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sábado, 9 de febrero de 2013

Entrégate una y otra vez

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Si nos aferramos a Dios, todo siempre fluye; aunque no lo entendamos.

En momentos muy difíciles, en los momentos de sufrimiento extremo, rogamos a Dios, les pedimos a nuestros Guías, hasta los sentimos, los soñamos, pero de alguna forma no dejamos de sufrir y a veces la situación parece empeorar.

A pesar de no entender, en ese sufrimiento extremo está hablando Dios. Posiblemente no dice o hace lo que estamos esperando, porque no conocemos sus planes. Dios mismo y nuestros Guías utilizan una forma irrefutable de hablarnos, de comunicarse con nosotros; ellos utilizan algo el cual nunca pasamos por alto: nuestro sufrimiento.

El sufrimiento SIEMPRE está presente cuando hacemos algo mal. Y “hacer mal” no quiere decir “actuar intencionalmente mal” Podemos hacer algo mal de forma pasiva, simplemente “permitiendo” algo o “no haciendo lo que deberíamos hacer”; eso también es hacer mal, aunque lo hagamos sin mala intención.

Ese sufrimiento entonces es necesario como alarma; a veces nuestros Guías no nos quitan el malestar porque es la única forma de comunicarse con nosotros. Si no entendemos esto nuestras plegarias se centrarán compulsivamente en eliminar el sufrimiento, cuando en realidad deberían ser una petición de discernimiento para saber qué hacer, o a lo mejor un ruego para entregarnos a la voluntad de Dios.

Entregarnos a la voluntad de Dios es la única forma en la que Dios puede actuar en nosotros. Si estamos enfrentando una situación de forma inconveniente (lo que nos genera sufrimiento como una forma de alarma), ¿cómo le pedimos a Dios que nos ayude si no soltamos la situación y le damos la Él las riendas?

¿Nos acordamos de la oración del Padre Nuestro? Es la oración más sagrada enseñada por nuestro mismo Señor Jesús. ¿La rezamos? Si queremos ver los milagros de Dios debemos ser consecuente con lo que le prometemos:
 
"Padre nuestro que estás en los cielos - santificado sea tu nombre - venga a nosotros tu Reino - HAGASE TU VOLUNTAD así en la tierra como en el cielo - ….."

y aunque la rezamos constantemente, nos pasado pidiendo que suceda lo que nosotros queremos, que se haga nuestra voluntad.

Para pedir ayuda a Dios, deberíamos comenzar a tener completa confianza en Él. Deberíamos no dudar de que Él nos guía constantemente, de su poder supremo, de que puede liberarnos de nuestros errores; porque de otra forma estarías perdiendo el tiempo.

Si reconocemos que Dios es todo poderoso, nuestro sufrimiento no tiene otro significado que la advertencia de que nosotros, con nuestra corta visión de la realidad, con nuestra testarudez, con nuestras expectativas personales; estamos oponiendonos a lo que Dios necesita que suceda o al mismo orden de acciones que Dios planteó cuando creo este Universo.

Si es así ¿cómo quieres que Dios venga y te lo diga? ¿Por una visión? ¿Acaso eres profeta? Dios te lo va a decir, repito, por lo único que no vas a pasar por alto: por tu sufrimiento.

Dios nos habla; y es permitiendo que nos sintamos mal la forma que tiene para hacernos entender que estamos haciendo las cosas de forma equivocada o estamos en la situación o con las personas que no deberíamos. Dios no quiere que vivamos en sufrimiento, pero este mismo sufrimiento es la forma más efectiva PARA QUE NOS DEMOS CUENTA QUE POR ALLÍ (o de esa forma) NO VA LA COSA.

Cuando apenas comenzamos a sufrir debemos corregir el camino; mejor lo aprendemos de una vez.

Si todo esto lo interiorizamos estaremos cumpliendo el primer paso para vencer “al sufrimiento”; reconocer el porqué y el para qué está allí.

Por lo tanto, lo primero que NO PUEDES HACER cuando tengas un sufrimiento extremo es entregarte a la depresión (sufrimiento sostenido). Si te lamentas por el mismo sufrimiento no has entendido absolutamente nada.

Si Dios te habla y te dice a través del sufrimiento que debes cambiar algo; y tu en cambio solamente lloras y te desesperas ¿dónde quedaron todas las veces que le pedía “que se hiciera su voluntad”? Deberíamos ser honestos con Dios.

Dios te ama y Él te lleva al mejor lugar donde merezcas estar, pero no siempre lo hace por el camino que tu dispones. Entregarse es muchas veces la única clave necesaria para vencer a un sufrimiento extremo.

Cuando tengas un sufrimiento extremo debes:
  1. Entender que ese malestar unicamente está allí para avisarte de que esa situación se está abordando de forma equivocada en percepción y en acción. Lo primero que debes hacer es soltar: “dejar de hacerlo mal”.
  2. Ser honesto y respetar tu acuerdo con Dios, permitirle “hacer su voluntad”. Este paso no es un abandonarse, sino por el contrario es comenzar a actuar de la mano con Dios.
  3. Para lograr actuar con Dios debes seguir caminando; pero dentro de cada acción, una y otra vez, debes repetir la siguiente oración:
 
"Dios me entrego a ti;
así como tu hijo, mi Señor Jesús, acepto y cumplo tu voluntad;
con la certeza en mi corazón de que esto te servirá para un bien mayor.
 
Usa mi vida para enseñarme a mí y los que me rodean;
y cierra mis ojos para que no busquen ver el camino;
sino solo caminar a donde tu mano me lleve,
con completa confianza en ti.

Que mi sufrimiento sea la alarma que me recuerde que tú mandas en mi vida;
y que cada vez que la sienta entienda que debo actuar contigo, entregándome a ti, una y otra vez.
Amen."

Esta oración debería pasar a ser tu nuevo compromiso con Dios. Te asombrarás de la fuerza que le quitas al sufrimiento en tu vida

Dios te siga bendiciendo.

Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 09 de febrero del 2013
Twitter: @eReiki

martes, 5 de febrero de 2013

La tolerancia religiosa

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Toda religión o práctica espiritual sana debe enarbolar la bandera del Amor: del amor hacia Dios, del amor entre los seres humanos y del amor a toda la Creación. Eso no se discute.

Lo que sí puede ser hasta cierto punto polémico es el significado del Amor. Aunque parezca obvio, a veces puede tomar matices complicadas. Esta complicación yo la resolví para mí hace algunos años diciendo de una forma salomónica: “Amar es brindar a los demás momentos en los cuales ellos puedan dar gracias a Dios” (#PEDROGOMEZ)

Pero el asunto que quiero plantear no es el Amor, sino lo que pareciera ser similar: la Tolerancia. Tanto el Amor como la Tolerancia son dones espirituales distintos, que se pueden conjugar en la vida de las personas de forma independiente, pero nunca enfrentándolos.

La Tolerancia se parece más a la aceptación de nuestro prójimo con sus diferencias; siempre y cuando esas diferencias no afecten al bienestar de nadie (al Amor).


La Tolerancia entonces debe también ser exaltada en una vida espiritual, no solo el Amor. Y de hecho lo es; solo que a veces parece estar ausente inclusive en representantes espirituales o religiosos.

Sin ánimos de sacar a flote rencillas centenarias o intolerancias importantes entre religiones; y mucho menos de buscar culpables o reforzar situaciones que debemos dejar detrás; voy a tocar un tema de falta de Tolerancia que hace días salió a flote y me planteó esta reflexión que quiero dejarles para su propia consideración.

Probablemente sabrán que desde hace suficientes años, mi vida está dedicada a lo que se conoce como “sanación”; y no solo para sanar yo mismo, sino para servir a otros ayudándoles en sus procesos de sanación. En esta misión suelo utilizar diferentes métodos de sanación, pero siempre respetando la moral y las buenas costumbres, reconociendo y motivando siempre los procedimientos formales y científicos de recuperación de la salud y por lo tanto ofreciendo estos métodos como terapias complementarias, nunca sustitutivas ni alternativas.

Dentro de este reconocimiento y respeto de otras disciplinas también está el respeto a otras formas de sanación.

Específicamente hace días leíamos en un grupo de crecimiento una publicación oficial sobre sanaciones espirituales, de un importante personaje de mi propia religión católica. En esta publicación se “satanizaba” virtualmente cualquier otra forma de sanación diferente a la presentada en ese texto

Entre esas otras formas de sanación “desgraciadas” (sin la Gracia de Dios) estaban las que utilizaban Energía Universal – por ejemplo Reiki.

No era la primera vez que como reikista me enfrentaba a ese tipo de ataque gratuito. Yo me confieso católico, pero a veces siento que tengo meter pie para que algunos porteros no me cierren la puerta en las narices.

Al escuchar ese texto, las reflexiones en mí comenzaron a surgir solas. Una de ellas era la autoevaluación. Como reikista y aún más como instructor de Reiki, me preguntaba: ¿a cuantas personas habré hecho sufrir por causa del Reiki? O mejor aún ¿a cuantas personas he podido ayudar? Aún no me he enterado que le haya hecho daño a nadie y no han sido pocas las que me han expresado que el Reiki les ha servido para poco a poco ir recuperando su bienestar... Más de uno le ha dado gracias a Dios por haber encontrado al Reiki.


Pero el Reiki no es la cuestión, el Reiki no es una religión; el Reiki no se mete con nuestro espíritu ya que no pasa de ser una práctica energética. Así que las reflexiones continuaron.

La idea de un crecimiento espiritual (Evolución Consciente) fuera de las filas de una religión, si bien puede tener todo el soporte bíblico y cristiano, es algo que definitivamente debe venir del mismo “enemigo”; según la publicación que leíamos.

Un crecimiento espiritual, esté enmarcado donde esté enmarcado, debe tener como mínimo dos objetivos; primero acercar a las personas a Dios y segundo mantenerlas allí a su lado, para que se acompañen de Él el resto de sus vidas.

Sin ánimo de juzgar, cualquier se podría preguntar ¿cuántos intentos fallidos han tenido algunas religiones oficiales en estos dos objetivos? Y aún más ¿cuántos efectos contrarios (alejamientos del camino hacia Dios) se han propiciado con ejemplos poco convenientes o explicaciones y aclaratorias inexistentes de esas religiones?

No puedo comparar peras y manzanas. Sigo creyendo que las religiones oficiales son las estructuras de crecimiento espiritual que tienen la posibilidad de salvar al mundo; pero no comparto el ataque que ciertos voceros de estas estructuras hacen a otras formas de ayudar a sanar/crecer/evolucionar.

En definitiva, hay que ver los frutos reales:

Mateo 7:16


Reina-Valera 1960 (RVR1960)

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?


No hay una sola forma de Amar; cada quien está en el deber de hacerlo desde sus propios dones. Pero si alguien, de alguna forma, puede lograr que una persona aumente su felicidad hasta el punto de dar gracias a Dios y adicionalmente esa felicidad se contagia a su alrededor, el procedimiento utilizado no puede ser tan cuestionable.

¿Dónde está la tolerancia? Cito:

Marcos 9: 38-41El que no es contra nosotros, por nosotros es
(Lc. 9.49-50)


38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.

39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí.

40 Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.

41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.


Muchos sanadores fuera del estamento católico hacen buenas obras, muchos hablan en nombre de Jesús; si tienen éxito ¿por qué se les condena? El mismo Maestro invita a ser Tolerantes o ¿a no tener celos? ¿Serán celos?

No creo que sean celos. Como terapeuta holístico que soy y como impulsor del crecimiento espiritual como único camino para llegar a Dios, debo reconocer que hay prácticas de vida que si son mal llevadas pueden hacernos recorrer el camino hacia el Paraíso en sentido opuesto, o en el mejor de los casos pueden estancarnos.

Prácticas como la “magia” o brujería, la capacidad de videncia (sensorialidad hacia otros planos de existencia), las astralizaciones, las mismas prácticas energéticas; pueden distraernos del verdadero camino de crecimiento espiritual si no se tiene una guía apropiada.

Si a una persona no se le presenta desde pequeño su verdadera realidad espiritual; si no se le enseña correctamente cuál es su objetivo en esta vida; si no encuentra motivación para su práctica religiosa; entonces puede anclarse en actividades “pseudoespirituales” como las citadas anteriormente y así obtener la “satisfacción que necesita” en los pequeños logros que se obtienen de esas artes.

El mismo Reiki es considerado por muchos practicantes como “su religión”, lo que es un soberano error. Pero si a una persona nunca se le ha ofrecido un acercamiento sano e inteligente a alguna religión real, la cual pueda asumir sin sentirse culpable o criticada de entrada, donde se sienta apoyada y acompañada por los ministros; apenas encuentre algo que le produzca un mínimo de bienestar (como el Reiki), pues lo adopta como su camino personal a Dios.

¿Se puede criticar a esa persona que únicamente está buscando (a ciegas) sentirse bien? O habría que reflexionar si es necesario el replanteamiento de algunas religiones para que de verdad se conviertan en “pescadores de hombres”.

Si estoy en un lago y voy a pescar, lo menos que debo hacer es comenzar a dar golpes con los remos a diestra y siniestra, porque voy a alejar a todos los peces.

Entonces no es cuestión de denigrar ni satanizar a nadie ni a nada; pero tampoco se niega el derecho y el deber de alertar la inconveniencia de ejercer ciertas prácticas sin tener los fundamentos claros. La advertencia clara es necesaria, demuestra seriedad en el intento de convencer y evidencia tolerancia en el actuar.

La falta de tolerancia muchas veces viene por ignorancia; ya que al no tener elementos de entendimiento, lo mejor es apagar la luz o quemar en la hoguera. El llamado de tolerancia no es solo para la gente del pueblo, es necesario también para las instituciones religiosas.

Pero no es bueno generalizar por acciones que pueden originarse en individuos. De mi parte seguiré siendo católico por crianza y por convicción; a pesar de que alguno pueda dudarlo.

Como le dije una vez a una amiga Evangélica: “... porque tanta discusión sobre quien de nosotros es mejor cristiano; siendo uno panadero y el otro zapatero, siempre trabajamos para el mismo Señor, Jesús”

Namasté. 

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 05 de febrero del 2013
Twitter: @eReiki

¿Qué puede hacer un sanador?

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Lo primero que debemos hacer antes de entrar en detalles es recordar lo que se entiende con “sanar” y con “curar

La curación es un proceso mediante el cual se puede superar “un malestar” con la acción directa de “algo externo”. Ese “algo externo” es el que tiene la capacidad de modificar condiciones para que el malestar desaparezca. En curación se busca restaurar un estado de bienestar.

La sanación es también un proceso mediante el cual se puede superar “un malestar” pero desde “adentro hacia afuera”. Sanar busca que el interior de una persona se modifique, se fortalezca, para que el malestar no sea sostenible en ese nuevo interior. En sanación se busca no solo restaurar sino aumentar o fortalecer un estado de bienestar.

La curación puede ser algo temporal, en cuanto a que generalmente se limita a atacar los síntomas y no la causa. La sanación busca ser permanente, autosustentable, sin interferencia exterior posterior una vez que se produzca la sanación; ya que se consigue cambiar el interior para que el malestar no tenga más cabida.

Una no desplaza a la otra. Si bien la sanación parecería más importante, la mayoría de las veces la curación es indispensable abordarla primero para poder seguir viviendo (y sanando). Y esto nos lleva a otra de las diferencias; debido a que la sanación busca cambios internos permanentes, tiende a ser un proceso más lento que la misma curación.

Dejemos hasta acá el proceso de curación; reconociendo siempre su indispensable abordaje cuando se requiera y dejándolo a los profesionales aptos para ello.

Pero ¿cómo sabe alguien que debe comenzar a sanar? La respuesta es sencilla; se debe buscar sanar sí:
  1. se desean cambiar aspectos importantes de vida (formas de ser)
  2. se desea mejorar para futuro
  3. se mantienen sentimientos pasados que generan malestares actuales
  4. se reconocen actitudes o acciones que producen malestares constantes, recurrentes o persistentes
  5. nuestro malestar no tiene correspondencia física
  6. se desean aumentar los “dones de gente” (tolerancia, desapego, etc. - dones del espíritu)
entre otros indicadores.


En casos como estos se debe asumir el camino de sanación para lo que es recomendable buscar a un sanador.


Si bien el proceso de sanar viene de adentro hacia afuera, se puede aprovechar una guía exterior que nos facilite el proceso de reflejar ese bienestar que tenemos dentro hacia nuestra realidad integral. Esa guía se conoce como “sanador” cuando nos referimos a una persona que nos ayuda a sanar.


¿Es posible sanar solos? Si, la naturaleza siempre nos va a brindar escenarios de aprendizaje con los cuales, luego de entenderlos, podremos ir cambiando nuestra forma de ser; todo con la intención de no volver a sentirnos mal. ¿Fácil? A veces es mejor hacerlo acompañados por alguien que nos ayude.


Pero esa figura del sanador hay que entenderla bien. Dijimos que sanar puede ser un proceso lento; es definitivamente un camino de vida que se debe recorrer. Y un sanador debe ser alguien que nos acompañe con conocimiento de los detalles del camino, no con actuaciones puntuales, sino con posibilidad de persistencia.

Podríamos diferenciar entre un sanador y un terapeuta. Un terapeuta es un profesional que ofrece sus conocimientos (generalmente específicos) para proveer bienestar a alguien, pero cuya interacción se centra en su campo específico o en un asunto particular - dolencia, malestar. Una vez que esa dolencia desaparece, la presencia del terapeuta pierde interés.

Un sanador, por el contrario, es alguien que si bien puede ser igual de profesional que un terapeuta y tener campos específicos de acción, se involucra con el proceso que desea sanar más allá de lo que la evidencia de un malestar particular señala. Generalmente un sanador no atiende directamente a la causa de un malestar (sin tampoco descuidarla), sino que la utiliza para tratar de buscar relaciones (debilidades) más allá de las evidentes y proponer cambios para fortalecer procesos internos de la persona logrando así que ese malestar desaparezca casi de forma natural.

Un sanador sabe que no debe focalizar sus esfuerzos solo a lo manifestado exteriormente, ya que lo que se está mostrando unicamente representa debilidades que de seguro han pasado desapercibidas hasta por la misma persona. Por tanto, un sanador trata a la persona en diferentes ambientes, con diferentes acercamientos, con diferentes técnicas.

Esta diversidad de acciones no significa que el sanador esté improvisando su ayuda; por el contrario está cubriendo la integralidad del Ser porque sabe que la causa puede estar muy adentro de la persona y además puede no ser única.

Por esa razón un sanador no es aquel al que se busca o se encuentra de forma puntual. Un sanador de oficio debe poder generar una corriente continua de sanación a su alrededor: presencia real, escritos, charlas, talleres, mensajes, diferentes escenarios, diferentes enfoques, temas, metodologías; todas actividades que ayuden a los que deseen sanar. Esto lo debe proponer el sanador, porque sabe que el proceso de sanar no tiene “fecha ni hora en el calendario” y cuando hay eventos que se disparan hay que estar preparador para abordarlos.

Todo trabajo de sanación es complejo, tanto para el que busca sanar como para el sanador. El llamarse “sanador” es un título de vida, es un dedicarse a esa tarea, es vivir para ello y por ello. Pero el que desea sanar también debe hacer el esfuerzo correspondiente.

¿Pero dónde podemos encontrar sanadores reales?: en un entrenador físico, en un maestro de escuela, en un reikista, en papá y mamá, en un religioso, en un maestro espiritual, entre muchos otros. Todos estos pueden ser sanadores siempre y cuando cumplan con los requisitos de disponibilidad y compromiso de vida en el oficio de sanador que lo define (mística), no solo para proveer sanación, sino para sanarse a sí mismos:
  • Un entrenador físico que promueva la necesaria rutina a la actividad para que haya un aprovechamiento real; que haga un seguimiento a las personas que guía; y que su labor como entrenador sea una de las de más prioridad en su vida, es un sanador.
  • Un maestro de escuela que cumple su labor con mística; donde sus alumnos sean muy importantes para él; que piense constantemente en ellos y en cómo lograr que aprendan y se sientan felices; que se las ingenie para poder llegarle al grupo o a casos particulares; y que a pesar de los problemas laborales y salariales su trabajo no decae. Eso es un sanador.
  • Un papá o mamá que estén disponibles para sus hijos; cultivando todo lo bueno que tienen en su interior sin alimentar (resaltar) constantemente las debilidades que presentan; acompañándoles en cada experiencia de vida para apoyarlos; ellos se convierten en sanadores.
  • Un religioso que se ocupe y comparta con sus feligreses y con los asuntos de su comunidad; que predique desde el entendimiento y no desde la crítica; que sea accesible; que entienda que su trabajo está más allá que oficiar ceremonias religiosas; es un sanador.
  • Un reikista que, más allá de los cursos, viva el Reiki en su día a día, no solo como técnica, sino como estilo de vida; que se ocupe de su sanación personal desde el entendido que esa sanación se va a reflejar de forma automática en su entorno; ese reikista se convierte en sanador.
  • Un maestro espiritual con una enseñanza clara, amplia, coherente y consistente; que se mantenga alcanzable para quien decida estar con él; es un sanador.
Un sanador no necesariamente es un terapeuta acertado; no es un mago; no es alguien que hace milagros; no es un terapeuta que trata cosas extrañas que la ciencia no entiende o comparte. En definitiva un sanador no es alguien que hace cosas increíbles, pero si es alguien que ayuda a que una persona, con su propio esfuerzo, logre cosas increíbles dentro de sí.

Pero no todo el proceso de sanar recae sobre los hombros del sanador. Si alguien quiere sanar no va a un sanador una o dos veces y espera salir de allí con sus problemas resueltos, sin esfuerzo personal. Si alguien desea sanar no le va a pedir al sanador la fórmula mágica para resolver su problema en un dos por tres. Si alguien desea sanar debe estar consciente de que es él el que debe recorrer el camino con sus propios pies, si bien el sanador lo puede acompañar, a lo mejor en bicicleta.

Una persona que desee sanar debe acompañarse de un sanador y dejar que este, con su magia, descubra su materia prima interior y le ayude a que sea ella misma la que comience a darle forma a su propio bienestar dentro de sí.

Pero un sanador no puede llegar más allá de la intención real de sanar que tenga la misma persona. Si de verdad descubres dentro de ti esa necesidad de crecer, de que todo vaya mejor, de salir del foso, de cambiar, de rescatarte de la caída en la que pareces estar; atrévete a comenzar a recorrer un bonito camino de sanación y permítete la compañía de verdaderos sanadores; ellos viven para eso.

El proceso de sanar debe ser una rutina, no son actos espasmódicos. Por eso si una persona siente que su vida es muy complicada como para introducir cambios y permitir una rutina de sanación en ella, pues puede que no esté preparada para sanar.

Un sanador propone caminos, pero es el que desea sanar quien debe recorrerlos.

Namasté. 

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 05 de febrero del 2013
Twitter: @eReiki