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miércoles, 30 de enero de 2013

Relaciones entre padres e hijos

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Las relaciones interpersonales son cosas que hay que saber manejar y las más cercanas (familiares directos) son mucho más de cuidado (en otros escritos me refería a ellas como relaciones kármicas obligantes)

Siempre los padres decimos que “no nos enseñan a serlo”, pero tampoco hay instrucciones claras para ser hijos; recomendaciones si, muchas.

Vamos a plantear aquí esa relación entre padres (papá o mamá) e hijos. Es la relación más kármicamente obligante que podamos tener y por tanto es la que debemos cuidar con mayor esmero; creánme que puede llegar a condicionar muchísimo nuestro futuro; para bien o para mal. Por algo hay un mandamiento como el de “honra a tu padre y a tu madre”.

Está claro que los padres tenemos un compromiso de cuidado, protección, guía y cobijo de nuestros hijos cuando aún no están listos para salir al mundo como adultos; pero la relación va más allá. La adultez (o madurez) la define una serie de capacidades, de herramientas de vida, de experiencias acumuladas que ayuden a una persona a ser autónomos, a aprender que de sus propios actos se pueden gloriar o se pueden condenar. Al fin de cuentas, como espíritus que somos en este camino, vinimos a eso; a aprender a que con nuestras acciones podemos construir nuestro bienestar (o malestar).

Pero esa madurez ¿quién la marca?, ¿qué la define?, ¿cuándo comienza?, ¿cuándo nuestros hijos deben comenzar a afrontar sus vidas saliendo de debajo de las alas de los padres?


No puedo argumentar aspectos ni médicos, ni psicológicos, ni legales, pero los espirituales son suficientemente fáciles para argumentar y digerir.

Comienzo con dos planeamientos claros que he argumentado en muchas ocasiones:
  1. Tenemos libre albedrío: esto no significa que podemos hacer lo que nos de la gana, sino que depende únicamente de nosotros si queremos estar bien o queremos estar mal; tenemos (o deberíamos tener) esa capacidad de escogencia para asumir las situaciones y actuar para condicionar nuestra realidad. ¿Qué no lo sabemos hacer? Eso es otro tema, el no prestar “atención a las lecciones de la vida” y el no prepararse también es elección nuestra.
  2. El malestar en nosotros simplemente significa que hay algo que no estamos haciendo bien, que algo va mal o que hemos venido descuidando algo. El malestar no se asume ni se sufre, es sólo una alarma para saber que tenemos que cambiar de táctica de vida, porque lo estamos enfrentando como no es.
Tomemos como un comienzo de la madurez la edad legal (el comienzo a afrontar la vida por sus propias manos), en nuestro caso los 18 años. Claro que este comienzo cronológico puede estar condicionado por situaciones particulares como algunas deficiencias, minusvalías, etc.

Llegada a esa edad, las personas deben comenzar a enfrentar sus responsabilidades y a recibir sus premios en cualquier sociedad regida por leyes. Los hijos también llegado el momento, deben poder comenzar a “utilizar su madurez”, para demostrase que pueden ser exitosos por ellos mismos o para aprender que cuando se equivocan deben pagar por sus errores. Es un derecho de todo ser humano.


Pero eso en ningún instante significa que llegado el momento los padres deben abandonar a los hijos. Sus funciones deben ser las mismas que siempre: la de Guías. 

Sí, la misma; y si bien parece un contrasentido porque con los hijos pequeños debemos ser diferentes a con los ya adultos, el contrasentido está en que con los pequeños a veces también nos equivocamos.

Más allá de las obligaciones obvias de sustento y manutención, el enseñarles a los hijos pequeños valores para la vida, el enseñarles a vivir y a cómo enfrentar las situaciones se debe realizar desde la figura de Guía.

Un Guía es alguien que acompaña a otra persona la cual quiere alcanzar algo, llegar a una meta o a un lugar. Esa meta puede ser la de llegar a ser un adulto sano y de provecho. Pero un Guía lo acompaña “agarrado de la mano”. Claro que este “agarre” es metafórico. El agarrarle la mano da idea clara de cercanía, de estar al lado, de ver todo lo que hace el guiado y de proponer opciones, dar consejos para dar los pasos que correspondan. Pero hay que notar que si bien están agarrados de las manos, los pies son independientes. El Guía puede advertir de una piedra en el camino, pero el guiado tiene la potestad de dar su propio paso sobre ella o contra ella.

El Guía nunca va a cargar al guiado a menos que no sea una emergencia; únicamente lo acompaña y nunca lo suelta de la mano. Si el guiado se equivoca y se mete por un camino errado, el Guía estará con él (no le suelta de la mano) intentando que corrija el paso. Pero el intento debe ser inteligente, porque si el trabajo de guía no se hace bien, el guiado puede optar por fastidiarse y soltarle él la mano al Guía para seguir caminando solo.

Entonces, todo padre (como guía que debe ser) tiene que estar MUY cerca de los hijos, dejarlos actuar cuidando sus pasos para prevenirlos y sobre todo proponerles acciones que aseguren la llegada a su meta. 

La mayoría de las veces como padres asumimos no la posición de Guías sino de Maestros, y eso es un error garrafal. Un Maestro, a diferencia de un Guía, opina, dice, enseña, critica, pero no recorre el camino con su discípulo. Es el discípulo el que decide caminar con el Maestro. 

El Maestro puede no comprometerse con la meta del discípulo, porque entiende que su camino es propio; el Guía si tiene responsabilidad directa de que el guiado llegue o no, bien o mal. 

El Guía siempre está allí y si bien en algún momento puede no saber dar la dirección exacta, acompaña siempre; en algún momento será útil. 

Una de las imágenes que siempre me viene a la mente en una relación filial es la de la Virgen María con el Señor Jesús. A una Madre que cría, enseña, amonesta a Jesús Niño cuando hace cosas no prudentes, la cual tuvo que proponer valores para la vida para hacerlo un hombre valiente decidido, seguro de sí mismo. A una Madre que invita a Jesús Joven a que haga cosas por su bien (Bodas de Canaá). Pero también a una Madre a los pies de la cruz acompañando a Jesús el Cristo, su hijo adulto, en silencio doloroso, respetando y honrando lo que su hijo había decidido hacer con su vida, con las peores consecuencias humanas para él mismo. 

Muchos padres sólo criticamos a los hijos, sin darles opciones o proponerles reflexiones para generar cambios en forma de ver las situaciones; les corregimos pero no les hacemos seguimiento, y los hijos se sienten totalmente solos en el camino. Y en el peor de los casos, cuando vemos que no estamos haciendo nuestro trabajo bien, abandonamos nuestra funciones en ves de corregir nosotros mismos. 

Un padre (como Guía) debe convertirse en un GPS cuando su hijo intenta manejar su vida. EL GPS no maneja el carro, el hijo es el que debe mover el volante y los pedales. Si el GPS, con una ruta fijada, ve que se está alejando del camino correcto, debe alertar y dar propuestas de cómo corregir el rumbo, no sólo zumbar o criticar o llorar. El GPS NUNCA se baja del carro, es su misión quedarse allí siempre, pero si se vuelve muy insoportable y no ayuda o da las instrucciones incorrectas, el conductor (hijo) siempre puede apagarlo o arrancarlo y echarlo por la ventana. En ese caso, el GPS (padre) nunca más podrá encenderse o subirse por su propia cuenta a la vida el hijo. 

Un Maestro es como una dirección de destino muy clara y precisa, acompañada de una buena señalización en el camino, pero no guía en cada paso. El Maestro está establecido, el Guía se establece en cada momento. 

Esa figura de padre como Guía debe mantenerse siempre; cuando los hijos son jóvenes o adultos. El enfrentamiento entre padres y sus hijos comenzando la adultez se da generalmente cuando el padre trata de mantener aún la figura de Maestro, que probablemente ejerció erróneamente cuando el hijo era joven. 

A nivel místico esto se entiende muy fácil. Entre un Maestro y discípulo no hay una relación kármicamente obligante; sino que es el Maestro el que asume el karma del discípulo bajo su propia responsabilidad. En cambio, un padre sí tiene lazos kármicos en común con sus hijos, que deben limpiar, lo quiera o no; y es indispensable que recorran el camino de la vida juntos porque es con la experiencia de vida compartida que se sanan dichos lazos (o se empeoran) 

Ahora bien, parece todo culpa de los padres; pero cuidado hijos. Si queremos comenzar a hacer valer nuestro derecho divino de construir nuestras vidas por nosotros mismos, debemos comenzar a ser adultos. Cuando se nos reclame algo, dejemos la estupidez de buscar culpables afuera; dejemos la niñería de culpar a mamá o a papá de que hizo esto o dejó de hacer lo otro; de que me trató así o de la otra manera, de que quiso más al otro que a mí, de que si me abandonó o me sobreprotegió. La noticia es que difícilmente seremos mejores padres que nuestros propios padres, y si queremos intentar hacerlo mejor debemos dejar de culpar a nadie por nuestros errores. 

Además, cuando estemos mal, siempre vamos a querer un abrazo a papá o mamá. Al ver que podemos no estar en el camino correcto (cuando nos sintamos mal), siempre vamos a buscar instintivamente al GPS; si en algún momento lo tiramos por la ventana, probablemente no sepamos ni a donde retroceder para ver si aún está allí para subirlo al carro e instalarlo de nuevo. A lo mejor será tarde, a lo mejor perdimos mucho tiempo en el camino equivocado y a lo mejor cuando lleguemos a nuestra meta, la celebración se habrá acabado y añoraremos mucho más el hombro de tus Guías. 

Honra a tu padre y a tu madre”, Dios quiera que aún los tengas. 

Namasté. 

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 30 de enero del 2013
Twitter: @eReiki

4 comentarios:

  1. Que maravilloso este artículo Pedro. Me hace reflexionar mucho sobre la relación que tengo con mis hijos y por supuesto me hace ver el camino para tener una mejor relación con ellos y a la vez poder sanar nuestro karma. Es verdad que mayormente nos comportamos como maestros con ellos, en vez de ser sus guías.

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  2. Maestro excelente.Que importante es entender todo esto para generar bienestar tanto a los hijos y a los padres.

    Gracias
    silvia gomez

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  3. Excelente artículo Maestro! Estoy muy agradecida porque con sus escritos y enseñanzas he podido comprender un poco más las situaciones que me ha tocado vivir con mis padres y me ha ayudado a manejarlas de una mejor manera.

    Namasté
    Amanda Palma Slaimen

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  4. Tengo una relación tóxica con mi Padre. Desde adolescente todo cambió y eso marcó mi experiencia con el. A tes lo admiraba hoy día lo quiero y reconozco que me ha enseñado muchas cosas. Pero hay en ni u rechazo hace el. Quiero sacarlo pero no se como. Cuando estamos distantes todo va bien pero cuando voy de visita a la casa de mis padres siempre peleamos y me siento en parte incomoda con su presencia. Quisiera que es no fuera así... El.ya wtsa viejo y quisiera perdonarle muchos actos del pasado autoritarios, de dominación y machismo...pero no los supero realmente me recuerdo y siento rabia.

    Que puedo hacer? Quien podría ayudarme.cin este tema...

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