero nuevamente aparece el problema de fondo. Muchas veces “pensamos que nos estamos sintiendo bien”, incluso lo creemos al punto de asegurarlo y no dudarlo; mientras que en realidad la mente nos está engañando u ocultando o sentimientos negativos que mantenemos en el corazón. Aconsejo leer mis escritos obre los “pseudo-sentimientos”. Pensamos una cosa y sentimos otra sin darnos cuenta.

El ser humano moderno sustituyó la verdadera consciencia de sus sentimientos por el pensamiento y la palabra convenientemente positivos. Desde este hecho es imposible promover la “buena suerte”, o siquiera un milagro, o un karma positivo, o una asistencia certera angelical, o incluso un aumento de la probabilidad de que las cosas vayan bien.

Porque sí, incluso la curva de probabilidades de hechos positivos puede aumentar, si una persona mantiene un corazón limpio durante una situación difícil.

Y el final de esta última frase es vital. Muchas personas dirán: “yo sí tengo el corazón limpio”; pero lo dicen cuando no les está sucediendo nada malo. Esto es tonto.

Un “corazón limpio” se mide cuando la persona está sumergida dentro de una situación difícil. Si allí la persona es capaz de mantener sentimientos positivos, pues incluso las probabilidades de que todo termine rápido y bien (además de con la lección aprendida) aumentan a valores inimaginables. En esos casos, la buena suerte aumenta.

¿No me lo creen? Pues, ese es el inicio del problema.


Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: día 225 A.S. (12 agosto 2016)
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Palabras-claves: buena, suerte, emociones, sentimientos, mente, positivismo, karma, situaciones.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Venció a la muerte

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Es una frase conocida la que reza “Jesucristo venció a la muerte”; con mucho contexto en nuestra Santa Biblia y con una aparición directa en:

Romanos 6:4 (BLPH)

4 Por el bautismo, en efecto, fuimos sepultados con Cristo, a fin de participar en su muerte. Por tanto, si Cristo venció a la muerte resucitando por el glorioso poder del Padre, es preciso que también nosotros emprendamos una vida nueva.

Es totalmente cierta y es parte vital de nuestra fe cristiana.

¿Pero estamos claros de lo que significa?

La mayoría de los “cristianos” no reflexionan sobre esto; pero otros (cristiano y no cristianos) argumenta: “Si Jesucristo venció a la muerte ¿por qué murió en la cruz?”

A esta duda razonable, muchos saltan diciendo: “…pero es que al final no murió, sino que resucitó de la muerte.”

Bien, pero estos últimos no piensan que para poder resucitar, primero hay que morir físicamente. Es decir, que sí tuvo que morir físicamente en la cruz (para las iglesias cristianas).

Pero entonces, salen otras personas y dice: “…lo que en realidad pasó es que murió pero volvió a vivir.”

Y argumentos van y argumentos vienen. Abramos las ventanas para que entre claridad. Voy a permitirme dar la explicación mística (solo el nivel 2).

La idea de “vencer a alguien” plantea el hecho de muchas batallas. Que a Jesucristo se le asigne la gloria de haberlo logrado, indica que la muerte había ganado en el mundo una y otra vez. ¡Por fin lo logró Jesucristo!

Pero murió y volvió “vivir”; por lo tanto, haberle ganado a la muerte significa que “no volverá a morir jamás”. En esto consiste la “vida eterna”. Nada nuevo hasta aquí.

Pero si Jesucristo al morir le ganó a la muerte, por lo cual no volverá a morir jamás; si Él volviera a nacer (físicamente hablando) tendría que morir de nuevo, ya que la inmortalidad biológica no existe.

Entonces, el hecho de “vencer a la muerte” no se refiere únicamente a volver a vivir; sino que soporta la idea de que no vuelve  a morir (esa es la verdadera victoria a la muerte). Pero para no volver a morir, no puede volver a nacer de nuevo (biológicamente hablando)

Resumiendo aún más: “vencer a la muerte” significa no volver nacer (ya que se volvería a morir de nuevo); lo que implica que no volverá a reencarnar.

 Y aquí está uno de tantos secretos ocultos del verdadero cristianismo: la proclama de “vencer a la muerte” no es más que la anunciación de que gracias al Cristo podemos dejar de reencarnar (vencemos el ciclo de reencarnaciones sucesivas), y la vencemos porque en cada encarnación debemos morir una y otra vez.

¿Acaso estoy contra mi fe? Pues no lo creo, ya que precisamente dejar de reencarnar es lo que se llama resucitar; y eso se hace siguiendo las enseñanzas del Cristo ¿dónde está el problema?

Si seguimos con las ventanas abiertas y revisamos otras religiones (por lo menos la hinduista y la budista), descubrimos que sus doctrinas dicen exactamente lo mismo en relación con romper el ciclo de reencarnaciones para llegar al Cielo (resucitar). No hay diferencia.

¿La diferencia es Jesucristo? Bastaría estudiar las enseñanzas budistas o hinduistas para darnos cuenta de que… “todos somos hermanos”.

Entonces, para finalizar podemos resumir en un párrafo de la forma siguiente:

“Jesucristo nos demostró con su propia muerte y resurrección que podemos dejar de estar sometidos a muertes continuas, una y otra vez en cada reencarnación. Esto lo logramos si seguimos y vivimos bajo las enseñanzas que Él vino a recordar. Al romper este ciclo de muertes, podremos resucitar e ir a morar junto a Él en la casa del Padre, como Él mismo lo prometió; quedándonos allí por toda la eternidad.” (ESJ)

Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: día  216 A.S. (03 agosto 2016)
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Palabras-claves: resurrección, reencarnación, vencer, muerte, hinduismo, budismo, cristianismo.

lunes, 1 de agosto de 2016

El diablo

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Seré breve.

De forma infantil nos han creado y hemos creído la concepción del “diablo” o de algo diabólico como un Ser o seres que nos hacen daño.

La concepción de diabólico entra dentro del ámbito espiritual; y por lo tanto de allí hay que entenderlo.

El “diablo” o lo diabólico, no es más que eso que te aleja de tu camino hacia Dios.

Recordemos que para eso vivimos, por eso reencarnarnos; no para sentirnos bien en esta tierra, sino para acelerar nuestro retorno al Padre. Si en este camino hacia el Cielo sentimos bienestar, pues será un añadido; nunca debe ser la meta.

Por lo tanto, el “diablo” es lo que te puede hacer perder el foco de Dios como meta.

Si cualquier cosa te convence de que el objetivo de esta vida es tu bienestar y tu felicidad, pues vas a dar todo tu esfuerzo por sentirte bien en tu humanidad; y eso va a desviar el esfuerzo que debes dar para conseguir a Dios. Entonces, a esto (o a esa persona) que te convenció muy bien se le podría aplicar el apelativo de “diablo”.

Muchas veces nos sentimos atraídos irremediablemente por lo físico/corporal/monetario, o por nuestras propias ideas, conceptos y expectativas o incluso por los sentimientos. Debemos recordar que todo eso pertenece al plano terrenal. Si nos afanamos por estas cosas terrenales (o carnales, como lo nombran en las sagradas escrituras) pues agotaremos nuestras energías; quedaremos sin tiempo e incluso sin motivación suficiente para ocuparnos de cosas del espíritu. Entonces, metafóricamente esas cosas terrenales son del “diablo”.

Incluso perdemos el esfuerzo y el tiempo que tenemos mientras vivimos (perdemos nuestra vida humana) buscando nuestro bienestar físico, mental o pseudoemocional. Creeremos, entonces, que eso es lo importante y nos inventaremos técnicas y mecanismos para argumentarlo… allí está el “diablo”.

Y peor es cuando creemos que ya conseguimos a Dios.
¿Qué mejor arma puede tener el “diablo” para detenerte, que haciéndote creer que ya llegaste a la meta?
¿Qué mejor estrategia puede tener el “diablo” para frenar tu camino al Cielo, que haciéndote creer que lo estás haciendo bien?

Y por supuesto, todo argumento distractor que use el “diablo” debe venir con una promesa de una vida terrenal plena. ¿Y para la vida cuando te mueras, qué estás haciendo?

¿Será por eso que nos inventaron a seres que no existen; a un señor rojo, grande con cachos y cola; para distraernos de la verdadera influencia diabólica en la cual estamos viviendo constantemente?

La búsqueda de la comodidad y del disfrute económico, puede distraernos de Dios.
El defender nuestros ideales personales y grupales, puede distraernos de Dios.
El tratar de amoldar la realidad a nuestra voluntad, puede distraernos de Dios.
El hacer lo que nos conviene desde nuestra visión personal, puede alejarnos de Dios.
Incluso, buscar ser queridos y aceptados por alguien, puede distraernos de Dios.
Entonces, ¿dónde está el “diablo”? ¿Afuera de nosotros?

Pero cuidado, no dejen que el “diablo” se meta en esta reflexión. No creas en tu cabeza que estoy diciendo que el bienestar económico, físico, mental y emocional es despreciable; nunca.

Debemos procurar estar terrenalmente bien; lo único que digo es que el bienestar terrenal no puede ser la meta del esfuerzo de una vida que apenas dura algunas decenas de años. En realidad, el bienestar terrenal  será una consecuencia de una vida en búsqueda constante de Dios. Esto es lo que suele suceder, aunque “el diablo” no lo crea ni lo entienda.


Y entonces el “diablo” ¿nos hace daño? Si Dios está en el Cielo y nosotros debemos trascender esta terrenalidad para llegar a Él; el “diablo” para alejarnos de Dios nunca va a permitir que nos sintamos mal aquí, en la tierra. Ni tonto que fuera.

Si el “diablo” no quiere que lleguemos con Dios, pues nos va a crear una dependencia al bienestar terrenal. Si nos sentimos, o buscarnos sentirnos, bien económica/físico/mental o emocionalmente (a nivel carnal o terrenal), ¿quién va a querer llegar al Cielo?

Inteligente el “diablo”, ¿no? Nos hace enamorar de la felicidad terrenal para que olvidemos lo que es realmente trascendente: el espíritu.

El daño que nos hace el “diablo” nunca es un daño terrenal, por el contrario; puede ser un regocijo a nuestros sentidos que nos hace apartar la vista del camino para busca a Dios.


Pero de cualquier forma sabemos que debemos alejarnos del “diablo”, ¿no?

¿De quién? ¿De un ser diabólico que acecha entre las sombras de la noche?
¿O de situaciones cotidianas que nos distraen de Dios, a pesar de que parecen muy lógicas, muy humanas y bien argumentadas desde nuestros afanes terrenales?

Cuídate de lo que te deslumbre, de lo que te enloquezca o te satisfaga desde lo económico, físico, mental o emocional. Mejores frenos que esos no hay.

No sigo. Solo te digo que te cuides de aquello que te distrae de ocuparte de Dios; o que te  fascina hasta el punto de creer que Dios está contento contigo. Allí el “diablo” ya estará ganando la partida.

“Amarás a Dios  sobre todas las cosas y a Él procurarás sin descanso de día y de noche; hasta que la misma muerte te lleve, como premio a tu esfuerzo, delante de Él.” (ESJ)

¿En qué parte de cualquier escritura sagrada se te llama a honrar al bienestar terrenal?

Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: día 214A.S. (01 agosto 2016)
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Palabras-claves: el diablo, Dios, ESJ, Cielo