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domingo, 7 de diciembre de 2014

Viviendo de probabilidades



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
Cuando nos tomamos en serio la vida y tratamos de argumentarnos el porqué suceden las cosas; se pasan por todos los aspectos: el mental, el emocional, el mágico, el espiritual y hasta el aleatorio.
Yo, en el que no creo es en el aleatorio. Para mi Dios no es “caos”; aunque tampoco es una consciencia “pensante” como nuestra limitada mente puede imaginar.
Pero manteniendo la idea de que “Dios es todo”, pues toda nuestra realidad es construida (o destruida) por nuestra mente, nuestras emociones, nuestra parte astral (la parte mágica) y por supuesto por nuestro componente espiritual.
Tener tantas variables juntas, hace muy difícil concretar con certeza la realidad que deseamos; o mejor dicho, cómo la deseamos.
Si bien existen formas de pensamientos positivistas que plantean la capacidad absoluta en nosotros de crear nuestra vida, aún sigue siento una más de tantas tendencias del buen vivir; por lo tanto no es ciento por ciento efectiva. Si lo fuera, hubiera desplazado a todos los demás enfoques.
De la misma forma se sabe que muchas veces nuestro esfuerzo terrenal/mental no determina el resultado esperado de las cosas; y allí viene el “Dios lo quiso así”.
Pero incluso desde la parte espiritual; si bien los deseos están permitidos, debemos supeditarnos a la voluntad de Dios.
Todo esto no plantea ningún caos, ni una imposibilidad de vivir bien de forma intencionada. Lo único que aclara es que no es sencillo hacerlo.
Otra máxima espiritual establece que “todo es posible para Dios”... y la física cuántica así lo confirma.
Dentro de la misma rigurosidad mística de entender cómo funciona el universo, encaja muy bien el conceptualizar al futuro como un abanico de posibilidades infinitas, en cuanto a qué acciones pueden ocurrir. Esto es lo que yo denomino los “futuros posibles modificables” (buscar artículo si es de interés)
En todo momento el Universo nos plantea un menú infinito de futuros posibles; cada uno con probabilidad diferente de ocurrencia.  El futuro donde caigamos, dependerá de nuestras acciones (y de todas las leyes universales); así que nosotros simplemente “nos ubicamos en el futuro que nos corresponde”.
Así que siendo místicamente rigurosos, nosotros “no creamos nuestro futuro” sino que “nos ubicamos donde nos toque, de forma probabilística”.

Busquemos la tendencia.
Hasta aquí no he aclarado mucho; por el contrario, si ahora “no creamos” sino que “nos ubicamos”, parece aún más difícil la elección de cómo ser felices de forma intencionada,
En realidad sigue siendo complicado; pero ahora se amplían las posibilidades al hablar de tendencias y no de hechos concretos.
Difícilmente podemos condicionar nuestros futuros hacia hechos concretos, porque según la física cuántica, un hecho en particular es solo un punto infinitesimal en un espacio de puntos infinitos. Acertarle a un punto preciso de forma intencional puede ser infinitamente difícil.
Pero si lo que buscamos no son hechos concretos dentro de ese espacio infinito, sino probabilidades de: “ser felices”, de “ser exitosos”, “de ser saludables”... todo se torna mucho más sencillo.
Una infinidad de hechos, dentro de ese universo infinito de futuros, puede agruparse en: “ser feliz” o “no ser feliz”; o en “tener salud”; o “no tener salud”; con un degradé de opciones que también termina siendo limitado.
Entonces dentro de todo este aparente caos, tenemos algo en concreto: “debemos solo condicionar o crear una tendencia de futuro que incluya a esa cantidad infinita de posibles futuros que deseemos”.
Si por ejemplo queremos “ser exitosos económicamente”; puede no importarnos si lo somos trabajando en tal o cual compañía, o teniendo nuestro dinero en tal o cual banco, o si lo somos  a los 30 o a los 32 años de edad, o con uno o dos hijos, o en un país o en otro, etc.
Crear tendencias de futuro si es mucho más fácil que crear hechos concretos. No quiero decir que crear hechos concretos sea imposible; pero a la mayoría de nosotros no nos interesan los detalles.

¿Cómo lo hacemos?
La pregunta entonces se torna en: ¿cómo podemos condicionar a nuestro futuro para que nos vengas cosas que nos satisfagan dentro del bienestar que queremos tener?
O con aún más simple hablando de probabilidades: ¿cómo aumento las probabilidades de que me vaya bien en mi futuro?
Y la respuesta es sencilla: viviendo desde tu escencia espiritual de forma correcta.
Si bien podemos aceptar que nuestras intenciones no determinan ciento por ciento nuestra realidad (salvo hechos puntuales en personas puntuales); lo que si es seguro es que parecen haber fuerzas que no entendemos, que terminan condicionando lo que vivimos más allá de nuestra intención inicial.
Estas fuerzas se escapan incluso de “la magia” (lo astral) y entran en ese plano espiritual real desde donde se enmarca nuestra relación con Dios.
Entonces, sí parece coherente decir que “Dios permite o no las cosas”. Pero también es lógico pensar que si nosotros comenzamos a trabajar con y desde nuestro espíritu, podremos condicionar “inclusive a Dios”, para que nos permita ser felices.
Todo esto tan complicado que pretendo explicar en pocos párrafos, oculta la verdad mística por la cual “ocuparse de las cosas del espíritu aumenta la probabilidad de estar cada vez mejor”.
Y todo esto lo podrías refutar con experiencias personales o con situaciones mundiales donde Dios no parece ser el impulso positivo ni dar buenos resultados.
No te ciegues, “no todo lo que brilla es oro”; y “no todo el que habla de Dios, ama a Dios”. La vida espiritual, sobre todo en nuestras sociedades modernas, está muy mal interpretada.
Para no descartar este escrito de una vez, deberíamos replantear qué significa vivir espiritualmente; a lo mejor ni se acerca a lo que el común de las personas piensa.
“Vivir bien entra dentro de las probabilidades que todos tenemos. Si queremos aumentar dichas probabilidades, debemos ocuparnos de nuestro espíritu.” (PAGR)
Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 07 de diciembre del 2014
Twitters: @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras-claves: futuros, probabilidades, física, cuántica, crecimiento, espiritual, bienestar, Dios

jueves, 4 de diciembre de 2014

Meditando de verdad



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
En nuestros días y en nuestras culturas occidentales, se está descubriendo a la meditación como una herramienta de bienestar. Y los beneficios se promulgan como algo novedoso e innovador; cuando meditar es una actividad que ha venido realizando el hombre casi que desde que se “autodescubrió”.
Y hablo de que nos tenemos que auto-descubrir aún hoy en día; como requisito de reconocer a la meditación como algo indispensable para vivir bien. Al final del artículo volveré con este punto.
Y no solo se promulga la meditación como una ayuda para casi que cualquier cosa; sino que después de algunos intentos de practicarla o de algunos libros o discos compactos escuchados; cualquier persona dice que sabe meditar y que lo logra exitosamente.
En realidad la meditación es una práctica que se puede realizar de diferentes formas; y además es una práctica que tiene un impacto múltiple en nuestro Ser.
Cuando meditamos, llegamos a todos nuestros cuerpos: físico, mental, emocional, energético, astral y kármico/espiritual; y los logros los vamos conquistando en ese mismo orden (si bien podemos tener algunas victorias de forma dispersa)
La ciencia moderna ha estudiado el impacto de la meditación principalmente a nivel físico/químico/orgánico; que si bien comienza a tener trascendencia a niveles mental y emocional, aún pertenecen al plano físico.
Se han hecho estudios en los cuales se comienza a observar cambios positivos a nivel de la estructura cerebral de los individuos de estudio, luego de seis (6) meses de meditación diaria, por alrededor de una hora.
Sin considerar la frecuencia diaria de meditación, sino considerando solo la cantidad de tiempo; podríamos argumentar de forma ligera que se necesitan 180 horas (los 180 días de los seis meses) para que la meditación logre un impacto permanente y sostenido en la primera capa de nuestro ser (cuerpo físico/orgánico).
Si meditáramos una hora a la semana; necesitaríamos 180 semanas (más de 3 años) de práctica de meditación para obtener beneficios permanentes en nuestro ser; pero solo en la parte fisiológica.
Si buscamos impactar a nuestras otras partes sutiles, posiblemente se requeriría mayor tiempo o mayor frecuencia.

Meditación como segunda opción.
Pero más allá de sacar números a la ligera, y de no considerar a la frecuencia con la que se medita como más importante que la cantidad de horas; lo que quiero hacer notar es la seriedad requerida a la hora de meditar.
Meditar se debe hacer con frecuencia, con constancia, con perseverancia y por largo tiempo.
Meditar tiene que pasar a ser una rutina de vida, parte de la cotidianidad. En nuestra cultura, meditar es algo que se hace “si nos queda tiempo libre” o “si no tenemos nada más urgente que hacer” o “si ya no podemos hacer más nada con nuestros problemas”
La meditación pasa a ser una actividad secundaria y que se ve relegada por las otras rutinas de vida. Increíblemente ir al mercado puede llegar a ser más importante que meditar.
Y debería ser todo lo contrario; la meditación debería condicionar a las otras actividades cotidianas.
Si la meditación no se asume como estilo de vida, los efectos en nosotros no serán ni importantes ni  permanentes. Aunque si bien, cada vez que la hagamos, podremos obtener relajación física, posiblemente un poco de descanso mental, y el beneficio de “hacer algo diferente”.

Objetivo primario de meditar.
Adquirir la capacidad de apaciguar a la mente de forma intencionada cuando así se requiera, es tal vez el objetivo primario que se busca con meditar.
En esta era moderna, incluso las personas más mentales están reconociendo que la mente es la causante no solo de problemas, sino de entorpecer muchos procesos personales de bienestar.
Los diferentes porqués los he explicado en otras ocasiones; y en particular la afectación que puede producir la mente sobre nuestro cuerpo energético, del cual depende mucho nuestro bienestar.
Pero la mente no es la villana de la película. De hecho, en muchas ocasiones no solo es útil, sino indispensable. El problema es que la mente sin control, tal como un niñito maleducado que está de visita, se mete en todas partes; incluso donde no le corresponde.
La mente se puede incluso tomar atribuciones de “sentir” emociones y sentimientos, lo que causa más problemas que bienestar. (Buscar un artículo anterior “pseudosentimientos”)
Muchas personas sienten como un éxito llegar a calmar a la mente durante la meditación; pero no es un logro mayor, porque meditar se hace en un lugar controlado, calmado.
La práctica de meditar debe permitirnos adquirir la capacidad de calmar a la mente en los momentos difíciles; allí es donde se comprueba si meditar nos está sirviendo de algo.

Formas de meditar.
Una vez asumida la práctica de meditar con la seriedad necesaria,  viene la forma de hacerla.
Los protocolos que podemos encontrar pueden variar muchísimo. Y no me refiero solo a las dos grandes subdivisiones de Meditación Concentrativa y Meditación Contemplativa; ni a la clasificación moderna de meditaciones autónomas o meditaciones guiadas.
En cualquier estilo encontramos diferentes formas de hacerlas, generalmente asociadas a los elementos que se utilizan. El protocolo puede combinar secuencias de:
-          Estiramiento físico
-          Respiración consiente
-          Uso de mantras/sonidos
-          Posturas de cuerpos y de manos
-          Visualizaciones activas
-          Técnicas de enfocar a la mente
-          Observación/conexión con la Divinidad
Entre otras.
Lo más aconsejable para alguien que desee comenzar a meditar, es que pruebe diferentes protocolos; y que se quede con el que más le acomode. Si bien es verdad que ciertos esquemas están planteados para ciertos enfoques u objetivos de la práctica de meditación y deben asumirse sin cambios.
Sea como sea, meditar se debe practicar de forma frecuente; y si además podemos desarrollar formas rápidas de hacerlo en pequeñas y grandes situaciones; pues mucho mejor. Podemos tener rutinas de meditación para diferentes escenarios, sin descuidar la práctica forma:
-          Podemos aprender a hacer respiraciones conscientes para sacar a la mente de estados obsesivos puntuales, donde parece quedarse enganchada.
-          Podemos hacer visualizaciones para prevenir estados de nerviosismo (mental) ante nuevas situaciones estresantes.
-          Podemos hacer meditaciones cortas para recargarnos de energía, cuando las necesitemos.
-          Podemos hacer meditaciones al momento de orar.

El peligro de la mente vacía.
Pero todo no es color de rosas. Todos hablan de “dejar la mente en blanco”, de “vaciar la mente”. Pero cuando eso ocurre ¿con qué llenamos ese espacio que queda?
En el Budismo hay un concepto conocido como “Vacuidad” que se asume como vaciar la mente; pero que en realidad va más allá.
Si revisamos los orígenes reales de la meditación; esta no viene de una terapia para controlar el estrés, ni para rendir más en los estudios, ni para ayudar en la cura del cáncer.
La meditación nace como una herramienta dentro de los esquemas de Crecimiento Espiritual.
Desde el misticismo más básico se sabe que Dios no es una experiencia mental; por lo tanto para experimentarlo hay que dejar a la mente de lado. Este es el verdadero objetivo originario de meditar.
Así que la verdadera meditación es aquella que te permite aquietar a la mente; dejarla de lado en tu experiencia de vida; para entonces llenarte de la conciencia de Dios.
Pero esto de llenarte de Dios no es un proceso automático; no todo el que medita logra dejar a la mente de lado; ni todo el que deja a la mente de lado logra llenarse de Dios. Por esta razón la meditación se debe considerar solo una herramienta.
Se necesita de todo un escenario más complejo de crecimiento espiritual para poder decir que meditamos de verdad. Necesitamos estar rodeados de Dios, para cuando creemos el vacío en nosotros, Dios se meta.
Pero si de verdad se logra vaciar a la mente; sin estar cultivando la experiencia de Dios (nuestras consciencia espiritual), el espacio vacío se puede llenar de otros planos de consciencia que pueden no ser muy “benditos”. Disculpen, pero esto no lo explico aquí.
Muchas veces la meditación persigue cambiar conductas o formas de ver la vida hacia estilos menos desgastantes o más iluminados; pero eso no se consigue solo vaciando la mente. Lo que de verdad puede modificar procesos de vida es la parte espiritual.
Es aquí donde retomo el concepto de “autodescubrirnos”.
Cuando el hombre se descubrió a sí mismo, dándose cuenta que él era mucho más espíritu que cuerpo físico-mental-y-emocional; entonces sintió la necesidad de meditar.
Si somos muy mentales y tratamos de apaciguar a nuestra mente meditando, estaremos luchando contra nosotros mismos. Posiblemente terminemos desistiendo de la práctica, desestimándola o incluso negándola.
Pero cuando nos damos cuenta de que nuestra parte importante no es el pensamiento, la lucha se lleva a cabo hasta la victoria final; esta es, tranquilizar a nuestra Consciencia Mental y comenzar a vivir desde nuestra Consciencia Espiritual.

Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 04 de diciembre del 2014
Twitters: @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras-claves: meditar, meditación, crecimiento, espiritual, dios, cuerpos, sutiles,

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El desasosiego de los discípulos



Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
Siempre se habla de todas las situaciones difíciles que durante su vida pasó nuestro Señor Jesucristo. Y por supuesto que son notables y necesarias de recordar; porque, más allá de las palabras, todos estos momentos nos enseñan de forma ejemplar parte de la enseñanza cristiana.
Pero y ¿qué se puede decir de los discípulos? ¿Ellos acaso sí la pasaron bien?
Más allá de contar anécdotas o citar pasajes bíblicos donde podamos verles a ellos en situaciones complicadas; yo los voy a presentar dentro del escenario de personas que están siguiendo a un maestro espiritual.

¿Qué es un discípulo?
Lo primero que hay que hacer es definir dentro de la práctica espiritual, a esas personas que está cultivando su espíritu.
Por supuesto que identificamos a Jesús como el Maestro de maestros de la doctrina cristiana; y detrás del maestro siempre hay personas que tratan de aprender de él.
Pero no todas estas personas lo hacen con el mismo compromiso o esfuerzo. Veamos.
Siempre, detrás de un maestro, se pueden identificar tres grupos de personas:
  • Los seguidores. Personas interesadas en lo que el maestro enseña; y que se acercan a él para obtener información y tomar lo que les sirva. Se puede crear cierto grado de afinidad, aunque a veces ciertas partes de la enseñanza se dejan de lado porque al seguidor le resultan incomprensibles o difíciles de aplicar en su vida.
    El seguidor puede llegar a ver parte de la enseñanza de forma acomodaticia o incluso verla como si esta estuviera fuera de contexto temporal; por lo cual la descarta o la ajusta a “sus necesidades e interpretación”
  • Los discípulos. Son aquellas personas que, además estar interesadas por lo que el maestro enseña, sí hacen de la enseñanza una regla de vida. Los discípulos no se permiten interpretaciones personales o incertidumbres en la enseñanza; sino que tratan de aclararlas con el mismo maestro, ya que es indispensable hacerlo para poderlas aplicar correctamente en sus vidas.
    Un discípulo siente en su Ser Interno que la enseñanza del maestro es cierta y es indispensable para vivir; y por eso es su necesidad hacia él, por eso lo busca, por eso lo procura. La enseñanza del maestro se convierte en el filtro por el cual pasan todas sus acciones, sus pensamientos, sus palabras, etc.
    Entre los discípulos y el maestro existe una afinidad más allá de lo humano/sentimental; que muchas veces se puede llegar a confundir como obsesión. Pero la verdadera afinidad discípulo-maestro no pasa por el plano emocional; el fanatismo y la obsesión sí.
    Por eso muchas veces una correcta relación maestro-discípulo se puede ver desde afuera como “tirante” o “poco cordial”; ya que una de las máximas del maestro es asegurarse que el discípulo lo necesite en el ámbito espiritual, pero no de forma emocional.
    En muchos grupos o sectas donde se proclaman maestros, no hay discípulos sino personas con carencias emocionales (que se autodenominan discípulos). Estas se sienten satisfechas al estar alrededor de una persona que se convierte, más que en el maestro espiritual, en el soporte emocional de patologías preocupantes.
    Si bien para un seguidor su vida terrenal (física/mental/emocional/energética) puede mejorar de forma conveniente gracias a que algunas cosas dichas por el maestro le pueden servir; para un discípulo verdadero, su vida comienza a ser una lucha real.
    El discípulo a través del esfuerzo constante, comienza el intento sostenido de entender su vida terrenal bajo los lineamientos espirituales que le da el maestro; en ese momento descubre que debe realizar ajustes fuertes; ya que debe vivir de forma espiritual honrando su plano terrenal.
    Un fanático tiene una tendencia a abandonar sus asuntos terrenales básicos (físicos/mentales/emocionales) en pos de una supuesta espiritualidad.
    Un discípulo debe seguir cargando y honrando a su propia terrenalidad básica; pero “aplicando los dones de su espíritu” en ella. Es esa misma terrenalidad, vista a través de los ojos del espíritu, la que le ayuda a crecer.
  • Los apóstoles. Los apóstoles (nombre tomado del cristianismo) son un grupo particular de discípulos. Generalmente son aquellos que han tomado las enseñanzas del maestro, las han podido aplicar en su vida, se han convencido sin la menor duda de sus beneficios y se embarcan en la tarea de darla a conocer por diferentes medios.
    Un apóstol sigue siendo un discípulo, pero tiene como misión expandir la enseñanza de su maestro.
    Dentro de esa tarea están los requisitos propios de un discípulo, pero debiendo  reforzar: la incondicionalidad con la enseñanza del maestro, el respeto de autoría de la enseñanza (humildad), la lealtad hacia la persona del maestro, entre otras.
    Un apóstol no es una misión autoproclamada, sino que es asignada por el mismo maestro; pudiendo ser retirada.
    En cuando a la forma de asumir y vivir las enseñanzas, un apóstol es igual a un discípulo. Solo que el apóstol, de forma intencionada, da la cara al público por la enseñanza.

Desasosiego de un discípulo.
Comienza entonces a estar claro que el asumir una vida terrenal con argumentos espirituales, no resulta fácil para un discípulo (incluyo a los apóstoles).
El primer problema que enfrenta es su entorno inmediato. La cotidianidad de cualquier persona suele estar centrada más en aspectos terrenales que espirituales. Así que si alguien comienza a actuar con criterios espirituales en su día a día, lo menos que puede parecer es “extraño”,
El vivir de esa forma “extraña” puede traer dificultades. Un discípulo no se aísla de su realidad, sino que la mantiene y la aborda desde otros puntos de vista que la mayoría de la gente no entiende y tampoco comparte (aunque sean puntos de vista más amplios, por demás).
En esos casos, las relaciones personales de un discípulo se suelen alterar; y el esfuerzo que debe hacer por mantenerlas es mucho mayor.
Pero allí no está el gran problema. Pongamos el ejemplo de Jesús y sus discípulos.
En la primera etapa de Jesús con sus discípulos (con seguridad un número mayor de ellos de los que nos han contado) la enseñanza se llevaba a cabo de forma casi privada. Pero la vida de Jesús fue siempre creciendo en cuanto a popularidad, en asuntos sociales, políticos y religiosos.
Imaginemos cuando Jesús, como maestro con posición firme y nada alcahueta, debía plantar y defender sus posiciones de forma pública, con sus discípulos alrededor.
Imaginemos la actitud de sus discípulos. Su maestro sí tenía certeza de lo que decía; poseía además la seguridad, la labia, los argumentos, etc.; mientras que ellos apenas lo comenzaban a aplicar en sus vidas.
Más de uno estaba detrás del maestro, deseando que nadie refutara lo que se decía, para que ellos no tuvieran necesidad de “defender” ninguna posición.
Más de un discípulo se envalentonaba en los buenos momentos, pero cuando la situación apretaba, volteaban donde el maestro para que este saliera a luchar.
Y esa actitud que parecía lógica y hasta prudente, no lo era. Cuando se es discípulo, el convencimiento de la enseñanza es tal que se lleva un deseo interno de predicarla, de extenderla, de protegerla, de defenderla; pero la humanidad individual aún es muy grande como para abandonarla por el espíritu.
Más de una vez los discípulos de Jesús se cuestionaban internamente sus propias actuaciones, sintiéndose, ellos mismos, que no servían para eso. Asumían muchas veces que debía haber actuado, en algunas situaciones, de forma diferente a lo que lo habían hecho; lamentaban, en ocasiones, no haber ayudado o protegido al maestro; se arrepentían, frecuentemente, veces por la trasgresiones a los lineamientos; luchaban entre su comportamiento “terrenalmente esperado” y sus lineamientos espirituales, etc.
Y si bien este desasosiego que sentían los discípulos parecería muy exagerado; para un discípulo de verdad, este sentimiento le puede consumir su tranquilidad.
Más allá de ser una preocupación o deber “moral” que pueda honrarse o no dependiendo del propio bienestar; esta preocupación no es un asunto mental ni emocional que pudiera argumentarse y dejar pasar. El desasosiego viene de su alma, porque es esta la que reconoce la importancia tanto del maestro como de la enseñanza.
El dolor que se siente al no honrar a una enseñanza espiritual o a un maestro, puede llegar a ser mayor que muchos dolores físicos, mentales o emocionales considerados como fuertes. Es ese sufrimiento del alma el que se espera esté presente durante la “confesión de los pecados” dentro de la práctica católica. Pero ese dolor de arrepentimiento únicamente lo puede sentir un verdadero discípulo.
Y en nuestra Biblia hay varias referencias de este desasosiego extremo o “dolor de alma” en algunos discípulos. Así se dibuja con la desesperación de Judas Iscariote luego de entregar a Jesús en el huerto (Mateo 27:5); y con el dolor que sintió Pedro al negar tres veces a su Maestro cuando lo iban a crucificar (Mateo 26:75).

Desasosiego cotidiano.
Pero sin hablar de cosas grandes, que pueden ser puntuales; cotidianamente el desasosiego marca a un discípulo.
El evaluarse constantemente; el buscar una forma de brindar a los demás lo que le ha servido a él; el encarar a un mundo que no entiende lo que hace ni lo que siente; el tener que buscar el punto medio entre su terrenalidad y su espiritualidad, el enfrentarse a seres queridos que lo notan cambiado, el miedo a defraudar al maestro y a su enseñanza; el terror de perder lo que haya conquistado terrenalmente; y un largo etcétera.
¿Entonces los pobres discípulos sufren en vez de tener paz? No, no sufren.

El beneficio de un discípulo.
Todo discípulo sabe una cosa esencial: que todo el esfuerzo que se haga aquí en la tierra,  cuando lo asuntos se enfocan correctamente hacia lo espiritual, se va a traducir en ganancia espiritual. Y que si bien su terrenalidad puede dudar algunos años más y hay que mantenerla y honrarla, su espíritu es eterno; y por lo tanto lo será el beneficio que obtenga.
Todo discípulo debe cuidar de su terrenalidad y cultivarla; no porque espere un premio de ella, sino porque cuanto más años viva, tendrá más oportunidades de ejercitar su espíritu.
Así que a pesar del desasosiego, las ventajas existen; y lo mejor de todo es que son eternas.
No es masoquismo, por el contrario, es aprovechamiento de la situación.
Pero los beneficios de un discípulo no son egoístas. La sola experiencia de convivir junto a un discípulo, con su comportar “extraño”, provee escenarios de aprendizaje espirituales que cualquier persona, si se lo propone, puede aprovechar.
El mismo Jesús lo comunicó para las personas a las que Él iba a enviar un discípulo o un apóstol (los corchetes insertados son aclaratorias mías de contexto):
Mateo10:34-36
Dios Habla Hoy (DHH)
40 »El que los recibe a ustedes [mis discípulos/apóstoles], me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
41 El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá igual premio que el profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá el mismo premio que el justo.
42 Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos “pequeños” [aparentemente débiles, ingenuos  y “extraños”] por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio.»

El maestro lo entiende.
Una de las cosas que preocupa a un discípulo es si su maestro comprende su situación de confusión. Por su puesto que lo comprende.
Si bien me reservo la alusión a Jesús como Maestro; todos sabemos que un maestro, antes de serlo tuvo necesariamente que ser discípulo. Así que un maestro, más allá del los dones espirituales que manifieste, habrá vivido muchas veces ese mismo desasosiego cuando era discípulo.
Jesús por ejemplo, nunca juzgó ni a Judas ni a Pedro dentro de las acciones que citamos.
Pero lo que sí no puede permitir un maestro es una desobediencia de las enseñanzas persistente y a consciencia; ausente además del esfuerzo real en honrarlas o resarcirlas.

Finalmente...
Entonces no es solo el maestro el que puede enfrentar situaciones difíciles en su camino espiritual, sino que los discípulos también pasan lo suyo.
Un maestro asume su rol y cambia su vida; un discípulo debe enfrentar a cada rato, el cambio de su terrenalidad dura a una más espiritual.
Ser discípulo no viene con una situación de vida sencilla; pero es lo mejor que puede hacer para conquistar lo que su alma anhela: llegar al Cielo para quedarse únicamente en espíritu y fundirse con Dios para siempre.
El sentir ese compromiso de alma ante una enseñanza, ante un maestro; que te haga sentir obligado a hacer cambios en tu vida; resulta muy difícil para un discípulo. Si de alguna manera el maestro te forzara, te coaccionara; sería más fácil decir que no. El asunto es que esa necesidad nace de tu interior; y es lo que produce el desasosiego de los discípulos.
Todo discípulo debe recordar lo que Jesús frecuentemente le decía refiriéndose al costo del discipulado/apostolado:
Mateo10:34-36
Dios Habla Hoy (DHH)
“34 »No crean que yo he venido a traer paz al mundo [a tu existencia en el plano terrenal]; no he venido a traer paz, sino guerra [lucha, enfrentamiento en plano terrenal cuando trata de ser vivido desde el espiritual].
35 He venido a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra; 36 de modo que los enemigos de cada cual serán sus propios parientes [por la incomprensión con la que serán vistos los discípulos].”
Por supuesto que los corchetes insertados, son aclaraciones mías de contexto.
Y cuando Jesús decía esto a sus discípulos, no se refería a que sus vidas iban a ser un infierno, a que les iba a pasar cosas malas; nunca. Sino que les advertía que practicar sus enseñanzas con sus realidades terrenales a cuestas, nunca (óigase bien: nunca) les iba a ser fácil.
Así que si el comportarte como cristiano no te es difícil, en este mundo que no ha cambiado mucho desde hace dos mil años; evalúate. A lo mejor no estás viviendo tu doctrina cristiana como discípulo de Jesús.
Namasté
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: 02-03 de diciembre del 2014
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Palabras-claves: discípulo, maestro, desasosiego, seguidor, apóstol, apóstoles