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sábado, 20 de abril de 2013

Aprender con un Maestro

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Este título da para mucho; podría significar aprender con un experto, o aprender en el colegio, o con un profesor particular. Pero en la tónica general de mis escritos, Maestro se refiere a un Ser (encarnado o no) que te brinda un aprendizaje “básicamente” espiritual. Entrecomillo “básicamente” porque en realidad cualquier aprendizaje espiritual debe trasladarse a todos nuestros planos, inclusive al terrenal.

Siempre lo repito, todo crecimiento espiritual debe tener la figura de un Maestro Espiritual, el cual es diferente a un maestro de escuela o de alguna terapia energética o de algún oficio.

Pero el aprendizaje con este Maestro Espiritual es algo particular, ya que no pasa necesariamente por una secuencia de instrucciones, ni un cúmulo de información o de explicaciones claras ni detallas.

Un Maestro (Espiritual) te va a enseñar a vivir tu terrenalidad desde el punto de vista espiritual; claro está, dentro de una argumentación muy clara y una enseñanza coherente y consistente (cada Maestro tiene la suya). Pero además hay algo que es indispensable, el aprendiz debe pasar parte de su vida con el Maestro.

El Maestro te va a enseñar a vivir y para esto debes “incluirlo” en tu vida. Nadie puede decir que tiene a un Maestro o se es discípulo de alguno con solo haber leídos sus libros o haber vistos sus videos o saberse algunas frases o entender algunas de las cosas que dice.

Uno de los secretos de un Maestro es el de enseñar con ejemplos en experiencias reales y cotidianas. Por tanto, es indispensable que el Maestro (o su enseñanza) estén presentes en la cotidianidad del discípulo.

Más allá de dar instrucciones, un Maestro enseña con lo que hace dentro de la vida del discípulo; y con lo que deja de hacer también. “Un verdadero Maestro te propone de forma consciente e intencionada escenarios de aprendizaje para que puedas practicar la enseñanza espiritual” (PAGR2013). “Un verdadero Maestro te deja caminar a su lado y él se debería volver una parte importante de tu realidad interna” (PAGR2013)

No solo con la palabra enseña un Maestro; un Maestro enseña también con una mirada, con una mueca, con un gesto, con un silencio, con algo que hizo o algo que dejó de hacer; a veces lo hace con un comportamiento errado, a veces lo hace de forma terrenal o a veces a niveles sutiles.

De aquí viene la costumbre de que un discípulo conviva con su Maestro por un período de tiempo; esto simplemente para aprender cómo este lleva su vida.

Pero en nuestra sociedad actual hacer eso es inapropiado. Descuidar a los nuestros o a nuestras obligaciones para incluir a un “extraño” en nuestras vidas se puede ver, como mínimo, “irresponsable”.

Pero antes, la única convivencia era la física, la de cara a cara. Ahora, en este mundo moderno hay otras formas. En la actualidad para algunas personas, muchas veces la convivencia “virtual” suele ser más intensa que la real. ¿Cuántas personas no mantienen relaciones humanas más intensas por Internet que con sus propias familias bajo el mismo techo?

Así que hoy en día la forma en la que se puede mantener ese contacto indispensable con el Maestro cambia. Aún debe ser MUY intenso, real y personal; pero no cien por ciento físico.

Un Maestro Espiritual moderno debe acoplarse a la realidad de quienes le puedan necesitar. Las interacciones hoy en día pueden ser por diferentes medios: teléfonos, mensajes de texto, correos electrónicos, Facebook, Twitter, videochats, blogs; sin desestimar el acercamiento en vivo cuando sea posible, el reconocimiento cara a cara, con la cual se puedan mirar a los ojos y descubrirse el alma.

En la antigüedad un discípulo seguía al Maestro a donde sea que fuera (campo, ciudad, cueva, a cazar, recolectar, etc.) ya que nunca se sabía dónde el Maestro iba a hacer algo que sirviera de aprendizaje. Hoy en día se debe seguir a un Maestro por Twitter, por blogs, por mensajes, por Facebook, por charlas; porque no se sabe cuándo ni dónde el Maestro vaya a “aprovechar la oportunidad para enseñar algo”; con una frase escrita, con un emoticón, con un escrito, con la palabra o simplemente con abrazo.

La idea aún se sostiene; el discípulo siempre es el que debe seguir al Maestro. Pero el “seguirlo” no es solo aplicar sus enseñanzas, sino seguir sus acciones por “cualquier terreno” (o cualquier medio de información) para aprender de su forma de vivir la vida.

A un Maestro no se le debe perder la pista.

Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 20 de abril del 2013
Twitter: @eReiki @EvolConsc @pagr777

martes, 16 de abril de 2013

Nivel de Consciencia


Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Este puede ser el artículo más sencillo que escriba, pero tal vez sea el más claro y el más útil para los Seres que de alguna forma se identifican con algún trabajo espiritual.

Cuando pensamos en crecer espiritualmente siempre se habla de un concepto que se conoce como Nivel de Consciencia. Sin entrar en detalles de si el crecimiento espiritual es real, apropiado o efectivo; este parámetro, que tenemos todos y cada uno de nosotros, es el que debemos ir aumentando en nuestro camino de evolución.

La importancia del Nivel de Consciencia estriba en que todas las experiencias de vida que se presentan a un individuo y la forma en que este responde a ellas está de acorde a su Nivel de Consciencia. A un individuo con un Nivel de Consciencia alto no suelen sucederle cosas complicadas (en definición, intensidad o duración) y si estas les suceden, el mismo individuo con ese Nivel de Consciencia alto las afronta sin mayores traumas o secuelas.

Esta es mi concepción personal sobre qué es el Nivel de Consciencia y la utilizo dentro de mi esquema de enseñanzas espirituales. Pero esta vez me voy a permitir utilizar mi formación de ingeniero y lo voy a presentar mediante una fórmula; que si bien podremos evaluar y obtener un valor de ella (aunque subjetivo) nos va a servir para ver qué variables intervienen en el Nivel de Consciencia.

La fórmula que doy a continuación es una simplificación de lo que podríamos definir como Nivel de Consciencia; pudiendo ser en realidad más compleja. Para este escrito esta simplificación es muy útil y más que suficiente:


Podemos ver que cada variable en el numerador (parte de arriba de la fórmula) está ponderada por un valor (10, 20, 30 y 40) que indica el peso o la importancia de dicha variable sobre el Nivel de Consciencia. Esta fórmula una vez evaluada puede dar un valor entre 0 y 100.

Expliquemos cada variable.
  • Capacidad Mental
    Este valor debe estar entre 0 y 100 y representa el aspecto mental del individuo. Su expresión es la información más el pensamiento analítico y crítico. Esta Capacidad Mental a su vez incluye como mínimo a otros cuatro subaspectos: preparación académica formal, capacidad de análisis, capacidad de inferencia, capacidad de extrapolación. Estos subaspectos a su vez van a estar ponderados (algunos serán más importantes que otros), pero para este análisis no lo especificaremos. Esta variable a veces es relacionada con la Inteligencia Formal - Intelectual.

  • Empatía (Nivel de empatía o identificación con los demás)
    Enmarcado en un valor entre 0 y 100, esta variable representa la capacidad que tiene un individuo de identificarse con los sentimientos de las personas que están en su realidad (dolor, alegría, pesar, desconsuelo, felicidad). Se entienden como “personas que están en su realidad” a aquellas que se ven afectadas por su comportamiento personal, de forma directa o indirecta. Su expresión son los sentimientos y muchas veces se relaciona con la Inteligencia Emocional y con la frase “ponerse en los zapatos de los demás”.

  • Consciencia de la acción (Conocimiento de las consecuencias de nuestros actos)
    Nuestra vida está marcada por acciones y cada acción produce una reacción o lo que es lo mismo tiene un efecto o resultado. El mismo hecho de “no hacer nada” es una acción que se hace.
    Si bien podemos accionar con nuestra mente, generalmente los resultados no son evidentes. Y cuando digo que “no son evidentes”, no me refiero a que no nos enteremos o a que no importen; me refiero a que “ni nos imaginamos las consecuencias de nuestras acciones”.
    Reconociéndonos como seres integrales, cada acción específica que hagamos tiene su reacción en todos los planos. Un insulto cualquiera proferido a alguien, no solo va a hacerle daño en su parte emocional, sino que destroza nuestras partes: energética, astral y espiritual; sí, las nuestras.
    Si entendiéramos cosas como estas y supiéramos la mayoría de las consecuencias de nuestros actos, más allá de lo evidente, tendríamos una alta Consciencia de nuestras acciones y limitaríamos mucho nuestras acciones desafortunadas, aumentado por tanto nuestro Nivel de Consciencia.
    Desafortunadamente las explicaciones necesarias están en el ámbito místico. Y digo desafortunadamente porque este conocimiento muy pocos lo saben con exactitud, aún menos personas lo quieren enseñar (muchas de nuestras religiones lo han escondido) y nuestra sociedad occidental no lo avala.
    ¿Cómo se obtiene esta consciencia de la acción? Crecimiento espiritual, Leyes Universales, Maestros reales, etc.

  • Respeto a Dios
    Aunque parezca una variable insustancial, muchas religiones lo expresan como “Miedo o Temor a Dios”. Es una variable que puede tomar un valor subjetivo del 0 al 100 y que definitivamente se enmarca dentro la vida espiritual/religiosa del individuo que está siendo evaluado.
    Este valor no mide un temor irracional hacia Dios, ni indica un miedo enfermizo, ni no está condicionado por un supuesto castigo. Esta variable es más correctamente una sensación de Respeto, de Reconocimiento de la Autoridad de Dios sobre nosotros. Dios, la Divinidad, es esa consciencia máxima la cual debo tener presente en cada momento de mi vida y por tanto en cada acción.
    Una persona con un Respeto a Dios alto (lo que daría un Nivel de Consciencia alto) es aquella que no hace nada sin antes validarlo con sus enseñanzas espirituales/religiosas; que no antepone sus necesidades o miserias a lo que Dios indica como correcto y ante todo teme defraudar a Dios.
    Esta variable de Respeto a Dios debería ser sembrada y cultivada por nuestras religiones.

  • Expectativas
    Esta es la última variable de nuestra fórmula simplificada. Se encuentra en el denominador (parte baja) de la fórmula, lo que indica que mientras mayor sea este valor, menor será el resultante Nivel de Consciencia.
    Es un término que he conversado en incontables situaciones y se resume con dos frases: las expectativas son totalmente diferentes a las esperanzas (debemos aprender a erradicar las expectativas y a mantener las esperanzas); y las expectativas son los deseos de que las cosas resulten tal como nosotros esperamos que sea como consecuencia de una “acción lógica” (desde nuestro punto de vista)
    Cuando tenemos expectativas de alguna forma asumimos que somos todo-poderosos y que entendemos todos los procesos y que tenemos controladas todas las variables; por lo tanto podemos apostar a los resultados. Tener expectativas es la única condición para frustrarnos.
    Pero hay grados de más o menos expectativas; hay grados de más o menso frustraciones. Las expectativas generalmente son difíciles de reconocer cuando se evalúan al comienzo de una acción, pero el grado de frustración posterior las evidencia cuando “nuestras ganas” no son satisfechas.
    El no tener expectativas no es nunca sinónimo de abandono. Se debe trabajar por las esperanzas y no teniendo expectativa es la única forma de ver el escenario real, en grande y en detalle de cualquier situación; de esa forma podemos hacer las evaluaciones pertinentes y podemos maximizar las oportunidades de que nuestras esperanzas tengan éxito.
    En la proporción presentada en la fórmula, las expectativas toman un valor del 0 al 100, y si llegamos a tener un 100 de expectativas, perdemos el control de la situación y entramos en la probabilidad de que nuestras esperanzas se cumplan al azar (en un 50%); nuestro Nivel de Consciencia por tanto se viene a la mitad.

Esto es todo con la fórmula y la explicación que les presento de cómo se puede argumentar un Nivel de Consciencia. Es así de sencillo.

Veamos un ejemplo numérico. Una persona que teniendo su preparación formal, no tiene mucha capacidad de inferencia y actúa generalmente de forma irreflexiva (Capacidad Mental = 60); con una capacidad de “entender al otro” y de “ponerse en los zapatos de los demás” siempre y cuando piensen como él (Empatía = 30 – cuando mucho); con ninguna o muy poca Consciencia de Acción (yo le pongo un 5), porque esos temas místicos son supersticiones tontas del pasado, cuando la ciencia no existía; y sin mucho Temor a Dios, porque Dios existe cuando hay un problema e inclusive a veces ni se entiende, “porque hay muchas personas sufriendo en el mundo”... (¡uf!, regalémosle un 15 por el bautizo y la primera comunión)

Si esa persona “hipotética” habla de expectativas, pues allí si tiene un 75, ya que el se esfuerza mucho para siempre conseguir lo que quiere y … “generalmente lo consigo”... típico.

Si metemos estos valores en la fórmula tenemos:


                                                  10 x 60 + 20 x 30 + 30 x 5 + 40 x 15
Nivel de consciencia = -----------------------------------------------------------------
                                                                      100 + 75

Nivel de consciencia = 11,14 (sobre 100)

Acepto que los valores asignados son totalmente subjetivos y que la persona es hipotética; pero yo apostaría a que casi reconoces a una persona así en tu realidad.

Esta información es de vital importancia para los que se saben o se sienten “Seres de Luz”, con un compromisos de amor, justicia y lucha para con Dios (Trabajadores de Luz, Guerreros de Luz, etc.) Todos, en todo caso, tienen una única misión: la de subir el Nivel de Consciencia propio y ayudar a los demás a hacerlo, como única forma de que la realidad mejore.

Si recordamos que nuestro Nivel de Consciencia viene a condicionar nuestras experiencias de vida, podemos extrapolar toda esta información cuando encontramos situaciones que se aplican a todo un colectivo: grupo familiar, empresa, urbanización, país. Cuando estamos envueltos en situaciones país (por ejemplo), sin categorizarlas como buenas o malas (aunque generalmente no se conocen muchas buenas), se puede afirmar con mucha certeza que esas experiencias corresponden al Nivel de Consciencia promedio de sus habitantes.

En estas situaciones no podemos individualizar los casos; somos un colectivo. Y aunque esto suena duro, manejar el concepto de Nivel de Consciencia es una linea de acción extremadamente válida para los que quieren mejorar a un grupo de personas o a una situación global. Elevando cualquiera de las 4 variables en el numerador a la mayor cantidad de miembros posibles, se eleva el Nivel de Consciencia grupal y puede hacer caminar a un país hacia el futuro que se merece.

Caminar hacia un futuro”.. es un camino … en algún momento lo entenderemos, pero ojalá lo comencemos a transitar pronto.

Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 16 de abril del 2013
Twitter: @eReiki @EvolConsc @pagr777

lunes, 15 de abril de 2013

Por tus hijos – Lazos kármicos


Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

De muchas maneras se puede argumentar el impacto que tenemos los padres (papá y mamá) sobre nuestros hijos.

Es evidente que nosotros padres les trasmitimos parte de lo que somos a nuestros hijos a través de nuestra genética, a nivel físico. Podemos heredarles unos bellos ojos o una contextura esbelta, o una propensión a la diabetes o al cáncer.

A nivel mental, los padres les inculcamos a nuestros hijos nuestra forma de pensar, de ver la vida, nuestras costumbres y valores (o falta de valores). Esto generalmente lo hacemos sin darnos cuenta y a través de nuestro compartir con ellos. A veces este condicionamiento mental se expresa en nuestros miedos y en la forma cómo tratamos a los demás y actuamos en función de ellos.

A nivel emocional y energético también hay trasferencia. Nuestra capacidad de actuar con las emociones y con las energías que nos rodean, nuestros chakras predominantes; pueden responder tanto a factores genéticos (genética energética) como a condicionamientos de vida. Son sobradas las experiencias de hijos que reaccionan o actúan de forma muy similar a sus padres, a pesar de que estos hayan estado ausentes (por muerte o abandono). Lo que los psicólogos llaman el temperamento responde en mucho a esta genética energética.

Y no se puede quedar atrás el impacto que podemos causarle a nuestros hijos a nivel astral y kármico. El plano astral es más complicado de explicar y entender; generalmente porque carecemos de bases para una fácil comprensión, pero la parte kármica, en la cual quiero centrar el resto del escrito, es muy importante.

Sin entrar en consideraciones religiosas donde la idea del karma puede no aceptarse, en cualquier creencia existe el concepto de un “compromiso o deuda” que adquirimos cuando hacemos cualquier acción. Podemos ganar méritos si las acciones son buenas (definiendo “”buena desde el punto de vista general-real y no personal-conveniente) o podemos comprometer nuestro bienestar si nuestras acciones hacen daño; esto último es cometer pecado.

Ese “compromiso o deuda” ese “algo” que adquirimos y acumulamos con nuestras acciones se suele llamar “karma”. El karma se entiende más fácil si se simplifica como una energía que condiciona nuestras experiencias de vida y la cual llevamos hasta el final de nuestros tiempos. Si esta energía (karma) es sutil y pura, genera situaciones de bienestar y disfrute en nuestra existencia o por lo menos nos da la fuerza para afrontar con paz las situaciones difíciles. Pero si esta energía es muy densa, oscura, condicionará experiencias de vida donde tendremos que trabajarla para poder limpiarla. Por supuesto, las situaciones para el trabajo de esa “energía densa” de ese “karma malo” son situaciones difíciles.

Esta concepción de “karma bueno o malo” es una simplificación necesaria y suficiente (pero no exacta) para entender la Ley del Karma aquí en occidente y el cómo esta afecta a nuestras vidas. Esta ley universal es también conocida como la Ley de Acción y Reacción y lo que sí define de forma cierta es que cada uno de nosotros con nuestras acciones (acción) generamos energías (reacción) y son estas, en algún grado, las que van condicionando nuestra realidad. Es la misma noción cristiana “del pecado”, del “obrar mal”; si actuamos mal, cometemos pecado y como consecuencia nos podrá ir mal, ¡muy mal!

El karma es un asunto personal: somos responsables de nuestros actos; por nuestras (propias) obras nos condenamos o nos salvamos, pero de alguna forma nuestra salvación o nuestra condena también la compartimos con personas especiales para nosotros.

Es igualmente un hecho que esa realidad que condicionamos con el karma, nunca es una realidad en solitario. En cada momento tenemos personas involucradas en nuestro día a día, y que entre todas esas personas con las que compartimos experiencias hay algunas más cercanas (próximas) que otras.

Y al hablar de planos sutiles como el karma, la proximidad no se requiere a distancia física sino a “compromiso de vida”. Hay personas con las cuales nuestro compromiso de vida es mucho más fuerte, mucho más “obligante”. Al igual que compartimos herencia o costumbres o sentimientos con los que nos rodean, compartimos también karma.

El karma se comparte. La consecuencia de nuestras acciones, esa energía que vamos acumulando día a día en esta vida (o en vidas pasadas, si es el caso) se comparte con las personas en distintas proporciones. Al igual que el impacto emocional sobre alguien es mayor si es una persona cercana, el impacto kármico crea un concepto que es el de “lazo kármico” que se forma entre deferentes personas.

Un lazo kármico puede ser débil o fuerte y podemos imaginarlo como un tubo que une a dos o más personas y por donde se comparte la energía que se genera de una acción (karma). Es un sistema interconectado, así que el karma se puede generar en un solo punto pero automáticamente se esparce por todo el sistema.

Puede aparecer un lazo kármico entre dos o más personas por simplemente compartir experiencia de vida, por el solo hecho de interactuar y ni siquiera personalmente. Un jefe forma lazos kármicos con sus subordinados y estos con el jefe. Un gobernante forma lazos kármicos con toda la población que gobierna y estos con él.

Pero hay lazos que no se forman por la convivencia, sino que viene asignados por parentesco. A esos lazos les llamo “lazos kármicos obligantes” Estos lazos son tubos de mucho más diámetro, por donde pasa mucha sino toda la energía.

Si bien los lazos kármicos no obligantes se establecen y se pueden romper con una limpieza con el procedimiento correcto (procedimiento de crecimiento espiritual), estos pueden ser de diferentes calibres, más pequeños o más grandes. Esto define cuanto impacta el karma de una persona sobre otra.

Por el contrario, los “lazos kármicos obligantes” son conexiones de mucha capacidad, óptimas, de baja resistencia, que trasmiten la energía de forma inmejorable (para bien o para mal).

Ejemplifico para ir dejando las cosas claras. Si una persona se porta bien, si tiene acciones correctas “espiritualmente hablando”, estas acciones van a generar un karma muy ligero y benéfico, lo que va a ir alimentando sus próximas experiencias de vida. Esta energía muy sutil (karma bueno) la va a compartir entonces (de forma automática, no intencionada) con las otras personas con las que tenga lazos kármicos. Si el lazo kármico es débil (pequeño) las otras personas van a compartir esta energía pero en poca cantidad. Por el contrario, las personas con las cuales tengan lazos kármicos obligantes van a poder aprovechar muchísimo de esta buena energía.

Pero no es un compartir del karma que se entiendan como que algo se divide en partes y va un pedazo para cada uno. Es un compartir como el de una casa, un libro, como el sol, como el frio, como el calor. Si hace calor en algún lugar y hay varias personas en el mismo espacio, todos estarán a la misma temperatura; el calor no se reparte un poquito para cada uno.

Pero las leyes son las leyes. Por el mismo asunto de los lazos kármicos, si una persona comete actos que generan mucho “karma malo”, si bien él es el originador y el principal responsable, esa energía va a comenzar a afectar también a todas las otras personas con las que se tengan lazos kármicos. Si el “pecado” genera sufrimiento a quien lo comete, ese mismo pecado daña a las personas que tiene próximas, tarde o temprano.

Y aquí surge la pregunta urgente de cómo cortar lazos kármicos con personas que están actuando mal. No es el tema de este artículo, pero tampoco es cosas de una simple terapia o procedimiento sencillo. Si bien se pueden cortar lazos kármicos particulares, lo importante es comenzar a aprender a no establecer lazos con cualquiera por allí y a tener herramientas para superar el karma personal y el que nos impacta de los demás.

Pero si estamos hablando de un lazo kármico obligante, el corte es imposible (o por lo menos sumamente difícil). Un lazo de este tipo se establece, se podría decir que el mismo Dios lo hace, cuando es indispensable tratar asuntos kármicos en conjunto con otras personas y cuando nuestra existencia y crecimiento depende de ello.

Pero veamos cuales son los lazos kármicos obligantes. Estos son generalmente los que vienen por consanguinidad o por uniones espirituales o místicas. Estos tienen su grado de “fuerza” y los indico en ese orden:

  1. Padres con los hijos - hijos con los padres
  2. Hermanos (consanguíneos)
  3. Esposos y parejas: por uniones religiosas/místicas o por rutina donde se involucre el acto sexual.
  4. Maestros Espirituales con discípulos (y viceversa)
  5. Familia extendida (tíos, primos, sobrinos,etc). Los abuelos pueden estar en el 1er lugar en algunos casos.
  6. Ahijados (de ceremonias religiosas)
  7. Todas las demás personas según el grado de convivencia que se tenga: amigos de infancia, compañeros de trabajo, vecinos, conocidos, etc.
  8. Público en general.

Algunos de estos ítemes pueden variar de posición dependiendo de casos especiales, pero el que nunca se mueve y el más importante es el de padres e hijos.

De esta forma, todo lo que los padres hacemos genera una consecuencia espiritual (karma) y con esta comprometemos a nuestros hijos.

Si como padres llevamos una vida correcta (repito, no desde nuestra percepción personal limitada, sino desde la rectitud espiritual) estaremos compartiendo con nuestros hijos ese merecimiento que nos ganamos. Pero si cometemos desaciertos (espirituales), no nos estaremos condenando solos, sino que estaremos arrastrando a nuestros hijos y condenándoles a una realidad futura difícil, si ellos haber tenido la responsabilidad.

Si bien cada uno de nosotros tenemos nuestro karma personal, de alguna forma una parte de ese karma también es algo que los hijos heredamos de nuestros padres. Cuando un padre/madre genera karma negativo, no le está dando en herencia a los hijos la experiencia específica donde se generó dicho karma; lo que se hereda es esa energía oscura que podrá manifestarse en cualquier momento (en el futuro) y en cualquier situación personal de los hijos. Ese futuro puede ser en esta vida o en alguna siguiente, pero no se salvan.

De este tema se salen lo que se conocen como las maldiciones que pasan de generación en generación, que duran hasta la séptima generación, etc. Dichas maldiciones generalmente no las echan otros, sino que nos las echamos nosotros mismos con nuestros comportamientos y pasamos ese saco de generación a generación.

Bien, ahora es el momento de pensar: “¡uf!, menos mal que aún no tengo hijos”. Pero la noticia es que el karma que hayas acumulado en toda tu vida con todas tus acciones buenas o malas (inclusive vidas pasadas) lo tienes muy buen guardado para entregárselo (metafóricamente hablando) apenas tengas a tus retoños.

Si ahora corremos a limpiar el “karma malo” o a acumular “karma bueno”, estaremos también haciendo por nuestros hijos presentes y futuros. ¿Cómo se hace eso? … (Dios permita que nunca me canse de decirlo) ... asumiendo una vida con una Crecimiento Espiritual práctico y verdadero.

Desafortunadamente estos conceptos espirituales no se manejan en nuestra sociedad (¿o habría que decir que se esconden?) y podemos ver que son procesos que si los manejáramos, podríamos no solo evitarnos problemas a nosotros mismos sino evitárselos a los seres que más queremos y con los cuales la vida nos ha dado la mayor obligación; mantener este lazo kármico limpio es parte de esa obligación: no es sólo vivienda, alimentación y educación.

Por Dios, papá y mamá portémonos bien por nuestros hijos. El desconocimiento de estas leyes no te exonera de las responsabilidades.


Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 15 de abril del 2013
Twitter: @eReiki @EvolConsc @pagr777

lunes, 8 de abril de 2013

Tierra vs. Cielo

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Muchas veces se presentan a estos dos actores (Tierra y Cielo) como opuestos, hasta como enemigos irreconciliables en el camino que una persona puede tomar.

En un camino espiritual muchas veces se invita a que estemos atentos a nuestra terrenalidad porque puede “entorpecer” nuestro paso. Y del otro lado se plantea que en un camino terrenal, material y lógico, la espiritualidad no tiene cabida.

Por supuesto que hay intermedios, pero permítanme aclarar este importante punto.

Cuando estamos en un camino real de crecimiento espiritual, una de las formas como podemos reconocerlo es en el desvanecimiento de la dualidad; lo he dicho de forma constante. Debatirse entre lo correcto y lo incorrecto puede ser necesario, pero siempre y cuando ese debate se centre en comprenderlos (Compasión-EvolConsc) e igualarlos (Humildad-EvolConsc). Si planteamos la dualidad para quedarnos allí o para ponernos del lado de alguno de los actores, nuestro camino espiritual simplemente estará estancado.

Además, es indispensable identificarnos como seres integrales, somos tanto terrenalidad como espiritualidad, por lo menos mientras estemos en este cuerpo físico. Si Dios no hubiera querido que tuviéramos experiencias y hasta necesidades físicas/terrenales, simplemente no hubiera permitido que naciéramos en este plano tierra.

El problema entonces no es que tengamos una parte terrenal ni una espiritual; el problema o la advertencia que siempre se hace es que ninguna de ellas debe entorpecer nuestro camino hacia el bienestar.

Si planteamos un camino de crecimiento espiritual, nuestra terrenalidad es contraproducente cuando empieza a torpedear nuestro avance hacia el cielo. Y si planteamos nuestro bienestar terrenal, nuestra espiritualidad es inconveniente cuando comienza a dañar a nuestra terrenalidad.

Pero ¿cómo una puede afectar a otra? El asunto puede llegar a ser “tan sutil” y pasar tan desapercibido que yo a veces lo equiparo con esa noción de “ el diablo” que muchas religiones advierten. Permítanme ponerlo con ejemplos muy sencillos para ahorrarme explicaciones que con simples letras se confundirían.

Como escenario básico traemos a una “persona común con ganas de crecimiento espiritual o ya en ese camino”, la cual muchas veces puede verse limitada por “cuestiones terrenales”. Estas cuestiones terrenales suelen ser tan “entendibles y lógicas” que desarman cualquier acción o argumento.

Por ejemplo, el argumento del dinero. No es que crecer espiritualmente sea costoso, pero alguna inversión se puede querer hacer. Algún tiempo debe dedicarle esa persona a su actividad espiritual y sería un tiempo donde no se estaría produciendo, económicamente hablando. A veces pensamos que debemos descansar para poder rendir más en el trabajo y por tanto no podemos hacer las “tareas” espirituales. Y peor aún, a veces no tenemos el dinero para asistir a una charla o a alguna actividad que nos va a servir espiritualmente y la opción es eximirnos de ella.

En ningún caso el dinero es malo; pero aquí se convierte en lo que está entorpeciendo tu camino de crecimiento espiritual. Y algo que te aleja de tu espíritu se le da el tinte de “diabólico”. A esto se refieren místicamente las enseñanzas religiosas.

¿Qué hacer en estos casos? Vencer al “demonio”. ¿Cómo? ¿haciendo las cosas a juro o sacrificando otras actividades de bienestar u otros deberes? Definitivamente ¡NO!

Lo primero que debemos hacer es no enfrascarnos en la dualidad. El dinero no es el problema, el asunto es que no pareces tenerlo de forma suficiente. El abordaje por el contrario debe ser en tratar de mejorar económicamente, quizá: siendo más eficiente en tu trabajo, concentrándote más en tus horas laborables para tener mayor rendimiento; ser más amable con las personas para tener más propinas; atreverte a cambiar ese empleo donde reconoces (sinceramente) que estás dando mucho de ti y no aprecian tu esfuerzo; buscar alguna pequeña actividad económica adicional que pueda darte dividendos para tener otra entrada y poder invertir en tu espíritu, etc.

Como vemos, el abordaje en este caso (y en todos) no es arremeter en contra de nuestra terrenalidad, sino integrarla a nuestra espiritualidad; de esa forma, esta deja de ser negativa.

Como otra terrenalidad tenemos el argumento de la familia; donde muchas veces la familia no está ganada a las actividades que está haciendo esa persona con ansias de crecimiento espiritual. Muchas veces no es una negación, sino a lo mejor es una dependencia que habría que analizar; o esos esposos, hijos, padres se sienten abandonados y excluidos de esas actividades; o se comparte menos con ellos “de lo poco que ya se compartía”.

En esos casos la acción clara no sería abandonar el crecimiento espiritual, porque aunque no se manifieste de esa forma, la familia podría ganarse un poco de “culpa kármica” porque esa persona no crezca en espíritu. La acción tampoco sería abandonar a la familia y causar dolor, nunca; allí la culpa kármica sería de la otra persona. A lo mejor el abordaje es intensificar el “compartir de calidad” con la familia en los momentos en los que se pueda; o a lo mejor involucrar de hecho, de palabra o de “alegría” a la familia en las actividades espirituales para que ellos también agradezcan el bien que produce.

Pero el argumento más fuerte que se encuentra en la terrenalidad para dejar de lado al crecimiento espiritualidad es el argumento del tiempo. Este argumento es fuerte porque todo puede caber dentro de él. Todo consume tiempo: trabajo, familia, obligaciones, descanso; así que cuando se dice “que no tengo tiempo”... es como si cayera una piedra gigante y todos los argumentos se silenciaran.

Y la necesidad del aprovechamiento del tiempo es una realidad; lo que nos lleva siempre a jerarquizar las actividades para darles más tiempo a las que consideramos nosotros que son más importantes; dentro de nuestra apreciación personal.

La idea en este argumento es tratar de sacar tiempo para las actividades que te acerquen a Dios; y esto no se hace creando el tiempo (ya que no se crea) sino optimizando las otras cosas que haces para que Dios “quepa en tu vida”. Ahora, si de verdad no consigues apartar tiempo, deberás sacar algunas cosas “de menor jerarquía” para poder meter a Dios y si aún así no puedes, pues se entiende: en tu vida Dios es de poca prioridad.

En este último caso la terrenalidad (“el diablo”) ganó utilizando el argumento del tiempo.

Aparte de estos argumentos terrenales genéricos hay otros más elaborados: “la inseguridad”, “los miedos personales”, “los traumas o los rechazos por experiencias pasadas” ... imagina cualquiera. Ninguno de ellos se pueden desvirtuar, pero hay que tratar con ellos para que no se conviertan en “demonios” que entorpecen el crecimiento espiritual necesario. Los intentos que se hagan en manejar a estos nuestros pequeños “demonios” son más loables que cualquier exorcismo que hayas visto por televisión.

De la espiritualidad se podría plantear ejemplos equivalentes. Si nuestra práctica religiosa comienza a destrozar nuestra vida terrenal y no hacemos nada al respecto, honrando tanto a una como a la otra, estaremos recorriendo un “falso camino espiritual”, engañándonos a nosotros mismos. El abandonar o romper a la familia, el descuidar el trabajo, el entregarse al no hacer nada, entre otros, son también “demonios” que en algún momento pueden hacernos creer que estamos en el camino correcto, pero en el real camino espiritual no debería haber personas que sufran por nuestra causa.

Planteamos estos ejemplos dentro del escenario de una “persona común con ganas de crecimiento espiritual o ya en ese camino”: Si habláramos de personas con compromisos espirituales mayores, las argumentaciones cambian hacia mayor intensidad y tendría que reformularlas, cosa que escapa de este escrito.

Así que, mientras estemos aquí, todos somos Cielo y Tierra y debemos congeniarlos para poder tener una existencia plena.

Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 08 de abril del 2013
Twitter: @eReiki

jueves, 4 de abril de 2013

Escoge parejas con algo de cerebro

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Quiero traer a reflexión un pequeño tópico que a veces me toca tratar en las Terapias Energéticas de Pareja (http://www.reiki.org.ve/tep/ ). Allí, si bien el enfoque es energético como su nombre lo indica, hay que considerar al Ser Humano desde su integralidad (física, mental, emocional, energética, astral, kármica y espiritual) siendo en nuestros días y en nuestra sociedad muy importante la parte mental.

Cuando hablamos de parejas pensamos automáticamente en parejas emocionales; pensamos en esa o esas personas con las que elegimos formar lazos emocionales y que desearíamos permanecieran toda la vida; y es una asociación correcta. Pero también podemos entender como parejas a los compañeros de trabajo, socios de negocios, aquellos con quienes compartimos habitación/vivienda; y en general todo aquel con el que debamos compartir parte de nuestra vida y que sus actuaciones puedan llegar a afectar nuestro bienestar.

Limitémonos en este texto a parejas emocionales: novi@s, espos@s, amantes o como debamos llamarles; solo para poder acotar las reflexiones, recordando siempre que lo que entendamos aquí es extrapolable a los otros tipos de parejas.

Para comenzar, la escogencia de pareja es una tarea multifactorial. No escogemos (o no deberíamos hacerlo) sólo por lo físico (material), los sentimientos, el intelecto, por costumbre o por conveniencia social o personal (desesperación). Una pareja debe calificar satisfactoriamente en cada uno de los aspectos que la conforman (los indicados en el primer párrafo); si bien ciertas condiciones pueden darle más importancia a algún aspecto que a otro, no deberíamos dejar de considerar ninguno de ellos.

Veamos algunos ejemplos extremos de cuando las circunstancias pueden condicionar una escogencia de pareja. Si fuéramos cavernícolas y una mujer debe escoger a un hombre como pareja, por supuesto uno de los aspectos más importantes sería el físico; el que sea más fuerte y más ágil será el “mejor” en esa escogencia. Si alguien convive en un ambiente muy espiritual (o quiere hacerlo) va a ser poco conveniente que elija a una pareja que no sienta que ese aspecto espiritual sea importante. Si una dama es muy “sensible sentimentalmente” es recomendable que busque a una pareja no muy diferente.

Si nos ubicamos en la sociedad moderna como nuestro escenario actual de vida, esta va a condicionar definitivamente la escogencia de una pareja que sea “conveniente” dentro de este mismo escenario. Parafraseando lo que dijo una vez un amigo (Patricio): “si tengo de pareja a una persona, es porque con ella estoy mejor de lo que estoy cuando estoy solo”.

Cualquier escogencia de pareja siempre debe ser para bien, para estar mejor, para complementarnos, para acompañarnos en mayor bienestar. Entonces, en esta modernidad: ¿cuál de los aspectos del Ser Humano parecería importante considerar para que una persona sea “conveniente”, “útil”, “apropiada”, “adaptada” en esta realidad?

La respuesta obvia debería ser la “mente”. Lo “mental” marca a esta sociedad: la capacidad de analizar, reflexionar, proponer o planificar, controlar (como consecuencia del análisis y la reflexión) son importantes. Y no lo digo como un GRAN e IMPORTANTE logro de la sociedad. Los que me conocen saben de mis esfuerzos tratando de luchar contra la idea de que la mente sea la dueña del mundo. Pero al "Cesar lo que es del Cesar"; si esta es una realidad, parte del cambio debe comenzar trabajando en ella y con ella, no enfrentándola desde el inicio.


Nuestro aspecto mental

Veamos primero qué se define como nuestro aspecto mental. Primero debemos decir que no es nada adquirido, no es un grado de instrucción o “ilustrismo”. No se es más mental por tener un grado de instrucción académica mayor.

Nuestro aspecto mental se define por sus características básicas. Entre estas características están la capacidad de percibir los estímulos del exterior, la capacidad de procesarlos (darse cuenta que están allí), la capacidad de analizarlos (saber qué se pudiera hacer con ellos) y la capacidad de proponer acciones en función de estos estímulos, teniendo en cuenta el impacto del resultado en la misma realidad (accionar, evaluando y conociendo los pros y los contras)

Todo este proceso parece ser “muy inteligente” y lo es; pero generalmente este tipo de proceso es inconsciente (y la idea es que así sea). Lo que si es, es mucho procesamiento de información; doy un ejemplo. Cuando estamos en cualquier tarea simple, por ejemplo cocinando, nuestra mente detecta AUTOMÁTICAMENTE el escenario y acciona

  • (percepción de estímulos) cocina con hornillas al rojo vivo, un recipiente de metal con aceite muy caliente, dicho recipiente con un asa de material aislante que por ser aislante no se calienta (capacidad de procesar estímulos), una comida dentro del recipiente que se está quemando (estimulo exterior - el olfato), un tenedor apoyado al lado de la cocina, el cual necesitamos utilizar (acción necesaria con pros y contras) para voltear la comida porque si lo hacemos con la mano nos quemamos, lo que dolería mucho y no nos permitiría hacer luego otras cosas. Además de forma inconsciente tomamos el sartén por el mango, porque la parte de metal está muy caliente y además necesitamos sostenerlo porque si la comida está pegada al fondo, al intentar despegarla se puede rodar el sartén y derramar el aceite caliente encima de nosotros, lo que sería peor. Debemos actuar rápido, no es opción dejarlo quemar porque perderíamos el alimento, tardaríamos mucho más preparando otro y necesitamos el tiempo para hacer las otras actividades... (todo esto en menos de 3 segundos)

¿Pensamos todo eso, lo tenemos siquiera consciente, cuando vamos a voltear una pieza de pollo que estamos cocinando? Pues nuestra mente lo hace, eso y seguro mucho más que se me escapa. Y lo hace como el mejor de los microprocesadores humanos.


Capacidad de procesamiento y escogencia

Las computadoras son como nosotros (para no decirlo a la inversa). Estas tienen un cerebro (microprocesador) que es capaz de procesar una gran cantidad de datos/información (señales/estímulos) de forma automática y basándose en ciertas reglas de programación. Todo esto y más... pero hasta cierto límite.

En un microprocesador de silicio (en las computadores) se definen algunos parámetros importantes que determinan lo bueno que puede ser. Allí tendremos: la capacidad de procesamiento – definida principalmente por la cantidad de transistores que tiene, la arquitectura del microprocesador – que se puede ver como la forma de interconectar dichos transistores; y la velocidad de comunicación o de respuesta pasándose información entre ellos (la velocidad del reloj en las computadores)

Si bien nuestro aspecto mental humano no se limita sólo a la parte fisiológica del cerebro humano ni del sistema nervioso en general, sino que tenemos aspectos mentales sutiles (no físicos) que escapan de esta reflexión; se puede hacer una analogía interesante para entender la capacidad que tiene nuestra mente para procesar nuestra realidad y hacer algo útil o conveniente con ella.

Nuestro cerebro también tiene una cantidad de unidades de procesamiento que se conocen como neuronas (similares a los transistores de los microprocesadores). Además, las neuronas se interconectan entre sí y es esa interconexión la que va a permitir analizar de forma automática y dar respuestas a los estímulos. Estas respuestas de alguna forma estarán condicionadas por lo que hemos vivido.

La interconexión entre las neuronas se va formando y adaptando en el trascurso de la vida por los procesos mismos de aprendizaje, tanto formal como informal. Esta capacidad de adaptación es lo que diferencia principalmente a un cerebro biológico de uno de computadora tradicional.

Por último, también tenemos velocidades de interconexión entre las neuronas. Esta velocidad viene dada entre otros factores por constitución genética, por química cerebral (neurotransmisores), por lo que se define como plasticidad cerebral, etc, etc, etc.

Con todo esto, podemos comenzar a considerar que nuestra mente (en la porción representada por nuestro cerebro) también tiene una capacidad de procesamiento de nuestra realidad; y que está limitada por factores tanto genéticos como de adaptación (aprendizaje). A esta capacidad de procesamiento es a lo que generalmente se le llama “tener cerebro

Al igual que escogemos a una computadora por su capacidad mayor de procesamiento (rapidez) a nuestras parejas también deberíamos comenzar a escogerlas por una capacidad mental mayor, lo que al fin y al cabo, en una sociedad tan mental, le permitirá ser más “conveniente”, “útil”, “apropiada”, y “adaptada” a nuestra realidad.

CUIDADO, No estoy diciendo que lo mental deba ser más importante en la escogencia de pareja, NUNCA. Pero nadie en su sano juicio escoge a una computadora sólo por su apariencia exterior o porque tenga más periféricos que otra. Hay que considerar su “utilidad potencial” (que la tendrá cuando se le requiera). La belleza la vas a apreciar hasta el momento en que necesites que te resuelva cosas, que vaya más rápida; y entonces, si no lo tienes, vas a dejarla de lado y vas a comenzar a buscar otra.

También es cierto que no vas a elegir a un supercomputador de varios gabinetes de ancho, porque seguramente no haga juego en tu sala (en tu realidad) y no satisfaga tu estética, además de ser muy frio y consumir mucha electricidad.


¿Cómo nos damos cuenta de la capacidad mental humana?

Ya llevamos varias páginas y casi ni he comenzado el artículo. La escogencia de una computadora es sencilla, porque la capacidad de procesamiento la trae en la etiqueta (tipo de procesador, velocidad, etc.). Cuando estamos escogiendo parejas “humanas” ¿Dónde encuentro su capacidad de procesamiento? ¿Cómo sé si tiene algo de cerebro?

La respuesta es sencilla y es una máxima de vida: “por sus obras les conoceréis”.

Al escoger a una computadora puedes preguntarle a cualquiera que la conozca cuan rápida es... pero si esa persona trabaja sólo escribiendo cartas, para ella “cualquier perolito es un avión”. Si en cambio tú la necesitas para procesar videos o jugar videojuegos en 3D o para cálculos matemáticos intensivos... mejor y la observas por ti mismo, “en vivo”, un buen rato en acción, antes de llevártela a tu casa.

El saber distinguir las “señales” que se nos presentan en lo que vemos en el día a día de una posible pareja es muy importante. Todos nosotros somos el cúmulo de las pequeñas virtudes y miserias que tenemos dentro. Si tenemos cosas buenas, estas son genéricas y se manifiestan tanto en las situaciones sencillas como en las importantes y complicadas de nuestra vida. Si una persona es cariñosa, lo va a ser así tanto con las personas como con los animales; si una persona es compasiva lo va a ser tanto con los familiares como con los extraños; si una persona es respetuosa, lo va a ser tanto con su pareja como con las señales de tránsito.

Lo mismo pasa con nuestras miserias; estas se asoman “sin querer queriendo” en muchas situaciones, grandes o pequeñas, importante o intrascendentes. Sólo debemos atrevernos a extrapolar.

Esto es lo que yo llamo “La punta del iceberg”: lo que se ve de una persona es sólo el pequeño pico que sobresale de una inmensa masa de hielo oculta dentro del mar; pero ese pico refleja la misma calidad de hielo que compone todo el iceberg. Si una persona se aprovecha e infringe una norma establecida (digamos un cruce de calle) porque no lo están viendo o porque simplemente “cree que eso le va a ayudar en algo”, de la misma forma (...y no exagero) cuando “no lo estén viendo” puede llegar a serle infiel a su pareja porque además “a él le hace sentir bien”

Y con esto no estoy juzgando a nadie, aunque parezca mentira estoy aún manejando un pensamiento totalmente compasivo (Evolución Consciente); me explico.

Siempre planteo que cualquiera de nosotros, como hijos de Dios y seres espirituales que somos, tiene la tendencia afortunada de buscar hacer las cosas bien, siempre. El problema es que a veces no sabemos cómo hacerlo y en el intento nos equivocamos. Esto es pensamiento compasivo. Pero esta misma Compasión no puede llevar a desconocer las cosas que se hagan de forma inconveniente y mucho menos puede exonerarnos de asumir las consecuencias de las equivocaciones.

Lo que se plantea aquí es que muchas de las “acciones inconvenientes” que hacemos frecuentemente, son debido a que nuestra capacidad mental “no es muy alta”; se podría decir que nos equivocamos porque “no tenemos mucho cerebro”

Ejemplifico. Que un conductor se distraiga en un semáforo en rojo y no avance al cambiar la luz y deje todo el tráfico colapsado por varias cuadras (créanme que puede pasar) no indica que el conductor distraído sea “malo” o que lo esté haciendo a propósito; simplemente no tiene la capacidad de procesamiento necesaria para plantearse que debe estar pendiente porque “puede ser” que su descuido esté entorpeciendo y fastidiando a muchos otros detrás de él.

De igual forma, si un peatón cruza una calle a cualquier altura, fuera de las esquinas (donde está acordado hacerlo); esto seguramente lo hace sin malicia, pero sin haber procesado tampoco en su cerebro que esa acción pueden provocar accidentes varios carros más abajo y hasta causar daños a otros peatones.

Y si bien, provocar una congestión de vehículos o cruzar fuera de las esquinas no parecen ser de importancia como para desechar a una potencial pareja; sí debemos estar conscientes de que esa “incapacidad de análisis de las consecuencias de una actuación sencilla” va a estar presente cuando la situación sea en la pareja y nos afecte en primera persona.

La típica “viveza criolla” generalmente no involucra malicia, pero si una muy baja capacidad mental de procesamiento. Los “vivos” solo llegan a procesar hasta la primera parte de la acción, donde se muestra el beneficio personal; pero cuando van a evaluar el cómo esa acción puede afectar a los demás, su CPU (su cerebro) no les da para tanto.

El abandonar el cumplimiento del trabajo o de la jornada laboral “porque el jefe no está”, no es viveza, es “incapacidad cerebral” para entender que de forma inmediata eso está afectando no sólo al mismo trabajo, sino a otros compañeros que a la larga va a traer sus graves consecuencias (no hay tanta capacidad como para analizar y proyectar hacia el futuro)

Si alguien se mete de retroceso en sentido contrario en una estación de gasolina simplemente para ahorrase dos carros o ser el primero, a pesar de los demás, ¿es de extrañar que en algún momento pase por sobre los intereses de la pareja para sacar provecho individual?

Si alguien miente abiertamente por algún “motivo loable”, ¿quién puede asegurar que no le mentirá en algún momento a su socio por alguna ganancia personal que evidentemente sea “loable” para él mismo (pero no para el socio)?

Si algún conductor no frena en las esquinas ¿será que lo hace por maldad o será que su “cabecita” no le da para pensar que algún niño puede escaparse de las manos de su mamá y lanzarse a cruzar la calle? Aun más, ¡que podría ser familia suya!

Si alguien no demuestra mística y dedicación en su trabajo y hace su mejor esfuerzo en llevarlo a cabo, ¿esperamos que se ocupe con diligencia en las cosas de la casa, de las cosas de pareja, inclusive haciendo el amor? … ¿sería cosa de comparar?

Las señales son importantes. Esas pequeñas que pasan desapercibidas, esas son las que están tan arraigadas que no nos damos cuenta cuando las hacemos; y estas son las que evidencian en realidad de qué estamos hechos. Y hablo de las señales buenas y de las “no tan benditas”.


Poca capacidad cerebral: permanente o temporal

A pesar de que esta capacidad de procesamiento fue enfocada casi como algo estructural, por tanto, permanente, cualquiera de nosotros podemos tener momentos (temporales) de congestión cerebral debido a diferentes situaciones.

Al igual que la mejor computadora se enlentece cuando le pedimos hacer varias cosas a la vez, nuestros cerebros se vuelven menos eficientes si de forma intensa tratamos de pensar en muchas cosas simultáneamente, o nos obsesionamos con alguna situación.

De igual forma un cerebro cansado se vuelve más lento. El descanso físico y mental es muy importante para la vida; si no lo hacemos la primera evidencia es una merma de nuestros reflejos (accionamiento cuasiautomático de los músculos), teniendo también efectos menos evidentes pero igual de intensos. Sin contar que además algunos fármacos pueden bajar la capacidad del cerebro para procesar la información.

En ninguno de los casos anteriores o en otros casos puntuales, se nos podría calificar de poca capacidad mental. Cuando una que otra vez cometemos “tonterías” o tenemos “descuidos”, podemos presentar poca capacidad mental temporal debido a una situación particular y pasajera.

El asunto que traemos a reflexión en este texto apunta a casos donde los individuos presentan comportamientos constantes en este sentido, una baja capacidad cerebral permanente.


Para los que ya escogieron ¿se puede mejorar una capacidad cerebral baja?

A una computadora se les actualizan sus programas, se desinstalan algunos, se reinstalan otros más rápidos, se libera espacio y se desfragmenta el disco duro, se le borran los archivos temporales, colocamos más memoria RAM y podemos llegar a mejorar la velocidad de procesamiento, siempre hasta el límite del mismo microprocesador.

Para el caso humano, difícilmente podremos cambiarnos el cerebro (su estructura) pero a lo mejor podemos modificar algunos comportamientos, eliminar condicionamientos adquiridos, hacer descansar el cerebro, practicar meditación, aumentar la plasticidad cerebral con ejercicios especiales, cultivar el pensamiento reflexivo, entre otras cosas.

Siempre se puede hacer algo para hacernos más efectivos y eficientes ante nuestra realidad; pero dentro de los límites posibles y no con poco esfuerzo.


¡Pero cuidado!

Todo esto sería importante que lo vayan aprendiendo a discernir nuestros niños que van a comenzar a hacer elecciones de vida.

El punto ahora con esta reflexión no es hacernos un nido de juicios hacia los demás; muy por el contrario esto debe ser una forma de entender que si bien pasan cosas desafortunadas e inconvenientes para todos nosotros, puede haber un porqué que ignoramos y así no nos enganchamos en críticas insalvables de “consciencia maligna”.

Esto es importante considerarlo, como se dijo al principio, en cualquier tipo de pareja (laboral, económica, de diversión, etc.); pero es indispensable cuando hablamos de formar familia con alguien. Y la importancia estriba en que al parecer esa “capacidad cerebral” en un alto porcentaje tiene un componente hereditario. Si bien en las cavernas escoger al macho o a la hembra más sano físicamente era importante, ahora darle a nuestros hijos un sustrato genético que le posibilite una mayor capacidad cerebral para construir su futuro es mucho más que importante.

Tampoco ahora nos vamos a poner muy exquisitos o vamos a optar por quedarnos solos. Todos tenemos nuestras virtudes y nuestras miserias y recordemos que la escogencia no es únicamente por un asunto cerebral. Los factores físicos, emocionales y espirituales siguen siendo importantes, pero no podemos cegarnos a esta reflexión porque de alguna manera está en juego lo fácil o difícil que se nos va a ser conseguir y mantener nuestro bienestar.

Tener más o menos capacidad cerebral no nos hace mejores ni peores de forma integral. No podemos calificarnos de forma aislada según alguno de nuestros aspectos. Nuestra valía es más un promedio de nuestras calificaciones y una correcta integración de nuestros aspectos constitutivos: físicos, mentales, emocionales, energéticos, astrales, kármicos y espirituales.

Tener un poco de cada uno es mejor que tener mucho de unos pocos.

Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 04 de abril del 2013
Twitter: @eReiki