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lunes, 24 de abril de 2017

El fuego de la corrupción

Autor: ShaniShaktiAnanda

La corrupción puede corroer y destruir a una sociedad; al igual que el fuego puede destruir y consumir a un bosque.

Es muy sabio ver todo como procesos, lo cuales se repiten y se pueden extrapolar en diferentes planos de existencia. Así que antes de hablar del fenómeno de la corrupción, hablemos del fuego.

El fuego, como proceso químico de combustión, necesita de elementos que lo disparen y que lo mantengan. Si estos no están presentes, el fuego no se produce o desaparece. Pues la corrupción también.

Cuando se habla del fuego como proceso, se identifican a tres o cuatro elementos relacionados a este:

  1. El combustible (por ejemplo la gasolina): que es el elemento principal de la combustión, “lo que se quema”.
  2. El comburente: generalmente el oxígeno, que “permite que el combustible se queme”.
  3. La energía de activación: lo que inicia el proceso de combustión, por ejemplo una chispa (fuego o electricidad), o una fuente intensa de calor inicial.
  4. Y como cuarto elemento muchas veces se señala una “reacción en cadena”, con la cual el calor generado se realimenta al combustible y permite que este siga quemándose.

Esto forma lo que se conoce como el Triángulo del Fuego (o Tetraedro si se incluye el cuarto elemento).

De forma particular, no voy a incluir en esta explicación al cuarto elemento (a la reacción en cadena) porque lo considero una consecuencia del proceso, no un elemento adicional.

Si se analiza ligeramente el proceso de combustión, se puede ver que:

  • Si algunos de los elementos se elimina, el fuego se extingue o no se produce.
  • Si se acaba el combustible, ya no hay nada que pueda quemarse y el fuego se extingue.
  • Si se acaba el comburente, ya no hay nada que reaccione con el combustible y el fuego se apaga.

Si no hubiera energía de activación (por ejemplo una chispa) por mucho combustible o comburente que hubiese, el fuego no se iniciaría.


Evitar un fuego

Pero cuando se desea evitar o apagar un fuego ¿cuál de los tres elementos es más fácil o lógico de eliminar o controlar?

Pudiera considerarse evitar la energía de activación que inicia el fuego, pero esta tiene una característica de impredecible, que es difícil de asegurar. Una chispa o punto de calor intenso puede venir de donde sea.

Eliminar el comburente (oxígeno) es lo que se hace en algunos sistemas contra incendios; pero si hablamos de un bosque que se está incendiando ¿cómo quitamos el oxígeno a toda el área?

Como tercera opción (a lo mejor no la última) parece más sensato y efectivo eliminar o limitar el combustible (lo que se quema). De esta forma el fuego terminará apagándose de forma natural y no se volverá a encender por mucho calor o comburente que haya.


Fuego y corrupción.

El proceso de combustión que acabo de describir es sencillo; espero que no haya creado confusión.

Pero ahora ¿qué tal si extrapolamos este mismo proceso a eso que corroe y consume cualquier sociedad y que llamamos corrupción?

Lo primero que me voy a permitir hacer es identificar los tres elementos del proceso de combustión dentro de una sociedad. Me permito presentarlos en orden diferente para guiar la explicación.

  1. El comburente: lo que “permite que haya corrupción”; generalmente es el dinero, los bienes o las riquezas.
  2. La energía de activación: la “chispa” que inicia la corrupción; generalmente una o pocas personas o alguna institución de principios morales lastimosos. No se necesita mucha energía de activación para esto; suelen ser casos puntuales.
  3. El combustible: Es aquello que se “activa” con el dinero y comienza a quemarse (el comburente). Este es el punto álgido. Definitivamente debe existir algo que tenga “mucha afinidad con el dinero y que no mida acciones ni consecuencias a la hora de tenerlo”. Al igual que la gasolina se enciende sin consideraciones personales cuando se le acerca el fuego; una persona con una baja integridad personal es el combustible que comienza o mantiene la corrupción. El “combustible” (esa persona de baja integridad) diría: “no me des, solo colócame donde hay comburente”.
Solo estoy extrapolando el proceso de combustión.

Veamos entonces:
  • A pesar de que haya algunas pocas personas que comiencen y propicien la corrupción (como energía de activación), si esta no encuentra a personas poco íntegras (combustible), la corrupción (el fuego) nunca comienza.
  • Por muchos bienes o dinero que haya (comburente) si no hay persona poco íntegras como combustible, el comburente no puede reaccionar y la corrupción no se mantiene.

Es así de sencillo: el factor común que inicia o mantiene esa corrupción que acaba con una sociedad son las personas de baja integridad personal.


Apagando la corrupción

Pero en una sociedad, ¿acaso es lógico eliminar la riqueza (el comburente) para acabar con la corrupción? Pues no. Las sociedades deben tener riquezas.

¿Acaso es posible decir que se van a eliminar los focos “desafortunadamente naturales” de corrupción de algunos individuos o instituciones? Es imposible controlarlo y mucho menos asegurarlo; por mucho que se haga, siempre una chispa se puede escapar.

Pero lo que si es posible para una sociedad es comenzar a trabajar formando a personas íntegras; que sean un muy mal combustible para el fuego de la corrupción.

Es aquí donde entra el proceso de formación/educación en los ciudadanos jóvenes.


Abracadabra... 1, 2 y 3

Compulsivamente queremos que la corrupción desaparezca de nuestro alrededor por acciones puntuales; pero ese deseo está teñido, como de costumbre, por la inmediatez.

Buscamos perseguir culpables (generalmente aquellos que iniciaron la corrupción) como solución para la misma corrupción. Pero pensemos un poco: una vez que el incendio está prendido (el combustible y el comburente quemándose a millón) ¿la solución es apagar el fósforo que ocasionó todo?

Claro que hay que apagarlo para que no encienda otras cosas, pero eso nunca va a acabar con el fuego de la corrupción en una sociedad.

Es triste saberlo, pero luchar contra la corrupción es una lucha que se debe hacer formando a los miembros jóvenes de una sociedad; y a lo mejor puede tardar dos o tres generaciones en dar resultados.


Integridad, integridad

Espero que haya podido plantear la comparación necesaria entre el fuego y la corrupción; pero algo indispensable es terminar de entender lo que significa integridad.

Una cosa es integridad y otra muy distinta es honestidad. Le pido que busquen como referencia a Yokoi Kenji, excelente motivador y conferencista que las explica magistralmente (buscar en las redes sociales). Yo aquí voy a hacer un humilde esfuerzo de explicarlo desde mi contexto.

La honestidad plantea el actuar de una persona en función de un bien evidente, manifiesto. Para mi es el concepto del “buena gente”, de la persona que ayuda y piensa en beneficiar a los demás. Característica que no es despreciable.

Pero la Integridad se plantea en las personas que a pesar de no ver beneficios evidentes en sí mismo o en alguien, se atiene a las normas establecidas en una sociedad.

La integridad resume una enseñanza espiritual básica que he brindado desde hace muchos años; y que la he expresado en una de mis frases banderas: “hay que hacer lo correcto simplemente porque corresponde hacerlo.” (PAGR-SSA)

Ejemplos sencillos entre honestidad e integridad:

  • Una persona honesta no se le atraviesa a los carros en la vía pública, pero si no vienen carros atraviesa corriendo la calle por donde sea y cuando sea; simplemente porque le conviene pasar rápido “de forma personal”. Pero una persona íntegra se detiene en los semáforos peatonales en rojo, a esperar su turno a pesar de que no vengan carros o se dirige a las esquinas para cruzar; lo esté viendo alguien o no.
  • Una persona honesta no le roba el dinero a su amigo necesitado; pero se puede aprovechar del dinero que “a su entender” no tiene un destino cierto; “al fin y al cabo, si no es de nadie, entonces puede ser mío”. Una persona íntegra no se aprovecha de ningún dinero que no haya ganado con su propio esfuerzo; aunque no sepa de quien es o aunque no se vaya a utilizar para nada.
  • Una persona honesta respeta las leyes porque puede correr riesgo de pena; pero las puede incumplir si nadie lo ve o si no corre el riesgo de ser descubierto. Una persona íntegra cumple con las leyes aunque nadie salta afectado por su incumplimiento o aunque no lo vayan a fiscalizar.
  • Una persona honesta puede acomodar algunas reglas a su propia conveniencia o a la conveniencia de sus argumentos y motivaciones. Una persona íntegra cumple con las reglas establecidas; y si no le sirven o no las comparte, busca cambiarlas por los procesos regulares sin pasar por encima de nadie ni de nada.

Si nos sinceramos, podemos ver que vivimos en sociedades realmente honestas, pero muy poco íntegras. Nuestra propia educación no nos enseña a ser íntegros; si bien la honestidad sí puede ser un valor cultural.

Pero ¿quién puede enseñar a los jóvenes a ser íntegros a menos que sea una persona íntegra?

Cuando un niño aprender a convivir en sociedad, lo hace mucho por imitación o referencias conductuales de otras personas; ¿dónde están esa personas íntegras visibles?

¿Cómo hacemos para dejar de lado esa “viveza criolla” carente de absoluta integridad pero tan aplaudida por muchos y que divierte a otros tantos?

Por eso digo que puede tomar dos o tres generaciones para que se vaya formando el escenario donde la integridad personal no sea vea como una rareza, sino como la forma lógica de vivir.


Integridad y espiritualidad.

Si bien el concepto de integridad personal no parece estar muy presente dentro de nuestras actuaciones humanas; el comportamiento íntegro es la norma en una persona que se haya comenzado a interesar en su parte espiritual.

¡Cuidado! Por milésima vez aclaro que “espiritual” se refiere a nuestra relación personal con Dios. El término “espiritual” NUNCA se refiere ni a rituales, ni a energías, ni a buena vibra, ni a positivismo, ni a “maestros ascendidos”, ni a seres del más allá, ni a magia, ni a brujería, ni a esoterismo, ni a fenómenos paranormales o extrasensoriales, ni a adivinar el futuro, ni a astros, ni a sueños, ni nada de eso.

Entonces, si la integridad personal está intrínsecamente relacionada con nuestro espíritu y por lo tanto con la adopción de lineamientos espirituales en nuestras vidas, debo hacer la pregunta: ¿qué carrizo han hecho nuestras iglesias modernas en nuestras sociedades?

¿Dónde está el problema, por ejemplo, cuando vemos a niños en servicios religiosos preparándose para los sacramentos, hablando y jugando entre ellos, aprovechando que “no los ven”?

¿Dónde está ese respeto mínimo hacia lo que se le está enseñando, lo que deberían respetar aunque nadie los vea?

¿Dónde está el problema en un país con un alto índice de corrupción pero que a la vez tiene el bautismo, la primera comunión y confirmación casi como requisito indispensable de convivencia social?

Y hablo de las instituciones religiosas y no de las familias, porque las familias pueden carecer de integridad, pero lo religioso tiene intrínseco el comportamiento íntegro.

Hay que tener mucha integridad en honrar y respetar a Dios dentro de sus lineamientos espirituales, sin tener de forma evidente la pena por incumplimiento. De hecho, las personas suelen no cumplir con Dios, porque no ven el supuesto castigo.

Y no pretendo criticar a las religiones porque yo mismo me siento parte de ellas, ya que son necesarias cuando son bien presentadas. Cuando mucho me planteo una dura reflexión.


Pues sí, ¿lo espiritual/religioso para combatir la corrupción? Por supuesto.

La corrupción es un proceso total y absolutamente humano. Nada que sea realmente espiritual puede ser corrupto. En otro momento podré plantear las razones.

¿Será que hay que recuperar la verdadera religión?

Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 480AS. (24 de abril del 2017)http://www.shanishaktiananda.com
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Palabras-claves: corrupción, sociedad, religión, normas, comportamientos, honestos, honestidad, íntegros, integridad

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