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viernes, 12 de agosto de 2016

La suerte

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

La vida de cada persona es una cadena de situaciones que no están totalmente predefinidas desde el nacimiento.

Absolutamente toda situación es siempre un escenario de aprendizaje espiritual donde se espera que la persona involucrada o afectada fortalezca algunas de sus debilidades.

Así funciona Dios.

Claro que desde el nacimiento hay tendencias de situaciones que corresponden a “cosas por aprender”; el alma las trae, las necesita, para eso viene.

Pero estas tendencias no condicionan situaciones concretas o específicas a lo largo de la vida, sino que promueven “tipos de situaciones”, por ejemplo: dificultades económicas, problemas familiares, rivalidad entre personas, enfermedades graves, pérdidas tristes de seres queridos, situaciones sociales complicadas, entre muchos otros tipos.

Estas mismas “tendencias de nacimiento” pueden variar. Si la persona aprende rápido (espiritualmente hablando) de las situaciones de vida; la tendencia que originalmente las promovió se apaga y a esa persona no le afectará más (prueba superada).

Pero si por el contrario, la persona ante una situación difícil no aprende espiritualmente lo que corresponde, la tendencia de aprendizaje se va a reforzar. Esto hace que ese tipo de situaciones se repitan una y otra vez.

Pero si además de no aprender, la persona aborda la situación de forma incorrecta, pues entonces se van a crear otras tendencias (que no vinieron de nacimiento) y cada vez va a ser peor y peor; e incluso se comienzan a vivir nuevas situaciones difíciles de aprendizaje.

Como se podrán haber dado cuenta, en toda esta introducción no he nombrado a “la suerte”; porque toda situación es una oportunidad de aprendizaje. Visto de esta forma, estamos llenos de buena suerte; porque en cada situación se tiene la oportunidad de salir fortalecido.

Pero es una realidad que no todas las situaciones se viven con agrado; por mucho aprendizaje que puedan ofrecer. Hay situaciones que pasan con mayor suavidad que otras; y las mismas situaciones en diferentes personas pueden tener un impacto diferente.

Por ejemplo. Una situación de fracaso económico, más allá de tener un trasfondo de aprendizaje similar para dos personas, una de ellas podrá enfrentarla con ayudas de otras personas y vendiendo otros bienes que pueda poseer; mientras que para otra persona la misma situación la puede dejar en la calle, sin un centavo y sin ayuda.

Se podría decir que la primera persona “corrió con más suerte” que la segunda. Aquí pudiera comenzar a entrar lo que se conoce como “suerte”.


La “suerte”

Pero este concepto de “suerte” es muy impreciso y acomodaticio; una situación buena o una mejora de alguna situación mala,  se pudiera argumentar de diferentes formas: milagro, karma positivo, asistencia especial por otros seres (ángeles por ejemplo), simple probabilidad, etc.

Lo único cierto, es que en todas esas posibles explicaciones hay un factor común. Este factor común es el estado emocional o los sentimientos que la persona haya venido manejando.

Está claro que nosotros condicionamos nuestra realidad (más allá de las situaciones); y que si bien estamos sometidos a situaciones difíciles que no podremos evitar; el cómo pasemos a través de ellas va a depender de nuestra “actitud”.

Pero esta actitud ante una situación no es actitud mental (positivismo o pensamiento positivo) ni actitud de acción (reactividad); la actitud es simplemente el estado emocional de nuestro corazón.

En la era moderna actual, se le ha dado el protagonismo a la mente y se dice que “somos lo que pensamos”. Lo he dicho, argumentado y enseñado miles de veces, que esta idea es uno de los engaños más grandes de la humanidad. ¿Cuántas veces no pensamos positivos y salimos con las tablas en la cabeza?; si no por un lado, por el otro. Por lo tanto, el positivismo no da suerte.

Además, en esta era competitiva, el reaccionar ante algo para vencerlo se presenta como la clave del éxito. Otro nuevo engaño. Cuantas veces el esfuerzo con expectativa lo que trae es frustración. Por lo tanto, el accionar reactivo no trae suerte.

Pero lo que sí trae suerte, es lo que se define como un “corazón limpio”.


Corazón limpio

Un “corazón limpio” no es más que la manifestación de un conjunto de emociones o sentimientos sanos; que una persona puede sentir.

Un “corazón limpio” es aquel que tiene una persona que no siente sentimientos del tipo: rabia, frustración, sed de justicia, indignación, ira, ansiedad, desconsuelo, terror, fastidio, egoísmo, envidia y otros similares.

Si nuestra realidad responde a nuestra vibración y se acomoda a esta, pues son los sentimientos y nunca los pensamientos, los que se irradian desde nosotros para condicionar las situaciones que vivimos.

La energía del pensamiento se consume en  la creación del mismo pensamiento; la energía de los sentimientos se expande fuera del ser.

Pero nuevamente aparece el problema de fondo. Muchas veces “pensamos que nos estamos sintiendo bien”, incluso lo creemos al punto de asegurarlo y no dudarlo; mientras que en realidad la mente nos está engañando u ocultando o sentimientos negativos que mantenemos en el corazón. Aconsejo leer mis escritos obre los “pseudo-sentimientos”. Pensamos una cosa y sentimos otra sin darnos cuenta.

El ser humano moderno sustituyó la verdadera consciencia de sus sentimientos por el pensamiento y la palabra convenientemente positivos. Desde este hecho es imposible promover la “buena suerte”, o siquiera un milagro, o un karma positivo, o una asistencia certera angelical, o incluso un aumento de la probabilidad de que las cosas vayan bien.

Porque sí, incluso la curva de probabilidades de hechos positivos puede aumentar, si una persona mantiene un corazón limpio durante una situación difícil.

Y el final de esta última frase es vital. Muchas personas dirán: “yo sí tengo el corazón limpio”; pero lo dicen cuando no les está sucediendo nada malo. Esto es tonto.

Un “corazón limpio” se mide cuando la persona está sumergida dentro de una situación difícil. Si allí la persona es capaz de mantener sentimientos positivos, pues incluso las probabilidades de que todo termine rápido y bien (además de con la lección aprendida) aumentan a valores inimaginables. En esos casos, la buena suerte aumenta.

¿No me lo creen? Pues, ese es el inicio del problema.


Namasté.

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: día 225 A.S. (12 agosto 2016)
Twitters: @pagr777 @eReiki @EvolConsc @SanaCristica
Facebook: https://www.facebook.com/groups/PedroAGR/

Palabras-claves: buena, suerte, emociones, sentimientos, mente, positivismo, karma, situaciones.

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