Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Hoy un amigo lector preguntaba por los
medios sobre una afirmación que había oído de que no todos somos “Hijos de Dios”.
Si bien hace pocos meses escribí exactamente sobre este mismo tema, voy a explicarlo de nuevo de la forma más sencilla posible y desde el punto de vista espiritual
En nuestro cristianismo se conoce a Jesucristo como el Hijo de Dios; y si bien puede haber alusiones anteriores o posteriores, algunas no muy claras, donde se les da este calificativo de forma genérica a otras personas; limitémonos por ahora a Jesús para efectos de la explicación.
Se suele creer popularmente que todos somos Hijos de Dios; solo por el simple hecho de que hemos ido creados por Él. Oficialmente asumir esto es una ligereza de nuestra parte.
En enseñanza espiritual hay que diferenciar dos conceptos: “Criaturas de Dios” e “Hijos de Dios”
Una “Criatura de Dios” es todo aquel ser (o incluso cosa) que haya sido creado/formado por esa consciencia/proceso/concepto/Ser que reconocemos como Dios. Por definición, todos nosotros somos Criaturas de Dios.
Pero al referirnos a “Hijos de Dios” la cosa es diferente. Aquí debemos ver en las sagradas escrituras, las referencias de lo que significa ser “un hijo”.
Si bien no voy a colocar aquí dichas referencias de La Biblia, voy a apelar a la lógica.
El apelativo de “Hijo” se le da a alguien que tiene una relación apropiada con ese otro ser al que se le llama “Padre”:
Si bien hace pocos meses escribí exactamente sobre este mismo tema, voy a explicarlo de nuevo de la forma más sencilla posible y desde el punto de vista espiritual
En nuestro cristianismo se conoce a Jesucristo como el Hijo de Dios; y si bien puede haber alusiones anteriores o posteriores, algunas no muy claras, donde se les da este calificativo de forma genérica a otras personas; limitémonos por ahora a Jesús para efectos de la explicación.
Se suele creer popularmente que todos somos Hijos de Dios; solo por el simple hecho de que hemos ido creados por Él. Oficialmente asumir esto es una ligereza de nuestra parte.
En enseñanza espiritual hay que diferenciar dos conceptos: “Criaturas de Dios” e “Hijos de Dios”
Una “Criatura de Dios” es todo aquel ser (o incluso cosa) que haya sido creado/formado por esa consciencia/proceso/concepto/Ser que reconocemos como Dios. Por definición, todos nosotros somos Criaturas de Dios.
Pero al referirnos a “Hijos de Dios” la cosa es diferente. Aquí debemos ver en las sagradas escrituras, las referencias de lo que significa ser “un hijo”.
Si bien no voy a colocar aquí dichas referencias de La Biblia, voy a apelar a la lógica.
El apelativo de “Hijo” se le da a alguien que tiene una relación apropiada con ese otro ser al que se le llama “Padre”:
- Un “Hijo” reconoce al Padre como autoridad sobre Él mismo.
- Un “Hijo” respeta las decisiones de su Padre.
- Un “Hijo” obedece los mandatos de su Padre.
- Un “Hijo” es alguien en quien el Padre puede confiar.
- Un “Hijo” defiende las pertenencias o el trabajo o el esfuerzo o los intereses de su Padre.
- Un “Hijo” es el que recibe la heredad del Padre como honra a su comportamiento apropiado.
Pero como aquí sí estamos hablando de espiritualidad (de Dios), no sólo es el padre quien tiene responsabilidades naturales con el hijo, sino que son los hijos los que deben comportarse como tales con los padres. Es entonces cuando alguien se puede llamar “hijo” de un “padre”.
Si alguien de verdad quiere ser llamado “Hijo de Dios” entonces deberá:
- Reconocer que “Dios” tiene más autoridad sobre él que él mismo. Autoconsciencia.
- Respetar las situaciones de vida entendiendo que “Dios Padre” las propone como aprendizajes que deben superarse. No quejarse. Humildad
- Seguir, de forma esforzada, todos los lineamientos que “Dios Padre” indicó. ¿Recuerdan?: amar a tus enemigos, poner la otra mejilla, adorar a Dios sobre todas las cosas, no juzgar, etc., etc., etc.
- Llevar una vida comprometida con las enseñanzas espirituales, aunque requiera mucho esfuerzo.
- Defender las correctas enseñanzas espirituales.
- Buscar cultivar su espíritu para alcanzar ese estado que se conoce como “el Cielo”
Y todo esto lo hizo Jesucristo. No solo fueron
sus enseñanzas, sino frases de vida como la de “hágase tu voluntad y no la mía”,
el mismo hecho de aceptar su destino, todo el esfuerzo que hizo predicando la
palabra de Dios, lo que dijo al perderse de niño en el Templo, etc. Esto lo
hizo ganarse el apelativo de “Hijo de Dios”
¿Que todos podemos convertirnos en Hijos de Dios? Pues claro que sí. El cristianismo como doctrina espiritual unida a la práctica religiosa de cualquiera de sus iglesias, nos guían en esa dirección; a que nos convirtamos en “hijos” para ganarnos su reino de los Cielos.
¿Y las otras religiones? Pues también. Si volvemos a ver lo que significa “ser hijos” pues veremos que no está limitado a ninguna doctrina particular.
Así que adelante; convirtámonos en “hijos” honrando al Padre.
Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
¿Que todos podemos convertirnos en Hijos de Dios? Pues claro que sí. El cristianismo como doctrina espiritual unida a la práctica religiosa de cualquiera de sus iglesias, nos guían en esa dirección; a que nos convirtamos en “hijos” para ganarnos su reino de los Cielos.
¿Y las otras religiones? Pues también. Si volvemos a ver lo que significa “ser hijos” pues veremos que no está limitado a ninguna doctrina particular.
Así que adelante; convirtámonos en “hijos” honrando al Padre.
Namasté.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original:
06 de agosto del 2014.http://www.sanacioncristica.org
http://www.AdamaConsciente.org.ve/
http://www.evolucionconsciente.org.ve
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http://www.reiki.org.ve
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Palabras
claves: hijo, Dios, lineamientos, Jesucristo, cielo.
Namasté 🙏🏻 Honrar a nuestro creador, comportandones con Dios espera de nosotros... Gracias Maestro
ResponderEliminarNamasté Maestro. Una lectura contundente sobre lo que significa comportarse como un hijo de verdad. Nos compromete a adquirir las conductas que agradan a nuestro Padre, según lo que Jesucristo dijo a Su pueblo en (Mateo 5, 6, 7). Muchas gracias por esta enseñanza, que nos invita a evaluar nuestra relación con Dios. Namasté
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