Autor:
ShaniShaktiAnanda
No
solemos pensar en Dios como alguien que algunas veces debe probar
nuestra lealtad hacia Él; pero esto es una realidad.
Debemos
demostrar nuestra lealtad hacia Dios, sobre todo si Dios espera algo
de nosotros. Si Él nos considera para cosas especiales, pues debemos
esperar que Él nos exija demostrarle que Él es nuestra prioridad.
¿Acaso
no es así en todas partes? ¿Acaso un gerente va a asignar un
trabajo importante a alguien cuya lealtad no haya sido puesta a
prueba y dicha prueba haya sido superada satisfactoriamente?
¿Pero
cómo son las pruebas de Dios? ¿En qué y cómo podemos probarle a
Dios nuestra lealtad?
Para
contestar eso debemos saber cuáles son los dominios de Dios; cuál
es Su reino; qué es lo que a Él le importa. Allí es donde debemos
probarla lealtad.
Del
mundo o de Dios
Si
hablados de nuestra existencia, se extrae desde cualquier escritura
sagrada, que nosotros podemos ser “del mundo” o podemos ser “de
Dios”. Y si detallamos nuestros comportamientos, metas o
prioridades; pues también estas pueden ser “hacia el mundo” o
“hacia Dios”.
Basta
revisar el capítulo 17 del Evangelio según San Juan, donde
Jesucristo, poco antes de su crucifixión, hace una magistral
diferenciación entre estos dos escenarios: “el mundo” (lo
terrenal/humano/sensorial) y “Dios” (lo espiritual). A
continuación, trascribo algunos versículos de dicho pasaje:
Juan
17: 1,3-6,8,9,11,12,14,16,18,25 (RVR1960)
1
Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo:
Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu
Hijo te glorifique a ti;
3
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
4
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste
que hiciese.
5
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria
que tuve contigo antes que el mundo fuese.
6
He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste;
tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
8
porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las
recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han
creído que tú me enviaste.
9
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que
me diste; porque tuyos son,
11
Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo,
y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en
tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
12
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu
nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se
perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se
cumpliese.
14
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
16
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
18
Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.
25
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he
conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.
La
cita expuesta es compleja, pero no requiere de una explicación
completa de mi parte dentro de este escrito. Lo útil aquí es
observar la distinción que el mismo Jesucristo hace de su persona y
de Dios como “no pertenecientes” a este mundo
terrenal/humano/sensorial.
Otra
cita útil es donde Jesucristo, como Hijo de Dios, se distancia del
mundo terrenal y afirma que este no le pertenece:
Juan
18:36 (RVR1960)
36
Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi
reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo
no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
Y
en el siguiente pasaje, Jesucristo vuelve a distinguir entre Dios y
este mundo; “el mundo” en la figura del Cesar:
Lucas
20:25 (RVR1960)
25
Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios
lo que es de Dios.
Si
bien se pudieran colocar otros pasajes bíblicos o incluso de otras
escrituras sagradas, donde se diferencia Dios del mundo; con lo
expuesto está más que claro que una cosa es Dios y otra
diferente es nuestra experiencia terrenal.
Pero
debemos recordar que nuestra experiencia terrenal se conforma con
nuestra parte física, mental, emocional y de bienestar humano. Esto
es importante recordarlo para saber si somos de Dios o del mundo.
Si
lo más importante para nosotros, o lo que más nos ocupa el
esfuerzo, o lo que más nos angustia, está enmarcado en nuestra
parte física, mental, emocional o de bienestar humano; pues “somos
del mundo”. Es decir, “no somos de Dios”.
Del
lado de Dios.
Entonces
resulta obvio que si alguien quiere Ser de Dios, se tiene que colocar
de su lado; no del lado del mundo.
Pero
colocarte del lado de Dios no significa denigrar de las cosas
terrenales. Colocarte del lado de Dios significa
que la prioridad de tu vida es comportarte como Él espera que lo
hagas, no como te conviene para complacerte en el mundo. Colocarte
del lado de Dios significa que tu esfuerzo está orientado a agradar
a Dios, no solo a metas terrenales. Colocarte del lado de Dios
significa que fallarle a Dios te genera más angustia que tus
carencias o problemas terrenales.
Entendido
esto, queda claro de cual lado te quiere Dios; y por lo tanto hacia
donde va a probar tu lealtad.
Dios
nos prepara para la lucha.
Es
lógico que si Dios espera algo de nosotros, pues ponga a prueba
nuestra lealtad.
¿O acaso no debe asegurarse antes de confiarle a alguien cosas importantes?
¿O acaso no debe asegurarse antes de confiarle a alguien cosas importantes?
Muchas
veces Dios no solo nos pode pruebas, sino que busca forjar nuestra
materia prima espiritual para el trabajo que Él espera que hagamos.
Cuando
Dios o la Divinidad o “los de arriba” quieren reforzar nuestra
espiritualidad (inclusive la de un Maestro Espiritual) la forma más
efectiva es obligarnos a definir si estamos de uno u otro lado: del
lado de Dios o del lado del mundo.
Generalmente
todos decimos que estamos de parte de Dios, pero a la hora de la
verdad, no somos ni fríos ni calientes. Y esto lo sabe Dios. Y por
esto mismo es que la mayoría de las veces se nos prueba de qué
estamos hechos, se nos pide demostrar nuestra lealtad, dándonos
duros golpes a nuestra parte terrenal (física, mental, emocional o
de bienestar).
Allí es donde Dios nos prueba de qué estamos hechos; allí es donde Dios espera que nosotros honremos eso de "Amar a Dios por sobre todas las cosas"; lo que se pudiera traducir como: "Amar a Dios por sobre todas nuestras necesidades y expectativas humanas, a pesar de que nuestras partes física, mental, emocional y de bienestar se estén cayendo a pedazos.”
Es
como si Dios probara nuestra lealtad hacia Él en contra de nuestras
propias necesidades terrenales.
Nos da golpes fuertes a nuestra terrenalidad y nos dice: “Decídete, quédate en la queja y en el sufrimiento por tu terrenalidad golpeada o demuestra que Yo te soy suficiente”.
Nos da golpes fuertes a nuestra terrenalidad y nos dice: “Decídete, quédate en la queja y en el sufrimiento por tu terrenalidad golpeada o demuestra que Yo te soy suficiente”.
El
probar la lealtad generalmente se consigue a través de situaciones
terrenales (físicas, mentales, emocionales o de bienestar) duras;
que pueden provenir de nuestros propios errores o de los errores de
nuestros seres más queridos. Es decir, de cosas que realmente nos
duelen humanamente.
Allí Dios se queda esperando para ver si nuestras acciones ante esos problemas se orientan hacia lo que hacemos por Él, o si se orientan hacia lo que somos o esperamos terrenalmente.
Pero
utilicemos una metáfora que muestra lo que Dios hace cuando necesita
forjar nuestro espíritu y ver de qué estamos hechos. ¿Ustedes
saben cómo se forja una espada? Les cuento.
Una
espada nace de un trozo de hierro, tal vez bonito pero débil (la
debilidad en este metáfora es de la carencia de espíritu). Este
trozo de hierro debe ser forjado y trabajado con mucho esfuerzo.
Esa
barra de hierro es de un material apropiado para hacer una espada,
pero por naturaleza no tiene la dureza suficiente para hacer nada
útil (espiritualmente hablando).
Entonces, el herrero (Dios, la Divinidad o “los de arriba”) toma esa barra con unas pinzas rudas y pesadas y la meten directo al fuego; en un horno muy caliente. La deja allí hasta que quede al rojo vivo y luego la sacan y le caen a martillazos salvajes para comenzar a forjarla.
Este
forjado puede incluso cambiar su estructura cristalina al material
(su estructura del alma) para que así comience a tener la dureza
(espiritual) necesaria para realizar el futuro trabajo.
Al irse enfriando, la espada en formación se mete al fuego de nuevo y la vuelven a sacar para nuevos martillazos. Además, la enfrían bruscamente en agua para darle choques de temperatura. Y todo esto las veces que sean necesarias hasta obtener lo que se quiere.
Para Dios, para la Divinidad o para “los de arriba”, ese fuego y esos martillazos son una metáfora de las situaciones difíciles de vida donde incluso preferiríamos morir. Situaciones que desde el punto de vista humano parecen incluso injustas, donde nosotros somos las víctimas; pero situaciones que a fin de cuentas son necesarias para Dios.
Al final de todo podremos salir fortalecidos para el ejército de Dios, siempre y cuando no nos resquebrajemos.
Si
durante el forjado a fuego y golpes de nuestro ser, nos quedamos en
el dolor y en los sentimientos difíciles y en la actitud lastimera y
de víctima, pues estaremos diciéndole a Dios que somos del mundo;
porque todas esas actitudes son del mundo.
Si
por el contrario, ante cada situación que nos destroza utilizamos
los dones espirituales de compasión/tolerancia para no juzgar; o el
don de la humildad para no quejarnos; o del desapego para no esperar
que las cosas sean como nosotros las necesitamos humanamente;
entonces le estaremos diciendo a Dios que estamos de su lado; que
logramos ver, asumir y vivir las situaciones terrenales con el
espíritu.
Allí habremos
vencido.
Ante
cada problema terrenal, deberíamos suponer que Dios está detrás de
ellos y que Él tiene sus razones para que nosotros lo enfrentemos.
La razón principal es para que salgamos fortalecidos
espiritualmente. Dios quiera que todos lo recordemos siempre.
Dios
les bendiga.
Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Original:
801AS. (11 de marzo del 2018)http://www.shanishaktiananda.org
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lealtad, Dios, espada, hierro, forjado, espíritu, alma, problemas
situaciones terrenales, mundo, fuego, agua, martillazos
Namasté. Gracias Maestro, este artículo hace temblar y reflexionar mucho,mucho más. ser verdaderamente espiritual no es nada fácil, pero por mas que nos duela nuestra terrenalidad, hacer el esfuerzo para estar del lado de Dios bien vale la pena... Dios lo bendiga siempre,siempre. que en esta nueva encarnación y por ese gran Amor que le tiene Dios lo siga llenando de muchas fuerzas para seguir adelante con lo que usted está haciendo en este mundo por Él. Ya que esto no lo viene hacer cualquier ser, y que para poder Rescatar esa verdadera espiritualidad perdida en los hombres del mundo realmente es un trabajo muy fuerte, eso sólo lo puede hacer y enseñar, alguien que realmente venga de Dios mismo... namasté.
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