Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Sobre
el concepto de “nuestras propias personalidades” he escrito ya
varias veces, así que aquí solo diré lo indispensable para esta
reflexión.
Pero
el tema es tan importante y tan profundo que bien vale la pena
presentarlo y contextualizarlo de diferentes formas.
¿Qué
son nuestras personalidades?
Nuestras
propias personalidades no son más que la forma que tiene nuestra
mente (humana/terrenal) de expresarse en diferentes situaciones.
Para
todos es conocido que nuestra mente está condicionada por todo lo
que hemos vivido desde que nacemos; condicionamientos que la mayoría
de las veces no son “iluminados”.
Muchos
de los condicionamientos son para defendernos; válidos posiblemente
en su momento, pero condicionamientos que se extrapolan a situaciones
que no son negativas.
Por
ejemplo, ante un conflicto de pareja es más común que busquemos
enfrentarnos a que busquemos negociar o entender al otro. Seguramente
hemos aprendido más a defendernos que a conciliar.
Nuestra
mente se condiciona a ser reactiva, dubitativa, conflictiva,
capciosa, desconfiada, entre otras cualidades que si bien no son
necesariamente malas, nos ponen a vivir de forma tal que no
aprovechamos los escenarios de vida como escenarios de aprendizaje.
Pero
imaginemos si además (como suele suceder) aprendimos a ser muy
mentales. Pues toda nuestra vida: observada, interpretada y accionada
desde nuestra mente; estará condicionada por esas personalidades que
no son nada aprovechables.
Desde
las personalidades simples como la testaruda, obstinada, conformista,
lastimera, orgullosa, etc.; hasta las más complejas como la
personalidad egocéntrica, la justiciera y la expectante; realmente
no nos dejan vivir ni tranquilos no con provecho. Por ejemplo, nadie
puede vivir ni tranquilo ni con provecho viendo como enemigas a las
personas que no piensan como uno; o sintiendo que se está
compitiendo con todo el mundo.
Cierto
que tenemos personalidades que son de provecho, pero aquí me refiero
a esas personalidades que yo llamo personalidades “heribles”. A
estas son las que hay que erradicar.
¿Por qué
erradicar nuestras personalidades heribles?
Cuando uno vive
desde estas personalidades heribles, uno se convierte en esas
personalidades.
No es extraño que cuando se describa la conducta de una persona, se
utilicen apelativos de esas personalidades para definirlo.
Potencialmente,
cada personalidad herible está propensa a darnos sufrimientos; y si
esto es así, pues estaremos muchas veces a la defensiva. ¿Acaso
alguien puede aprender algo de provecho, desde un estado reactivo o
temiendo ser herido? Pues no.
Si
hablamos desde el aspecto espiritual, hay una idea de base: cada
situación que vivamos tiene un trasfondo de enseñanza espiritual
para nuestro espíritu. Por lo tanto, ninguna situación hiere al
espíritu, sino que buscan enseñarle.
Pero
si son nuestras personalidades humanas/mentales/terrenales (y no
nuestro espíritu) quienes se enfrentan a las situaciones y las ve
como negativas o potencialmente peligrosas; ¿acaso el espíritu
puede aprender de ellas?
Para
que nuestro espíritu crezca y se fortalezca, debemos asumir a cada
situación desde nuestro espíritu, no desde nuestras personalidades
humanas (desde nuestra mente). Y para eso, debemos darle más
protagonismo a nuestro espíritu que a nuestra mente expresada en
nuestras personalidades humanas heribles.
Las
personalidades castran al espíritu
Vivir
de forma protagónica desde nuestras mente; vivir con “nuestras
razones y formas”, vivir con nuestra personalidades humanas
heribles a flor de piel; imposibilita categóricamente a cualquier
persona comenzar a crecer espiritualmente.
¿Pero
acaso nuestro espíritu puede luchar por nosotros para ganarle la
partida a nuestras personalidades humanas heribles? No, nunca, Esto
debe ocurrir de forma inversa. Las personalidades heribles deben
perder terreno, para que paulatinamente el espíritu asuma el
protagonismo en nuestra vida.
Y
esto es precisamente lo que ocurre en un escenario de crecimiento
espiritual con un maestro espiritual. Erradicar a nuestra
personalidades heribles es un trabajo con conjunto: de forma
intencionada por el maestro y de forma esforzada por el discípulo.
Alrededor
del maestro espiritual se van a suceder situaciones varias; y los
discípulos, con las enseñanzas de maestro, deben esforzarse para no
dejarse arrastrar por sus personalidades heribles. Si esto ocurre,
cada discípulo comienza a florecer espiritualmente.
¿Se
pueden suprimir las personalidades heribles de forma autónoma y
solitaria? Tampoco.
La
mente está preparada para autoprotegerse, nunca se va a suicidar. Y
al primer intento humano (mental) que alguien pueda hacer por su
cuenta para quitarle el protagonismo a su propia mente, se comienza a
producir una avalancha de argumentos, resistencias, razones “por lo
cual no hacerlo”; y en el mejor de los casos la persona hace
intentos inútiles espiritualmente, que hacen sentir a la persona que
lo está haciendo de maravilla.
Es
por esta razón, por la cual es indispensable estar alrededor del
maestro espiritual para crecer espiritualmente. No se aprende de un
maestro espiritual solo en libros o escritos, ya que es en su entorno
cercano donde se presentarán los escenarios en los cuales los
discípulos deberán trabajar sus personalidades.
¿Hay
referencia de esto en las religiones?
La
erradicación de nuestras propias personalidades heribles, para que
el espíritu sea el que pueda aflorar y tomar la rienda de nuestra
vida, es un factor común en todas las doctrinas espirituales y en
todas las prácticas religiosas.
En
el budismo, el Señor Bhuda renunciaba a sus beneficios terrenales
(incluso a su bienestar físico) para llegar a la máxima
espiritualidad. En el hinduismo tenemos a Madre Kali, conocida (sin
entenderlo casi nadie) como la “diosa de la muerte”; muerte que
se refiere a la muerte de las personalidades humanas heribles.
Y
en nuestro cristianismo tenemos a Nuestro Señor Jesucristo, quien lo
enseñó de forma magistral y constante; dejando referencias claras
en la Santa Biblia. En honor de mi doctrina cristina voy a colocar
una de las referencias más claras y hermosas que resume todos estos
párrafos:
Mateo 16:24
La Biblia de las Américas (LBLA)
La Biblia de las Américas (LBLA)
24 Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Me
voy a permitir parafrasear en contexto.
“Discípulos”:
son aquellas personas que quieren crecer espiritualmente; y para ello
siguen a alguien a quienes siente como maestro espiritual.
“Venir
en pos de Jesucristo”: dirigirse
hacia al Cielo, a donde Jesucristo iba a ir.
“Sí
mismo”: ¿recuerdan que uno se
convierte es sus propias personalidades heribles? Esta es la
referencia de uno mismo viviendo terrenalmente, de forma muy humana,
nada espiritual; desde nuestras personalidades heribles.
“Nuestra
cruz”: son nuestros asuntos o
situaciones de vida que pueden ser pesados y difíciles, ante los
cuales sufrimos y sentimos que debemos protegernos, solucionar,
luchar en contra. Estas situaciones son en las que salen nuestras
personalidades heribles.
“Seguir
a Jesucristo”: las enseñanzas del
Cristo marcan el camino al Cielo; por lo tanto seguir a Jesús es
seguir sus enseñanzas sin desviarse.
Parafraseo:
“Entonces,
Jesucristo dijo a quienes le quería seguir para crecer
espiritualmente: Si alguno quiere llegar al Cielo, debe negarse sus
propias personalidades humanas heribles (debe negarse el vivir desde
la mente); asumiendo de esa forma sus situaciones difíciles y en
ellas aplicar lo que yo le he enseñado”. (ESdJ)
Espero
que una vez más te hayas dado cuenta de lo importante que es tener
un maestro espiritual, que no solo te haga luchar contra tus propias
personalidades heribles, sino que también te explique estas cosas.
Cada
vez queda menos tiempo, te conviene "enseriarte".
Dios
les bendiga.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
día 288 A.S. (14 octubre 2016)
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Palabras-claves:
personalidades heribles, maestro espiritual, discípulo. Toma tu
cruz, niégate a ti mismo.
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