Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
El
estrés es la enfermedad de la era moderna. Es la causa, y algunos
dice que el mejor “comodín” de los especialistas, con la cual se
justifican muchas de las enfermedades que sufrimos.
Pero
más que un argumento útil y conveniente, el estrés es una realidad
y la explicación del porqué puede ser causante de muchos malestares
es bastante lógica, coherente y sostenible. El asunto es que cuando
vamos con alguna dolencia al especialista, resulta incómodo que nos
refieran todo al estrés. Pero veamos.
El
estrés plantea una condición de “sobre exigencia”, que si bien
se puede tolerar por cortos momentos, cuando esta es sostenida en el
tiempo, termina venciendo al mismo sistema ya que se sobrepasan los
límites de aguante.
Imaginemos
que tenemos una vara de metal, rígida pero que podemos intentar
doblar. La tomamos con ambas manos y comenzamos a aplicar fuerza con
la idea de doblarla. Al comienzo aplicamos fuerza y la vara, por su
material y sus condiciones físicas, aguanta la fuerza. Si nos
mantenemos ejerciendo fuerza, algo va a pasar en el material de la
vara (generalmente se genera calor en algún punto) que va a hacer
que esta ceda y logremos doblarla.
Si
aplicamos fuerza en la vara y descansamos, aplicamos y descansamos,
aplicamos y descansamos, posiblemente sea más difícil doblegarla;
pero si la fuerza es constante y sostenida, la resistencia del
material se va a vencer y la vara no volverá a ser la misma. Si la
enderezamos luego, siempre tendrá la marca del doblez.
Pues
nosotros somos esa vara. Nosotros tenemos una estructura
(herramientas, formación, costumbres) y estamos hechos de un
material (esencia). Estamos preparados para soportar
“sobreexigencias” puntuales, la vida nos conduce por esos caminos
de forma natural; de hecho se podría decir que para eso venimos al
mundo. Tener cierto grado de flexibilidad ante una sobreexigencia es
indispensable; pero cuando ese estrés es sostenido en el tiempo con
la fuerza necesaria, más allá de sentir el calentamiento
correspondiente (incomodidad), nuestra resistencia termina
venciéndose; entonces nos enfermamos y el recuperarnos se vuelve
cuesta arriba, sin contar con las secuelas.
El
estrés en nosotros puede ser: físico, mental, emocional, incluso
energético, astral, kármico y espiritual. Si algunos de estos son
sostenidos en el tiempo, terminarán doblegándonos y produciendo
malestares y enfermedades. Al igual que una vara de metal, el doblez
se va a realizar en la parte de la estructura donde el material sea
más débil; sin importar si la fuerza la ejercemos con las manos,
con las rodillas, con una prensa o con un camión. Cada uno de
nosotros en nuestra estructura tenemos partes débiles (inclusive
genéticamente), y es por eso por lo que un mismo tipo de estrés,
sea el que sea, puede provocar malestares o enfermedades diferentes
en diferentes tipos de personas. De aquí que resulte difícil
correlacionar específicamente tipos de estrés y enfermedades; o en
otras palabras, cualquier enfermedad puede tener origen en algún
tipo de estrés.
Apunté
que una vara tiene tanto estructura (grosor, sección trasversal,
longitud, etc.) como material; y se entiende que lo fácil o difícil
de doblarla va a depender de ambos factores. A lo mejor, una vara con
sección trasversal cuadrada sea más fácil (o difícil) de doblar
que otra circular; pero en un momento dado, con una determinada
forma, lo que va a determinar su fortaleza es el material. Nosotros
también estamos hechos de un material en particular (esencia –
espíritu) y tenemos una forma “de vida” (formación,
herramientas, destrezas, etc.) ambos van a definir nuestra
resistencia ante situaciones de estrés.
Pero
en nuestro caso, como seres conscientes que somos, siempre tratamos
de mejorar ante una realidad cada vez más sobre exigente. La
cantidad de estrés es cada vez mayor y debemos hacer las
adecuaciones en nosotros que nos permitan soportar esas fuerzas sin
afectarnos.
El
problema es que generalmente intentamos cambiar nuestra forma
(aprender más técnicas, formarnos mejor, pensar más) pero nunca
nos ocupamos de nuestro interior, de lo que estamos hechos; de
mejorar nuestra esencia.
Ejemplifico.
En la antigüedad las armas eran fabricadas de hierro: y para
hacerlas efectivas tenían que hacerlas más grandes, contundentes,
robustas, porque a pesar de ser un material muy fuerte, este perdía
el filo muy rápido, se oxidaba y era muy pesado y difícil de
manipular. De allí que manejar la forma era importante.
Pero
llegó un momento en que decidieron trabajan en el material; y
descubrieron el acero. Al trabajar el hierro y encontrar el acero,
tuvieron la oportunidad de tener mejores armas, más efectivas, más
livianas, que no se oxidaban tanto, mucho más manejables, con más
filo... en fin, el avance real se consiguió cuando decidieron
mejorar el material.
¿Que
tal si nosotros tratamos de hacer lo mismo? Si observamos bien, la
era moderna siempre nos propone formas de “Abordar el estrés”:
masajes, técnicas de respiración, de relajación, sonidos,
fármacos; tratando de enfriar las vara para que no se doble ( o se
quiebre), pero no siempre se nos ofrecen herramientas reales para
hacernos inmune al estrés. Lo ofrecimiento común pareciera el ciclo
“estresarse-desestresarse-estresarse-deseestresarse-estresarse-deseestresarse-...”
todo un círculo vicioso.
Veamos
¿qué nos “sobreexige” en la actualidad?
El
trabajo.
El trabajo es trabajo, es algo que hay que hacer y ya. Un mismo
trabajo puede ser sobreexigente para algunos y para otros no, aunque
tengan la misma preparación para hacerlo. Es decir, que el trabajo
en realidad no es lo que crea estrés, sino la forma de cómo lo
enfrentamos desde nuestra perspectiva, desde lo que somos; desde
nuestra esencia.
Laas
relaciones personales.
A veces las llevamos de maravilla y a veces las sufrimos; así que
no son todas; por lo tanto no somos “discapacitados emocionales”.
Muchas personas que nos hacen sufrir, son amores para otras
personas, así que tampoco son ellas; a lo mejor nos “apegamos”
de forma equivocada; no es la capacidad que tenemos sino nuevamente
lo que llevamos dentro; nuestra esencia
La
economía.
No está fácil, ciertamente; pero la mayoría de las veces podemos
hacer más, dar más, hacerlo mejor, salir adelante. El problema no
es el esfuerzo, el problema es el miedo, la “no seguridad”;
nuevamente nuestra esencia.
La
salud.
Complicado tema, porque la vida debemos honrarla. Pero con la
consciencia correcta de que hay algo Superior que nos puede ayudar
siempre o si nos toca el momento de partir eso mismo nos puede
acoger allá arriba, podríamos sanar mucho más rápido. Nuevamente
nuestro interior es lo importante a trabajar.
Podemos
seguir enumerando causas de estrés y seguir argumentando de alguna
forma la inocencia del exterior y la debilidad de nuestra esencia, de
nuestro material, de lo que estamos hechos.
Esto
parece muy duro de aceptar, pero en realidad es una salvación. El
asunto que debemos mejorar lo tenemos dentro, es nuestro, tenemos
toda la injerencia posible, podemos hacerlo porque de alguna manera
lo controlamos. De esto no ser así, si mantenemos que los culpables
son: el trabajo, los demás, la economía, las enfermedades; pues
estaremos condenados sin posibilidad de mejora, porque a ellos no
podemos ni controlarlos ni mejorarlos sustancialmente.
“El
decir que tu bienestar depende de cosas que tú tienes dentro no es
una condena; por el contrario, es la única oportunidad de mejorar tu
realidad”. (PedroAGómezRuzzo)
Con
todo esto, encontramos que el abordaje efectivo no pasa por
sobrellevar el estrés, sino por hacernos inmunes a él. Si como
hierro que somos, buscamos convertirnos en acero, pues la vida
comenzará a ser mucho más fácil. No implica que debamos desechar
las herramientas y recomendaciones que se dan en los libros y charlas
sobre el control del estrés, claro que no; en el proceso de
fortalecimiento interior aún tendremos que sobrevivir; cuando
cambiemos, entonces comenzaremos a Vivir.
Y
vuelvo a lo de siempre y perdonen la insistencia, de alguna manera
les tengo que convencer. Si yo analizo las causas de estrés
expuestas anteriormente y cualquier otra que pueda imaginar y con eso
extraigo las características internas que nos harían inmunes a
ellas, comienzan a aparecer: la compasión, la tolerancia, la
humildad, el desapego, el amor incondicional, el servicio (bien
entendido), el agradecimiento y la autoconciencia. Y estos ya no
ustedes lo deben reconocer como los Dones Espirituales.
El
correcto Crecimiento Espiritual nuevamente es la clave. Fortalecer a
nuestro Espíritu, trabajar en él y manifestarlo en el día a día,
es la forma real de crear inmunidad a las fuerzas que intentan
doblegarnos por todos los medios.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
06 de junio del 2013
Twitter:
@eReiki @EvolConsc @pagr777