Sigue a ShaniShaktiAnanda en Facebook



martes, 6 de junio de 2017

Qué esperar de Dios

Autor: ShaniShaktiAnanda

Veamos; “qué esperar de Dios” no es una pregunta que se hace el común de las personas cuando está en problemas y espera la ayuda de Dios. Y no se la hacen porque están convencidas de que Dios es todo poderoso y puede hacer lo que sea por ellas.

Están convencidas o por lo menos eso les han hecho creer.

Cuando asomo la idea bíblica de que Dios puede no hacer por nosotros lo que nosotros esperamos, la mayoría de las personas dejan de leerme o de escucharme o me sacan de sus redes sociales. Ojalá este no sea tu caso; ojalá termines de leer con el corazón abierto. Este escrito puede ser simplemente lo que Dios necesita darte como respuesta a tus peticiones.

Voy a remitirme a un solo fragmente de nuestra Santa Biblia (ya tratado ampliamente en mis enseñanzas) Jesús les decía a la gente:

Juan 14:21 (NVI)

21 ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Este no es el único pasaje de la Santa Biblia donde Jesucristo enseña que el amor de Dios Padre no es gratuito.

Una simple comprensión de este pasaje expone la idea muy claramente: Dios Padre ama a las personas que aman a Jesucristo (su Hijo); y alguien ama a Jesucristo únicamente si cumple con sus mandamientos.

¡Dios mío! Espero que esta lógica básica no sea difícil de digerir y no traiga malestares para algunos. Si no, les invito a que lean lentamente las dos líneas y media del versículo.

Si aún tienen dudas y creen que puse la cita mal, les invito a que busquen cualquier otra versión de la Santa Biblia.


Pero ¿cuáles son los lineamientos de Jesucristo?

Pero si ya subimos el primer escalón de entender que el amor de Dios se debe merecer, la siguiente pregunta lógica pudiera ser: ¿Cuáles son los lineamientos que Jesucristo espera que cumplamos antes de asegurar que le amamos?

Aquí aparece la “ingenuidad cristiana” con las que muchas iglesias se han mantenido, con personas respondiendo como lineamientos de Jesucristo: ir a misa, confesarse, comulgar, no decir mentiras, rezar el rosario, ir al templo, darle un plato de comida a los hambrientos, ayudar a los enfermos; algunos citarían algunos de los Diez Mandamientos, pero muy pocos responderían correctamente que los mandamientos de Jesucristo están definidos en El Sermón del Monte (Mateo capítulos 5, 6 y 7).

En estos tres grandes capítulos, Jesucristo señala un poco más de quince actitudes de vida que debería seguir toda persona que se quiere decir “seguidor del Cristo” (cristiano).

No voy a repetir aquí lo descrito en el Sermón del Monte; ya que he hablado y escrito tanto sobre ello que corro el riesgo de ser fastidio. Pero lo que sí voy a recordar es que estos mandamientos, si bien son específicos, se basan en dos basamentos más generales.

Los dos mandamientos de base son: “el primero” y “el segundo”. No bromeo; digo esto porque el orden de ellos es indispensable. Si no se cumple el primero de los mandamientos, no se puede decir que el segundo sí se cumple. Y Jesucristo dijo:

Marcos 12:30-31 (RVR1960)

30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos.

Amarás a Dios SOBRE TODAS LAS COSAS; y a tu prójimo como a ti mismo. Cumplidos estos dos mandamientos se abre la posibilidad de cumplir los más específicos del Sermón del Monte. Quiere decir que si estos dos mandamientos no se vuelven una realidad en una persona; esa persona difícilmente puede intentar ser cristiana.

Pero ahora me quiero quedar solo con el primero de ellos; y plantear la enseñanza desde allí.


¿Acaso cumplimos con lo más básico?

Amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, es muy, pero muy grande; muy exigente.

Desde aquella “ingenuidad cristiana” cualquiera puede decir: “¿Cuál es el problema? Yo amo a Dios así; Dios es lo más grande que hay en mi vida.”

Pero la ingenuidad se enfrenta con razonamiento; para aprender a pensar y no solo a repetir.


con todo nuestro corazón.

Amar a Dios con todo nuestro corazón significa que no deberíamos tener ningún otro amor más grande que Dios. Todo nuestro corazón debe llenarlo Dios.

En el mejor de los casos, pudiéramos demostrar que amamos a Dios con todo nuestro corazón, si nunca sufriéramos por “falta de amor”; si nunca nos sintiéramos heridos sentimental o emocionalmente, ya que Dios ocupa todo nuestro corazón. ¿Lo cumples?

con toda nuestra alma.

Amar a Dios con toda nuestra alma habla un poco de la importancia de nuestra alma, de la vida luego de la muerte, por encima de la importante de nuestra existencia terrenal.

Si nos preocupamos (o nos ocupamos) más por el bienestar en esta vida que por el bienestar luego de morir; pues no estamos amando, deseando, esperando a Dios desde nuestra alma.

A las pruebas me remito; para la mayoría de las personas, la muerte física es lo peor que le puede pasar a alguien. Eso no es amar a Dios con toda nuestra alma.

E irónicamente para poder llegar al Padre, todos debemos morir cuando nos toque la hora. ¿Será que la gente prefiere vivir biológicamente, más que encontrarse con Dios en el Cielo?


con toda nuestra mente.

Amar a Dios con toda nuestra mente refiere a tenerlo a Él como motivo de vida, como meta a cumplir, con foco de todas nuestras intenciones, como referente de nuestro comportamiento y de nuestras ideas, como “ideal máximo” de vida. ¿Acaso esto es una realidad para la mayoría de las personas?

¿En qué piensa la gente todo el día? ¿En Dios?

¿De qué habla la gente todo el día? ¿De Dios?

¿Qué guían las acciones e intenciones de la gente? ¿Cumplir con Dios?


Dios no es un concepto mental, Dios no se puede experimentar desde la mente. Por eso, la mente se debe saturar de Dios como intención de vida, para que por lo menos no fastidie al alma en el proceso de alcanzar el Cielo”.


con todas tus fuerzas.

Amar a Dios con todas nuestras fuerzas indica que nuestro esfuerzo de vida debe ir alineados, no solo a nuestros intereses humanos/terrenales, sino prioritariamente a cumplir con el comportamiento que Dios espera que mantengamos.

Muchas personas resaltan el “gran esfuerzo que hacen” consiguiendo logros externos, cumpliendo metas externas: personales, académicas, laborares, económicas, familiares, sociales, mundiales, etc.

Pero si se pudiera ver en su interior; encontraríamos un desorden de sentimientos, una incapacidad de controlarlos; muchas veces simplemente evadiéndolos.

La reactividad, la agresividad, los sufrimientos no superados, las frustraciones, los resentimientos, los rencores, las tristezas de años, la intolerancia, los miedos, las inseguridades, etc., demuestran que nunca se ha realizado ningún esfuerzo interior importante, a pesar de poder haber conquistado muchas metas externas.

Pero ¿qué exigirá mayor esfuerzo, lo externo o lo interno?

Bien dice el dicho: “nuestro peor enemigo está dentro de nosotros mismos”. No hay lucha más fuerte que la interior, que intentar cambiarnos desde dentro. Conseguir cosas externas es un juego de niños, en comparación con lo que debemos conseguir dentro de nosotros.

Y todos cambio interior está relacionado con Dios; ya que todo lo definido como correcto, comienza por asumir los mandamientos de Dios.

Es por esto por lo que amar a Dios con todas nuestras fuerzas, significa preferir hacer esfuerzos sostenidos de cambio interior, antes que conquistar el exterior.

¿Lo hacen las personas? Las luchas entre hermanos y conciudadanos y pobladores del mundo ¿es hacia el interior de cada uno; o entre ellos?

¿Hacia dónde damos nosotros nuestro mayor esfuerzo? ¿En cumplir metas personales, laborales, económicas, académicas? ¿O en cumplir con lo que Dios espera de nosotros?

Entonces ¿estamos amando a Dios con todas nuestras fuerzas? No.


¿Qué amamos más?

Antes de decir que amamos más a Dios que a cualquier cosa; siempre es bueno contrastarlo con un sencillo ejemplo que siempre coloco.

Cuando tienes un gran amor, ¿cómo te comportas? ¿Qué te sucede?:

  • muchas veces no puedes dormir pensando en él;
  • tu apetito disminuye cuando estas con él;
  • no puedes dejar de pensar en él;
  • vives hablando de él;
  • todas tus acciones van enfocadas a agradarle a él;
  • imaginas tu futuro en función de él;
  • le dedicas todo tu esfuerzo a él; a pesar incluso de ti mismo.

Esto es lo que deberíamos hacer hacia Dios, si decimos amarle mucho.

Pero la realidad es otra. Porque “por sus obras les conoceréis” (Mateo 7:20) y este comportamiento es exactamente igual cuando nuestro GRAN AMOR son los problemas.

Cuando tienes un problema, entonces:

  • muchas veces no puedes dormir pensando en el problema;
  • tu apetito disminuye cuando tienes el problema;
  • no puedes dejar de pensar en el problema;
  • vives hablando de el problema;
  • todas tus acciones van enfocadas a solucionar el problema;
  • imaginas tu futuro en función de el problema;
  • le dedicas todo tu esfuerzo a el problema; a pesar, incluso, de ti mismo.

En este caso, estarás AMANDO AL PROBLEMA con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. ¿Y Dios? Bien, gracias.

Si tus problemas te ocupan más la vida que Dios, es porque no estás amando a Dios sobre todas las cosas. Dios pasa a un segundo plano, a pesar de que puedas esperar ansiosamente que te ayude. De hecho, muchas veces sientes que el problema es más grande que Dios; tanto que Dios no puede actuar de forma inmediata.


Entonces ¿qué esperar de Dios?

Y aquí concluyo con este escrito.

Si Jesucristo nos recordó que debemos merecernos el amor de Dios (Juan 14:21); y que el merecimiento comienza por Amar a Dios sobre todas las cosas; y comprobamos vivencialmente que los problemas “nos ocupan más la vida que Dios mismo”; entonces ¿qué podemos esperar de Dios?

Si no cumplimos con lo primero que Dios espera de nosotros, que es “preferirlo a Él”; ¿acaso esperamos que Él venga corriendo a ayudarnos al primer rosario que hagamos?

Espero que a estas alturas vayan comprendiendo lo de la “ingenuidad cristiana” con la que algunas iglesias nos alimentan nuestras zonas de confort.


Y esto es solo el principio

Pero amar a Dios sobre todas las cosas es solo el principio. Faltan cosas como “amar a tu prójimo como a ti mismo”, buscar ser perdonado, “amar a tus enemigos”, “poner la otra mejilla”, y otras verdaderas joyas de cumplimiento cristiano.

¿Que no imaginas cómo puede ser eso posible?
¿Que nunca te lo habían dicho de esta manera?

Pues busca cómo redefinir tu cristianismo; busca crecer espiritualmente. Probablemente te han tenido paseando en una cinta sin fin, sin tu moverte, sin llegar a ningún lado; y te han hecho creer que lo estabas haciendo bien.

Triste; realmente triste.

Dios les bendiga.

Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 523AS. (06 de junio del 2017)http://www.shanishaktiananda.com
Twitters: @shanishakti @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777
IG: @shanishaktiananda
Facebook: https://www.facebook.com/shanishaktiananda.oficial

Palabras-claves: Dios, iglesia, mandamientos, lineamientos, Jesucristo, amar, Sermón del Monte

3 comentarios:

  1. Definitivamente un escrito para reflexionar. Gracias maestro 🙏

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias Maestro! Por ayudarnos a mantenernos firmes en lo que realmente es importante

    ResponderEliminar
  3. Gracias Maestro, cuanto que reflexionar en estas lineas, cuanto que revisarnos, de tu mano, se hace mas ligero ese revisarnos. Namaste

    ResponderEliminar