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martes, 3 de abril de 2018

La fortaleza del crucificado

Autor: ShaniShaktiAnanda

Y en los días previos de la crucifixión, cuando todo estaba asumido; más allá del dolor aceptado por Jesucristo en función de la voluntad de Dios Padre; El Dios hecho Hombre tenía una preocupación. Y es que “su fortaleza” le abandonara.

Este dolor lo acompañó durante todas las horas previas a su aprensión en el monte; en las horas de su encarcelamiento esperando juicio; en el juicio mismo, ante todo el pueblo; y en su preparación a la cruz luego de su condena.

La sensación de ausencia de su fuerza era un dolor mayor a la misma condena de muerte.

Pero fue al final de su condena donde el Maestro se dio cuenta de que su fortaleza aún estaba con Él; que no lo abandonó al final.

Esta idea no se entiende para el común de las personas; porque se cree que “la fortaleza de Jesucristo” era su fe en el Padre y en realidad no era eso; porque su fe y la confianza en su misión nunca la perdió.

Algunos creen que “la fortaleza de Jesucristo” era su valor, pero tampoco era eso; porque su amor a Dios era lo que le permitía comprometerse con lo que Dios necesitada.

El Maestro no temía que le faltara Fe en el Padre ni el valor para morir; sido que Él temía perder lo que había aprendido a amar aquí en la Tierra y lo que lo había amado a Él en esta dura etapa de su vida.

Jesucristo, en cada ruda escena narrada en la historia sagrada; perdía la mirada buscado a su alrededor a “su fortaleza”; y esta fuerza no era otra que
su amada.

Para muchos, esta idea de la amada del Maestro es blasfemia; pero es blasfemia para las iglesias que solo se atienen a lo eclesiástico y no plantean las enseñanzas espirituales desde lo místico. Cuando se entiende la espiritualidad de forma mística, en toda historia sagrada de cualquier religión se comprende que es imposible que una escencia álmica-espiritual masculina como Jesucristo anduviera solo por la vida.

La escencia femenina, esa que complementa a una escencia masculina, es “la fortaleza” de esta última. Es la fuerza no solo para vivir, sino para poder hacer las cosas que Dios necesitaba que fueran hechas.

La última obligación del Maestro para con Dios Padre era aceptar su crucifixión; y vaya que aquí necesitaba de esa escencia femenina que lo había amado para no flaquear

Y esa fortaleza de Jesucristo se conoce en la historia sagrada como “María Magdalena”.

Tanto fue el dolor del Maestro por sentir que su amada le había abandonado, que incluso clavado en la cruz, Él eleva un grito que se ha tergiversado desde siempre:

Mateo 27:46 (RVR1960)

46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Sin invalidar la traducción del hebreo, la referencia verdadera es que Jesús, aún el Cristo, clamaba por su amada, por esa escencia femenina que le había permitido asumir tantas cosas hasta ese momento. El
grito ahogado de soledad del crucificado fue desgarrador.

Pero no fue hasta el último momento de la cruz cuando Jesucristo pudo aceptar su muerte con toda la fuerza del espíritu, ya que se dio cuenta de que allí estaba su amada, dándole la fuerza para asumir su último compromiso.

Juan 19:25-27 (RVR1960)

25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.

26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.


Y aquí, además, está muy claro que Jesucristo no solo esperaba ver a su amada; sino que iba a hacer lo necesario para que sus discípulos quedaran, en su ausencia, también “con la compañía de la fortaleza de su Señor” para que ellos pudieran hacer por Dios para llevar la Palabra a los demás.


¿La madre de los discípulos?

Cuando Jesucristo le dice a su discípulo Juan “he ahí tu madre”, ¿acaso aún creen que se refería a la Virgen María? ¿O sería a la escencia femenina que lo había acompañado como complemento en parte de su camino como Maestro?

Nuevamente, a las iglesias modernas no les convienen explicar mucho; y recordemos que las versiones de la Biblia que tenemos en la actualidad son adecuaciones y traducciones de y para dichas iglesias. Pero ante tales adecuaciones, la Verdad de Dios nunca quedará oculta; solo hay que abrir la consciencia y el corazón para ver más allá de lo que quieren que veamos.

Si recordamos en un pasaje anterior de la Santa Biblia, vemos que Jesucristo hizo una diferenciación especial sobre sus relaciones humanas y sus relaciones espirituales:

Lucas 8:19-21 (RVR1960)

19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 Él entonces respondiendo (Jesús), les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

¿Por qué si en este pasaje Jesucristo hizo una separación clara de sus lazos familiares, al momento de su crucifixión Él iba a retomar la filiación?

En realidad la Madre asignada por Jesús a sus discípulos fue María Magdalena
; la mujer que sí había estado con Él, que le había amado, que había dejado atrás su antigua vida terrenal por el amor al Cristo, y que había estado oyendo la palabra y haciéndola.

Además, Jesucristo era un “Padre Espiritual” hacia sus discípulos; por lo tanto, la Virgen María debía ser la “abuela” espiritual, si esa figura existiera. ¿La Madre acaso no sería la “amada” de Jesucristo?

Que me disculpen los que creía otra cosa, entiendo que saber la verdad no siempre es agradable.

¿Pero “Madre de los discípulos” para qué? Precisamente para dejarles como compañía esa “fuerza” que tantas veces fue necesaria para que Jesús cumpliera con el Padre.

¿Pero solo eso? ¿O acaso fue “la madre” en el sentido literal de la palabra? ¿Una madre necesaria para que las cosas pudieran continuar luego de la crucifixión; en otros momentos y escenarios?

Este es otro tema que aquí no podré presentar.


La Piedad

¿Recuerdan la escultura de La Piedad de Miguel Ángel?

¿Acaso creen que la hermosa mujer que aparece allí con el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo en su regazo es la Virgen María?

¿Acaso esa es la imagen de una mujer por lo menos 15 años mayor que Jesús? ¿Acaso a Miguel Ángel le hubiera costado muchos plasmar en el mármol algunos detalles más convincentes de la edad madura?

¿O será que Jesús bajado de la cruz está en los brazos de su amada María, pero La Magadalena?

¿Blasfemia? ¿Qué hubiera dicho el mismo Miguel Ángel si hubiera podido hablar abiertamente?

¿Están seguros de que todas las imágenes marianas de las iglesias antiguas representan a la Virgen María?

¿Habría algún problema si esa mujer fuera María Magdalena?


El grito repetido

Pero el
grito ahogado de soledad del crucificado no fue una sola vez. El Cristo muchas veces se sintió abandonado por esa escencia femenina, si bien no físicamente.

En todos los pequeños o grandes compromisos del Cristo hacia el Padre, esa fuerza es indispensable; y muchas veces no la tuvo en los momentos necesarios. La historia sagrada tiene varias de esas referencias:

  • Los discípulos se dormían frecuentemente: Lucas 9:32 en la Trasfiguración; Lucas 22:45-47 antes del arresto de Jesús; sueño que no solo es literal sino metafórico.
  • Jesucristo pidiendo a extrañas que le dieran que beber; porque su amada no estaba por allí (Lucas 22:45-47 en La Samaritana en el pozo)
  • Jesucristo gestionando “su propia fuerza” azotando a los mercaderes del Templo (Juan 2:13-22); ya que su “fuerza de complemento” no lo asistía.
Y otras referencias más.

¿Que la historia se puede repetir? Dios quiera que no en totalidad; de seguro hay mejoras.

Dios les bendiga.

Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Original: 820AS. (30 de marzo del 2018)
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Palabras-claves: la piedad, la crucifixión, Jesucristo, Virgen María, María Magdalena

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