Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
A la pregunta de
cuándo asumir un crecimiento espiritual, la respuesta es sencilla:
“en cualquier momento”, “¡ya!”. Aún más, deberíamos estar
constantemente en un crecimiento espiritual, desde niños.
Pero hay dos aspectos de nuestra realidad. Primero creemos que el crecimiento espiritual se produce de forma natural, sin mayor esfuerzo ni intencionalidad; y segundo generalmente no pensamos de forma preventiva y sólo asumimos las acciones en el último momento, cuando ya no tenemos otra opción.
No voy a cansarles repitiendo lo que “no es” y lo que “sí es” crecimiento espiritual; pero lo que si es importante aclarar es de lo pocos “preventivos” que podemos llegar a ser. Vamos a consultarnos con el médico sólo cuando nos sentimos mal, cuidamos nuestra dieta sólo cuando ya tenemos una enfermedad amenazándonos, acudimos a Dios cuando ya todo lo demás falló. Pero es nuestra forma de ser y debemos asumirla; y de allí voy a partir.
Si observamos desde un enfoque holístico los casos de terapias que parecen no avanzar con los enfoques tradicionales de la medicina, vemos factores comunes que evidentemente fallan con terapias puntuales, inclusive con las energéticas.
Ya son cotidianas las dolencias asociadas con el estrés; tan comunes que cada vez se toma menos en serio ese diagnóstico; aún más cuando las personas, a pesar de asumir compromiso para disminuir dicho estrés, no logran una restitución satisfactoria del bienestar.
Las herramientas y enfoques terapéuticos cada vez van aumentando y especializándose, pero el número de personas sanas no parece aumentar. El tema parece ser la incapacidad de discernir la causa de las dolencias; y el papel de estrés ya es demasiado genérico.
Entonces, llega el momento donde es necesario considerar al compromiso personal de cada individuo hacia un verdadero estado de mejoría, no basado en lo que alguien te haga, sino en un fortalecimiento personal que nos haga inmunes a las situaciones que sentimos como agresoras. Ese momento es el del Crecimiento Espiritual.
En terapia cada vez más se observan dolencias somatizadas debido a “estados de desarmonía” que se asumen desde lo físico, mental, emocional, energético o astral; pero donde ninguno de estos enfoques de tratamiento logra mejoras satisfactorias.
Allí está el punto. Si un problema fuera energético, la sola aplicación de sesiones de Reiki (por ejemplo) debería solventar el problema; y muchas veces no es así; si el problema fuera psicológico, no se pasarían años en sesiones que aveces terminan agotando la paciencia y las esperanzas del paciente; si el problema fuera físico/biológico, a estas alturas de la modernidad no existieran enfermos.
¿Cómo entonces reconocer la necesidad de otro tipo de ayuda? En la mayoría de los casos de desarmonía se observa una “debilidad en la humanidad del individuo”. El ser humano se desarmoniza porque parece haber perdido la “fuerza interior” que le ayuda a enfrentar su realidad (de allí el estrés). Pero esta fuerza va más allá de los procesos biológicos, mentales, emocionales o energéticos.
Solemos estar conscientes de que el ser humano es más que biología, mente, emociones y energías; ya que al morir estas capas desaparecen y nosotros trascendemos. “Somos Seres Espirituales”, decimos con ínfulas de sabios; y esta convicción la llevamos como un estandarte de una mente abierta y progresista de la Nueva Era.
Pero cuando enfrentamos una desarmonía, lo primero (y a veces único) que atacamos es lo que “no somos”: nuestra biología, nuestra mente, nuestra emociones y nuestras energías; olvidando a nuestro espíritu (a pesar de que somos seres espirituales).
Desde siempre, el Crecimiento Espiritual (correcto) ha sido el fortalecimiento de nuestro espíritu; de esa verdadera esencia que “sí somos”, de lo que transciende; y esto hay que rescatarlo para poder estar bien.
Si estudiamos casos en terapia podemos ver desarmonías causadas por:
Pero hay dos aspectos de nuestra realidad. Primero creemos que el crecimiento espiritual se produce de forma natural, sin mayor esfuerzo ni intencionalidad; y segundo generalmente no pensamos de forma preventiva y sólo asumimos las acciones en el último momento, cuando ya no tenemos otra opción.
No voy a cansarles repitiendo lo que “no es” y lo que “sí es” crecimiento espiritual; pero lo que si es importante aclarar es de lo pocos “preventivos” que podemos llegar a ser. Vamos a consultarnos con el médico sólo cuando nos sentimos mal, cuidamos nuestra dieta sólo cuando ya tenemos una enfermedad amenazándonos, acudimos a Dios cuando ya todo lo demás falló. Pero es nuestra forma de ser y debemos asumirla; y de allí voy a partir.
Si observamos desde un enfoque holístico los casos de terapias que parecen no avanzar con los enfoques tradicionales de la medicina, vemos factores comunes que evidentemente fallan con terapias puntuales, inclusive con las energéticas.
Ya son cotidianas las dolencias asociadas con el estrés; tan comunes que cada vez se toma menos en serio ese diagnóstico; aún más cuando las personas, a pesar de asumir compromiso para disminuir dicho estrés, no logran una restitución satisfactoria del bienestar.
Las herramientas y enfoques terapéuticos cada vez van aumentando y especializándose, pero el número de personas sanas no parece aumentar. El tema parece ser la incapacidad de discernir la causa de las dolencias; y el papel de estrés ya es demasiado genérico.
Entonces, llega el momento donde es necesario considerar al compromiso personal de cada individuo hacia un verdadero estado de mejoría, no basado en lo que alguien te haga, sino en un fortalecimiento personal que nos haga inmunes a las situaciones que sentimos como agresoras. Ese momento es el del Crecimiento Espiritual.
En terapia cada vez más se observan dolencias somatizadas debido a “estados de desarmonía” que se asumen desde lo físico, mental, emocional, energético o astral; pero donde ninguno de estos enfoques de tratamiento logra mejoras satisfactorias.
Allí está el punto. Si un problema fuera energético, la sola aplicación de sesiones de Reiki (por ejemplo) debería solventar el problema; y muchas veces no es así; si el problema fuera psicológico, no se pasarían años en sesiones que aveces terminan agotando la paciencia y las esperanzas del paciente; si el problema fuera físico/biológico, a estas alturas de la modernidad no existieran enfermos.
¿Cómo entonces reconocer la necesidad de otro tipo de ayuda? En la mayoría de los casos de desarmonía se observa una “debilidad en la humanidad del individuo”. El ser humano se desarmoniza porque parece haber perdido la “fuerza interior” que le ayuda a enfrentar su realidad (de allí el estrés). Pero esta fuerza va más allá de los procesos biológicos, mentales, emocionales o energéticos.
Solemos estar conscientes de que el ser humano es más que biología, mente, emociones y energías; ya que al morir estas capas desaparecen y nosotros trascendemos. “Somos Seres Espirituales”, decimos con ínfulas de sabios; y esta convicción la llevamos como un estandarte de una mente abierta y progresista de la Nueva Era.
Pero cuando enfrentamos una desarmonía, lo primero (y a veces único) que atacamos es lo que “no somos”: nuestra biología, nuestra mente, nuestra emociones y nuestras energías; olvidando a nuestro espíritu (a pesar de que somos seres espirituales).
Desde siempre, el Crecimiento Espiritual (correcto) ha sido el fortalecimiento de nuestro espíritu; de esa verdadera esencia que “sí somos”, de lo que transciende; y esto hay que rescatarlo para poder estar bien.
Si estudiamos casos en terapia podemos ver desarmonías causadas por:
- Traumas no superados (incluso subconscientes).
- Pasados que no se olvidan.
- Relaciones interpersonales que no se saben manejar.
- Auto-sometimiento a situaciones y relaciones corrosivas que no se saben dejar de lado.
- Frustraciones constantes por necesidad de correspondencia.
- Estados constantes de pesimismo y queja.
- Falta de confianza real en Dios.
- Dudas e incertidumbres sobre situaciones de vida y personas.
- Acciones que se asumen como estilo que vida que están lejos de la esencia personal.
- Actitudes malsanas ante la vida.
- Miedos y sensaciones de ser agredido por todo y por todos.
- Desconfianza patológica.
- Incapacidad de ver a la parte “agradecible” de la vida.
- Falta de empatía hacia los demás.
Podría seguir presentando enunciados que definirían a “humanidades débiles” y la mayoría de ellos podrían parecer estar únicamente en el campo psicológico; pero no es así.
Muchas veces pensamos que nuestras actitudes ante la vida responden sólo a factores psíquicos; y si bien estos afectan de forma importante, la mayoría de nosotros no actuamos desde nuestra mente, sino desde nuestra esencia más interna; desde nuestro Espíritu.
La confusión es grande cuando no se
entiende el proceso del ser humano como ser espiritual, desde la
visión holística. Nuestra psiquis es definitivamente nuestro motor
de actuación en esta realidad terrenal; y es por esto por lo que
todas las formas de actuar o de ver la vida parecieran venir de
nuestra mente. Así que, si tenemos percepciones inconvenientes de
nuestra realidad, intentamos sanar desde nuestra psiquis.
Pero el punto es que somos seres espirituales, no meramente mentales. La realidad es que si bien parece que actuáramos con nuestra mente, ella misma está respondiendo a lo que tenemos (o carecemos) en nuestro Espíritu.
Pero el punto es que somos seres espirituales, no meramente mentales. La realidad es que si bien parece que actuáramos con nuestra mente, ella misma está respondiendo a lo que tenemos (o carecemos) en nuestro Espíritu.
En la lista numerada anteriormente, si la analizamos desde el punto de vista espiritual, todas estas anomalías se enmarcan en carencias de aspectos que son netamente espirituales, en fallas en el desarrollo de los Dones Espirituales: Amor incondicional, Compasión, Tolerancia, Desapego, Humildad, Servicio, Autoconsciencia y Agradecimiento.
Todas estas son cualidades de nuestro Espíritu, no de nuestra mente. Tanto es así, que por mucho que se crean entender los conceptos, estos pueden ser inoperantes en los individuos. El entender qué es compasión no hace a nadie compasivo, el comprender que es desapego no es suficiente para ejercerlo, etc.
Así, cuando accionamos con nuestra psiquis de forma inconveniente, mucho de lo que se manifiesta es una carencia espiritual de estos dones.
El símil que suelo utilizar es el de un baño donde se ha roto una tubería detrás del lavamanos. Cuando nos encontramos con el piso del baño todo mojado, podemos dedicarnos a secarle una y otra vez; pero si no entendemos que esa agua viene de alguna tubería rota, podemos pasar toda la vida secando el piso; logrando que de momentos parezca más seco, pero volviéndose a mojar continuamente.
Si por el contrario, revisamos de donde viene el agua y encontramos la rotura y la reparamos, el agua dejará de salir; y allí sí, una buena secada dejará todo como nuevo. Si además aprovechamos y reforzamos la tubería rota, estaremos asegurando un bienestar duradero.
Son en esos casos cuando es necesario fortalecer a nuestro espíritu; y eso es Crecimiento Espiritual. Como regla general se debe buscar crecer espiritualmente:
- Cuando sientas que hay situaciones que no puedes manejar y que por más que lo intentes se escapan de tus manos.
- Cuando sostengas situaciones o relaciones personales difíciles y no sepas cómo mejorarlas o abandonarlas.
- Cuando no estés content@ con el rumbo de tu vida.
- Cuando tengas un futuro incierto (como el de todo el mundo) y eso te preocupe más de lo normal.
- Cuando sientas que “el mundo” está en contra de ti.
- Cuando te sientas muy débil para vivir.
- Cuando vivas en una lucha constante contra las adversidades.
- Cuando no te sientas merecedor(a) de felicidad o no tengas la más mínima idea de cómo conseguirla.
- Cuando te sientas abandonad@ por Dios y a merced que quién sabe qué.
- Cuando parezca que Dios pasa por alto tus problemas.
- etc. etc. etc.
Así que si te reconoces como un Ser Espiritual, recuerda abordar tus problemas también desde esa perspectiva, debes Crecer Espiritualmente; con mucha seguridad será de gran ayuda.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
27 de agosto del 2013
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