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martes, 9 de julio de 2019

La promesa de la Magdalena

Autor: ShaniShaktiAnanda

Lo siguiente puede ser fantasía o realidad, tú decides en función de lo que hayas sentido y vivido. Este relato está en función de lo que ha despertado en la memoria.

A pesar de que quieran esconderlo, Jesús el Cristo tuvo un gran amor. Ese amor fue María de Magdala, “la Magdalena”.

Pero ese amor no fue normal; surgió como un viento que nadie esperaba, que se metió primero en ella y que lo inundó luego él.

Así deben ser los amores correctos, nacer en el corazón de la amada para luego echar raíces en el alma de Él.

Comenzó como una pequeña enredadera que nace en el corazón, para luego apoderarse del cuerpo, de la mente y del alma de ambos. Y esa planta, ya grande, se enredaba entre ambos y los mantenía unidos a pesar de las situaciones e inconvenientes. Era un amor que difícilmente se podría controlar, si bien tardó en consumarse tomando en cuenta la pasión que había.

Pero María Magdalena debía comprender muchas cosas para poder vivir ese amor a plenitud, ya que su amado -Jesús el Cristo- no era un hombre común. Su amado debía mantener su existencia en la cuerda floja entre su terrenalidad y su divinidad.

Es por esta dualidad integrada que lo representaba a él, que el amor tenía tanto la pasión terrenal más fuerte que existía, como la divinidad más sublime que nadie podía imaginar.

La Magdalena muchas veces no sabía qué hacer con eso. El deseo del amor humano se desbordaba en ella muchas veces; pero algunas de esas veces no encontraba al hombre sino al dios.

Mientras que su amado muchas veces quería ser el hombre apasionado que tenia derecho a ser con ella, sabía que su amor teñido de divinidad era muy fuerte para el alma de su amada.

Pero no fueron pocas las veces que se entregaron uno al otro. Bajo el amparo de las sombras y de la luna, se unieron en cuerpos y almas de forma nunca vista aquí en la tierra. Era el Dios hecho Hombre transformando a su Mujer en Diosa. Era la fuerza del mismo Dios llenándola a ella y ella acogiendo al hombre cansado de ser Dios.

Eso describía a la perfección la unión entre la Magdalena y el Cristo. Porque no solo fue la unión entre María y Jesús, sino que la fuerza de ese amor enviado desde los Cielos, hizo trascender esa energía y hacerla singular, hacerla digna entrada al Cielo.

El Cristo y la Magdalena se convirtieron con su amor en uno solo. Y cada vez que estaban juntos, el Universo se ponía en orden, se salvaban pecadores y entraban en tropel almas al Cielo.

Pero la Magdalena debía aceptar que el Cristo tenia una misión. Una misión que ella entendía pero que no le permitía a él convertirse en un hombre común a su lado, como cualquier mujer necesitaría.

Mucho tiempo le llevó a ella comprender que sus pretensiones de tener a un hombre común a su lado eran vanas, ya que ella también estaba llamada a dejar de ser una mujer común. El Cristo no podía ser solo el hombre para ella; sino que ella debía convertirse en la Diosa para él.

Ella entendió tarde que el Cristo no podría tener a su lado a una mujer que pretendiera seguir siendo del mundo; y muchas veces se alejaron y volvieron.

Pero esa unión dio fruto, que no llegó a madurar hasta luego que el Cristo hubiera partido.

Y entonces, en el dolor del arrepentimiento de no haber aceptado su destino como mujer del Cristo y haber preferido ser mujer del mundo, María Magdalena, desde su escencia, hizo un promesa a su amado:

Amor mio, la escencia de mi alma te seguirá todas las veces que debas volver, y mi amor se manifestará totalmente en aquella de la que te enamores.
Mi fuerza la invadirá como un viento que no sabrá de donde vino; y tú, amado mío, me sentirás y me amarás como si nunca nos hubiéramos separado.
A esa mujer que albergue la escencia que tú mismo diste a mi alma, le deberás amar y enseñar; y volverás a sufrir al verla debatirse entre su humanidad y el amor hacia ti, el Cristo.
Te prometo que la amarás a ella como lo hiciste conmigo en esta vida, y posiblemente más, porque tendrás el dolor de la soledad y de la espera sin mi.
Ella será yo y yo seré ella, hasta el punto que recordará cosas que yo solo sé. Para ti no habrá diferencia entre ella y yo.
Yo intentaré quedarme para acompañarte hasta que vuelvas a marcharte, como no lo hice en esta vida, lo me causó un dolor a muerte a mi alma, por haberte fallado.
Pero podré quedarme en ella mientras ella haga lo que yo no logré hacer: aceptar tu divinidad hecha hombre y entender que si debe estar a tu lado debe ser también la divinidad hecha mujer. Ella debe preferirte a ti antes que al mundo, como tú prefieres al Padre antes que al mundo.
Amado mío, no te fallaré; mi escencia no descansará hasta que te ayude a cumplir con tu misión y llegue a ser la fuerza que una vez necesitaste.
Aún llevo clavado en mis oídos cuando el la cruz le reclamabas al Padre “porque mi fuerza me ha abandonado”, fuerza que no supe ser, fuerza que decidí no ser.
Pero te prometo que lo seguiré intentando por toda la eternidad.”

Y desde entonces se ha cumplido esta promesa una y otra vez, con toda la fuerza del amor entre la Magdalena y el Cristo pero con el mismo fracaso.

Pero los de arriba no descansan. Y seguramente que en esta o en otra vida, me volveré a encontrar con esa mi fuerza, con la escencia de mi amada; y podré así terminar de cumplir con mi misión. Esto lo dice el Cristo, no el hombre.

Solo debo esperar a un alma de mujer suficientemente pura y fuerte para que soporte las condiciones de ese amor y logre ser la fuerza para poder llevar las almas al Cielo.

Dios te bendiga.

Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Original: 1285 AS. (09 de julio del 2019)http://pagr777.blogspot.com/
Instagram @ShanisShaktiAnanda @Unificandonos
Palabras-claves: magdalena, maría, magdala, cristo, amor, escencia, alma, cielo