Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Quiero
traer a reflexión un pequeño tópico que a veces me toca tratar en
las Terapias Energéticas de Pareja (http://www.reiki.org.ve/tep/
).
Allí, si bien el enfoque es energético como su nombre lo indica,
hay que considerar al Ser Humano desde su integralidad (física,
mental, emocional, energética, astral, kármica y espiritual) siendo
en nuestros días y en nuestra sociedad muy importante la parte
mental.
Cuando
hablamos de parejas pensamos automáticamente en parejas emocionales;
pensamos en esa o esas personas con las que elegimos formar lazos
emocionales y que desearíamos permanecieran toda la vida; y es una
asociación correcta. Pero también podemos entender como parejas a
los compañeros de trabajo, socios de negocios, aquellos con quienes
compartimos habitación/vivienda; y en general todo aquel con el que
debamos compartir parte de nuestra vida y que sus actuaciones puedan
llegar a afectar nuestro bienestar.
Limitémonos
en este texto a parejas emocionales: novi@s, espos@s, amantes o como
debamos llamarles; solo para poder acotar las reflexiones, recordando
siempre que lo que entendamos aquí es extrapolable a los otros tipos
de parejas.
Para
comenzar, la escogencia de pareja es una tarea multifactorial. No
escogemos (o no deberíamos hacerlo) sólo por lo físico (material),
los sentimientos, el intelecto, por costumbre o por conveniencia
social o personal (desesperación). Una pareja debe calificar
satisfactoriamente en cada uno de los aspectos que la conforman (los
indicados en el primer párrafo); si bien ciertas condiciones pueden
darle más importancia a algún aspecto que a otro, no deberíamos
dejar de considerar ninguno de ellos.
Veamos algunos ejemplos extremos de cuando las circunstancias pueden condicionar una
escogencia de pareja. Si fuéramos cavernícolas y una mujer debe
escoger a un hombre como pareja, por supuesto uno de los aspectos más
importantes sería el físico; el que sea más fuerte y más ágil
será el “mejor” en esa escogencia. Si alguien convive en un
ambiente muy espiritual (o quiere hacerlo) va a ser poco conveniente
que elija a una pareja que no sienta que ese aspecto espiritual sea
importante. Si una dama es muy “sensible sentimentalmente” es
recomendable que busque a una pareja no muy diferente.
Si
nos ubicamos en la sociedad moderna como nuestro escenario actual de
vida, esta va a condicionar definitivamente la escogencia de una
pareja que sea “conveniente” dentro de este mismo escenario.
Parafraseando lo que dijo una vez un amigo (Patricio): “si tengo de
pareja a una persona, es porque con ella estoy mejor de lo que estoy
cuando estoy solo”.
Cualquier
escogencia de pareja siempre debe ser para bien, para estar mejor,
para complementarnos, para acompañarnos en mayor bienestar.
Entonces, en esta modernidad: ¿cuál de los aspectos del Ser Humano
parecería importante considerar para que una persona sea
“conveniente”, “útil”, “apropiada”, “adaptada” en
esta realidad?
La
respuesta obvia debería ser la “mente”. Lo “mental” marca a
esta sociedad: la capacidad de analizar, reflexionar, proponer o
planificar, controlar (como consecuencia del análisis y la
reflexión) son importantes. Y no lo digo como un GRAN e IMPORTANTE
logro de la sociedad. Los que me conocen saben de mis esfuerzos
tratando de luchar contra la idea de que la mente sea la dueña del
mundo. Pero al "Cesar lo que es del Cesar"; si esta es una realidad,
parte del cambio debe comenzar trabajando en ella y con ella, no
enfrentándola desde el inicio.
Nuestro
aspecto mental
Veamos
primero qué se define como nuestro aspecto mental. Primero debemos
decir que no es nada adquirido, no es un grado de instrucción o
“ilustrismo”. No se es más mental por tener un grado de
instrucción académica mayor.
Nuestro
aspecto mental se define por sus características básicas. Entre
estas características están la capacidad de percibir los estímulos
del exterior, la capacidad de procesarlos (darse cuenta que están
allí), la capacidad de analizarlos (saber qué se pudiera hacer con
ellos) y la capacidad de proponer acciones en función de estos
estímulos, teniendo en cuenta el impacto del resultado en la misma
realidad (accionar, evaluando y conociendo los pros y los contras)
Todo
este proceso parece ser “muy inteligente” y lo es; pero generalmente
este tipo de proceso es inconsciente (y la idea es que así sea). Lo
que si es, es mucho procesamiento de información; doy un ejemplo.
Cuando estamos en cualquier tarea simple, por ejemplo cocinando,
nuestra mente detecta AUTOMÁTICAMENTE el escenario y acciona
(percepción
de estímulos) cocina con hornillas al rojo vivo, un recipiente de
metal con aceite muy caliente, dicho recipiente con un asa de
material aislante que por ser aislante no se calienta (capacidad de
procesar estímulos), una comida dentro del recipiente que se está
quemando (estimulo exterior - el olfato), un tenedor apoyado al lado
de la cocina, el cual necesitamos utilizar (acción necesaria con
pros y contras) para voltear la comida porque si lo hacemos con la
mano nos quemamos, lo que dolería mucho y no nos permitiría hacer
luego otras cosas. Además de forma inconsciente tomamos el sartén
por el mango, porque la parte de metal está muy caliente y además
necesitamos sostenerlo porque si la comida está pegada al fondo, al
intentar despegarla se puede rodar el sartén y derramar el aceite
caliente encima de nosotros, lo que sería peor. Debemos actuar
rápido, no es opción dejarlo quemar porque perderíamos el
alimento, tardaríamos mucho más preparando otro y necesitamos el
tiempo para hacer las otras actividades... (todo esto en menos de 3
segundos)
¿Pensamos
todo eso, lo tenemos siquiera consciente, cuando vamos a voltear una
pieza de pollo que estamos cocinando? Pues nuestra mente lo hace, eso
y seguro mucho más que se me escapa. Y lo hace como el
mejor de los microprocesadores humanos.
Capacidad
de procesamiento y escogencia
Las
computadoras son como nosotros (para no decirlo a la inversa). Estas
tienen un cerebro (microprocesador) que es capaz de procesar una gran
cantidad de datos/información (señales/estímulos) de forma
automática y basándose en ciertas reglas de programación. Todo
esto y más... pero hasta cierto límite.
En
un microprocesador de silicio (en las computadores) se definen
algunos parámetros importantes que determinan lo bueno que puede
ser. Allí tendremos: la capacidad de procesamiento – definida
principalmente por la cantidad de transistores que tiene, la
arquitectura del microprocesador – que se puede ver como la forma
de interconectar dichos transistores; y la velocidad de comunicación
o de respuesta pasándose información entre ellos (la velocidad del
reloj en las computadores)
Si
bien nuestro aspecto mental humano no se limita sólo a la parte
fisiológica del cerebro humano ni del sistema nervioso en general,
sino que tenemos aspectos mentales sutiles (no físicos) que escapan
de esta reflexión; se puede hacer una analogía interesante para
entender la capacidad que tiene nuestra mente para procesar nuestra
realidad y hacer algo útil o conveniente con ella.
Nuestro
cerebro también tiene una cantidad de unidades de procesamiento que
se conocen como neuronas (similares a los transistores de los
microprocesadores). Además, las neuronas se interconectan entre sí
y es esa interconexión la que va a permitir analizar de forma
automática y dar respuestas a los estímulos. Estas respuestas de
alguna forma estarán condicionadas por lo que hemos vivido.
La
interconexión entre las neuronas se va formando y adaptando en el
trascurso de la vida por los procesos mismos de aprendizaje, tanto
formal como informal. Esta capacidad de adaptación es lo que
diferencia principalmente a un cerebro biológico de uno de
computadora tradicional.
Por
último, también tenemos velocidades de interconexión entre las
neuronas. Esta velocidad viene dada entre otros factores por
constitución genética, por química cerebral (neurotransmisores),
por lo que se define como plasticidad cerebral, etc, etc, etc.
Con
todo esto, podemos comenzar a considerar que nuestra mente (en la
porción representada por nuestro cerebro) también tiene una
capacidad de procesamiento de nuestra realidad; y que está limitada por factores tanto genéticos como de
adaptación (aprendizaje). A esta capacidad de procesamiento es a lo
que generalmente se le llama “tener cerebro”
Al
igual que escogemos a una computadora por su capacidad mayor de
procesamiento (rapidez) a nuestras parejas también deberíamos
comenzar a escogerlas por una capacidad mental mayor, lo que al fin y
al cabo, en una sociedad tan mental, le permitirá ser más
“conveniente”, “útil”, “apropiada”, y “adaptada” a
nuestra realidad.
CUIDADO,
No estoy diciendo que lo mental deba ser más importante en la
escogencia de pareja, NUNCA. Pero nadie en su sano juicio escoge a
una computadora sólo por su apariencia exterior o porque tenga más
periféricos que otra. Hay que considerar su “utilidad potencial”
(que la tendrá cuando se le requiera). La belleza la vas a apreciar
hasta el momento en que necesites que te resuelva cosas, que vaya más
rápida; y entonces, si no lo tienes, vas a dejarla de lado y vas a
comenzar a buscar otra.
También
es cierto que no vas a elegir a un supercomputador de varios
gabinetes de ancho, porque seguramente no haga juego en tu sala (en
tu realidad) y no satisfaga tu estética, además de ser muy frio y
consumir mucha electricidad.
¿Cómo
nos damos cuenta de la capacidad mental humana?
Ya
llevamos varias páginas y casi ni he comenzado el artículo. La
escogencia de una computadora es sencilla, porque la capacidad de
procesamiento la trae en la etiqueta (tipo de procesador, velocidad,
etc.). Cuando estamos escogiendo parejas “humanas” ¿Dónde
encuentro su capacidad de procesamiento? ¿Cómo sé si tiene algo de
cerebro?
La
respuesta es sencilla y es una máxima de vida: “por sus
obras les conoceréis”.
Al
escoger a una computadora puedes preguntarle a cualquiera que la
conozca cuan rápida es... pero si esa persona trabaja sólo
escribiendo cartas, para ella “cualquier perolito es un avión”.
Si en cambio tú la necesitas para procesar videos o jugar
videojuegos en 3D o para cálculos matemáticos intensivos... mejor y
la observas por ti mismo, “en vivo”, un buen rato en acción,
antes de llevártela a tu casa.
El
saber distinguir las “señales” que se nos presentan en lo que
vemos en el día a día de una posible pareja es muy importante.
Todos nosotros somos el cúmulo de las pequeñas virtudes y
miserias que tenemos dentro. Si tenemos cosas buenas, estas son
genéricas y se manifiestan tanto en las situaciones sencillas como
en las importantes y complicadas de nuestra vida. Si una persona es
cariñosa, lo va a ser así tanto con las personas como con los
animales; si una persona es compasiva lo va a ser tanto con los
familiares como con los extraños; si una persona es respetuosa, lo
va a ser tanto con su pareja como con las señales de tránsito.
Lo
mismo pasa con nuestras miserias; estas se asoman “sin querer
queriendo” en muchas situaciones, grandes o pequeñas, importante o
intrascendentes. Sólo debemos atrevernos a extrapolar.
Esto
es lo que yo llamo “La punta del iceberg”: lo que se ve de una
persona es sólo el pequeño pico que sobresale de una inmensa masa
de hielo oculta dentro del mar; pero ese pico refleja la misma
calidad de hielo que compone todo el iceberg. Si una persona se
aprovecha e infringe una norma establecida (digamos un cruce de
calle) porque no lo están viendo o porque simplemente “cree que
eso le va a ayudar en algo”, de la misma forma (...y no exagero)
cuando “no lo estén viendo” puede llegar a serle infiel a su
pareja porque además “a él le hace sentir bien”
Y
con esto no estoy juzgando a nadie, aunque parezca mentira estoy aún
manejando un pensamiento totalmente compasivo (Evolución
Consciente); me explico.
Siempre
planteo que cualquiera de nosotros, como hijos de Dios y seres
espirituales que somos, tiene la tendencia afortunada de buscar hacer
las cosas bien, siempre. El problema es que a veces no sabemos
cómo hacerlo y en el intento nos equivocamos. Esto es pensamiento
compasivo. Pero esta misma Compasión no puede llevar a
desconocer las cosas que se hagan de forma inconveniente y mucho
menos puede exonerarnos de asumir las consecuencias de las
equivocaciones.
Lo
que se plantea aquí es que muchas de las “acciones inconvenientes”
que hacemos frecuentemente, son debido a que nuestra capacidad mental
“no es muy alta”; se podría decir que nos equivocamos porque “no
tenemos mucho cerebro”
Ejemplifico.
Que un conductor se distraiga en un semáforo en rojo y no avance al
cambiar la luz y deje todo el tráfico colapsado por varias cuadras
(créanme que puede pasar) no indica que el conductor distraído sea
“malo” o que lo esté haciendo a propósito; simplemente no tiene
la capacidad de procesamiento necesaria para plantearse que debe
estar pendiente porque “puede ser” que su descuido esté
entorpeciendo y fastidiando a muchos otros detrás de él.
De
igual forma, si un peatón cruza una calle a cualquier altura, fuera
de las esquinas (donde está acordado hacerlo); esto seguramente lo
hace sin malicia, pero sin haber procesado tampoco en su cerebro que
esa acción pueden provocar accidentes varios carros más abajo y
hasta causar daños a otros peatones.
Y
si bien, provocar una congestión de vehículos o cruzar fuera de las
esquinas no parecen ser de importancia como para desechar a una
potencial pareja; sí debemos estar conscientes de que esa
“incapacidad de análisis de las consecuencias de una actuación
sencilla” va a estar presente cuando la situación sea en la
pareja y nos afecte en primera persona.
La
típica “viveza criolla” generalmente no involucra malicia, pero
si una muy baja capacidad mental de procesamiento. Los “vivos”
solo llegan a procesar hasta la primera parte de la acción, donde se
muestra el beneficio personal; pero cuando van a evaluar el cómo esa
acción puede afectar a los demás, su CPU (su cerebro) no les da
para tanto.
El
abandonar el cumplimiento del trabajo o de la jornada laboral “porque
el jefe no está”, no es viveza, es “incapacidad cerebral” para
entender que de forma inmediata eso está afectando no sólo al mismo
trabajo, sino a otros compañeros que a la larga va a traer sus
graves consecuencias (no hay tanta capacidad como para analizar y proyectar hacia
el futuro)
Si
alguien se mete de retroceso en sentido contrario en una estación de
gasolina simplemente para ahorrase dos carros o ser el primero, a
pesar de los demás, ¿es de extrañar que en algún momento pase por
sobre los intereses de la pareja para sacar provecho individual?
Si
alguien miente abiertamente por algún “motivo loable”, ¿quién
puede asegurar que no le mentirá en algún momento a su socio por
alguna ganancia personal que evidentemente sea “loable” para él
mismo (pero no para el socio)?
Si
algún conductor no frena en las esquinas ¿será que lo hace por
maldad o será que su “cabecita” no le da para pensar que algún
niño puede escaparse de las manos de su mamá y lanzarse a cruzar la
calle? Aun más, ¡que podría ser familia suya!
Si
alguien no demuestra mística y dedicación en su trabajo y hace su
mejor esfuerzo en llevarlo a cabo, ¿esperamos que se ocupe con
diligencia en las cosas de la casa, de las cosas de pareja, inclusive
haciendo el amor? … ¿sería cosa de comparar?
Las
señales son importantes. Esas pequeñas que pasan desapercibidas,
esas son las que están tan arraigadas que no nos damos cuenta cuando
las hacemos; y estas son las que evidencian en realidad de qué
estamos hechos. Y hablo de las señales buenas y de las “no tan
benditas”.
Poca
capacidad cerebral: permanente o temporal
A
pesar de que esta capacidad de procesamiento fue enfocada casi como
algo estructural, por tanto, permanente, cualquiera de nosotros
podemos tener momentos (temporales) de congestión cerebral debido a
diferentes situaciones.
Al
igual que la mejor computadora se enlentece cuando le pedimos hacer
varias cosas a la vez, nuestros cerebros se vuelven menos eficientes
si de forma intensa tratamos de pensar en muchas cosas
simultáneamente, o nos obsesionamos con alguna situación.
De
igual forma un cerebro cansado se vuelve más lento. El descanso
físico y mental es muy importante para la vida; si no lo hacemos la
primera evidencia es una merma de nuestros reflejos (accionamiento
cuasiautomático de los músculos), teniendo también efectos menos
evidentes pero igual de intensos. Sin contar que además algunos
fármacos pueden bajar la capacidad del cerebro para procesar la
información.
En
ninguno de los casos anteriores o en otros casos puntuales, se nos
podría calificar de poca capacidad mental. Cuando una que otra vez
cometemos “tonterías” o tenemos “descuidos”, podemos
presentar poca capacidad mental temporal debido a una situación
particular y pasajera.
El
asunto que traemos a reflexión en este texto apunta a casos donde
los individuos presentan comportamientos constantes en este sentido,
una baja capacidad cerebral permanente.
Para
los que ya escogieron ¿se puede mejorar una capacidad cerebral baja?
A
una computadora se les actualizan sus programas, se desinstalan
algunos, se reinstalan otros más rápidos, se libera espacio y se
desfragmenta el disco duro, se le borran los archivos temporales,
colocamos más memoria RAM y podemos llegar a mejorar la velocidad de
procesamiento, siempre hasta el límite del mismo microprocesador.
Para
el caso humano, difícilmente podremos cambiarnos el cerebro (su
estructura) pero a lo mejor podemos modificar algunos
comportamientos, eliminar condicionamientos adquiridos, hacer
descansar el cerebro, practicar meditación, aumentar la plasticidad
cerebral con ejercicios especiales, cultivar el pensamiento
reflexivo, entre otras cosas.
Siempre
se puede hacer algo para hacernos más efectivos y eficientes ante
nuestra realidad; pero dentro de los límites posibles y no con poco
esfuerzo.
¡Pero
cuidado!
Todo
esto sería importante que lo vayan aprendiendo a discernir nuestros
niños que van a comenzar a hacer elecciones de vida.
El
punto ahora con esta reflexión no es hacernos un nido de juicios
hacia los demás; muy por el contrario esto debe ser una forma de
entender que si bien pasan cosas desafortunadas e inconvenientes
para todos nosotros, puede haber un porqué que ignoramos y así no
nos enganchamos en críticas insalvables de “consciencia maligna”.
Esto
es importante considerarlo, como se dijo al principio, en cualquier
tipo de pareja (laboral, económica, de diversión, etc.); pero es
indispensable cuando hablamos de formar familia con alguien. Y la
importancia estriba en que al parecer esa “capacidad cerebral” en
un alto porcentaje tiene un componente hereditario. Si bien en las
cavernas escoger al macho o a la hembra más sano físicamente era
importante, ahora darle a nuestros hijos un sustrato genético que le
posibilite una mayor capacidad cerebral para construir su futuro es
mucho más que importante.
Tampoco
ahora nos vamos a poner muy exquisitos o vamos a optar por quedarnos
solos. Todos tenemos nuestras virtudes y nuestras miserias y
recordemos que la escogencia no es únicamente por un asunto
cerebral. Los factores físicos, emocionales y espirituales siguen
siendo importantes, pero no podemos cegarnos a esta reflexión
porque de alguna manera está en juego lo fácil o difícil
que se nos va a ser conseguir y mantener nuestro bienestar.
Tener
más o menos capacidad cerebral no nos hace mejores ni peores de
forma integral. No podemos calificarnos de forma aislada según
alguno de nuestros aspectos. Nuestra valía es más un promedio de
nuestras calificaciones y una correcta integración de nuestros
aspectos constitutivos: físicos, mentales, emocionales, energéticos,
astrales, kármicos y espirituales.
Tener
un poco de cada uno es mejor que tener mucho de unos pocos.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
04 de abril del 2013
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