Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Es notorio y
muchas veces lo he escrito, que las enseñanzas de Cristo Jesús suelen ser
incomprendidas o muy difíciles de seguir. De hecho, se suele vivir una
cristiandad a conveniencia, aplicando lo que es fácil de seguir y alegando y
dejando de lado lo que parece ilógico o insensato en nuestra realidad.
En cuanto a
nuestra vida cotidiana, la mayoría de la gente vive “de su cuenta”. A veces se acuerdan
de alguna enseñanza de Jesús, pero siente y actúa como si su vida dependiera
únicamente de sus esfuerzos personales (actitud que es, por demás, poco
cristiana).
Pero en muchos
casos esta actitud de vida no dedicada a Jesús no es criticable; ya que
encontramos “promesas sobreentendidas” que parecen no cumplirse. Tenemos
personas con vidas complicadas que no parecen tener recompensas evidentes y
manifiestas con el comportarse medianamente correcto desde el punto de vista
cristiano. Y aún más, tenemos vidas que terminan abruptamente y hasta trágicamente
en personas con una entrega a Jesús y con un compromiso manifiesto de su fe
espiritual.
Entonces
cualquiera puede preguntarse: la dedicación de una vida cristiana ¿no trae
“necesariamente” consecuencias positivas
en esa vida?
La respuesta debería ser que sí; que sí trae consecuencias positivas. Y
la consecuencia principal está en un cambio de óptica cuando percibimos algunas
situaciones terrenales. No es lo mismo una interpretación de un hecho de vida
de una persona no cristiana a la de un cristiano comprometido (real). Pero más
allá de esa visión diferente de la vida, las cosas difíciles parecen no estar exentas
a ninguno.
Entonces ¿para
qué tanto esfuerzo intentando cumplir con lo que Jesús decía? Imagínate, ¿“bendecir
a nuestros enemigos” para que después nos traten peor? ¿Tener tanta confianza
en Dios, para después morir de improviso?
Estoy poniendo
ejemplos extremos, ya que en realidad sí le va mejor a cualquier cristiano en
relación con el que no lo es (desde la simpleza de que se mete en menos
problemas); pero el cuestionamiento sigue siendo válido.
Y la pregunta a
reflexionar es: “el ser cristiano, ¿debe tener un impacto directo sobre nuestra
vida terrenal (situaciones terrenales)?”
Veamos que dijo
Jesús:
Juan 18:
35-36
(Reina-Valera 1960)
35 Pilato le
respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han
entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este
mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para
que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
Jesús como Rey y
Señor nuestro, fija las leyes de vida necesarias, las reglas, las normas, pero
para un mundo que no es este que conocemos, sino uno “fuera de este mundo”,
Estas normas, como todas, hacen que ese mundo funcione en armonía, funcione
bien, para que todos los que allí viven puedan disfrutar de felicidad eterna.
Juan 18: 35-36
(Reina-Valera 1960 )
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed
también en mí.
2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así
no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Si solo dejara la
reflexión hasta aquí, la reflexión que puede surgir espontáneamente es:
“entonces si las reglas son del más allá, pues las cumpliré cuando llegue a ese
lado”.
Suela lógico,
pero el punto necesario a pensar luego sería: si ese lado del “más allá” es el
“verdadero”, la “vida eterna”, ¿para qué entonces estamos vivos en esta “vida
falsa”?. Al final igual nos morimos después de muchas cosas buenas o malas y entonces
no nos llevaríamos nada.
La respuesta es
que estamos en “esta vida” para prepararnos para “la eternidad”. El mismo hecho
de que Jesús, el Rey y Señor de “ese mundo eterno”, viniera a este plano “hecho
hombre” (como un ser terrenal), es porque Él vino a traernos en persona esas
reglas de vida que debemos cumplir en “estado humano” para prepararnos para cuando
debamos entrar en su reino.
Es por esto mismo
que algunas de sus enseñanzas (“poner la otra mejilla” por ejemplo) no parece
tener sentido en nuestra realidad humana; pero júrenlo que hacerlo trae
ganancia, preparación y merecimiento para poder estar mejor al morir, para
poder entrar en el Reino de los Cielos.
¿Que no te quieres
morir? Es lo único que tenemos seguro. Mejor y nos preparamos, ya que tarde o
temprano presentaremos el examen que nos calificará en ese reino.
No puedo discutir
la sensación humana de que nuestra realidad terrenal depende mucho de nosotros
y de lo que hacemos; y por tanto se tiende a actuar sin muchos consejos
cristianos; ¿pero y la muerte?
Asumiendo que la
muerte te importe (y nos damos cuenta desde el mismo instante que ponemos todo
el empeño en mantenernos vivos) ¿estás preparado para ese momento inevitable
pero que tratamos de retardar al máximo?
Al igual que
intentas controlar tu vida terrenal: ¿podrás controlar tu muerte o lo que pase
en el más allá una vez que llegues? ¿Sabes siquiera qué vas a encontrar al
morir?
Mejor es prepararse para ese momento; y está
claro con esta reflexión que las enseñanzas de Jesús no son solo un asunto de
vivir bien, sino que es un asunto también de muerte; de llegar a ese plano del más
allá de la mejor manera posible.
Así que siendo
buen cristiano cultivarás tu estadía en la eternidad. Entonces y solo entonces,
la muerte se convierte efectivamente en un paso a una mejor vida.
Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
30 de marzo del 2014.
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