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miércoles, 29 de octubre de 2014

Viviendo con Dios



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
En todo momento; y en especial en aquellos difíciles, muchas personas dicen: “Dios está conmigo”. Muchas veces en esto depositan su fe.
Pero más allá de que la frase sea muy bonita y sentida, estamos siendo redundantes; porque si creemos en un Dios omnipresente (que está en todas partes), por supuesto que siempre va a estar con nosotros; allí no hay acto de fe ni de confianza.
El asunto entonces no va por allí. Cuando yo oigo esa frase; siempre trato de plantear la siguiente reflexión: “... Dios siempre está contigo; pero ¿tú siempre estás con Dios?”
Parecería otro contrasentido, pero definitivamente podemos tener a alguien al lado e ignorarlo totalmente; sin estar prestarle atención en lo más mínimo.
Esto hace la verdadera diferencia entre la vida de una persona que sabe que Dios le puede ayudar, y la que sí está “viviendo con Dios” de forma constante.
Quedo ejemplificando.
Hablo de las personas que creen en Dios dentro de planteamientos básicos y claros. El concepto de Dios plantea una consciencia que es: omnipresente (está en todas partes – lugares y situaciones), es omnisciente  (todo lo sabe – nada se le escapa) y omnipotente (todo lo puede - de hecho es el creador de todo lo que existe)
Y vivir con Él implica entonces tener con uno una “consciencia-ser” con esos tamaños de poderes.
¿Cómo debería ser la actitud de una persona que reconozca que está “Viviendo con Dios”?
Si Él acompaña a la persona para todos lados (omnipresencia), cada situación que le sucede a la persona - buena, normal o mala- está sucediendo “delante de los ojos” de Dios, ya que lo tiene al lado y a Él no se le escapa nada (omnisciencia). Esto implica que cada cosa que sucede viene “por lo menos” con la autorización de Dios para que suceda. De lo contrario, si no debió haber pasado, Él (Dios) es el primero que tiene el poder y la capacidad para haberlo cambiado (omnipotencia).
En este simple párrafo comienzan las molestias, a pesar de que no invento nada sino únicamente reflexiono sobre el Dios en el que la mayoría de nosotros creemos. Entonces, las personas generalmente comienzan a decir cosas como:
  1. Pero Dios no puede permitir que pasen cosas malas --- ¿y quién dice que son malas a nivel espiritual? ¿No serán oportunidades de aprendizaje y de crecimiento espiritual sobre la consciencia terrenal? ¿No serán consecuencia de actos que no tenemos la capacidad de recordar por haber sucedido en otro tiempo/espacio?
  2. Pero hay personas que no merecen cosas malas porque nunca se portaron mal --- ¿en esta vida? ¿Será que hay otras instancias donde podremos portarnos mal y no lo reconocemos y no lo recordamos y aún cargamos con las deudas? ¿Acaso sabemos con certeza qué significa “no portarse mal” a nivel espiritual? ¿cumplimos a cabalidad lo que Dios espera de nosotros?
  3. Pero no es justo -- ¿entonces tu Dios es injusto?
  4. Pero es que “el diablo” existe --- ¿entonces “ese diablo” en el que crees es más fuerte, poderoso y astuto que tu Dios? Porque un Dios todopoderoso pudiera evitar también lo que el diablo malamente quiera hacer.
  5. Tenemos libre albedrío y nos equivocamos por nuestra cuenta--- ¿y entonces para que acompañarnos de Dios o pedirle auxilio, si depende de nuestro libre albedrío?
  6. y cualquier cantidad de otros argumentos.
Cualquier de estos argumentos que busque refutar la reflexión anterior; debe inevitablemente guiar a reflexiones adicionales. Debe poner a pensar a la persona inconforme sobre su propia espiritualidad, sobre su concepto de Dios, sobre las leyes universales, sobre la responsabilidad personal, sobre la justicia de Dios, sobre la vida y la muerte, sobre lo que Dios considera bueno o malo; entre muchas otras cosas. Si no se comparte el simple y lógico párrafo de reflexión, definitivamente faltan muchas cosas por entender.
Esta concepción de “Vivir con Dios” concede a la persona que la honra uno de los dones espirituales más importantes a desarrollar: la Humildad.
Esta Humildad es una cualidad del espíritu, y por tanto se ejerce únicamente hacia Dios.
Ser espiritualmente humilde no significa aceptar de forma pasiva todo los que nos sucede, por el solo hecho de que “Dios lo permitió” (ya que está siempre con nosotros). Muy por el contrario, la humildad ante Dios nos permite: hacer, remediar, luchar, buscar que sea diferente, aprender de las cosas; todas estas acciones de forma súper eficientes y efectivas.
Estas acciones que logran resultados eficientes y efectivos se consiguen cuando somos humildes antes Dios por el simple hecho de que dejamos de gastar nuestras energías en algunas de las peores actitudes desgastantes que tenemos: la queja, la frustración y el resentimiento.
Pero cuidado; se tiende a creer que sin queja no hay mejora y que el resentimiento nos mueve a la lucha. Por eso el mundo aún lucha por su bienestar.
El no quejarse no implica desconocer lo que está equivocado o lo que pudiera ser mejor (esto ya lo sabemos porque lo he explicado extensamente) sino que por el contrario te permite actuar sin engancharte en sentimientos destructivos (el resentimiento y la frustración, por ejemplo)
Una persona que esté “Viviendo con Dios” entonces debería tenerlo presente siempre y ver su realidad desde los ojos de su espiritualidad:
-          que si alguien llegó tarde a una cita, pues asumir que por algo Dios lo permitió (Dios es el que se lo sabe todo, ella probablemente no tenga idea del porqué);
-          cuando se le atraviese un carro, por algo fue;
-          cuando le suceda algo desagradable, averiguar qué es lo que Dios espera que aprenda de allí (a nivel espiritual por supuesto)
Pensemos un poco. Si un hijo entra a su casa y comienza a quejarse (con su mama al lado) de que tienen tiempo sin comer bien, de que todo allí es un desorden, de que es incómodo incluso llegar allí... ¿qué pensaría o cómo se sentiría su mamá encargada del hogar?
Si una persona “siente a Dios a su lado” y se vive quejando y pensando que este mundo está lleno de injusticia y de cosas que no deberían estar pasando y que es un desastre... pues directamente “sin querer queriendo” le estaría diciendo a Dios que está haciendo su trabajo mal, o que está descuidando las cosas, o que se le están pasando por alto. En fin,  le estaría echando en cara de que no sirve para mucho porque en realidad no tiene el control de las cosas que ella considera “importantes”.
... después de desacreditar a Dios con tu queja, tu inconformidad y tu frustración, ¿buscas que te ayude?

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 29 de octubre  del 2014
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Palabras-claves: omnisciente, omnipresente, omnipotente, Dios, humildad, espiritual

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