Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
De
muchas maneras se puede argumentar el impacto que tenemos los padres
(papá y mamá) sobre nuestros hijos.
Es
evidente que nosotros padres les trasmitimos parte de lo que somos a
nuestros hijos a través de nuestra genética, a nivel físico.
Podemos heredarles unos bellos ojos o una contextura esbelta, o una
propensión a la diabetes o al cáncer.
A
nivel mental, los padres les inculcamos a nuestros hijos nuestra
forma de pensar, de ver la vida, nuestras costumbres y valores (o
falta de valores). Esto generalmente lo hacemos sin darnos cuenta y a
través de nuestro compartir con ellos. A veces este condicionamiento
mental se expresa en nuestros miedos y en la forma cómo tratamos a
los demás y actuamos en función de ellos.
A
nivel emocional y energético también hay trasferencia. Nuestra
capacidad de actuar con las emociones y con las energías que nos
rodean, nuestros chakras predominantes; pueden responder tanto a
factores genéticos (genética energética) como a condicionamientos
de vida. Son sobradas las experiencias de hijos que reaccionan o
actúan de forma muy similar a sus padres, a pesar de que estos hayan
estado ausentes (por muerte o abandono). Lo que los psicólogos
llaman el temperamento responde en mucho a esta
genética energética.
Y
no se puede quedar atrás el impacto que podemos causarle a nuestros
hijos a nivel astral y kármico. El plano astral es más complicado
de explicar y entender; generalmente porque carecemos de bases para
una fácil comprensión, pero la parte kármica, en la cual quiero
centrar el resto del escrito, es muy importante.
Sin
entrar en consideraciones religiosas donde la idea del karma puede no
aceptarse, en cualquier creencia existe el concepto de un “compromiso
o deuda” que adquirimos cuando hacemos cualquier acción. Podemos
ganar méritos si las acciones son buenas (definiendo “”buena
desde el punto de vista general-real y no personal-conveniente) o
podemos comprometer nuestro bienestar si nuestras acciones hacen
daño; esto último es cometer pecado.
Ese
“compromiso o deuda” ese “algo” que adquirimos y acumulamos
con nuestras acciones se suele llamar “karma”. El karma se
entiende más fácil si se simplifica como una energía que
condiciona nuestras experiencias de vida y la cual llevamos hasta el
final de nuestros tiempos. Si esta energía (karma) es sutil y pura,
genera situaciones de bienestar y disfrute en nuestra existencia o
por lo menos nos da la fuerza para afrontar con paz las situaciones
difíciles. Pero si esta energía es muy densa, oscura, condicionará
experiencias de vida donde tendremos que trabajarla para poder
limpiarla. Por supuesto, las situaciones para el trabajo de esa
“energía densa” de ese “karma malo” son situaciones
difíciles.
Esta
concepción de “karma bueno o malo” es una simplificación
necesaria y suficiente (pero no exacta)
para entender la Ley del Karma aquí en occidente y el cómo esta
afecta a nuestras vidas. Esta ley universal es también
conocida como la Ley de Acción y Reacción y lo que sí define de
forma cierta es que cada uno de nosotros con nuestras acciones
(acción) generamos energías (reacción) y son estas, en algún
grado, las que van condicionando nuestra realidad. Es la misma noción
cristiana “del pecado”, del “obrar mal”; si actuamos mal,
cometemos pecado y como consecuencia nos podrá ir mal, ¡muy mal!
El
karma es un asunto personal: somos responsables de nuestros actos;
por nuestras (propias) obras nos condenamos o nos salvamos, pero de
alguna forma nuestra salvación o nuestra condena también la
compartimos con personas especiales para nosotros.
Es
igualmente un hecho que esa realidad que condicionamos con el karma,
nunca es una realidad en solitario. En cada momento tenemos personas
involucradas en nuestro día a día, y que entre todas esas personas
con las que compartimos experiencias hay algunas más cercanas
(próximas) que otras.
Y
al hablar de planos sutiles como el karma, la proximidad no se
requiere a distancia física sino a “compromiso de vida”. Hay
personas con las cuales nuestro compromiso de vida es mucho más
fuerte, mucho más “obligante”. Al igual que
compartimos herencia o costumbres o sentimientos con los que nos
rodean, compartimos también karma.
El
karma se comparte. La consecuencia de nuestras acciones, esa energía
que vamos acumulando día a día en esta vida (o en vidas pasadas, si
es el caso) se comparte con las personas en distintas proporciones.
Al igual que el impacto emocional sobre alguien es mayor si es una
persona cercana, el impacto kármico crea un concepto que es el de
“lazo kármico” que se forma entre deferentes personas.
Un
lazo kármico puede ser débil o fuerte y podemos imaginarlo como un
tubo que une a dos o más personas y por donde se comparte la energía
que se genera de una acción (karma). Es un sistema
interconectado, así que el karma se puede generar en un solo punto
pero automáticamente se esparce por todo el sistema.
Puede
aparecer un lazo kármico entre dos o más personas por simplemente
compartir experiencia de vida, por el solo hecho de interactuar y ni
siquiera personalmente. Un jefe forma lazos kármicos con sus
subordinados y estos con el jefe. Un gobernante forma lazos kármicos
con toda la población que gobierna y estos con él.
Pero
hay lazos que no se forman por la convivencia, sino que viene
asignados por parentesco. A esos lazos les llamo “lazos
kármicos obligantes” Estos lazos son tubos de mucho más
diámetro, por donde pasa mucha sino toda la energía.
Si
bien los lazos kármicos no obligantes se establecen y se pueden
romper con una limpieza con el procedimiento correcto (procedimiento
de crecimiento espiritual), estos pueden ser de diferentes calibres,
más pequeños o más grandes. Esto define cuanto impacta el karma de
una persona sobre otra.
Por
el contrario, los “lazos kármicos obligantes” son conexiones de
mucha capacidad, óptimas, de baja resistencia, que trasmiten la
energía de forma inmejorable (para bien o para mal).
Ejemplifico
para ir dejando las cosas claras. Si una persona se porta bien, si
tiene acciones correctas “espiritualmente hablando”, estas
acciones van a generar un karma muy ligero y benéfico, lo que va a
ir alimentando sus próximas experiencias de vida. Esta energía muy
sutil (karma bueno) la va a compartir entonces (de forma automática,
no intencionada) con las otras personas con las que tenga lazos
kármicos. Si el lazo kármico es débil (pequeño) las otras
personas van a compartir esta energía pero en poca cantidad. Por el
contrario, las personas con las cuales tengan lazos kármicos
obligantes van a poder aprovechar muchísimo de esta buena energía.
Pero
no es un compartir del karma que se entiendan como que algo se divide
en partes y va un pedazo para cada uno. Es un compartir como el de
una casa, un libro, como el sol, como el frio, como el calor. Si hace
calor en algún lugar y hay varias personas en el mismo espacio,
todos estarán a la misma temperatura; el calor no se reparte un
poquito para cada uno.
Pero
las leyes son las leyes. Por el mismo asunto de los lazos kármicos,
si una persona comete actos que generan mucho “karma malo”, si
bien él es el originador y el principal responsable, esa energía va
a comenzar a afectar también a todas las otras personas con las que
se tengan lazos kármicos. Si el “pecado” genera sufrimiento a
quien lo comete, ese mismo pecado daña a las personas que tiene
próximas, tarde o temprano.
Y
aquí surge la pregunta urgente de cómo cortar lazos kármicos con
personas que están actuando mal. No es el tema de este artículo,
pero tampoco es cosas de una simple terapia o procedimiento sencillo.
Si bien se pueden cortar lazos kármicos particulares, lo importante
es comenzar a aprender a no establecer lazos con cualquiera por allí
y a tener herramientas para superar el karma personal y el que nos
impacta de los demás.
Pero
si estamos hablando de un lazo kármico obligante, el corte es
imposible (o por lo menos sumamente difícil). Un lazo de este tipo
se establece, se podría decir que el mismo Dios lo hace, cuando es
indispensable tratar asuntos kármicos en conjunto con otras personas
y cuando nuestra existencia y crecimiento depende de ello.
Pero
veamos cuales son los lazos kármicos obligantes. Estos son
generalmente los que vienen por consanguinidad o por uniones
espirituales o místicas. Estos tienen su grado de “fuerza” y los
indico en ese orden:
- Padres con los hijos - hijos con los padres
- Hermanos (consanguíneos)
- Esposos y parejas: por uniones religiosas/místicas o por rutina donde se involucre el acto sexual.
- Maestros Espirituales con discípulos (y viceversa)
- Familia extendida (tíos, primos, sobrinos,etc). Los abuelos pueden estar en el 1er lugar en algunos casos.
- Ahijados (de ceremonias religiosas)
- Todas las demás personas según el grado de convivencia que se tenga: amigos de infancia, compañeros de trabajo, vecinos, conocidos, etc.
- Público en general.
Algunos
de estos ítemes pueden variar de posición dependiendo de casos
especiales, pero el que nunca se mueve y el más importante es el de
padres e hijos.
De
esta forma, todo lo que los padres hacemos genera una
consecuencia espiritual (karma) y con esta comprometemos a nuestros
hijos.
Si
como padres llevamos una vida correcta (repito, no desde nuestra
percepción personal limitada, sino desde la rectitud
espiritual) estaremos compartiendo con nuestros hijos ese
merecimiento que nos ganamos. Pero si cometemos desaciertos
(espirituales), no nos estaremos condenando solos, sino que estaremos
arrastrando a nuestros hijos y condenándoles a una realidad futura
difícil, si ellos haber tenido la responsabilidad.
Si
bien cada uno de nosotros tenemos nuestro karma personal, de alguna
forma una parte de ese karma también es algo que los hijos heredamos
de nuestros padres. Cuando un padre/madre genera karma negativo, no
le está dando en herencia a los hijos la experiencia específica
donde se generó dicho karma; lo que se hereda es esa energía oscura
que podrá manifestarse en cualquier momento (en el futuro) y en
cualquier situación personal de los hijos. Ese futuro puede ser en
esta vida o en alguna siguiente, pero no se salvan.
De
este tema se salen lo que se conocen como las maldiciones que pasan
de generación en generación, que duran hasta la séptima
generación, etc. Dichas maldiciones generalmente no las echan otros,
sino que nos las echamos nosotros mismos con nuestros comportamientos
y pasamos ese saco de generación a generación.
Bien,
ahora es el momento de pensar: “¡uf!,
menos mal que aún no tengo hijos”.
Pero la noticia es que el karma que hayas acumulado en toda tu vida
con todas tus acciones buenas o malas (inclusive vidas pasadas) lo
tienes muy buen guardado para entregárselo (metafóricamente
hablando) apenas tengas a tus retoños.
Si
ahora corremos a limpiar el “karma malo” o a acumular “karma
bueno”, estaremos también haciendo por nuestros hijos presentes y
futuros. ¿Cómo se hace eso? … (Dios permita que nunca me canse de
decirlo) ... asumiendo una vida con una Crecimiento Espiritual
práctico y verdadero.
Desafortunadamente
estos conceptos espirituales no se manejan en nuestra sociedad (¿o
habría que decir que se esconden?) y podemos ver que son procesos
que si los manejáramos, podríamos no solo evitarnos problemas a
nosotros mismos sino evitárselos a los seres que más queremos y con
los cuales la vida nos ha dado la mayor obligación; mantener este
lazo kármico limpio es parte de esa obligación: no es sólo
vivienda, alimentación y educación.
Por
Dios, papá y mamá portémonos bien por nuestros hijos. El
desconocimiento de estas leyes no te exonera de las
responsabilidades.
Namasté.
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
15 de abril del 2013
Twitter:
@eReiki @EvolConsc @pagr777
Que importante esto Maestro....
ResponderEliminarCada enseñanza y escrito suyo es un motivo mas para realmente con compromiso y entrega trabajar nuestros Dones Espirituales, tener SIEMPRE a manos nuestra "caja de herramientas" y "portarnos bien" espiritualmente hablando para no condenarnos a nosotros ni a nuestros hijos y/o entorno.
Gracias, Namaste
Estoy consciente cada minuto que mis acciones produciran reacciones hasta mi cuarta generacion. Menos mal aprendi esto y he arreglado muchas de mis relaciones karmaticas pero aunque amo a mi hermano y a mi hijo pasar 5 minutos con ellos sin discutir por cualquier cosa es un reto que aun no he vencido y eso que no nos vemos a diario. Bueno ya con papa y mama listo con mis compañeros listo aun me falta con mi hermano e hijo asi que esa sera la tarea proxima. Por cierto tengo 2 ahijados que casi no los veo nunca pero cuando nos vemos nos tratamos bien asi que no creo que halla karma negativo. Gracias Maestro
ResponderEliminarGracias a ti.
EliminarLas malas lenguas dicen que son 7 las generaciones que impactamos. Sean las que sean, con afectar a la que me sigue a mi es suficiente.
Namasté
Maestro, tu mensaje es muy valioso: La importancia de nuestro Crecimiento Espiritual en el futuro de nuestros hijos. Crecer espiritualmente se convierte entonces en una responsabilidad para no condenar a nuestros hijos a un futuro difícil, además para tener bienestar con nuestra familia y convivir armoniosamnete con nuestro prójimo. Nuestra tarea: Ser cada día una mejor versión de nosotros mismos. Por otro lado, nos hablas de "la energía oscura" que se manifestará con seguridad cuando un padre/madre genera karma negativo..... Pregunto: A través de un Crecimiento Espiritual de los hijos se podría transmutar "esa energía oscura" y absorber ellos el nuevo ADN ENERGÉTICO? Namasté
ResponderEliminarSi nuestros hijos pudieran emprender un Crecimiento Espiritual tendrían herramientas para sanar su propio karma y los que traen por herencia.
EliminarSería lo ideal.
Pero dependería del nivel evolutivo que alcanzaran el que se les desarrolle un nuevo ADN espiritual o no.
Gracias
Namasté
Excelente! Y gran compromiso el de ser padres... Ahora comprendo la importancia de emprender un verdadero camino de Crecimiento Espiritual... No sólo evolucionamos como individuos sino también en colectivo con aquellos que representan nuestros lazos kármicos obligantes. Namasté Maestro; gracias!!!
ResponderEliminarNamastè. Gracias Maestro por enseñarnos lo que realmente significa los lazos karmicos y lo importantes que estos son. De verdad sorprende como estos van de generación en generación
ResponderEliminar