Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Muchas personas se separan de Dios debido a la poca comprensión
que se tiene sobre Dios mismo. Cuando muchas personas tratan de
buscar a Dios en sus vidas, a veces parece estar pero otras veces no;
y me refiero a encontrar su bondad, su asistencia.
El
argumento más trillado en el desconocimiento de Dios es la gran
cantidad de “infortunios” por las que pasa la humanidad, dicha humanidad
creada supuestamente por Él mismo. Una humanidad compuesta por
supuestos hijos suyos, a los cuales ama a todos por igual pero que
constantemente está sometida a miserias, vejaciones, calamidades y
sufrimientos. Y él allí, viendo, en el mejor de los casos
asegurándose de que el “castigo” se lleve a cabo de forma
correcta o que le oren de forma adecuada para enviar su misericordia,
además claro está del merecimiento necesario para que él actúe.
Si
se tiene un poco más de fe, los argumentos anteriores se cambian por otros más inocentes, pero iguales de inciertos: “es
voluntad de Dios”, “Dios sabe porqué suceden las cosas”, “Dios
lo quiere así”, “Dios sabrá”, “Dios no te da peso más
grande del que puedes cargar”, “más adelante se ganará el
Cielo”, etc, etc, etc.
Aceptar
cosas por acto de fe es algo muy importante en la mayoría de las
religiones, pero esa fe se ejerce no sobre cosas que no tienen
explicación, sino sobre cosas que nosotros en particular no hemos
entendido; o que aún no nos han explicado.
En
cualquier circunstancia y bajo cualquier argumento que se esgrima, no
debemos olvidar que si algún epíteto debemos darle a Dios con
certeza es el de un Dios amoroso.
En
las terapias de Alineación con la Fuente trato este
tema con mayor detalle y mejor argumentado, pero quiero plantear aquí
una visión del Amor de Dios.
Amor
no es complacencia, amor no es sobreprotección, amor no es
desigualdad. Si tomamos cualquier acto desafortunado podemos hacer un
análisis profundo y encontrar dualidad en él. En la mayoría de los
casos el análisis es muy estricto y difícil de realizar, sobre todo
porque debemos eliminar nuestros sentimientos de ellos; así podremos
ver que toda situación tiene tanto negro como blanco y además tonos
de grises.
Voy
a poner una situación trivial y sencilla. Nos levantamos un día en
el que tenemos una presentación de trabajo importante, para la cual
nos habíamos preparado desde varias semanas atrás, con mucho
esfuerzo. A la hora de salir nuestro vehículo no enciende, después
de varios intentos, los minutos se consumen y cada vez está más
lejos la posibilidad de llegar a tiempo a la reunión y cumplir con
la meta. Desesperadamente llamamos a un taxi, ofrecemos pagar el
doble de la tarifa si nos hace llegar a tiempo y finalmente todo va
bien luego de mucha angustia.
Lo
que parece una situación difícil para nosotros, a lo mejor resulta ser la respuesta a las oraciones que el taxista elevaba a Dios la noche anterior por un dinero adicional que necesitaba para su
familia; o para el mecánico que nos reparó luego el carro, con ese
dinero inesperado pudo completar el dinero para pagar el préstamo
que estaba por vencerse; e inclusive para tu jefe luego de enterarse
del inconveniente aprecia a un más tu dedicación y aumenta su
consideración hacia ti.
Si
bien todo esto parece un guión de película rosa, si hacemos un
sincero esfuerzo en cualquier situación, quitándonos primero el
papel de víctimas, podemos encontrar cosas que no son tan nefastas
en situaciones que nos afecten negativamente; la mayoría de las
veces puede hasta adivinarse las intenciones del Director de esta
película.
Y
ese es el punto. Cuando argumentamos el Amor de Dios y que ese Amor
debe ser igual para todos, a veces no parece manifestárseles a todos
por igual. El Amor de Dios debe poder argumentarse desde otro punto
de vista. Veamos.
No
hay acto más amoroso, o por lo menos debería verse así, que cuando se
nos permite actuar según nuestras propias necesidades personales
(libre albedrío) pero otorgádonos un entendimiento claro de todo
lo que puede pasar o todas las consecuencias de nuestros actos, y más
aún cuando se nos enseñan antes todas las reglas que rigen nuestra
existencia.
Si
supiéramos cómo funciona nuestra realidad con sus pros y sus
contras, con las relaciones de acción-reacción de nuestros actos y
si tuviéramos una consciencia cierta de nuestras capacidades y
limitaciones (lo que llamo Autoconsciencia en Evolución
Consciente) pues sería muy fácil vivir. En este caso
pudiéramos entender y por tanto prever las consecuencias de nuestras
acciones y escoger la forma más afortunada de vivir.
Si
nuestro guardián (de nosotros simples seres amarrados a este cuerpo
y a este planeta y a este universo) nos diera toda esta información
de cómo funciona el Universo pues la cosa sería más sencilla. Eso
si sería Amor de verdad.
No
es cuestión de dar un pez, es cuestión de enseñar a pescar. No
quiero migajas de bienestar, quiero poder saber cómo obtenerlas. Y
eso mismo hace Dios.
Cuando
se habla a nivel místico del Amor de Dios, precisamente eso es a lo
que debemos referirnos. Dios ha tenido la bondad máxima para con
nosotros al crear el Universo, inamovible, con todo su funcionamiento establecido, todas las
reglas fijas y colocarnos en este campo de juego donde no hay
casualidades, ni discrecionalidades; donde todas las reglas
están claras.
La
Santa Biblia nos apunta el simbolismo que Dios creó el Universo en
siete días y cuando “Dios vio todo lo que Había hecho, y he aquí
que era muy bueno” bendijo toda la creación y descansó al séptimo
día (Génesis 1:1-2:3).
Estas palabras a nivel de una ejecución de proyectos indican que
todo se verificó, que todo funcionaba bien, que no se habían
quedado cabos sueltos, que no necesitaba - ni necesita - ningún
ajuste y “a otra cosa mariposa”.
Desde
el comienzo del Universo las reglas de juego han estado claras; el
Universo viene funcionando igual que siempre y así seguirá; y
nosotros como parte de este universo estamos regidos por esas reglas,
las conozcamos o no, las creamos o no, o las entendamos o no.
Pero
con esto surge un tercer argumento en contra de Dios. Bien, no
desconozco a Dios, bien, puedo no necesitar actos de fe para vivir,
pero nadie aún me ha dicho cuales son las reglas que rigen mi
existencia ¿o sí?
Pues
lo que voy a decir casi que lo pueden adivinar. Estamos rodeados de
referencias de cómo funciona el universo, y no hablo de un
funcionamiento físico o químico ni hablo del espacio interestelar; hablo del funcionamiento que nos
toca la vida, nuestra mente, emociones, energías, espíritu. Estas
referencias o reglas de cómo funciona el universo generalmente son complejas para digerir, por lo tanto son dadas en
parábolas, anécdotas, historias, mitología, ya que deben darse a conocer a
TODOS y no sólo a un grupo de elegidos intelectuales. Esta tarea de difusión la han venido realizando las diferentes religiones a lo largo de la historia.
Los
preceptos religiosos, las consejas, las prácticas de vida, las
referencias de cómo actuar para vivir bien, son
ejercicios prácticos de dichas leyes de funcionamiento del universo
que afectan nuestra realidad de vida. Es más fácil educar para la vida a toda la
humanidad a través de esa forma práctica, a esperar que esa
misma humanidad intelectualice esas leyes antes de utilizarlas.
Y
cualquiera pudiera ahora argumentar que si esto que planteo es
cierto, pues las religiones han fallado en el intento de informar
(aunque sea de forma práctica) estas leyes de vida. Sí, el
argumento es válido, tanto como el de cualquiera que le haya ido mal
en una universidad por no estudiar y diga que esa universidad es
pirata. A muchas personas las religiones les han servido, y de mucho.
No
es cosas ahora de buscar culpables del infortunio de nuestra
humanidad. Estas leyes las manejan desde siempre las religiones
oficiales, expresadas como digo en sus libros sagrados y en sus
enseñanzas. Pero fuera del ámbito religioso-social y algo más
oculto, esas leyes se manejan en el área del misticismo y son
conocidas como Leyes Universales.
¡Pero
Cuidado! En esta Era de Acuario muchos manejan el concepto de Leyes
Universales y muchos las puntualizan y las recitan de memoria; pero a
veces no se comprenden de forma integrada. Algunos autores dicen que
son siete, otros dicen que son doscientas una, y los demás van entre
esos números. Una búsqueda en el ciberespacio pueda dar cualquier
cantidad de documentos sobre leyes universales y muchos de ellos son
repeticiones del mismo y en algunos diferentes no hay consistencia.
Las
Leyes Universales deben estudiarse dentro de un ambiente místico,
guiado, consistente con otras enseñanzas que le den soporte a la
información. No son cosas que sean de aplicación inmediata luego de
alguna lectura de un artículo o de algún libro. Las Leyes
universales deben entenderse desde un contexto integral que aborda
desde el plano físico, mental, emocional/energético hasta el
espiritual, ya que se aplican a TODO el Universo.
Últimamente
se están haciendo bonitos intentos de dar esta información más
detallada a la humanidad y no sólo quedarse con los preceptos
religiosos sin explicación, pero la información aun sigue siendo
complicada de asimilar.
Estas Leyes
Universales son las reglas claras con las que Dios planteó el
funcionamiento del Universo y debemos considerarlas sea como sea la
forma en las que nos las hayan inculcado.
Si
queremos entenderlas más, pues podemos siempre emprender alguna
enseñanza mística seria (mas allá de la lectura de libros,
asistencias a charlas o lecturas en Internet). Si no nos llama la
atención ese tipo de formación pues mejor temprano que tarde
debemos comenzar a abrazar alguna religión y aunque no entendamos el
porqué se nos invita a actuar de tal o cual manera, debemos tener la
certeza que detrás de esos consejos están plasmadas todas las
reglas de juego que evidencian el Amor que Dios nos tiene.
Y
sin desmeritar ninguna otra fe religiosa diferente de la mía
cristiana, recordemos cuando se dice que:
Juan
3:16-17
“ 16
Porque tanto Amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.”
El
Amor de Dios no se centra en el hombre aquel llamado Jesús de
Nazareth, sino en lo que él vino a enseñar, a sus consejos,
preceptos, mandamientos, anécdotas, metáforas, aclaraciones, donde
están magistralmente reflejadas todas las Leyes Universales
necesarias para vivir (salvarnos en nuestras situaciones difíciles)
en esta etapa de nuestra evolución. Cualquier otra doctrina seria
podría decir lo propio dentro de su ámbito de enseñanza y
seguramente tendría razón.
Entonces
el Amor
de Dios
va más allá de las cosas buenas que nos puedan suceder, sino que se
manifiesta en el hecho de que nos tiene viviendo en un universo
invariable creado
por Él ,
con reglas
claras
de funcionamiento y que más de una vez nos han sido presentadas. El
punto entonces es re-descubrirlas y comenzar a considerarlas en
nuestras vidas.
Esta
no será la última vez que hablaremos de esto; para el año que
viene (2013) plantearemos un espacio de aprendizaje para ir
aprendiendo sobre Las Reglas Claras de Vida; espéralo.
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
19 de noviembre del 2012
Twitter:
@eReiki