Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Siempre
lo digo y en el año 2012 lo expliqué por escrito: el perdón no
existe. Pero por mucha explicación que dé, nunca está de más
alguna adicional; ya que estamos sumergidos en una cultura
egocéntrica donde la norma es ponernos como víctimas u ofendidos y
por lo tanto debemos “perdonar” a los “seres inferiores y
malignos” que nos hacen daño.
Pero
la razón espiritual de la no existencia del perdón ya está
argumentada desde entonces. Ahora quiero bajar un poco el nivel; y
manteniendo el concepto, voy a plantear tres formas o niveles de ver
a eso que se suele llamar el perdón. Estoy seguro de que una vez
planteadas, ustedes podrán ubicar el nivel cuando escuchen dicho
término.
El
perdón humano (Nivel 1)
En
nuestras interacciones humanas, surge la necesidad del “perdón”
cuando se plantea una situación donde existe una ofendido y un
ofensor; una victima y un victimario.
Más
allá de pagar las consecuencias de la ofensa que se haya establecido
en los casos correspondientes; parece que aún existe la necesidad de
perdonar.
El
escenario básico (pero no único) es que la persona ofendida no
puede “soltar el sentimiento que le produjo la ofensa” y debe
utilizar el argumento del perdón para poder “sanar”.
El
primer abordaje del perdón humano no aguanta ni una pequeña
brisa. La mayoría de las veces se suele “perdonar” olvidando,
dejando de lado, haciéndose la vista gorda, evadiendo, etc.
Simplemente, si me alejo del ofensor o de la ofensa, pues dejo de
sentirla tan fuerte y eso permite no engancharme en la situación;
por lo tanto siento que llego a “perdonar” en algún grado.
Mientras no lo tenga presente, parece que perdoné.
Pero
apenas la brisa traiga a la ofensa, al ofensor o siquiera el recuerdo
de ellos; los sentimientos que estaban ocultos se destapan; y
entonces nos damos cuenta que “no estaban tan perdonados como
creíamos”
Pero
hay un segundo enfoque del perdón humano de mayor nivel (aún
triste pero más elevado que la evasión). Este enfoque es el de
utilizar el perdón como forma de “sanar”.
¿Sanar
qué? Generalmente ese mal llamado “sanar” no es más que un
buscar “elevarse moral y pseudo espiritualmente” sobre el ofensor
y con “esa capacidad divina del perdón”, llegar a “perdonar al
que obró mal”. Es simplemente “elevarse sobre el mal recibido”.
Esto
es irónico cuando hablamos de verdadera sanación; ya que
sanar debe comenzar siempre por un asumir y enfrentar la
responsabilidad que tenemos en todo lo que nos sucede; aunque esa
responsabilidad no la tengamos clara.
En
este segundo enfoque, el “perdonar” es más “crearse un
sentimiento de superioridad” ante el agresor; y por tanto es una
manifestación de egocentrismo y soberbia.
Aun
así, estos enfoques del perdonar humano producen un bienestar real y
suficiente para la mayoría de las personas que lo consiguen. Pero
tienen una desventaja: en el primer enfoque, inclusive el recuerdo
vuelve a herir; mientras que en el segundo bastará que ocurra algo
similar para que la víctima vuelva a sentirse ofendida y deba
intentar de nuevo perdonar. Podemos llegar a vivir perdonando
compulsivamente; pero eso no será vivir sino intentar constantemente
sobrevivir.
Esta
forma humana del perdón no conquista ninguna fortaleza que permita
ganar inmunidad ante los embates de la vida; esto quiere decir que no
llega a sanar nada en realidad. En el mejor de los casos lo que
logramos es salir del paso.
El
perdón religioso (Nivel 2)
Cuando
comenzamos a subir el nivel espiritual y salimos de nuestra vida
terrenal/mental/emocional, el concepto del perdón comienza a variar;
y empieza a estar más acorde con la idea espiritual de la no
existencia del perdón.
Si
lo reflexionamos desde la práctica de nuestra espiritualidad estando
aquí en la tierra (esto significa práctica religiosa), encontramos
muchas alusiones sobre el perdón en las escrituras sagradas. Y
definitivamente algo de cierto debe tener cuando se nos invita a
perdonar como forma de llegar al Cielo, o cuando se hace referencia
de que Jesús perdonaba los pecados (en nuestro cristianismo).
Pero
aquí enfrentamos otro problema; y es que leemos trozos aislados de
escrituras sagradas y creemos que lo entendemos todo. Este es un tema
muy extenso y ya lo he abordado en diferentes escenarios y no veo
prudente extenderme aquí; pero si debo resumir que cuando se lee
sobre “el perdón” este puede significar: compasión, humildad,
tolerancia, desapego, exoneración, entre otras acepciones. En toda
escritura sagrada, cualquier frase, cualquier pasaje, se debe
contextualizar con la enseñanza espiritual completa; así, se logra
entender sin ambigüedades.
Pero
sí hay un factor común que se presenta a nivel religioso; y que
diverge del enfoque del perdón humano.
En
el enfoque religioso se comienza a reconocer la responsabilidad
personal en las cosas que nos suceden; y entonces comienza a cambiar
la idea de “perdonar a los demás” por el hecho de que “nosotros
somos los que necesitamos ser perdonados”.
Esta
diferencia es increíblemente brillante y afortunada; porque plantea
el verdadero enfoque de un proceso real de sanación: yo no
necesito perdonar a nadie; sino que los demás (incluyendo a Dios) me
deben perdonar a mí.
Claro
está; si estamos viviendo de forma muy mental (nada espiritual), lo
que acabo de decir habrá comenzado a causar “mucho ruido”.
Comienzan a aflorar experiencias, situaciones, contra ejemplos, que
desarman el argumento de que somos nosotros quienes necesitan ser
perdonados. Contra esas barreras mentales, no puedo hacer nada ahora;
simplemente continuar.
Una
de los preceptos mas hermosos del cristianismo referidos al perdón,
está dentro de Sermón del Monte, y dice así:
Mateo 5:23-26
Nueva
Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH)
23 “Por tanto, si estás
presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu
hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí delante del
altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y
presenta tu ofrenda.
25 “Ponte de acuerdo pronto con
tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que tu
adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado
en la cárcel. 26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta
que hayas pagado el último centavo.
De
estos pocos versículos se pueden sacar muchas enseñanzas; pero voy
a destacar las que necesito. Me permito parafrasear.
“Presenta
la ofrenda al altar” puede hacer referencia simbólica a “solicitar
bendiciones/favores de Dios”, “alabar a Dios” o simplemente
“hablar con Dios”. Y se establece que antes de lograr un efecto
en eso, debemos lograr que cualquier persona que tenga algo contra
nosotros “se reconcilie” con nosotros; “nos perdone”.
Debemos
fijarnos que la necesidad del perdón ante cualquier hecho
transciende al mismo hecho que hayamos cometido. La urgencia de
necesitar ser perdonado se plantea “si alguien tiene algo contra
nosotros”; sin importar si se molestó con razón, sin razón, a
propósito, sin querer, justificado o injustificado; eso no importa.
Debemos
lograr el perdón hacia nosotros para poder llegar al Cielo. “Todo
verdadero cristiano debe buscar y preferir que lo perdonen, antes de
él pretender perdonar. Lo primero es humildad, lo segundo es
soberbia espiritual” (PedroAGómezRuzzo)
Ni
siquiera se nos invita a perdonar (entendido desde la forma humana) a
los que nos dañan, la actitud que se espera de nosotros es otra:
Mateo 5:39-44
Dios Habla Hoy (DHH)
39 Pero yo les digo: No resistas al
que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la
mejilla derecha, ofrécele también la otra. 40 Si alguien te demanda
y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa.
41 Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. 42 A
cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al
que te pida prestado.
43 »También han oído que se
dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” 44 Pero yo les
digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.
Sin
comentarios; pero perdón humano soberbio no es.
El
perdón espiritual (Nivel 3)
Pude
haber dicho más sobre el perdón religioso, pero es más divertido
este tercer (y verdadero) tipo de perdón: el perdón espiritual.
(10marzo10:10)
Aquí
vuelvo: el concepto del perdón como algo espiritual no existe.
Cuando
nosotros llegamos a tener una altura espiritual suficiente para
dejarnos de sentir víctimas, entonces dejaremos de necesitar
utilizar el argumento del perdón.
Y
esa altura espiritual necesaria la conseguimos cuando nuestro
espíritu comienza a manifestar dos de sus dones: la compasión y el
desapego (buscar mi artículo anterior titulado “El perdón”)
¿Por
qué y cómo se logra esto?
Cuando
vamos creciendo en espíritu, comenzamos a entender que todo lo que
sucede en esta vida tiene una razón. Aunque estas razones escapen de
nuestro entendimiento, son conocidas y permitidas por Dios. Claro
está, debemos tener la concepción de un Dios que “todo lo puede”,
que “todo lo sabe”, que “está en todas partes”; y que por
supuesto que nos ama.
Así
que si Dios mismo permite que todo pase, incluso por razones que
puedo desconocer; ¿a quién debo perdonar yo? Pues a nadie.
Esto
se llama Humildad espiritual.
Pero
no podemos comenzar a argumentarnos cómo es posible esto. La
humildad espiritual no se entiende, ni se cultiva, ni se aplica, ni
se acepta desde nuestra mente.
La
humildad ante Dios se ejerce automáticamente desde nuestro espíritu.
Pero para eso debemos ver a nuestra realidad terrenal con los ojos de
nuestro espíritu. Lo que sucede es que solemos vivir nuestra vida de
forma muy mental, sobre-argumentada según nuestras conveniencias,
sesgada y limitada. De esa forma, es imposible entender que el
“perdón no existe”.
Solo
cuando asumimos que Dios está involucrado en todo lo que pasa en
nuestras vidas, aunque no lo entendamos; será entonces cuando
dejaremos de sufrir y por tanto dejaremos de necesitar perdonar. Pero
tan alta manifestación de nuestro espíritu en nuestra realidad,
sólo se consigue con un camino de crecimiento espiritual.
Que
Dios te bendiga.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
10 de marzo del 2015
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Palabras-claves:
perdón