Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Cuando
tú “metes” a alguien en tu vida, es porque quieres establecer una
relación con ese alguien. “Meter a Dios en tu vida” hace
referencia a la relación que llevas o quisieras llevar con Él.
Lo
normal es que independientemente de la práctica religiosa o
espiritual que se tenga, las personas busquen relacionarse con Dios;
bien sea porque lo consideran su creador; o su posible ayuda; o por
un sentido de trascendencia al mas allá. No hablo de esas personas
que se dicen “ateas”. Muchas de ellas no creen que Dios tenga
nada que ver con sus vidas; hasta el momento en que les sucede algo
que consideran muy difícil (incluyendo la muerte). Entonces
mágicamente descubren a Dios y cambian de idea convenientemente.
Pero
¿cómo llevamos esa relación con Dios?; asumiéndola que debe ser
especial. Veamos.
Generalmente
vemos a Dios como Padre “proveedor” y relacionándonos con Él:
- A Dios le solemos “pedir”; porque queremos que Él nos dé algo.
- A Dios le solemos “agradecer”; porque ya nos dio algo; o nos evitó algún mal.
- A Dios le podemos “hablar”; en lo cual puede estar oculta una petición.
- A Dios le podemos “orar”; para sentirnos con Él o para pedir cosas generales.
- A Dios le podemos “alabar”, con la esperanza de que vea que estamos pendientes de Él. Lo hacemos cuando estamos “de humor” y con el objetivo de estar bien con Él; o incluso de que esa alabanza nos alegre también a nosotros. Él nos continúa dando.
- A Dios le podemos “adorar”, con lo cual nos entregamos intensamente a su grandeza pero “por momentos”. Lo hacemos generalmente cuando estamos “sin problemas”
¿Pero
se nos ha ocurrido que Dios espera que le consideremos de alguna otra
forma?
¿Qué
tal una relación con Dios que sea más permanente; más en doble
vía; más cotidiana y menos “de vez en cuando”?
¿Qué
hacemos nosotros constantemente?
Pues “vivir”. Sean momentos bonitos o difíciles; cosas grandes o
pequeñas; importantes o triviales; de mucho esfuerzo o de poco; sea
lo que sea, la vida se nos va simplemente “viviendo”
¿Y
si metemos a Dios en toda nuestra vida; en toda nuestra cotidianidad?
Meter
a Dios en cada cosa que vivimos parece lo más razonable, incluso
para Dios; porque si lo consideramos proveedor, pues que nos provea
siempre.
Esta
idea de vivir constantemente con Dios comienza a crear ruido; porque
surge la idea del “libre albedrío”. El libre albedrío es muy
complejo para discutir en este escrito; pero es válida la
preocupación. Entonces, puedes ejercer tu libre albedrío de dos
formas: metiendo a Dios en toda tu vida; o solo cuando tú creas
necesitarlo. Es tu decisión, pero será tu responsabilidad y
correrás con las consecuencias.
Pero
si te suena la idea de vivir constantemente con Dios aún hay una
aclaratoria que hacer.
Vivir
constantemente con Dios no significa: pedirle constantemente, ni
agradecerle constantemente, ni orarle, ni alabarle, ni adorarle
constantemente. Si hacemos esto no viviríamos nuestras vidas
humanas.
Por
el contrario, vivir con Dios constantemente es considerarlo en las
cosas cotidianas, en las que hacemos comúnmente; incluso en las que
no parecen tener nada de sagradas o divinas. ¿Cómo se hace eso?
Si
prestamos un poco de atención a lo que es la “verdadera
espiritualidad” (expresada generalmente a través de las
religiones), no es difícil darse cuenta que lo único que hace es
establecer “lineamientos de vida”; es decir, formas
(espiritualmente correctas) en las que debemos comportarnos mientras
estamos vivos. Y estos lineamientos son suficientemente generales
(cuando se comprenden de forma acertada) como para aplicarlos en
cualquier situación cotidiana; incluso las más banales.
Entonces,
¿qué tal si metemos a Dios en nuestras vidas, de forma tal que cada
acción cotidiana que hagamos este “moderada” por los
“lineamientos de vida” que Él nos indicó?
Esta
es la forma correcta de “vivir con Dios”. No no es tan
descabellado, porque las acciones en las que debemos estar
pendientes, son donde interaccionamos con otras personas.
Y
es lógico que nuestro Padre Creador haya dado reglas claras para que
nosotros, sus criaturas y hermanos de un mismo padre celestial, nos
comportemos correctamente los unos con otros. Es lógico, ¿no?
Si
en la interrelación cotidiana con nuestros semejantes, nosotros
estuviéramos pendiente de cumplir con lo que Dios espera de
nosotros, pues entonces tendríamos a Dios en nuestras vidas. No es
más complicado que eso.
Pero
nuestros semejantes no son solo nuestros cercanos; sino todas las
personas con las que nos relacionamos: de
forma presencial o directa; o de forma remota o indirecta.
Por
supuesto que más que las acciones, lo que debemos cuidar son los
sentimientos que sentimos por ellos y lo que les hacemos sentir por
nosotros.
Pero no voy a complicar el asunto, ya lo he hecho en otros muchos
escritos.
Por
ejemplo, nuestro cristianismo tiene lineamientos claros como:
- Ama a Dios sobre todas las cosas.
- Ama a tu prójimo como a ti mismo.
- Busca siempre ser perdonado.
- Bendice a tus enemigos.
- No juzgues a los demás.
…
y otros doce lineamientos
más, aproximadamente.
¿Verdad
que no te son desconocidos? Difíciles, puede ser; pero extraños no.
Hasta
que no asumamos estos lineamientos espirituales cotidianos, los que
el mismo Dios nos ordenó seguir; no podremos decir que hemos metido
a Dios en nuestras vidas.
Porque el ir a misa o el agradecer o el rezar o alabar son
necesarios, pero no son nuestra cotidianidad; sino que son momentos
puntuales y esporádicos de nuestras vidas.
Cuando
cada una de nuestras acciones, palabras, pensamientos y sentimientos
hacia los demás; los midamos con los lineamientos espirituales antes
de que se salgan de nosotros; entonces podremos decir que Dios guía
nuestras vidas y que vivimos “con Él” y “para Él”.
Si
nos acordamos de Él después que “metemos la pata”,
espiritualmente hablando; es porque no estuvo con nosotros en ese
momento, no lo tuvimos presente. Y entonces debemos pedirle perdón,
ayuda, o intercesión para que nos saque de apuros. Así no se vive
con Dios.
Ahora,
si te das cuenta que nunca te presentaron a la espiritualidad o a la
religión como forma de vida cotidiana; pues búscala rápido
mientras estés con vida. El día que muramos no habrá más tiempo y
ninguna excusa servirá.
¿O
crees que sí tendrás excusas? Dios te habrá esperado suficientes
años de vida, para ver si lo dejabas entrar en ella. Pero tranquilo;
a lo mejor y te da otras oportunidades.
Recuerda
siempre lo que dijo Jesús:
Mateo 7:21
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Palabra de Dios para Todos (PDT)
21 (y Jesús dijo)
No todo el que afirma que yo soy su Señor entrará en el reino de
Dios. Sólo entrará el que obedezca a mi Padre que está en el
cielo.
Y
la obediencia no se demuestra ni orando, ni alabando, ni agradeciendo
y mucho menos pidiendo; sino aceptando y cumpliendo los lineamientos
que el mismo Dios nos dio a través de las palabras de Jesús (el
Sermón del Monte).
Esfuérzate
mientras tengas vida en donde meter a Dios. No creas que en el último
momento te vas a salvar por gracia divina; vuelve a leer lo que dijo
el mismo Jesús.
Ya
Dios fue suficientemente misericordioso enviando a su único Hijo y
permitiendo que muriera para que así tuviéramos en claro cómo
debíamos vivir. ¿Acaso tenemos el descaro de pedirle más?
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original: (31 marzo) 01 de abril del 2015
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Palabras-claves:
Dios, Jesús, lineamientos, espirituales, sermón, monte, vida, vivir con Dios.
Maestro namaste, en hora buena llegó este escrito.Que bendición poder adentrarme en este nuevo camino. Gracias, gracias, gracias Dios me lo bendiga siempre, un abrazo gigantesco
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