Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
¿Amas a Dios sobre todas las
cosas? --- “Claro, es lo más grande que hay para mí”
Aquí voy.
Si Dios es una consciencia/ser a
la que definimos como omnisciente, omnipresente y omnipotente; que es además
nuestro Padre-Creador; que domina todo el cielo y la tierra; y que nos ama como
a nadie; ¿de verdad crees que Él necesita algún sentimiento de amor de nosotros
hacia Él?
Nuevamente nos enfrentamos con la
mala costumbre de enfocar nuestra vida hacia afuera; en lo que yo doy a los
demás; así como en lo que me dan los demás. Es parte del porqué aún mucha gente
no termina de descubrir la verdadera espiritualidad; no se enfocan en su
interior.
Cuando hablamos de “Amar a Dios”,
este debe ser un proceso que comienza en nosotros y termina en nosotros; por lo
tanto es beneficioso principalmente para nosotros.
Amar a Dios tiene tres aristas
operativas:
- El “amar a Dios” te debe llevar a vivir en función de Él; algo así como cuando uno se enamora. Uno debe pensar constantemente en Dios; uno debe sentir bienestar cuando piensa en Dios; uno debe querer sentirse constantemente cerca de Dios; nuestras acciones, todas, deben estar en función de agradar a Dios; nuestros pensamientos, comportamientos, sentimientos y palabras se deben medir para que no desagraden a Dios; nos esforzamos en descubrir qué quisiera Dios que yo hiciera para poder ofrecérselo, etc. ¿O es que acaso no nos comportamos así cuando amamos a alguien?
- El “amar a Dios” te debe llevar a confiar en Él ciegamente (porque además todo-lo-sabe y te ama como nadie). Por esto, si Él dice que te comportes de alguna manera porque así te va a dar beneficios; no puedes ni dudarlo, ni cuestionarlo, ni quejarte; simplemente se te debe ir la vida haciendo lo que “tu amor te pidió”
- Y cuando el “amar a Dios” de verdad se siente desde el corazón y además dedicamos momentos de nuestro día a experimentarlo (esto se llama Adoración); esto nos eleva vibracionalmente tan alto que al hacerlo va trasmutando toda energía de malestar, de duda, de frustración; de desconsuelo; de pesimismo e incluso de enfermedad que podamos tener. Y aún más, cuando nosotros vibramos tan alto al experimentar el amor a Dios; los “muertos pegados”, los “trabajo de brujería”, “la envidia”, etc.; se caen por sí solos. Estas energías tan bajas no pueden permanecer pegadas a nosotros cuando experimentamos el “amar a Dios” de forma correcta.
Cuando vamos aprendiendo de
verdad a “Amar a Dios sobre todas las cosas” nuestra vida comienza a cambiar;
pero como siempre hay condiciones iniciales. Una de estas condiciones iniciales
es reconocernos principalmente como seres espirituales. Mientras nuestro foco
de atención, tanto de disfrute/éxito como de dolor/fracaso, esté en los asuntos
terrenales, nuestro espíritu no puede manifestarse y difícilmente podremos
sentir ese amor que nos hace vivir en el Cielo.
Nótese que me he referido en todo
momento al “Amor a Dios”, no al “Amor de Dios”. Dios nos ama por naturaleza;
nosotros debemos esforzarnos y demostrarlo.
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
30 de octubre del 2014
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Palabras-claves:
amar a Dios, sobre todas las cosas