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martes, 27 de noviembre de 2012

¿Quién eres? ¿Qué significas? - Autoconsciencia

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Nadie debería ir por el mundo sin estar consciente de su identidad; y cuando esto ocurre de forma patológica, se requieren cuidados especiales, acompañamiento constante, a lo mejor de reclusión.

Si bien se puede alegar que esta consciencia personal está clara para muchos de nosotros; respuestas a ¿quién soy?, ¿qué hago?, ¿dónde estoy?, ¿para dónde voy?, ¿qué esperan de mí? y ¿qué significo yo para los demás? son respondidas sólo de forma parcial por nosotros mismos, únicamente desde nuestros planos físico/terrenal, mental y a lo mejor emocional.

El conocimiento adecuado de estas respuestas es lo que yo llamo “Autoconsciencia” o “Autoconocimiento”, y no sólo como se explica anteriormente, sino bastante más profundo, porque nuestro bienestar (ya lo he dicho muchas veces) no está condicionado sólo por nuestros planos físicos, mentales ni emocionales, sino que aspectos más sutiles como el energético, astral, kármico y espiritual tienen la capacidad de modificar nuestro bienestar fuertemente para bien o para mal.

Nuestro bienestar debe ser integral”, es otra frase muy repetida, y a esto se llama un bienestar completo, verdadero, legítimo. Al igual que nadie puede ser completamente feliz estando físicamente bien pero emocionalmente perturbado, nadie puede estar legítimamente feliz sin felicidad espiritual, por ejemplo.

Este término de Autoconsciencia se acuña dentro del proyecto de Evolución Consciente y representa uno de los Dones Espirituales que debemos cultivar para poder evolucionar, sanar, crecer. Es uno de los dones más básicos y principales que sirve de puntal para trabajar algunos de los otros (Humildad, Compasión, Tolerancia, Servicio, etc.)

Cuando nos referimos a Autoconsciencia desde el punto de vista espiritual es importante pararnos con los pies firmes y asegurarnos que entendemos la idea de que somos Seres Espirituales. Aceptar en algún grado de que “somos seres espirituales con experiencias terrenales en vez de seres terrenales buscando experiencias espirituales” es básico para comenzar a desarrollar la Autoconsciencia. Si una persona se percibe sólo como “carne y hueso” y a lo mejor algo de inteligencia (mente) pues de plano está imposibilitado en su crecimiento espiritual; mejor que siga disfrutando de su terrenalidad hasta que su espíritu se fastidie y se lo reclame.

La Autoconsciencia no es sólo un concepto que se estudia y se aprende, no es un conocimiento intelectual sino que es una consciencia espiritual de sí mismo que se debe reflexionar y experimentar y que busca responder preguntas similares de: ¿quién soy yo más allá de mi ser terrenal?, ¿qué estoy haciendo o qué debo hacer para tener bienestar espiritual?, ¿para dónde voy con mi Espíritu?, ¿cuáles son mis objetivos en esta vida? ¿quién es Dios para mí?, ¿qué significo yo para Dios? y ¿qué espera de mi Dios?

El trabajo de desarrollo de la Autoconsciencia no es sencillo ni rápido, pero es vital si queremos hacer algo más productivo con nuestra existencia que sólo gastar unos cuantos años respirando para luego terminar en cenizas.

En procesos de Sanación (con mayúscula) es importante abordar el trabajo del aumento de la Autoconsciencia. El trabajarla es comenzar a dejar el papel de víctimas, comenzar a tener confianza que se puede salir adelante (sin importar el estado ni los resultados) y por supuesto es indispensable para que aflore la tan solicitada Fe en Dios (la verdadera, no la que ejercemos para ver “si da resultado”)

Por ejemplo, si alguien se sabe (desde la Autoconsciencia) que es hijo de Dios, ¿cómo puede pensar que él le castiga?, o que le va a abandonar, o que sólo le va a dar su misericordia cuando a él me parezca. Una persona que se reconozca verdaderamente como hija de Dios (que lo sepa con su espíritu, no con su mente) siente la presencia de su Padre en cada instante y no le abate el sufrimiento (aclarado ya muchas veces la diferencia entre dolor y sufrimiento)

La Autoconsciencia también nos permite conocer nuestras fortalezas y debilidades para ofrecer un Servicio óptimo o para reforzar nuestro trabajo personal.

Pero ¿cómo se trabaja la Autoconsciencia? La respuesta nuevamente es con tu religión; una religión bien explicada, bien llevada y bien practicada; no estando demás la asistencia real (no de libros) por Guías o Maestros que la conozcan.

En fin, si queremos ser verdaderamente libres de ataduras auto-impuestas; si queremos no vivir recluidos en situaciones de las que no sabemos salir; si queremos recorrer este mundo (que es también espiritual) sin ir dando tumbos y con algún rumbo establecido; si queremos ser útiles desde nuestras verdaderas fortalezas; si queremos saber qué cosas debemos trabajar para estar cada vez mejor, si queremos sentirnos siempre en buena compañía; debemos estar claros espiritualmente. Es tu Autoconsciencia, eres tú, es tu decisión.

"Autoconsciencia: conócete a ti mismo pero desde lo que de verdad eres: hij@ de Dios". PedroAGómezR.

Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 27 de noviembre del 2012
Twitter: @eReiki

jueves, 22 de noviembre de 2012

El Reiki como terapia complementaria

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Este debe ser como el quinto artículo que escribo con el mismo título pero como es tan importante y como siempre se puede argumentar lo mismo de diferentes maneras, nunca está demás volverlo a tocar.

El Reiki es una excelente terapia energética, pero puede llegar a ser extremadamente peligrosa; me explico.

Uno de los primeros errores a mi parecer que se cometen con el Reiki es catalogarlo como terapia alternativa. Alternativa generalmente se entiende como Sustitutiva y el Reiki nunca debe utilizarse como forma de atención primaria cuando se busca recuperar el bienestar  (una vez que lo perdemos). El Reiki sí es una forma EXCELENTE para mantenernos sanos; pero recuperar el bienestar es una guerra y hay que enfrentarla con las armas mas adecuadas para el campo de batalla donde se libra y por supuesto con la mayor variedad de estrategias posibles.

Si estamos librando una batalla en el desierto, no vamos a utilizar lanchas para hacer avanzar las tropas, pero sí a lo mejor para llevarlas hasta la orilla más cercana al desierto. Si estamos en montañas escarpadas no vamos a lo mejor a utilizar paracaidistas, pero si tropas terrestres que puedan escalar.

De forma similar, si nuestro problema está en plano físico no vamos a utilizar solo energía para sanarlo; la energía por supuesto que ayuda pero el abordaje debe ser en plano físico. Si el problema es emocional, claro que energéticamente puede propiciarse la estabilización emocional pero a lo mejor hay que buscar cambiar formas de ver la vida para dejar de depender de tanta asistencia externa.

Afortunadamente la energía vital (el Ki que se maneja con Reiki) está presente en TODOS los procesos que nos definen como seres vivos: procesos biológicos, mentales, emocionales, energéticos, astrales, kármicos y espirituales, de eso nadie tiene dudas. La cuestión es el impacto positivo mas o menos directo (o mas o menos rápido) que esa energía vital puedan tener sobre algunos de esos procesos.

Si nos hacemos una herida en un dedo, corremos a lavarla y desinfectarla para que no pase a mayores; actuamos con procedimientos físicos porque tanto la herida como las bacterias son físicas. ¿Que podemos quedar luego dando Reiki para que los procesos de protección inmunológica y de cicatrización se lleven de mejor forma?, claro que si (sin descuidar las atenciones físicas subsecuentes); allí la energía sí es prudente de utilizar como atención complementaria a lo que estamos haciendo.

Siempre que tengamos un mal debemos actuar con las herramientas mas apropiadas al caso, pero sin descuidar todas las otras herramientas útiles que con seguridad nos sirven; y el Reiki es una de ellas. La herramientas mas apropiadas pueden ir desde la atención médica especializadas hasta acciones personales con intencionalidad clara de mejorar.

Y esto marca lo potencialmente peligroso. El Reiki suele ser tan bueno en muchos casos (principalmente cuando la causa del malestar tiene origen energético) que se suele pensar como única herramienta en el abordaje de otros casos no directamente energéticos.

Una de las tendencias mas generales con esa idea es asumir terapias de Reiki y no hacer más nada; dejar que el Reiki – y el pobre reikista – sean responsables de la mejoría.

No, no, no, “a Dios rogando y con el mazo dando”. Cuando recibimos Reiki, recibimos Energía Vital Universal para que nuestros procesos de sanación se lleven a cabo de la mejor forma; pero debemos muchas veces promover esos procesos de sanación.

Se ve muy claro en algunos casos. Por ejemplo tenemos problemas en nuestro trabajo (o con nuestras parejas), comenzamos a recibir Reiki pero no hacemos el esfuerzo de modificar de nuestra forma de enfrentar la situación. La energía adicional SEGURO que te va a servir para que el esfuerzo que tu pongas te rinda muchos mejores frutos, pero el trabajo debes hacerlo tu.

Otro ejemplo típico, no tenemos empleo, comenzamos con Reiki, pero ni salimos de la casa a entregar nuestros currículos. La energía Reiki recibida en el mejor de los casos se utilizará en otras cosas, a lo mejor para que las uñas te crezcan mas fuertes.

Por el contrario, si le estamos poniendo corazón a sanar por cualquier medio, por cualquier terapia, por cualquier técnica; nuestro Ser estará ávido de energía adicional para hacerlo “más rápido o de forma menos traumática o de forma más duradera”. En estos casos el Reiki es inmejorable, no solo por la efectividad de la entrega y la recepción sino por lo fácil de recibir.

Si esto no se entiende, como reikistas o como receptores, el Reiki no pasará de ser una pobre terapia que a veces funciona y a veces no. El Reiki SIEMPRE funciona ("a pesar de reikistas" como dirían algunos amigos españoles) el problema es que debemos asumirlo como terapia para complementar todo el esfuerzo que estamos poniendo por estar cada vez mejor.

Un fuerte abrazo de Luz.

Namasté

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 22 de noviembre del 2012
Twitter: @eReiki

martes, 20 de noviembre de 2012

El perdón

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

El perdón no existe. Debo comenzar con esta frase porque resume lo que quiero plantear en este texto. No existe por lo menos desde la forma en que muchas veces lo vemos y, claro está,.desde mis enseñanzas.

El perdón en muchas tendencias filosóficas actuales se ha presentado como algo que debemos aprender, cultivar y alcanzar. Pareciera que el perdón es “algo” que existe con forma propia y que podemos trabajarlo.

Hablando desde el punto de vista estrictamente místico/espiritual el perdón no es “un algo”, sino que es una consecuencia de otro proceso conocido como Crecimiento Espiritual. Muchas personas se esfuerzan en llegar a perdonar como una meta pero no saben el camino y creen que forzándose a sentir perdón o argumentándolo o convenciéndose, van a dar un brinco desde donde están y van a caer en esa meta. Pues esto no funciona así.

Cuando hablamos del perdón todos sabemos que no hablamos de una actitud únicamente mental, ni si quiera emocional. El perdón que muchos buscan es un estado espiritual, es algo que se debe sentir en el espíritu para que sea real.

La mente siempre puede argumentarse un estado de perdón y creérselo, aún cuando no se haya conseguido. El perdón no es olvidar, eso se llama amnesia.

De la misma manera se puede correr el riesgo de que los sentimientos a perdonar se pueden solapar con otros sentimientos y así esconderlos, saliendo a flote en los momentos difíciles.

Cuando se consigue el estado de perdón nos encontramos en un estado puro, sin procesos mentales forzados, ni sentimientos ignorados u ocultos.

Pero si el estado de perdón se consigue desde el Espíritu, ¿cuál es el proceso para alcanzarlo? ¿Qué cosas se deben trabajar para llegar a ese estado de perdón?

El estado de perdón se logra como consecuencia de trabajar algunos de los Dones del Espíritu. La definición de estos Dones es un tema continuo de meses compartiendo dentro del grupo de Evolución Consciente y escapan de las pocas lineas de este texto; pero sí vamos a acotar lo necesario.

El perdón aparece por sí solo cuando se logran desarrollar niveles adecuados de los Dones de Compasión y de Desapego. La definición de “niveles adecuados” se enmarca según lo intensa de la “situación a perdonar”. Situaciones sencillas se podrán sentir perdonadas con bajos niveles de Compasión y Desapego y en situaciones mucho mas sensibles se requerirán mayor niveles de dichos dones.

El perdón no es un Don del Espíritu, por lo tanto no se puede trabajar en un proceso de crecimiento espiritual; la Compasión y el Desapego sí. Cuando una persona alcanza algún nivel de Compasión y algún nivel de Desapego, tendrá alguna capacidad para “perdonar”.

Pero sólo decir esto puede ser confuso, porque cuando hablamos de espiritualidad la Compasión puede no entenderse como lo indican los diccionarios y el Desapego debe entenderse en este caso como el desapego a los resultados (mi política de “Cero expectativas”)

Podríamos resumir la Compasión como el entendimiento de que todas las personas, hagan lo que hagan y sean lo que sean, siempre están tratando de hacer sus mejores esfuerzos desde sus capacidades limitadas (con sus propias miserias) aunque muchas veces no logren conseguir los resultados mas afortunados para todos.

Como término la Compasión puede entenderse, lo difícil es la interiorización a nivel espiritual. Ya sabemos que el entendimiento no define el desarrollo espiritual, así que llegar a ser Compasivo es una actitud que se aprende lentamente.

Si hablamos de Desapego a lo mejor se entiende de forma mas directa. El Desapego a los resultados o “cero expectativas” en un Don del Espíritu que invita a no quedarnos esperando que algo suceda ni quedarnos enganchados a algo que debió haber sido diferente.

Por ejemplo, cuando queremos llegar al perdón de una “falta” de un tercero, generalmente no entendemos el porqué real de su actuación desafortunada para nosotros (no somos compasivos) y podemos haber esperado que lo hiciera diferente o que se disculpara (tenemos expectativas).

Si pudiéramos ser compasivos y no tener expectativas automáticamente perdonaríamos la situación, ¿se ve claro?

Pues no espero que esté claro en estas pocas líneas lo que se puede tardar años (y tal vez vidas) en aprender desde el Espíritu (recuerden que trabajo en “cero expectativas”), pero la idea se ha planteado.

Olvídense de lo que la gente llama ”el perdonar”. El perdón no es algo que se cultiva, que se pueda trabajar. En cambio debemos enfocarnos en trabajar los Dones del Espíritu, en particular la Compasión y el Desapego, para así llegar al estado de perdón de forma automática.

Por esta razón se dice sabiamente que el “Perdón sólo es de Dios”. Por lo tanto no es algo en lo que podamos trabajar de forma personal pero si conseguirlo a través de Dios; del trabajo de nuestro espíritu que es una gota misma de Dios en nosotros.

Muchas veces se lee en la Biblia la indicación de que debemos perdonar, pero mas allá del nombre que se le dé, se está refiriendo a trabajar los dones ya citados.

Mateo 6:12
Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

El tener deudores es tener personas que deberían resarcirnos de algo (dinero, favores, ofensas). Por tanto el perdonarlos es simplemente dejar de esperar que nos cumplan (cero expectativas). Si lo hacen, pues bien, pero no podemos engancharnos en las deudas.

Si tenemos Compasión sabemos que nuestros deudores están haciendo todo lo posible por correspondernos y con Desapego les damos el tiempo necesario para hacerlo; entonces estaremos en el estado del “perdonarles”.

Este bello pasaje es parte de nuestras oraciones, ¿cuántas veces erramos en nuestras acciones y pedimos a Dios que tenga Compasión por nosotros, con la promesa de que nosotros también lo haremos con nuestros semejantes?

En otro pasaje leemos:

Mateo 18:21-22
21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete.

En este pasaje se recalca que una vez que hayamos desarrollado de verdad los dones necesarios para el estado de perdón; una vez que estos dones sean una fortaleza de nuestro espíritu, podremos estar en ese estado de perdón de forma rutinaria (perdonaremos todas las veces que sean necesarias) ya que se habrá convertido en algo normal. Esto confirma que el perdón es un estado del espíritu, no es algo que se hace con esfuerzo.

Nunca sanas ninguna situación con algo que se llame “perdón”; el “perdón” es un estado que aparece una vez que hayas sanado la situación. #PedroGomez

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 20 de noviembre del 2012
Twitter: @eReiki

lunes, 19 de noviembre de 2012

Las reglas claras – El amor de Dios

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Muchas personas se separan de Dios debido a la poca comprensión que se tiene sobre Dios mismo. Cuando muchas personas tratan de buscar a Dios en sus vidas, a veces parece estar pero otras veces no; y me refiero a encontrar su bondad, su asistencia.

El argumento más trillado en el desconocimiento de Dios es la gran cantidad de “infortunios” por las que pasa la humanidad, dicha humanidad creada supuestamente por Él mismo. Una humanidad compuesta por supuestos hijos suyos, a los cuales ama a todos por igual pero que constantemente está sometida a miserias, vejaciones, calamidades y sufrimientos. Y él allí, viendo, en el mejor de los casos asegurándose de que el “castigo” se lleve a cabo de forma correcta o que le oren de forma adecuada para enviar su misericordia, además claro está del merecimiento necesario para que él actúe.

Si se tiene un poco más de fe, los argumentos anteriores se cambian por otros más inocentes, pero iguales de inciertos: “es voluntad de Dios”, “Dios sabe porqué suceden las cosas”, “Dios lo quiere así”, “Dios sabrá”, “Dios no te da peso más grande del que puedes cargar”, “más adelante se ganará el Cielo”, etc, etc, etc.

Aceptar cosas por acto de fe es algo muy importante en la mayoría de las religiones, pero esa fe se ejerce no sobre cosas que no tienen explicación, sino sobre cosas que nosotros en particular no hemos entendido; o que aún no nos han explicado.

En cualquier circunstancia y bajo cualquier argumento que se esgrima, no debemos olvidar que si algún epíteto debemos darle a Dios con certeza es el de un Dios amoroso.

En las terapias de Alineación con la Fuente trato este tema con mayor detalle y mejor argumentado, pero quiero plantear aquí una visión del Amor de Dios.

Amor no es complacencia, amor no es sobreprotección, amor no es desigualdad. Si tomamos cualquier acto desafortunado podemos hacer un análisis profundo y encontrar dualidad en él. En la mayoría de los casos el análisis es muy estricto y difícil de realizar, sobre todo porque debemos eliminar nuestros sentimientos de ellos; así podremos ver que toda situación tiene tanto negro como blanco y además tonos de grises.

Voy a poner una situación trivial y sencilla. Nos levantamos un día en el que tenemos una presentación de trabajo importante, para la cual nos habíamos preparado desde varias semanas atrás, con mucho esfuerzo. A la hora de salir nuestro vehículo no enciende, después de varios intentos, los minutos se consumen y cada vez está más lejos la posibilidad de llegar a tiempo a la reunión y cumplir con la meta. Desesperadamente llamamos a un taxi, ofrecemos pagar el doble de la tarifa si nos hace llegar a tiempo y finalmente todo va bien luego de mucha angustia.

Lo que parece una situación difícil para nosotros, a lo mejor resulta ser la respuesta a las oraciones que el taxista elevaba a Dios la noche anterior por un dinero adicional que necesitaba para su familia; o para el mecánico que nos reparó luego el carro, con ese dinero inesperado pudo completar el dinero para pagar el préstamo que estaba por vencerse; e inclusive para tu jefe luego de enterarse del inconveniente aprecia a un más tu dedicación y aumenta su consideración hacia ti.

Si bien todo esto parece un guión de película rosa, si hacemos un sincero esfuerzo en cualquier situación, quitándonos primero el papel de víctimas, podemos encontrar cosas que no son tan nefastas en situaciones que nos afecten negativamente; la mayoría de las veces puede hasta adivinarse las intenciones del Director de esta película.

Y ese es el punto. Cuando argumentamos el Amor de Dios y que ese Amor debe ser igual para todos, a veces no parece manifestárseles a todos por igual. El Amor de Dios debe poder argumentarse desde otro punto de vista. Veamos.

No hay acto más amoroso, o por lo menos debería verse así, que cuando se nos permite actuar según nuestras propias necesidades personales (libre albedrío) pero otorgádonos un entendimiento claro de todo lo que puede pasar o todas las consecuencias de nuestros actos, y más aún cuando se nos enseñan antes todas las reglas que rigen nuestra existencia.

Si supiéramos cómo funciona nuestra realidad con sus pros y sus contras, con las relaciones de acción-reacción de nuestros actos y si tuviéramos una consciencia cierta de nuestras capacidades y limitaciones (lo que llamo Autoconsciencia en Evolución Consciente) pues sería muy fácil vivir. En este caso pudiéramos entender y por tanto prever las consecuencias de nuestras acciones y escoger la forma más afortunada de vivir.

Si nuestro guardián (de nosotros simples seres amarrados a este cuerpo y a este planeta y a este universo) nos diera toda esta información de cómo funciona el Universo pues la cosa sería más sencilla. Eso si sería Amor de verdad.

No es cuestión de dar un pez, es cuestión de enseñar a pescar. No quiero migajas de bienestar, quiero poder saber cómo obtenerlas. Y eso mismo hace Dios.

Cuando se habla a nivel místico del Amor de Dios, precisamente eso es a lo que debemos referirnos. Dios ha tenido la bondad máxima para con nosotros al crear el Universo, inamovible, con todo su funcionamiento establecido, todas las reglas fijas y colocarnos en este campo de juego donde no hay casualidades, ni discrecionalidades; donde todas las reglas están claras.

La Santa Biblia nos apunta el simbolismo que Dios creó el Universo en siete días y cuando “Dios vio todo lo que Había hecho, y he aquí que era muy bueno” bendijo toda la creación y descansó al séptimo día (Génesis 1:1-2:3). Estas palabras a nivel de una ejecución de proyectos indican que todo se verificó, que todo funcionaba bien, que no se habían quedado cabos sueltos, que no necesitaba - ni necesita - ningún ajuste y “a otra cosa mariposa”.

Desde el comienzo del Universo las reglas de juego han estado claras; el Universo viene funcionando igual que siempre y así seguirá; y nosotros como parte de este universo estamos regidos por esas reglas, las conozcamos o no, las creamos o no, o las entendamos o no.

Pero con esto surge un tercer argumento en contra de Dios. Bien, no desconozco a Dios, bien, puedo no necesitar actos de fe para vivir, pero nadie aún me ha dicho cuales son las reglas que rigen mi existencia ¿o sí?

Pues lo que voy a decir casi que lo pueden adivinar. Estamos rodeados de referencias de cómo funciona el universo, y no hablo de un funcionamiento físico o químico ni hablo del espacio interestelar; hablo del funcionamiento que nos toca la vida, nuestra mente, emociones, energías, espíritu. Estas referencias o reglas de cómo funciona el universo generalmente son complejas para digerir, por lo tanto son dadas en parábolas, anécdotas, historias, mitología, ya que deben darse a conocer a TODOS y no sólo a un grupo de elegidos intelectuales. Esta tarea de difusión la han venido realizando las diferentes religiones a lo largo de la historia.

Los preceptos religiosos, las consejas, las prácticas de vida, las referencias de cómo actuar para vivir bien, son ejercicios prácticos de dichas leyes de funcionamiento del universo que afectan nuestra realidad de vida. Es más fácil educar para la vida a toda la humanidad a través de esa forma práctica, a esperar que esa misma humanidad intelectualice esas leyes antes de utilizarlas.

Y cualquiera pudiera ahora argumentar que si esto que planteo es cierto, pues las religiones han fallado en el intento de informar (aunque sea de forma práctica) estas leyes de vida. Sí, el argumento es válido, tanto como el de cualquiera que le haya ido mal en una universidad por no estudiar y diga que esa universidad es pirata. A muchas personas las religiones les han servido, y de mucho.

No es cosas ahora de buscar culpables del infortunio de nuestra humanidad. Estas leyes las manejan desde siempre las religiones oficiales, expresadas como digo en sus libros sagrados y en sus enseñanzas. Pero fuera del ámbito religioso-social y algo más oculto, esas leyes se manejan en el área del misticismo y son conocidas como Leyes Universales.

¡Pero Cuidado! En esta Era de Acuario muchos manejan el concepto de Leyes Universales y muchos las puntualizan y las recitan de memoria; pero a veces no se comprenden de forma integrada. Algunos autores dicen que son siete, otros dicen que son doscientas una, y los demás van entre esos números. Una búsqueda en el ciberespacio pueda dar cualquier cantidad de documentos sobre leyes universales y muchos de ellos son repeticiones del mismo y en algunos diferentes no hay consistencia.

Las Leyes Universales deben estudiarse dentro de un ambiente místico, guiado, consistente con otras enseñanzas que le den soporte a la información. No son cosas que sean de aplicación inmediata luego de alguna lectura de un artículo o de algún libro. Las Leyes universales deben entenderse desde un contexto integral que aborda desde el plano físico, mental, emocional/energético hasta el espiritual, ya que se aplican a TODO el Universo.

Últimamente se están haciendo bonitos intentos de dar esta información más detallada a la humanidad y no sólo quedarse con los preceptos religiosos sin explicación, pero la información aun sigue siendo complicada de asimilar.

Estas Leyes Universales son las reglas claras con las que Dios planteó el funcionamiento del Universo y debemos considerarlas sea como sea la forma en las que nos las hayan inculcado.

Si queremos entenderlas más, pues podemos siempre emprender alguna enseñanza mística seria (mas allá de la lectura de libros, asistencias a charlas o lecturas en Internet). Si no nos llama la atención ese tipo de formación pues mejor temprano que tarde debemos comenzar a abrazar alguna religión y aunque no entendamos el porqué se nos invita a actuar de tal o cual manera, debemos tener la certeza que detrás de esos consejos están plasmadas todas las reglas de juego que evidencian el Amor que Dios nos tiene.

Y sin desmeritar ninguna otra fe religiosa diferente de la mía cristiana, recordemos cuando se dice que:

Juan 3:16-17

16 Porque tanto Amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.”

El Amor de Dios no se centra en el hombre aquel llamado Jesús de Nazareth, sino en lo que él vino a enseñar, a sus consejos, preceptos, mandamientos, anécdotas, metáforas, aclaraciones, donde están magistralmente reflejadas todas las Leyes Universales necesarias para vivir (salvarnos en nuestras situaciones difíciles) en esta etapa de nuestra evolución. Cualquier otra doctrina seria podría decir lo propio dentro de su ámbito de enseñanza y seguramente tendría razón.


Entonces el Amor de Dios va más allá de las cosas buenas que nos puedan suceder, sino que se manifiesta en el hecho de que nos tiene viviendo en un universo invariable creado por Él , con reglas claras de funcionamiento y que más de una vez nos han sido presentadas. El punto entonces es re-descubrirlas y comenzar a considerarlas en nuestras vidas.

Esta no será la última vez que hablaremos de esto; para el año que viene (2013) plantearemos un espacio de aprendizaje para ir aprendiendo sobre Las Reglas Claras de Vida; espéralo.

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 19 de noviembre del 2012
Twitter: @eReiki

martes, 13 de noviembre de 2012

Conexión kármica entre Maestro y Discípulo

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

La relación que se plantea entre un Maestro y un Discípulo va mucho más allá de lo que la mayoría de las personas se imagina. Esta relación excede el compartir en un ambiente de aprendizaje, de la instrucción o de un título conferido; la relación real se plantea a niveles espirituales o mejor dicho a nivel kármico.

Para que un Maestro (Espiritual) pueda serle útil a alguien (discípulo) es indispensable que se forme un enlace kármico especial entre ellos dos. Los lazos (o compromisos) kármicos existen entre todas las personas que interactúan y pueden originarse de la misma interacción o venir de situaciones compartidas en el pasado que generaron energías que hay que volver a tratar.

La conexión entre Maestro y Discípulo se establece y puede no deberse a compromisos kármicos anteriores, pero se lleva a cabo para efecto de la enseñanza. Esto no es un proceso sencillo, ni automático, ni inocuo, es algo muy delicado para el Maestro y por tanto de muchísimo provecho para el discípulo si se lleva correctamente.

Esta conexión kármica es a través de la cual se ayuda al discípulo a crecer espiritualmente. Debemos recordar ahora lo que más de una vez he definido como crecimiento espiritual (cita personal):

Somos seres espirituales (espíritus) atados a planos inferiores (astral, energético, emocional, mental y físico) por causa de las energías en nuestro cuerpo causal (karma). Mientras estemos viviendo nuestra experiencia desde los planos más inferiores de existencia, más sufrimientos tendremos. Cuanto menos karma negativo (pecado) tenemos, menos lastre tendrá nuestro espíritu y podremos experimentar nuestra existencia en planos superiores (más espirituales) de mayor bienestar”

En definitiva, nuestro espíritu crece (se aligera) mientras vayamos limpiando (sanando, quemando) nuestro karma (pagando nuestros pecados)”

El fin del crecimiento espiritual es la disolución del karma (de los pecados)”

Todas las religiones ponen cómo meta para los hombres llegar (subir) al cielo (con diferentes nombres) y sólo podremos llegar si estamos suficientemente “ligeros” de pecados (o de karma). Así que de alguna forma u otra debemos aligerar el lastre de nuestro espíritu.

Además, todas las religiones detallan el trabajo kármico desde dos enfoques posibles: uno es limpiar el karma (pecado) existente en nuestro pasado, y el otro dejar de acumular más karma (pecado) en nuestro presente.

El cómo hacer este trabajo kármico escapa de este escrito, pero la práctica de la religión y las lecturas de sus textos sagrados son el medio idóneo de conseguirlo.

Con este impacto del karma en nuestra evolución, podemos volver a la relación Maestro - Discípulo desde el punto de vista kármico.

Un Maestro Espiritual es alguien (encarnado o no) que se compromete con un Discípulo para aligerar su peso kármico y ayudarlo a crecer espiritualmente. El involucrarse con el discípulo no es sólo a nivel de instruccional o de consejos, no es sólo enseñar técnicas o rituales (eso sería un mero instructor o facilitador). El trabajo kármico se realiza en planos no evidentes (sutiles), donde, por ejemplo. la mente no entra en juego.

Por eso es que hay que hacer diferencia real entre un Maestro Espiritual y algunos otros que no lo son. Un maestro de Reiki o de cualquier técnica de sanación, o un maestro metafísico, o un maestro de meditación, o un maestro de artes marciales NO son Maestros Espirituales, ya que a pesar de que pueden enseñar cosas que ayuden a tu espíritu, ninguno de ellos necesariamente se involucra con tu karma.

Y este involucrarse con el karma del discípulo comienza con el tender un enlace kármico entre los cuerpos causales de ambos. Este enlace podría parecer hasta cierto punto peligroso, no solo para el Maestro, sino para el indefenso discípulo, ya que cuando un enlace se forma entre dos puntos, las cosas (el karma) pueden comenzar a fluir de un lado hacia el otro. (¿Qué?!!!)

Y sí, el compartir karma no se puede hacer a la ligera. Ya en nuestra cotidianidad estamos atados kármicamente con todas las personas con las que convivimos; vivimos acumulando karma con nuestro accionar (karma positivo o karma negativo); la misma vida (Dios) nos propone constantemente escenarios kármicos para ofrecernos la oportunidad de limpiar nuestras energías discordantes en ese plano y así aligerar nuestro espíritu y llegar al cielo (sin contar que muchas veces perdemos esas oportunidades por no reconocerlas o no saber cómo actuar de forma apropiada)

El exponerse a estos escenarios kármicos (experiencias de vida) no es lo único que se necesita para limpiar el karma. El karma hay que disolverlo a través de ciertas capacidades del espíritu (que yo enseño como Dones Espirituales) que se van cultivando con el tiempo y que escapan a capacidades cognitivas o emocionales del Ser (aunque puede pasar por ellas a la hora del aprendizaje). Cuanto más cultivados se vayan teniendo esos Dones Espirituales, mayor es la capacidad de disolver el karma.

Pero si estas ataduras kármicas son naturales con todos nuestros relacionados y las oportunidades de limpiezas son constantes, ¿qué papel juega un Maestro Espiritual?

En plano más terrenal, el Maestro Espiritual puede enseñarte a reconocer las oportunidades de limpieza kármicas y la forma de actuar en ellas, pero eso es lo más trivial que hace. En planos sutiles un Maestro Espiritual es capaz de asumir tu karma para limpiarlo con su mismo espíritu y así aligerarte la carga para que puedas crecer más rápidamente. El cómo lo hace el Maestro escapa también del alcance de estas líneas.

Pero todo este trabajo no es automático. No es cosa ahora de que el Maestro corre con todo el trabajo sucio y el Discípulo se desentiende del proceso. Tanto para formar el enlace Maestro-Discípulo como para que se mantenga operativo y se realice el trabajo en conjunto, hay condiciones que se deben dar:

  1. El discípulo debe escoger al Maestro (nunca al contrario) ya que es el discípulo el que debe permitir el establecimiento del enlace kármico a través del cual el Maestro Espiritual podrá trabajar.
  2. Pero no es sólo una selección intencionada, sino que es una selección práctica que está condicionada primero por: una empatía espiritual que debe existir entre los dos y aún más importante por una actitud que el Discípulo debe mantener ante el Maestro. La forma en que un Discípulo debe abordar la relación con su Maestro Espiritual está descrita en extensión en textos místicos/sagrados, pero en forma general esta comienza con la devoción, el respeto, la consideración, la humildad hacia la enseñanza, la aceptación, la fidelidad, entre muchas otras.
  3. Pero ese asumir de la carga del discípulo no es como terapeuta. Ningún karma se puede sanar sin escenarios kármicos (situaciones), y en todo escenario kármico está comprendidas las relaciones interpersonales. Es indispensable que el Discípulo comparta con el Maestro. Un compartir que va más allá de una relación interpersonal amigable, o una interrelación casual de charlas eventuales. El Discípulo debe seguir al Maestro (nunca al contrario) y este seguimiento incluye el interés por conocerlo, el interés por oírlo, el interés por reflexionar en sus enseñanzas y el interés (sin cuestionamientos) de aplicar sus métodos (mientras que no atenten contra el mismo discípulo y su realidad).

Si estas actitudes se mantienen en el tiempo, el enlace kármico es posible y sostenido, dándole al Maestro Espiritual injerencia en el karma del Discípulo, y es a través de sus propios Dones Espirituales (esperemos que más desarrollados que los del discípulo) que puede ayudar a quemar karma. Establecido el enlace kármico, el Maestro sabe qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo.

Una vez establecida esta conexión kármica entre Maestro-Discípulo, si bien el discípulo debe hacer para mantenerla, el Maestro debe hacer por cuidarla y vigilarla, ya que es parte de su función asegurarse que todo se ejecute correctamente. En caso de que algo vaya mal y si es necesario, el Maestro puede romper el enlace soltando al discípulo.

¿Qué cosas comienza a circular cuando esa conexión está establecida? Pues energía kármica, que entre los dos y con la ayuda del Maestro puede depurarse más rápido que si el discípulo estuviera solo. Sólo eso.

Por allí se dice inocentemente que todos somos maestros, porque de todos siempre tenemos cosas que aprender, pero la realidad es que el Maestro Espiritual no plantea enseñanzas casuales ni al azar. Un verdadero Maestro tiene la intención constante de plantear escenarios de aprendizaje, de forma intencionada, argumentada, controlada y eficiente; a fin de cuentas para eso vive.

De aquí surge uno de los puntos más importantes cuando se elije a un Maestro; el escoger a uno que de verdad tenga muy en claro, no sólo en conceptos sino en práctica de vida, sus propios dones espirituales.

Un maestro con dones deficitarios es una persona que aún en su cuerpo causal tiene mucho karma negativo acumulado. Si alguien buscando ser discípulo de alguien por empatía escoge a un maestro así y con su entrega establece y mantiene el enlace kármico puede provocar inclusive que el karma del maestro pase a él … cosa que por supuesto no es nada deseable.

Se debe escoger a un Maestro Espiritual real y la elección puede no ser fácil. “Por sus frutos les conoceréis” dice la Biblia; “siempre busca a alguien mejor que tu y hazle las compras” decía mi mamá. En cualquier caso hay que tener especial cuidado en sentir con el corazón quién puede ser tu Maestro y no dejarte deslumbrar a la primera por un intelectualismo mental, por una magnificencia sensorial (apariencia) o por una infraestructura publicitaria avasallante.

No temas tener a un Maestro, terrenal o desencarnado; no es una entrega incondicional ni eterna, aunque el respeto y el agradecimiento si deben corresponder por siempre al bienestar que recibiste. Si bien pueden ser varios los motivos por los cuales separarnos de un Maestro rompiendo así dicho enlace kármico (algunos motivos honorables y necesarios y otros no tanto) siempre lo podemos hacer si la relación comienza a no ser conveniente; al fin y al cabo el origen del enlace es el mismo discípulo.

En esta vida venimos a interrelacionarnos para tener oportunidades de aprender, de sanar, de crecer. Muchas veces esos intentos se frustran, no lo hacemos bien, perdemos oportunidades y acumulamos en el proceso nuevas deudas. Si en algún momento tenemos la oportunidad de relacionarnos con alguien que tiene la capacidad de aligerar nuestras cargas, pues deberíamos aprovecharlo y agradecerlo manteniendo la actitud correcta.

Un Maestro Espiritual es ese alguien; alguien que tiene la altura espiritual para hacerlo y lo tiene asumido como misión de vida, no sólo como un trabajo, sino como un compromiso con su propio Dios. Aprovéchalo, si lo encuentras es tuyo.

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 13 de noviembre del 2012
Twitter: @eReiki

viernes, 9 de noviembre de 2012

¿Amas o necesitas?

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

En cualquier terapia holística (mental, emocional, energética o kármica) constantemente se presentan casos de sufrimiento por amor, directa o indirectamente.

No son únicamente malestares por amores mal correspondidos (o no correspondidos en absoluto) sino por amores que al parecer son muy legítimos pero los cuales dañan a algunos de los involucrados.

No por eso ahora vamos a calificar apresuradamente a cualquier sufrimiento por amor como una patología, porque sí hay casos donde el sufrimiento puede ser una consecuencia real de un mal acto de desamor.

En este escrito no me corresponde a mi tocar temas psicológicos como el amor opresor/ sobreprotector, el amor castrador, etc. sino que pretendo enfocar a ese amor que nos hace sufrir desde un punto de vista espiritual/evolutivo.

Cada vez que nos sentimos mal, el primer requisito para sanar de forma proactiva es el reconocer nuestra dolencia y darnos cuenta en dónde podemos estar fallando (nuestras debilidades). Si el malestar viene arropado con el manto del “amor”, el reconocimiento de que el “amor” nos puede estar haciendo daño es algo difícil de digerir.

Es aún más difícil de reconocer que podemos estar ejerciéndolo mal ese “amor”, cuando se nos ha inculcado desde siempre que el Amor es lo más grande que hay, que es la fuerza que mueve al mundo, que amar es nuestro mandamiento más importante y que Dios mismo es Amor. El amor es algo que está en nuestras entrañas, es algo natural (?) … Pues no.

Amar no es cosa natural, el Amor entendido desde el ámbito espiritual es un don del propio Espíritu. Se dice que las grandes almas son las únicas capaces de amar; y estas son grandes porque han evolucionado a un grado suficiente, o porque han aprendido a hacerlo, o porque han purificado muchas energías espirituales.

Si el Amar fuera algo natural no lo tuviéramos como obligatoriedad; no se asumiría como esfuerzo intencionado el amar a nuestro prójimo. El necesitar, por el contrario, si es natural, instintiva.

Si nos circunscribimos a los dones espirituales (según mis enseñanzas impartidas en el grupo de Evolución Consciente) el Amor (o Amor Incondicional) es una de los dones espirituales más difíciles de cultivar y para empezar a alcanzarlo primero hay que trabajar algunos otros dones, como son la Humildad, la Compasión, el Desapego y la Autoconsciencia.

Cuando se habla de Amar (me refiero al verdadero amor espiritual) muchas veces actuamos desde nuestra mejor intención, pero ese amor puede no estar manifestándose de forma pura, sino que puede estar teñido con algunos antidones (dones deficitarios). En ese caso tendremos que trabajar esos antidones para que así aparezca el Amor.

Uno de los dones deficitarios que permite que experimentemos un “amor” que puede no ser verdadero es la Autoconsciencia. Recordemos que a nivel de dones espirituales, la Autoconsciencia (o el Autoconocimiento) es la capacidad del espíritu en saber quién es, qué posición ocupa en el universo, qué representa Dios para nosotros y qué representamos nosotros para Dios; con nuestras fortalezas y debilidades. La Autoconsciencia es un don muy importante para poder tomar las riendas de nuestra vida en nuestras manos. Si no tenemos consciencia de lo especiales que somos, buscamos personas o situaciones que nos lo hagan sentir; necesitamos sentirlo aunque sea desde nuestro exterior. Esta necesidad puede despertar amores no sustentables en el tiempo (no incondicionales)

Pero la Autoconsciencia no es el único don que cuando es deficitario puede ser el origen de un “amor necesario”. Veamos algunos otros ejemplos concretos:

  1. A veces sentimos amor hacia una persona que nos complace, que llena nuestras expectativas, que admiramos, que nos considera y a su lado nos sentimos importantes (puede deberse a una carencia del don de la Autoestima o de la Compasión de parte del amador)
  2. A veces sentimos amor hacia una persona que mejora nuestro estado en la vida, que nos da posición o que nos ayuda a mantener dicha posición (puede deberse a una carencia del don del Desapego o de la Autoestima de parte del amador).
  3. A veces amamos a una persona que nos incluye en sus vidas, en sus proyectos, en sus éxitos y satisface nuestra necesidad de pertenencia o cubre nuestra sensación de soledad (puede deberse a una carencia del don de la Compasión o de la Autoestima de parte del amador)
  4. A veces amamos situaciones porque nos dan bienestar, pero somos incapaces de ver el aprendizaje en las situaciones difíciles, para lo cual es indispensable también amarlas (puede deberse a una carencia del don de la Humildad de parte del amador)
  5. A veces amamos de forma sobre-protectora para resguardar ese algo que nos está haciendo bien, mas allá de amarlo por el mismo bien a ese algo (puede deberse a una carencia del don de la Autoestima de parte del amador)

Todos estos “pseudo-amores” parecen muy maquiavélicos pero la casi totalidad de sus manifestaciones son tan inocentes e inconscientes que son difíciles de identificar y más aún de asumir.

El manifestar estos “amores” y el confundirlos con un Amor real únicamente responde a una búsqueda de cubrir necesidades, muy humanas por demás, las mismas que poco a poco debemos ir superando. Esta superación de necesidades se realiza construyéndonos a nosotros mismos, cada día haciéndonos más “autónomos en felicidad

Desafortunadamente la característica principal de cualquier pseudo-amor es que más temprano que tarde este pseudo-sentimiento se frustra, ya que basamos nuestra felicidad en el exterior; en alguien, algo o alguna situación externa que finalmente no controlamos.

Las relaciones que se esgrimen entre el Amar y los dones espirituales apuntan únicamente a una conclusión; el Amar se cultiva, y cultivarlo pasa por un obligatorio Crecimiento Espiritual.

Este es el único mecanismo con el que podemos conseguir Amar en vez de necesitar.

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 09 de noviembre del 2012
Twitter: @eReiki

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Empecinarse o desistir

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

En el proceso de vivir hay dos extremos hacia los cuales podemos enfocar nuestras vidas: hacia un extremo de logros puramente terrenales y hacia un extremo de logros netamente espirituales. Siempre se ha dicho que los extremos son inconvenientes y afortunadamente ninguno de nosotros vive probablemente en ninguno de esos extremos.

Pero lo que si es cierto es que todos nosotros tenemos una Tendencia de Evolución, una forma en la que enfocamos nuestra vida, independientemente si la ubicamos en cualquier parte cerca o lejos de cada uno de los extremos.

Esta tendencia es la que nos da la dirección de crecimiento; podemos estar persiguiendo logros espirituales (crecimiento espiritual) o logros terrenales (materiales, mentales, etc.)

Decir a estas alturas cual es la mejor tendencia no tiene sentido; como decía mi madre “cada quien hace de su vida un saco y se mete dentro”, pero si permítanme subrayar dos fuerzas que guían esas tendencias para que las podamos aprovechar.

Estas dos fuerzas las suelo nombrar por las actitudes que aparecen en las personas que las utilizan, estas son Empecinarse y Desistir. Veamos dos definiciones:

 

empecinarse

  • obcecarse, obsesionarse, obstinarse, empeñarse, insistir, emperrarse (http://www.wordreference.com/sinonimos/empecinarse)

desistir

  • abandonar, renunciar, cejar, dejar, abdicar, ceder, desentenderse (http://www.wordreference.com/sinonimos/desistir)



Ahora veamos la explicación en un gráfico y después detallo con calma.





Si únicamente presento este gráfico sin explicación, estaría optando al premio mayor de descrédito público, porque hay cosas que parecen contradictorias o tristes si no se ponen en el contexto apropiado. Comienzo a enumerar:

  1. En la gráfica pareciera que la terrenalidad y la espiritualidad son dos aspectos irreconciliables y que nunca se van a poder tener juntas. Pues no pretende serlo, recordemos que no estamos hablando del lugar donde estamos parados (si más hacia el plano terrenal, o más hacia el plano espiritual) estamos hablando de la tendencia evolutiva. Podemos estar muy cerca del plano terrenal, pero nuestra tendencia nos puede ir llevando a conseguir logros espirituales o viceversa.
  2. Es verdad entonces que la tendencia que llevemos logrará desplazarnos poco a poco hacia uno de los extremos, y no está mal, mientras nuestro bienestar se mantenga.
  3. Y nuestra medida de bienestar general de vida (alegría/felicidad/satisfacción) es puntual en nosotros, es personal, la llevamos dentro y no está condicionada por el lugar donde estamos parados en la recta de la vida.

Pero si podemos tener bienestar en el punto que sea ¿para qué nos sirve esta teoría de tendencias de evolución?

En nuestro camino de crecimiento lo que debemos siempre tener en cuenta es la medida de nuestro bienestar. Este bienestar es el indicativo si estamos haciendo las cosas bien o no, o si debemos cambiar nuestra actitud (forma de pensar, de actuar, de ver las cosas) o no.

En caso de que sintamos que nuestro bienestar se deteriora, o que definitivamente podría ser mayor, lo que aconsejo en la práctica evolutiva es el darnos cuenta de nuestra tendencia evolutiva y cambiarla (ajustarla). Y mi experiencia personal apoya esta práctica. Veamos con detalle.

En nuestra sociedad moderna, centrada en la consecución de logros terrenales (materiales, organizacionales, intelectuales, económicos, reconocimiento por terceros, etc.) la fuerza que guía es el del empeño, la insistencia, la persistencia, el empecinamiento en alcanzar lo que se desea. Cuanto más fuerza se ejerza en ese sentido, más logros terrenales parecen obtenerse. Hay que esforzarse en eso.

Pero cuando se habla de logros espirituales, muchas veces queremos alcanzarlos con la misma fuerza del empeño, y resulta que nos estamos alejando de ellos. En este caso la fuerza que guía es la de desistir. Parece un contrasentido, pero desistir no significa quedarse de brazos cruzados; desistir significa dejar que las cosas sucedan luego de haber hecho nuestro mejor esfuerzo, desistir significa hacer y hacer sin expectativas pero manteniendo siempre las esperanzas.

Cuando se desean conseguir logros espirituales hay que entender que no controlamos todos los procesos en el camino a ellos, que hay asuntos espirituales que no entendemos y que sólo somos obreros dentro de un plan de evolución muchísimo mayor. Esta idea nos lleva a entender que empecinarnos en algo que ni sabemos por dónde va, que ni tenemos idea clara de cómo funciona. no tiene sentido y que tiende a llevarnos a frustraciones que pueden estancarnos.

El desistir como tendencia espiritual implica desistir de esperar resultados perfectamente determinados en tiempo, alcance y forma; significa también desistir de engancharnos en estados de malestar o de comodidad patológica; desistir de esperar que nuestras acciones sean correspondidas (por los demás o por Dios mismo) según como “nuestra lógica” lo indica. Resumiendo, desistir implica dejar de esperar que se haga “nuestra voluntad”. Y todo este intento de desistir implica mucho esfuerzo, una y otra vez.

Hay que acotar muy bien esto. En el camino de evolución hay que aplicar esfuerzo sea cual sea la tendencia que se lleve. El esfuerzo no debe entenderse como “esfuerzo sufrido” pero sí como intencionalidad consciente, como querer hacerlo, como tenerlo por meta.

Por eso es necesario saber qué estamos haciendo con nuestras vidas, si empecinándonos o desistiendo. Si estamos felices sigamos como vamos; si quisiéramos crecer, sanar o simplemente mejorar, a lo mejor tenemos que buscar formas de activar la fuerza de tendencia contraria en nuestro camino de vida; eso de seguro mejorará nuestro bienestar.

Cuando desistimos (desde el punto de vista espiritual) sin dejar el esfuerzo, permitimos que Dios actúe en nuestra vidas de forma más activa; “a Dios rogando y con el mazo dando”. Si vivimos creyendo que los logros dependen únicamente de nuestro empecinamiento Dios dice amén y honra nuestra intención, dejando que nuestras manos sean las que hagan el trabajo, es aquí cuando nos damos cuenta que este mundo es muy difícil de manejar.

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 07 de noviembre del 2012
Twitter: @eReiki