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miércoles, 25 de noviembre de 2015

Nuestras personalidades desde lo espiritual



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Todos los caminos de crecimiento espiritual están unidos a un concepto importante, que si bien tiene connotaciones psicológicas, hay que diferenciarlo y enmarcarlo de forma correcta desde lo espiritual.

Este concepto es el de “nuestras personalidades”; y en todas las doctrinas espirituales (incluso en la cristiana) se invita a realizar un trabajo intenso en erradicar o “matar” a nuestras propias personalidades.

Nuestras personalidades se pueden resumir como las formas que tenemos de asumir diferentes situaciones de vida dese nuestra humanidad (terrenal-mental).

Ante una situación de vida en particular, cada uno de nosotros actúa de una forma determinada. Y dicha forma dependerá en parte de nuestro temperamento (la parte innata que traemos de nuestro carácter) pero mucho más de cómo hemos “aprendido a ser”.

Nuestro pasado, los errores cometidos, los aciertos alcanzados, los condicionamientos que nos han programado de forma subconsciente para actuar de alguna forma específica; todos han formado lo que se pueden llamar nuestras personalidades, nuestra forma particular de ser.

Pero no todas nuestras personalidades son malas; tenemos también formas correctas de asumir situaciones. Cuando se habla de “matar a nuestras propias personalidades”, nos referimos a aquellas personalidades que “se sienten heridas” en ciertos momentos y por lo tanto nos hacen sufrir. En un instante coloco un ejemplo.


Roles o personalidades

Pero no podemos confundir a nuestras personalidades con nuestros roles.

Sobre los roles hemos hablado en otros escritos; y son esos “papeles”, “personales” o “actividades” que nos toca ejercer en nuestra vida, en diferentes situaciones.

Por ejemplo tenemos el rol de hijo/a, de hermano/a, de novia/o, de esposo/a, de padre, de madre, de empleado, de ciudadano, de peatón, de conductor, de alguna profesión, de jefe, de amigo, de funcionario público, etc.

En cambio, las personalidades están más asociadas a la forma en la cual ejercemos nuestros roles; a la “forma de ser”: sumisa, controladora, impetuosa, agresiva, pacífica, desconsiderada, orgullosa, altruista, egocéntrica, “críticona”, altanera, soberbia, rencorosa, perfeccionista, amorosa, alcahueta, permisiva, restrictiva, sobreprotectora, posesiva, insegura, desanimada, lastimera, expectante, ansiosa, generosa, indiferente, etc.

Se pudiera decir que, de forma muy simplificada, los roles son lo que hacemos y las personalidades son el cómo lo hacemos.

Ejercer un rol, no es ni malo ni bueno; si lo tenemos, debemos honrarlo y asumirlo. La diferencia vendrá en las personalidades desde las cuales actuemos en dichos roles.


El problema de las personalidades

Si analizamos el sufrimiento humano desde una perspectiva amplia (holística), incluso lo que parecería ser solo una enfermedad física, llevaría consigo una “personalidad herida”.

Como sanador, esa es una de las tareas que se debe realizar: identificar cuál personalidad está herida en una persona que siente un malestar y desde allí ayudarla. Cuidado… en una misma situación pueden existir varias personalidades heridas.

Lo inicial es identificar las personalidades susceptibles a ser heridas (“heribles”). No es difícil saber que estamos actuando bajo una de estas personalidades; ya que estará manifestándose en cualquier situación que esté produciendo un malestar.

Por ejemplo, si una persona se siente herida por una acción de otra, más allá de haber sido una acción que amerite reprobación; el sentirse herido es opcional. El malestar no dependerá de la acción totalmente; sino de la personalidad con la cual la primera persona está “viviendo” dicha situación.

Por eso vemos que ante una misma acción (sea la que sea) diferentes personas pueden asumirla de diferentes forma; porque son sus personalidades diferentes las que la abordan.

Un ejemplo más específico puede ser el de la reacción de un padre ante un hijo que obtiene malas calificaciones por no haber estudiado. Un hombre (en su rol de padre) puede actuar bajo diferentes personalidades: agresiva, aleccionadora, comprensiva, indiferente, etc.

No es cuestión aquí de evaluar cuál es la mejor personalidad (ya que dependerá mucho del  contexto de la situación), sino de ver si la personalidad que se ejerce causa un malestar real (¡cuidado con los pseudosentimientos!). La “personalidad herida”, la que duele cuando asume la situación, posiblemente no resuelva el caso del hijo; por lo cual abría que erradicarla.

Si bien podemos imaginar ejemplos sencillos, la identificación de la personalidad herida puede no ser muy evidente. Generalmente se requiere de ayuda.


Las personalidades y lo espiritual

Con lo dicho hasta ahora, no es difícil darse cuenta de que las personalidades pertenecen a nuestra mente; y ya hemos dicho que nuestra mente es diferente a nuestro espíritu.

Nuestra mente se vuelve protagónica en nuestra vida cuando siente algún tipo de agresión o necesidad de protegerse (por percibir algún daño). Ya vimos que nos sentimos agredidos cuando alguna de nuestras personalidades se siente agredida (herida).

Por lo tanto, si logramos erradicar a nuestras personalidades problemáticas, dejaremos de sentir agresión dentro de las situaciones y por lo tanto nuestra mente no tendrá la necesidad de protagonizar nuestra realidad.

Recordemos a ecuación básica de nuestra espiritualidad: el “equilibrio de las consciencia”. Mientras mayor consciencia mental, menos conciencia espiritual. Mientras sintamos más agresión en nuestra vida, habrá un dominio mayor de nuestra mente tratando de controlar; lo que provocará una menor presencia del espíritu.

Si nuestra mente permanece tranquila, las probabilidades de que nuestro espíritu aflore son mayores. Y eso es lo que se quiere en un camino de crecimiento espiritual.

Por lo tanto: si “matamos” a nuestras personalidades que tienen un alto potencial de sentirse heridas (agredidas); tendremos mayor oportunidad de que nuestro espíritu se manifieste en nuestra vida.

Sin saberlo, muchas consignas espirituales apuntan a la erradicación de las personalices. Como solo un ejemplo la que reza: “Todos somos UNO”,

Si bien es evidente que “cada cabeza es un mundo” y con experiencias de vidas distintas cada uno actuará de forma diferente ante situaciones similares; la única forma en que todos nos fundamos con el UNO, de que todos seamos “iguales”, es primero erradiquemos esas personalidades que nos hacen diferentes.

Sin esas personalidades, todos quedamos en esencia pura, en espíritu.


Las personalidades en las religiones

Hay baluartes representativos de este concepto de “matar a nuestra personalidades” en diferentes religiones.

En el Hinduismo encontramos toda la enseñanza detrás de “la Shakti” (la escencia femenina), donde Madre Kali es tal vez su más alta representación.

La iconografía de esta deidad es muy mal comprendida en occidente. De hecho, se le conoce como la Diosa de la muerte, pero no se sabe que en realidad se alude a la muerte de nuestras personalidades “heribles”, que no dejan que nuestro espíritu se manifieste.

Y en su iconografía, Madre Kali se representa muy fiera; vestida y adornada con extremidades humanas desmembradas y cabezas cortadas. Estas no representan otra cosa sino los pedazos de personalidades con las cuales pensamos (cabezas), actuamos (brazos) y recorremos nuestro camino de vida encarnada (a veces con piernas), siempre alejados de Dios. Son estos pedazos de nosotros los que debemos “arrancarnos”, metafóricamente hablando, para que nuestro espíritu aflore con rapidez.

En nuestro cristianismo tenemos una representación más cercana en nuestra Madre la Virgen María.

Ella misma tuvo que “negarse a sí misma” (negar sus personalidades) para aceptar la voluntad de Dios. Lo entendemos así cuando asumió un embarazo fuera de los cánones sociales del momento; y cuando asumió la muerte de su Hijo en la cruz.

Hay otras escenas más que evidencian una sumisión de sus personalidades humanas a lo que era la voluntad de Dios; pero en las dos citadas, la Virgen pudo haber actuado con una personalidad orgullosa, de mujer respetada socialmente y reaccionar ante el embarazo de Jesús; y en la muerte de su hijo pudo haber actuado dentro de su rol de madre, con una personalidad lastimera o incluso violenta. Ambas las suprimió por Dios.

La misma idea de la “vacuidad” budista que apunta un poco a la idea de lograr quedar “vacíos” de esas personalidades humanas, representadas por “los deseos expectantes”; para así poder llegar a la iluminación.

El trabajo de suprimir, erradicar o “matar” a nuestras propias personalidades humanas (terrenales/mentales) para permitir que el espíritu sea el que comience a protagonizar nuestra vida, es el supremo esfuerzo que se debe hacer en cualquier esquema de crecimiento espiritual.


Toda esta explicación, tal vez enredada, es lo que está en el trasfondo en los sencillos consejos populares de “hacer lo correcto” y de “no hacer a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.

Aún hay mucha tela que cortar, pero apoyémonos en los años que nos queda por compartir juntos; se necesitarán todos ellos y más, para poder explicarlo y entenderlo.


Namasté

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 25 de noviembre del 2015.
Twitters: @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras-claves personalidades, roles, kali, virgen, maría, vacuidad, hinduísmo, cristianismo, budismo

domingo, 22 de noviembre de 2015

El afán espiritual. Mateo 6:27

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Este artículo es uno de los pocso que escribo exclusivamente para quieres están en un camino de crecimiento espiritual real, intencionado, guiado y esforzado. Si no se entiende, no te afanes.

Siempre he dicho que el esfuerzo personal es indispensable para llegar a manifestar nuestro espíritu mientras estamos vivos; eso quiere decir, vivir desde nuestro espíritu; que sea él quien asuma nuestra realidad y a través del cual accionemos. Esto es crecer espiritualmente: dejar de ser tan terrenal-mental-humano y comenzar a ser más desde el espíritu.

Pero eso del esfuerzo personal se suele mal interpretar. Coloco unos versículos de la santa Biblia y contextualizo dese allí:

Mateo 6:25-30
Reina-Valera 1960 (RVR1960)

El afán y la ansiedad
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?

Como todo pasaje de escrituras sagradas; este tiene una lectura, pero que se puede aplicar a diferentes escenarios. Solo basta extraer la esencia de las metáforas y de las imágenes; y extrapolarla a diferentes escenarios.

Pero con lo que quiero trabajar ahora es únicamente con el versículo 27. Copio y contextualizo a nivel espiritual:

27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?

Contextualizo:

27 ¿Y quién de vosotros podrá “por cuenta propia”, por mucho que se afane “espiritualmente”, añadir a su estatura “espiritual” un codo?

Aquí aparece la duda: ¿No era acaso necesario el esfuerzo personal (afán) para crecer en espíritu?


Tipos de esfuerzo

Entendamos ahora el esfuerzo desde una descripción práctica.

Puede haber un esfuerzo espiritual, que solo alguien con un espíritu manifiesto puede hacer. Si es un “esfuerzo espiritual”, debe haber un espíritu manifiesto para que este sea el que haga el esfuerzo.

Entonces, si alguien está luchando por manifestar su espíritu (en crecimiento espiritual), ¿cuán efectivo será hacer el esfuerzo con algo que aún no tiene desarrollado? Relativamente poco.

Muchas veces las personas en crecimiento espiritual centran la casi totalidad de su esfuerzo en cosas (actividades) espirituales: oración, adoración, misa, asistencia al templo, mantras, lectura sagrada, etc. Y más temprano que tarde, más allá de haber encontrado un poco de tranquilidad, terminan dándose cuenta de que su vida no muestra una mejoría sustancial.

Están tratando de hacer ejercicio vestidos “con saco y corbata”, o con un “vestido largo y en tacones altos”. Están esforzándose con algo que aún no han ganado significativamente, espíritu.

No digo que dicho esfuerzo espiritual no se debe hacer; de hecho soy el primero que lo recomienda. Pero un ser humano, tratando de convertirse en espiritual, debe hacer un esfuerzo humano; un esfuerzo con esa humanidad que tiene y que sí está manifestada grandemente.

El esfuerzo humano se basa en una cosa principalmente: en tratar de suprimir esas personalidades (mentales-humanas) que impiden ver a Dios como señor de toda la creación y que son las mismas que nos hacen sentir heridos.

Este esfuerzo humano sí es el principal que hay que realizar; debe ser mayor, mucho mayor en proporción, que el esfuerzo espiritual.

Lo pongo en otras palabras:

Para un crecimiento espiritual, no sirve de nada cantar matras, ir a iglesias, rezar, orar, hacer buenas obras, meditar; si no hacemos el esfuerzo personal, real, intencionado y efectivo de comportarnos mejor.
Ese mejor comportamiento es el esfuerzo humano de “matar” o “someter” a nuestras propias personalidades que nos hacen sentir víctimas o vengadores; y que hacen sufrir a los demás.

No explico aquí lo de “nuestras propias personalidades”, dentro del escenario de crecimiento espiritual lo puedes preguntar.

Proporción de los esfuerzos

Pero en un camino de crecimiento espiritual, sí se deben hacer ambos esfuerzos de forma simultánea: lo único es que hay que cuidar la proporción entre ellos.

Como reglas básicas:

-    Ni el esfuerzo humano, ni el esfuerzo espiritual pueden ser despreciables.
-    El esfuerzo humano debe ser el principal, tanto en compromiso como en frecuencia; sin abandonar el esfuerzo espiritual.
-    Si me obligan a decir porcentajes, me atrevería a decir un 60 % en esfuerzo humano (no menor) y un 40 % en esfuerzo espiritual (no mayor)
-    Cumpliendo con el esfuerzo humano, se posibilitan los cambios espirituales que comienzan a suceder de forma casi automática; gracias a un maestro espiritual o gracias al mismo Dios.

El espíritu ya lo tienes; solo debe salir, crecer en manifestación. Y para que eso comience a pasar, únicamente debes someter a tu terrenalidad, con todo tu esfuerzo humano. Lo demás, “casi” se te dará por añadidura.

Namasté

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 22 de noviembre del 2015.
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Palabras-claves esfuerzo, espiritual, humano, espíritu, maestro, terrenalidad, crecimiento, afán, mateo, 6, 27

sábado, 14 de noviembre de 2015

Para qué y cómo amar a nuestros enemigos

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Decirse cristiano es fácil, al parecer es suficiente con ser bautizado; pero ser cristiano es otra historia.

Para pertenecer a algo o afiliarte a algo, debes asumir, cumplir y someterte cabalmente a las reglas o lineamientos correspondientes. Para ser cristiano se debe comenzar por asumir, cumplir y someterte cabalmente a lo que Jesucristo pidió hacer.

Atención: los lineamientos cristianos no son los 10 mandamientos de Moisés. Jesús dio mandamientos precisos para los que querían seguirle; es decir para los que querían ser llamados cristianos (discípulos de Jesús). Estos están expresados en lo que todo cristiano conoce como el “Sermón del Monte” en Mateo 5,6 y 7. Si no lo sabía y le interesa ser cristiano, recomiendo su lectura inmediata.

Uno de dichos lineamientos a cumplir más difíciles parece ser el que reza:

Mateo 5:44-45
Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH)

44 Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, 45 para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.


¿Amar a nuestros enemigos? No solo que parece difícil de cumplir, sino que para muchos es incluso estúpido. Con esta desafortunada “sed de justicia” por nuestra propia mano y la sensación de “empoderamiento” que hemos adoptado; esta propuesta es simplemente inaceptable.

Los menos reactivos a las enseñanzas alegan que “ellos aún no tiene la altura espiritual de Jesús para hacerlo”; y pareciera que con eso se sienten exonerados de cumplir con una orden de Jesús.

Pero el problema radica en mucho, en la falta de comprensión (o la falta de explicación) de las sagradas escrituras. Si me permiten decirlo, las iglesias cristianas, a estas alturas, deberían explicar claramente el “para qué” y el “cómo” cumplir con lo que se les pide a sus seguidores.

Acepto que el explicar no debería ser necesario, ya que debería haber una aceptación incondicional de las reglas en cada uno de los fieles. Pero hoy en día, las iglesias han perdido parte de “su encanto” para el público en general; y es mejor explicar y dejar en claro muchas cosas, antes de que cada vez haya menos feligreses comprometidos.

Aquí pretendo dar una explicación de esta “obligación cristiana”; y espero que a muchos les haga pensar y reflexionar sobre su rechazo a la misma.


Cómo nos ama Dios

Debo comenzar por desmitificar la idea infantil que se suele tener sobre el “amor de Dios”.

Es un lugar común creer que Dios está siempre atento para resolvernos nuestros problemas humanos. De allí nace la actitud pedigüeña hacia Dios.

Si sinceramos este asunto, sabemos que Dios quiere una sola cosa para nosotros: que limpiemos nuestros pecados (que nos purifiquemos) para que podamos llegar en espíritu a su lado (al Cielo). De hecho, por eso mandó a Jesucristo, para enseñarnos y para que fuera nuestro redentor; permitiéndonos así la posibilidad de entrar en la casa del Padre.

Pero nosotros solos, por nuestra cuenta, nos hemos imaginado que para entra al Cielo no debemos tener problemas terrenales; o por lo menos parece que es lo único que nos importa. Esta es la parte inmadura del asunto; y a las pruebas me remito:

  • Jesús subió directo al Cielo, pero aceptando situaciones humanas muy duras. Él mismo, la noche antes de su crucifixión, tuvo que armarse de fuerzas y aceptar la durísima situación que su mismo Dios Padre necesitaba que pasara: y Jesús “…por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad.»” (Mateo 26:42)
  • A la Virgen María le crucificaron a su hijo, y aún así subió al Cielo.
  • A Juan el Bautista le cortaron la cabeza.
  • A muchos apóstoles les mataron o crucificaron.
  • Etc., etc., etc.

Pero no quiero decir que sufrir sea la regla para todos los cristianos, de ninguna manera; y mucho menos un sufrimiento de muerte. Pero lo que sí digo es que debemos aprender a “no satanizar” a las situaciones difíciles, ya que ellas son las que realmente nos dan las oportunidades de purificarnos.

Dentro de una madurez espiritual, está claro que Dios utiliza (o a Dios les sirven) las situaciones humanas difíciles para ofrecernos escenarios de fortalecimiento espiritual.

En dichas situaciones nosotros deberíamos descubrir: el arrepentimiento por nuestras faltas,  aprender las formas correctas de comportarnos, hacer un propósito de enmienda, entre otras cosas.

Apuesto a que suena duro, ¿cierto? Pero es una realidad.

¿Cuántas situaciones humanas difíciles no se resuelven a pesar de todas las oraciones, rezos, peticiones, ofrendas, rosarios, etc.?

Si una situación difícil está allí, es para que en ella nosotros practiquemos el ser realmente espirituales; pero cuidado, no lo hacemos con rezos, oraciones, peticiones, etc. Si logramos “ver a Dios” en esas situaciones complicadas y actuar en ellas desde un comportamiento cristiano correcto, podremos llegar más fácilmente al Cielo cuando nos toque la hora. Y precisamente esto es lo que Dios quiere.

¿Creemos entonces que el mismo Dios nos va a quitar esas oportunidades de fortalecernos para llegar a Él?

Las situaciones difíciles dejan de serlo o comienza a suavizarse, únicamente cuando las hayamos aprovechado para crecer espiritualmente. De otra forma permanecen con nosotros o comienzan a venir una tras otra.

Y esta es la forma real en la que Dios no ama. Estar al lado de Dios, es estar en ese estado de paz espiritual infinita que imaginamos como el Cielo o el Paraíso. Y Dios Padre nos quiere tanto a su lado, que nos brinda todas las oportunidades humanas necesarias para fortalecernos y manifestar nuestro espíritu; aunque estas oportunidades sean situaciones difíciles. No podemos entrar en el Cielo como seres humanos, debemos convertirnos en seres espirituales.


El amor hacia nuestros enemigos. La justicia divina.

Una vez que entendemos realmente lo que significa el amor de Dios, el mandamiento cristiano que estamos revisando nos recuerda algo muy importante:

“…porque El (Dios) hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.”

Esta frase tiene una doble interpretación que debemos entender.

Primero que Dios nos ama a todos por igual. Como ya estamos claros, podemos decirlo de otra forma: “Dios quiere que todos nos purifiquemos (aunque sea a través de situaciones difíciles) para que podamos llegar cerca de Él, lo más rápido posible”; ¿está claro?

Y la segunda interpretación se extrae de las frases “salir el sol” y hacer “llover” sobre todos. Esto quiere decir que Dios aplica sus leyes, sus formas y sus métodos, en todas las personas por igual; las consideremos justos o injustos.

Entonces, pudiéramos comenzar a pensar que si de alguna manera nosotros lográramos que Dios amara “un poquito más” a nuestros enemigos; por sus muchas faltas, Dios mismo les comenzaría a proveer de situaciones difíciles en la vida; no como castigo, sino como una forma de que ellos se arrepintieran e intentarán llegar a Dios.

De forma humanamente infantil planteo que… hemos descubierto la forma de que “nuestros enemigos” de verdad “la pasen mal”.

Pero ¿cómo logramos esto?: “amándolos; orando por ellos; pidiéndole a Dios que les proporcione momentos para su conversión y arrepentimiento…”

Si nuestras oraciones y sentimientos hacia ellos son realmente buenos y sinceros; pues Dios comenzará, de forma intensa, a proveerles “situaciones difíciles” dentro de su gran amor, para que ellos intenten realzar su espíritu… cosa que a lo mejor les va a costar mucho… así que sus situaciones difíciles ocurrirán una tras otra… y la seguirán pasándola mal… JAJAJAJAJAJA (Oops, perdón)

Estimados, esto es lo que nos gusta llamar desde nuestra humanidad la “Justicia Divina”

Pero si logré explicarme correctamente, se habrán dado cuenta de que no estoy señalando aquí ningún proceso ni vengativo ni de castigo de parte de Dios. Todo es un proceso de amor y de acercamiento a Dios; pero que a veces no es agradable para nuestra parte humana.


Pero cuidado: ¡hay que amarlos de verdad, verdad!

Pido disculpas, porque estoy parodiando algo que es muy serio y que de verdad es un compromiso cristiano.

Me refiero a que de ahora en adelante no vamos a comenzar a “amar a todos los desgraciados de este planeta para que se destruyan solos”; no. Y repito que debemos ser muy sinceros porque sino, el tiro nos sale por la culata. Me explico.

Para los que prefieren una visión más “energética de la vida”, el amar a nuestros enemigos puede verse diferente a “un Dios casi humano, que nos quiere a su lado de forma muy sentimental”.

El amar a nuestros enemigos desde un trasfondo espiritual-energético, permite es que le enviemos a ellos una gran cantidad de “energía espiritual”; la misma que les va a producir “crisis de sanación” para así darles oportunidades de sanar. Y mucho sabemos que hay crisis de sanación MUY FUERTES; benditas todas, pero fuertes.

Entonces, la energía de “amor espiritual” que enviamos (no de “amor fraternal”) debe salir de nosotros hacia ellos. Pero ¿qué sucedería si detrás de nuestra intención de amarlos, está escondido un sentimiento de retaliación, o de venganza, o de odio, o de indignación? Pues saldremos perdiendo totalmente nosotros.

Y este es otro de los motivos por los cuales nosotros estamos obligados a amar a nuestros enemigos.

Cuando una persona produce un sentimiento difícil en nosotros (con o sin justificación), se establece lo que se conoce como un “lazo kármico” entre los dos. Una vez establecido dicho lazo, por allí fluye el “karma” de una persona a otra; y ambas comienzan a compartir el mismo karma y por supuesto sus consecuencias futuras.

Recordemos que el karma es esa “energía” que cosechamos de nuestras acciones y de lo que estas despiertan en los demás. Dicha energía hará que nos sucedan cosas buenas o malas, en función a como hayan sido nuestras acciones.

Lo pongo sencillo. Si una persona hizo algo que afectó a mucha gente, pues generará mucho karma (negativo). Si entonces nosotros establecemos un lazo kármico con ella, debido a que nos dio rabia, odio, tristeza, indignación, injusticia, etc.; todo ese karma (negativo) que generó la persona será también nuestro.

Llegado el momento, ese karma (negativo) se activará y  tendremos que correr con las consecuencias de algo que “nosotros no hicimos”, incluso “de algo que adversamos”.

No digo que vayamos a pagar por los delitos humanos del otro; pero esta energía negativa sí nos hará “la vida de cuadritos” en el momento en que se active, seguramente en otras situaciones de vida: enfermedades, trabajo, familia, amores, economía, desgracias, etc.

Esto tampoco apunta a que debemos pasar por alto las cosas inapropiadas que hagan lo demás a partir de ahora, con la excusa de no contagiarnos. Siempre se puede hacer justicia y penalizar cuando se requiera, pero con los medios apropiados para ello; y manteniendo un corazón limpio de nuestra parte.


Todo esto es la forma como funciona el universo; es Ley, aunque no lo aceptes, no lo creas o lo veas injusto o ilógico.


Volvamos a pesarlo y comencemos a “amar a nuestros enemigos y a orar por los que nos persiguen”. Créame, la Justicia Divina existe; pero no sale de nuestras manos, sino que comienza en nuestros corazones limpios ante dichas injusticias.

Si queremos, comencemos a probarlo en cosas pequeñas; Dios siempre tiene la capacidad de sorprendernos.

Namasté

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 14 de noviembre del 2015.
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Palabras-claves amar, enemigos, karma, lineamientos, mandamientos, cristianos, Jesús, justicia divina, corazón limpio, sentimientos

martes, 10 de noviembre de 2015

Los hilos de la sanación



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Cuando se habla de “sanar” algo, muchas veces lo confundimos con “curaciones milagrosas”, con eventos “mágicos e instantáneos”; y tristemente nada es más alejado que eso.

“Sanar” es un proceso de erradicación del malestar, que pretende resolver desde lo más profundo, las condiciones que causaron el mismo malestar. Y ese abordaje desde los mismos orígenes de un malestar, puede ser muy intrincado y definitivamente toma tiempo.

Sanar es diferente a “curar”; ya que en este último enfoque, el malestar se aborda desde los efectos o causas evidentes y se intenta erradicarlos. Ese enfoque sí suele dar mejorías muy rápidas, aunque las causas profundas pueden mantenerse y crear posibles manifestaciones posteriores.

Una forma útil de imaginar a nuestro malestar es el de un ovillo de muchos hilos enredados.

En nosotros, muchos factores (hilos) se van torciendo, se van enredando unos contra otros; hasta el punto que se forma un gran nudo de muchos hilos, donde todo se tranca y el cual resulta muy difícil de desanudar. Ese nudo, esa tranca, ese bloqueo, eso estancamiento, ese no fluir; es lo que llamo el malestar.

Mientras todavía en los hijos haya movilidad, la persona puede no darse cuenta de lo que está pasando o de lo que le puede llegar a suceder.

“Curar” es, metafóricamente, tomar unas tijeras y comenzar a cortar. El nudo se deshace, pero se pierden hilos, el orden no necesariamente se recupera; y bueno, se sale del malestar; pero no se asegura que no pueda volver.

En cambio, en este ejemplo, “sanar” es más ver cómo están los hilos; comenzar a aflojar algunos, lo que puede apretar otros; es un tirar y encoger; es ir soltando poco a poco hasta que podamos comenzar a liberar todos los hilos para organizarlos y así no se vuelvan a enredar.

Y los hilos pueden ser muchas cosas. Puede representar aspectos físicos, mentales, sentimentales; actitudes de vida; creencias o conceptos errados; malas prácticas y   costumbres; energías discordantes; fuerzas del más allá; débil relación con Dios, ignorancia en las leyes de vida, etc.

Es por esto por lo que sanar no solo puede llevar mucho tiempo, sino que tampoco se puede predecir cómo va a suceder, ni cuáles hilos son los que se van a aflojar; por muy buen análisis que se intente hacer del ovillo-problema.

Pero sanar tiene ventajas. Muchas veces es la única y verdadera forma de lidiar con los problemas; y además, asegura que haya la menor reincidencia posible. Cuando algo se sana, se sana; no vuelve a aparecer el malestar asociado.


Caso ejemplo

Me voy a permitir un acaso simple de ejemplo para completar la idea.

Un grupo de “reikistas” (el Reiki es una técnica de sanación, “reikista” es quien la practica), se ponen de acuerdo una noche para enviarle energía a distancia, a una persona con una dolencia en una pierna. Lo hacen con la técnica correcta y con la actitud apropiada.

Muchos de ellos esperan ansiosos la mañana para ver si la dolencia había “desaparecido milagrosamente” o “disminuido notablemente”

Error de sanación. Tanto la energía como el protocolo utilizado por supuesto que son de sanación, pero los efectos no tienen que ser los de un “milagro”.

Se puede dar el caso que más allá de “sentirse mejor”, o “más tranquilo”, el dolor en la pierna persista. ¿Qué pasó allí? ¿A dónde se fue la energía que se aplicó? ¿Se falló en la técnica?

Vuelvo al ovillo de hilos enredados. Pregunto: ¿acaso la energía debía ir al nudo para desintegrarlo? ¿O debía ir a los hilos que forman el nulo?

Solo como ejemplos. Esa energía de sanación, a lo mejor en las siguientes horas, le permitió (sin saber) a la persona tomar la buena decisión de cumplir su reposo (lo que le ayudará a su sanación).

A lo mejor esa energía de sanación fue “al universo” y permitió que la persona encontrara al médico correcto en días posteriores.

A lo mejor esa energía hizo que comenzara a cambiar alguna visión de una situación que estaba contribuyendo al dolor.

A lo mejor esa energía permitió no a la persona, sino al terapeuta, que ajustara el tratamiento para su beneficio a corto plazo.

Incluso esa energía puede producirle a la persona un empeoramiento temporalmente (una “crisis de sanación”) para que tenga un impulso mayor en hacer los cambios necesarios para sanar.

Las frases subrayadas en los párrafos anteriores pueden ser tal vez los hilos o los tirones necesarios para que el nudo-problema se comience a resolver, para que comience a sanar. Y puede ser todo efecto de la terapia de sanación.

Ningún sanador real esperaría atacar al nudo directamente, sino ir soltando sus hilos.

Entonces, ¿acaso aplicar una sola sesión de sanación es suficiente? Pues no, se deben aplicar el protocolo de sanación una y otra vez para producir muchos tirones y soltar muchos hilos y así llegar a sanar completamente.

Esto es sanar; es un trabajo alejado de los milagros, que implica mucho esfuerzo y perseverancia, tanto de la persona que desea hacerlo como del sanador.

Lo digo en todos los talleres de Reiki, pero nunca está de más recordarlo.

Sin engaños; “al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.”


Namasté

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 10 de noviembre del 2015.
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Palabras-claves sanar, sanación, sanar, Reiki, ovillo, nudos, hilos

domingo, 8 de noviembre de 2015

La ofrenda de la viuda



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Muchas personas me han preguntado sobre la lectura de la Santa Biblia de la misa católica del día de hoy. Corresponde al “Domingo 32º del Tiempo Ordinario - Ciclo B”.

Si bien he respondido, siento muy importante dejarlo por escrito; si me lo preguntan de nuevo, solo les pido que lean.

Específicamente las reflexiones han ido hacia la lectura del Evangelio, en los versículos conocidos como “la ofrenda de la viuda”. Transcribo.

Marcos 12:41-44
Reina-Valera 1995 (RVR1995)

41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. 42 Y vino una viuda pobre y echó dos blancas, o sea, un cuadrante. 43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo:

—De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, 44 porque todos han echado de lo que les sobra, pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.


Antes de seguir leyendo, te pido que lo leas por lo menos dos veces; y saques tus propias reflexiones.

Voy a omitir las preguntas o dudas que me plantearon; voy directo a la enseñanza cristiana que se extrae desde allí.

Lo primero. La enseñanza no tiene nada que ver con el hecho de dar la ofrenda; ni con lo “supuestamente malo” de ser rico; ni mucho menos con lo “supuestamente bueno” de ser pobre. Nada que ver con la riqueza económica ni con la pobreza.

Segundo. Estos versículos hablan de una de las actitudes más espirituales y cristianas que podemos encontrar en los Evangelios. Posiblemente choque con la creencia del común de las personas y nos eche en cara que lo hemos pensado mal.

Contextualizo.

El punto focal está en Jesús, quien como maestro espiritual aplaude un hecho y lo define como correcto desde el punto de vista espiritual. Es decir, que eso es lo que deberíamos hacer si somos cristianos.

Este hecho que el Maestro Jesús señala como “notable” era el de una viuda dando como ofrenda al Templo, unas monedas de poco valor que eran posiblemente lo único que poseía; en contraposición de otros que daban mucho más pero de “lo que les sobraba”.

Si se observan las metáforas detrás de lo narrado (que dicho sea de paso, es la única forma de sacar las enseñanzas); una viuda representa a una mujer (posiblemente mayor) que no tenía el apoyo económico de un esposo. Malgastar los pocos recursos que ella podía tener la podía poner en un aprieto como ser humano.

Luego tenemos el hecho de “la ofrenda al templo”. Sin argumentar si era justo o injusto, esta práctica era parte de la obligación que el pueblo sentía para con Dios. Nunca se dice que obligaron a la viuda; la viuda lo dio porque para ella era su obligación espiritual hacia Dios. Ella debía cumplir con Dios.

Y a continuación la enseñanza:

“Esa persona (la viuda) prefirió cumplir con los lineamientos de su fe religiosa (con lo que ella sentía su obligación espiritual hacia Dios), a pesar de que su bienestar terrenal se podía ver seriamente afectado. Y eso fue bien visto por Jesús el Cristo.”

Impactante, ¿no te parece? ¿Vuelves a leer lo anterior?

¿Cuántas veces muchas personas persiguen su bienestar terrenal como motivación de vida, olvidando sus obligaciones para con Dios?

¿Cuántas veces alegamos que Dios lo que desea es nuestro bienestar y felicidad terrenal, antes que nada más?

¿Cuántas veces dejamos de cumplir nuestras obligaciones religiosas porque pueden crearnos incomodidad o cansancio?

¿Cuántas veces, cuestionamos nosotros mismos seguir lineamientos cristianos, por creerlos absurdos, o imposibles de realizar, o por el solo hecho del “que dirán” los demás?

Y no me refiero como lineamientos cristianos a no decir mentiras, ir a misa, honrar las fiestas o ayudar al desposeído. Me refiero a cosas básicas de todo cristiano: amar a Dios sobre todas las cosas; amar a tu prójimo como a ti mismo; buscar hacer las pases con los que tengan algo en contra de ti; poner la otra mejilla a quienes te agreden; no resistirte cuando te hagan mal; no juzgar, etc., etc., etc. Tal vez convendría revisar el “Sermón del Monte” para recordar (o enterarnos) cuales son las obligaciones de nuestra fe cristiana: Mateo 5,6 y 7.

Tenemos que recordar siempre que, si bien debemos procurar estar vivos y felices, nuestra humanidad nunca se debe anteponer a lo que Dios espera que hagamos.

Como seguidores de Cristo, no podemos ni alegar, ni negar, ni invalidar, ni entender a medias los lineamientos cristianos; aunque, por seguirlos, quedemos ante los demás como “gafos”, “tontos”, “ridículos”, “débiles”, “fanáticos”, “absurdos”; o aunque estemos “cansados”, “obstinados”, “muriéndonos”, “sin esperanzas” …

No podemos nunca honrar a nuestro “bienestar humano” antes que a nuestro “bienestar espiritual”; y nuestro bienestar espiritual pasa por seguir lo que Dios Padre nos mandó a hacer a través de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

El final ¿qué hizo la viuda? Pues amó su compromiso con Dios a pesar de poner en peligro su bienestar terrenal.  Y esto fue bien visto por Jesús.

Querido amigo, eso es “amar a Dios sobre todas las cosas”, incluso sobre ella misma.

¿Estoy loco? ¿Estoy equivocado? Pues lee por ti mismo varias veces.

No busques en la tierra tu felicidad, dejando de lado tu oportunidad de ganarte el Cielo (la vida eterna).

Si tu espíritu fue quien me leyó, quedó todo claro; si no vuelve a leerlo muchas veces.

 
Namasté

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 08 de noviembre del 2015.
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Palabras-claves viuda, ofrenda, templo, altar, Jesús, enseñanzas, cristianos,