Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Las
religiones plantean los procedimientos, las prácticas y los
escenarios que ayudan a adoptar las enseñanzas espirituales. Sin las
religiones, lo espiritual se queda en teoría; y sin lo espiritual,
las religiones se quedan en práctica vacía.
La
incorrecta concepción de lo espiritual o de lo religioso; o la
creencia de que se puede prescindir de uno o del otro, trae como
consecuencia cada vez más personas alejadas del concepto real de
seres espirituales.
Ni
la espiritualidad sola, ni la religiosidad sola, traen ningún tipo
de beneficio; y eso es la causa de que cada vez esté más extendida
la concepción de que lo espiritualidad es tontería, o las
religiones son un fraude.
Pero
en la correcta conjunción de ambas (espiritualidad y religiosidad)
siempre se plantea que nosotros somos los que debemos tener un
compromiso real con Dios. Por el contrario, en espiritualidades sin
fundamento y en prácticas religiosas mal enseñadas, se vende el
concepto errado de que Dios es el que debe darnos a nosotros
bienestar y bendiciones, sin importar las circunstancias o
situaciones.
Entonces,
si nosotros somos los que nos debemos a Dios; si nosotros somos los
que necesitamos de Dios; pues debemos hacer algo lógico: tratar de
complacer a Dios.
Si
tú vas a un banco a solicitar un préstamo, pues vas a tener que
complacer las condiciones del banco y plegarte a sus requerimientos,
para ser merecedor de ese beneficio.
Si
tú te enamoras de alguien y buscas que te corresponda, pues vas a
tener que complacerle para ser siquiera merecedor de su atención.
Si
tú quieres que tu empleador considere darte un salario mayor, pues
vas a tener que complacer sus exigencias, siquiera para tener la
posibilidad de un aumento.
¿Por
qué con Dios iba a ser diferente?
Claro
que Dios es diferente. Dios no es un banquero, ni un enamorado, ni un
empleador; pero la diferencia en la relación con Él, la encuentras
en el fondo, no en la forma. En el fondo, Él siempre va a actuar en
función de que tú obtengas el mayor provecho para ti; pero la forma
de obtener dicho provecho sigue siendo la misma; por merecimiento.
Y
este merecimiento es el que se consigue “complaciendo a Dios”
¿Qué
significa complacer a Dios?
Aquí
comienzan los problemas semánticos y las malas interpretaciones
convenientes.
Muchas
personas creen que complacer a Dios es “tenerlo en el corazón”.
Lamentablemente eso es muy subjetivo y general. Muchas personas dicen
tenerlo en su corazón, pero en ese mismo corazón donde supuestamente
tiene a Dios, albergan también sensaciones de injusticia, o de
indignación, o de rabia, o de desconsuelo, o de resentimiento, o de
sufrimiento, o de frustración, o de depresión; contra otras
personas o en contra situaciones.
Cuando
Dios está en el corazón de alguna persona, no cabe ningún otro
sentimiento diferente de Dios; Dios es MUY grande.
Otras
personas creen que complacer a Dios es “tener fe en Él”.
Esto también es muy impreciso, por el solo hecho de que la fe se
suele interpretar erróneamente como la certeza de que Él está
contigo y te ayudará. ¿Y si esto no pasa? ¿Y si en algún momento
no te sientes ayudado? ¿Entonces sacas a Dios de tu corazón?
La
fe no es la certeza de que Dios te va a ayudar en la vida; la fe es
el convencimiento de que debes vivir tal como Él te lo enseñó
porque eso es lo único válido; a pesar de que no lo entiendas o de
que humanamente no te dé el bienestar deseado.
Algunas
otras personas dicen que complacer a Dios es “amarlo mucho”.
¿Y al prójimo? ¿Y a los enemigos? ¿Y ver a Dios en las
situaciones donde nuestra humanidad se reciente? Este es un argumento
un tanto ingenuo. Un banquero no te daría un préstamo con solo
decirle que le quieres mucho.
Mientras
que algunas pocas más dicen que complacer a Dios es “ayudar a los
pobres y desvalidos”. Créanme que Dios se complacería más si
amáramos a nuestros enemigos y mantuviéramos el corazón limpio
hacia las personas que nos agreden. “Ayudar a los pobres y
desvalidos” puede ser muy fácil y cómodo, aun más si lo hacemos
con lo que nos sobra. Hay que hacerlo, pero sólo eso no complace a
Dios.
¿Pero
complacer a Dios en qué?
Para
complacer a alguien uno debe comenzar por averiguar qué necesita ese
alguien de nosotros. Uno no complace a alguien en algo que él no
está esperando.
Debe
haber algo tangible, objetivo y claro, que nos permita identificar
qué espera Dios de nosotros.
Todo
cristiano sabe lo que Dios expresamente espera de Él (o debería
saberlo si se dice cristiano católico, evangélico, luterano o de
cualquier iglesia cristiana); y lo dijo nuestro mismo Señor
Jesucristo.
Lo
cito en honor de los no cristianos, para quienes es lógico que no
conocerlo:
Mateo 7:21-23
(RVR1960)
21
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos.
22
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?
23
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí,
hacedores de maldad.
Bien,
contextualicemos.
“Entrar
en el reino de los cielos”
definitivamente es el bien que debemos esperar luego de complacer al
Padre; esto significar resucitar, y todas las enseñanzas
espirituales y doctrinas religiosas del universo tiene esto como
motivo.
Pero
Jesucristo dice que para entrar al reino de los Cielos hay que hace
la “voluntad del Padre”.
Entonces,
ya comienza a tener lógica: complacer
a Dios (al Padre) es “hacer su voluntad”.
Pero ¿qué es “hacer su voluntad”?
Este
pasaje citado de la Santa Biblia, no es más que el final de lo que
se conoce como “El Sermón del Monte”, correspondiente al
Evangelio según San Mateo, capítulos 5, 6 y 7.
En
El Sermón del Monte, Jesucristo les describe claramente a sus
discípulos, la forma de comportarse en esta vida para entrar al
Cielo; es decir, para complacer
al Padre.
¡Eureka!,
entonces complacer
al Padre no es más que actuar y sentirnos de la forma en que
Jesucristo nos indicó en el Sermón del Monte.
Resuelta la duda.
Pero
no voy a recitar aquí El Sermón del Monte; todo cristiano ya lo
conoce. Sólo voy a referir parafraseando, algunos de estos
lineamientos dados por Jesucristo; esto para aquellos que no son
cristianos:
- Cualquiera que se enoje contra su hermano, tendrá su consecuencia negativa
- Estás obligado a hacer las paces con las personas que tienen algo en contra de ti
- Debes amar a tus enemigos
- A cualquiera que golpee una mejilla, ponle también tu otra mejilla.
- No pretendas recompensas terrenales al hacer tus buenas obras.
- No te muestres sacrificado cuando hagas sacrificios por Dios.
- No podemos pretender servir Dios y a las riquezas terrenales a la vez.
- Confía en Dios y demuéstralo no angustiándote por tus asuntos terrenales, sin dejarte de dedicar a ellos.
Y
algunas cosas más. Les invito a que sigan a un Maestro Espiritual,
con suficiente tiempo y dedicación para que se los explique; o que
busquen y lean muchas de las cosas que ya he escrito.
Cuidado
con las obras
Pero
no puedo dejar pasar algo tan importante como los versículos 22 y 23
de la cita anterior:
22
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?
23
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí,
hacedores de maldad.
Aquí
Jesucristo se refiere a aquellas personas que alegando “sus buenas
obras” incluso en su nombre, asumían que estaban complaciendo a
Dios.
¿Qué
les dijo Jesucristo? Que
a pesar de esas buenas obras evidentes, si no había una verdadera
conversión interior que les permitiera vivir bajo los lineamientos
del Padre, Él mismo les desecharía y no les serviría para entrar
al Cielo.
Las
buenas obras en ese momento histórico se representaban como:
profetizar, sacar demonios, hacer milagros.
¿Cuáles
serían hoy esas buenas obras? ¿Ir a misa o al templo? ¿Recibir los
sacramentos? ¿Celebrar las fiestas? ¿Regalar unas horas al mes a
los pobres? ¿Dar limosnas de lo que nos sobre? ¿Amar a tu familia?
Sigan reflexionando ustedes.
No
hay peor ciego que el que no quiera ver; ni peor incapacitado que el
que se siente muy cómodo.
Respuesta
definitiva
Pero
finalmente todo está claro:
“Complacer
a Dios es adoptar un estilo de vida terrenal que sea acorde con los
lineamientos espirituales que Él dejó en claro; un estilo de vida
que no sólo se expresa en acciones sino en sentimientos hacia los
demás; en un cambio interno.
Muchas
veces, dichos lineamientos espirituales serán extraños,
incomprensibles, ilógicos y hasta inconvenientes para nuestra vida
terrenal; pero estamos invitados a seguirlos para complacer a Dios y
así, de esta única forma, ganarnos todos sus beneficios y
bendiciones.”
(PedroAGR)
Con
una demostración de compromiso de ese calibre, cualquier banquero
nos daría cualquier préstamo. Dios, más rápido, nos daría todas
sus bendiciones si nos comprometemos de esa forma con Él.
Dios
te bendiga.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo. (SSA)
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
día 371 A.S. (05 enero 2017)
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Complacer, Dios, cristiano, sermén del monte, lineamientos
espirituales, Jesucristo, discípulos, obras, sentimientos, estilo de
vida
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