Autor:
ShaniShaktiAnanda
Veamos;
“qué esperar de Dios” no es una pregunta que se hace el común
de las personas cuando está en problemas y espera la ayuda de Dios.
Y no se la hacen porque están convencidas de que Dios es todo
poderoso y puede hacer lo que sea por ellas.
Están
convencidas o por lo menos eso les han hecho creer.
Cuando
asomo la idea bíblica de que Dios puede no hacer por nosotros lo que
nosotros esperamos, la mayoría de las personas dejan de leerme o de
escucharme o me sacan de sus redes sociales. Ojalá este no sea tu
caso; ojalá termines de leer con el corazón abierto. Este escrito
puede ser simplemente lo que Dios necesita darte como respuesta a tus
peticiones.
Voy
a remitirme a un solo fragmente de nuestra Santa Biblia (ya tratado
ampliamente en mis enseñanzas) Jesús les decía a la gente:
Juan
14:21 (NVI)
21
¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los
obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré
y me manifestaré a él».
Este
no es el único pasaje de la Santa Biblia donde Jesucristo enseña
que el amor de Dios Padre no es gratuito.
Una
simple comprensión de este pasaje expone la idea muy claramente:
Dios Padre ama a las personas que aman a Jesucristo (su Hijo);
y alguien ama a Jesucristo únicamente si cumple con sus
mandamientos.
¡Dios
mío! Espero que esta lógica básica no sea difícil de digerir y no
traiga malestares para algunos. Si no, les invito a que lean
lentamente las dos líneas y media del versículo.
Si
aún tienen dudas y creen que puse la cita mal, les invito a que
busquen cualquier otra versión de la Santa Biblia.
Pero
¿cuáles son los lineamientos de Jesucristo?
Pero
si ya subimos el primer escalón de entender que el amor de Dios se
debe merecer, la siguiente pregunta lógica pudiera ser: ¿Cuáles
son los lineamientos que Jesucristo espera que cumplamos antes de
asegurar que le amamos?
Aquí
aparece la “ingenuidad cristiana” con las que muchas iglesias se
han mantenido, con personas respondiendo como lineamientos de
Jesucristo: ir a misa, confesarse, comulgar, no decir mentiras, rezar
el rosario, ir al templo, darle un plato de comida a los hambrientos,
ayudar a los enfermos; algunos citarían algunos de los Diez
Mandamientos, pero muy pocos responderían correctamente que los
mandamientos de Jesucristo están definidos en El Sermón del
Monte (Mateo capítulos 5, 6 y 7).
En
estos tres grandes capítulos, Jesucristo señala un poco más de
quince actitudes de vida que debería seguir toda persona que se
quiere decir “seguidor del Cristo” (cristiano).
No
voy a repetir aquí lo descrito en el Sermón del Monte; ya que he
hablado y escrito tanto sobre ello que corro el riesgo de ser
fastidio. Pero lo que sí voy a recordar es que estos mandamientos,
si bien son específicos, se basan en dos basamentos más generales.
Los
dos mandamientos de base son: “el primero” y “el segundo”. No
bromeo; digo esto porque el orden de ellos es indispensable. Si no
se cumple el primero de los mandamientos, no se puede decir que el
segundo sí se cumple. Y Jesucristo dijo:
Marcos 12:30-31 (RVR1960)
30
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el
principal mandamiento.
31
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos.
Amarás
a Dios SOBRE TODAS LAS COSAS; y a tu prójimo como a ti mismo.
Cumplidos estos dos mandamientos se abre la posibilidad de cumplir
los más específicos del Sermón del Monte. Quiere decir que si
estos dos mandamientos no se vuelven una realidad en una persona; esa
persona difícilmente puede intentar ser cristiana.
Pero
ahora me quiero quedar solo con el primero de ellos; y plantear la
enseñanza desde allí.
¿Acaso
cumplimos con lo más básico?
Amar
a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda
nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, es muy, pero muy
grande; muy exigente.
Desde
aquella “ingenuidad cristiana” cualquiera puede decir: “¿Cuál
es el problema? Yo amo a Dios así; Dios es lo más grande que hay en
mi vida.”
Pero
la ingenuidad se enfrenta con razonamiento; para aprender a pensar y
no solo a repetir.
… con
todo nuestro corazón.
Amar
a Dios con todo nuestro corazón significa que no deberíamos tener
ningún otro amor más grande que Dios. Todo nuestro corazón debe
llenarlo Dios.
En
el mejor de los casos, pudiéramos demostrar que amamos a Dios con
todo nuestro corazón, si nunca sufriéramos por “falta de amor”;
si nunca nos sintiéramos heridos sentimental o emocionalmente, ya
que Dios ocupa todo nuestro corazón. ¿Lo cumples?
… con
toda nuestra alma.
Amar
a Dios con toda nuestra alma habla un poco de la importancia de
nuestra alma, de la vida luego de la muerte, por encima de la
importante de nuestra existencia terrenal.
Si
nos preocupamos (o nos ocupamos) más por el bienestar en esta vida
que por el bienestar luego de morir; pues no estamos amando,
deseando, esperando a Dios desde nuestra alma.
A
las pruebas me remito; para la mayoría de las personas, la muerte
física es lo peor que le puede pasar a alguien. Eso no es amar a
Dios con toda nuestra alma.
E
irónicamente para poder llegar al Padre, todos debemos morir cuando
nos toque la hora. ¿Será que la gente prefiere vivir
biológicamente, más que encontrarse con Dios en el Cielo?
… con
toda nuestra mente.
Amar
a Dios con toda nuestra mente refiere a tenerlo a Él como motivo de
vida, como meta a cumplir, con foco de todas nuestras intenciones,
como referente de nuestro comportamiento y de nuestras ideas, como
“ideal máximo” de vida. ¿Acaso esto es una realidad para la
mayoría de las personas?
¿En
qué piensa la gente todo el día? ¿En Dios?
¿De
qué habla la gente todo el día? ¿De Dios?
¿Qué
guían las acciones e intenciones de la gente? ¿Cumplir con Dios?
“Dios
no es un concepto mental, Dios no se puede experimentar desde la
mente. Por eso, la mente se debe saturar de Dios como intención de
vida, para que por lo menos no fastidie al alma en el proceso de
alcanzar el Cielo”.
… con
todas tus fuerzas.
Amar
a Dios con todas nuestras fuerzas indica que nuestro esfuerzo de vida
debe ir alineados, no solo a nuestros intereses humanos/terrenales,
sino prioritariamente a cumplir con el comportamiento que Dios espera
que mantengamos.
Muchas
personas resaltan el “gran esfuerzo que hacen” consiguiendo
logros externos, cumpliendo metas externas: personales, académicas,
laborares, económicas, familiares, sociales, mundiales, etc.
Pero
si se pudiera ver en su interior; encontraríamos un desorden de
sentimientos, una incapacidad de controlarlos; muchas veces
simplemente evadiéndolos.
La
reactividad, la agresividad, los sufrimientos no superados, las
frustraciones, los resentimientos, los rencores, las tristezas de
años, la intolerancia, los miedos, las inseguridades, etc.,
demuestran que nunca se ha realizado ningún esfuerzo interior
importante, a pesar de poder haber conquistado muchas metas externas.
Pero
¿qué exigirá mayor esfuerzo, lo externo o lo interno?
Bien
dice el dicho: “nuestro peor enemigo está dentro de nosotros
mismos”. No hay lucha más fuerte que la interior, que intentar
cambiarnos desde dentro. Conseguir cosas externas es un juego de
niños, en comparación con lo que debemos conseguir dentro de
nosotros.
Y
todos cambio interior está relacionado con Dios; ya que todo lo
definido como correcto, comienza por asumir los mandamientos de Dios.
Es
por esto por lo que amar a Dios con todas nuestras fuerzas, significa
preferir hacer esfuerzos sostenidos de cambio interior, antes que
conquistar el exterior.
¿Lo
hacen las personas? Las luchas entre hermanos y conciudadanos y
pobladores del mundo ¿es hacia el interior de cada uno; o entre
ellos?
¿Hacia
dónde damos nosotros nuestro mayor esfuerzo? ¿En cumplir metas
personales, laborales, económicas, académicas? ¿O en cumplir con
lo que Dios espera de nosotros?
Entonces
¿estamos amando a Dios con todas nuestras fuerzas? No.
¿Qué
amamos más?
Antes
de decir que amamos más a Dios que a cualquier cosa; siempre es
bueno contrastarlo con un sencillo ejemplo que siempre coloco.
Cuando
tienes un gran amor, ¿cómo te comportas? ¿Qué te sucede?:
- muchas veces no puedes dormir pensando en él;
- tu apetito disminuye cuando estas con él;
- no puedes dejar de pensar en él;
- vives hablando de él;
- todas tus acciones van enfocadas a agradarle a él;
- imaginas tu futuro en función de él;
- le dedicas todo tu esfuerzo a él; a pesar incluso de ti mismo.
Esto
es lo que deberíamos hacer hacia Dios, si decimos amarle mucho.
Pero
la realidad es otra. Porque “por sus obras les conoceréis”
(Mateo 7:20) y este comportamiento es exactamente igual cuando
nuestro GRAN AMOR son los problemas.
Cuando
tienes un problema, entonces:
- muchas veces no puedes dormir pensando en el problema;
- tu apetito disminuye cuando tienes el problema;
- no puedes dejar de pensar en el problema;
- vives hablando de el problema;
- todas tus acciones van enfocadas a solucionar el problema;
- imaginas tu futuro en función de el problema;
- le dedicas todo tu esfuerzo a el problema; a pesar, incluso, de ti mismo.
En
este caso, estarás AMANDO AL PROBLEMA con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. ¿Y
Dios? Bien, gracias.
Si
tus problemas te ocupan más la vida que Dios, es porque no estás
amando a Dios sobre todas las cosas. Dios pasa a un segundo plano, a
pesar de que puedas esperar ansiosamente que te ayude. De hecho,
muchas veces sientes que el problema es más grande que Dios; tanto
que Dios no puede actuar de forma inmediata.
Entonces
¿qué esperar de Dios?
Y
aquí concluyo con este escrito.
Si
Jesucristo nos recordó que debemos merecernos el amor de Dios (Juan
14:21); y que el merecimiento comienza por Amar a Dios sobre todas
las cosas; y comprobamos vivencialmente que los problemas “nos
ocupan más la vida que Dios mismo”; entonces ¿qué podemos
esperar de Dios?
Si
no cumplimos con lo primero que Dios espera de nosotros, que es
“preferirlo a Él”; ¿acaso esperamos que Él venga corriendo a
ayudarnos al primer rosario que hagamos?
Espero
que a estas alturas vayan comprendiendo lo de la “ingenuidad
cristiana” con la que algunas iglesias nos alimentan nuestras zonas
de confort.
Y
esto es solo el principio
Pero
amar a Dios sobre todas las cosas es solo el principio. Faltan cosas
como “amar a tu prójimo como a ti mismo”, buscar ser perdonado,
“amar a tus enemigos”, “poner la otra mejilla”, y otras
verdaderas joyas de cumplimiento cristiano.
¿Que
no imaginas cómo puede ser eso posible?
¿Que
nunca te lo habían dicho de esta manera?
Pues
busca cómo redefinir tu cristianismo; busca crecer espiritualmente.
Probablemente te han tenido paseando en una cinta sin fin, sin tu
moverte, sin llegar a ningún lado; y te han hecho creer que lo
estabas haciendo bien.
Triste;
realmente triste.
Dios
les bendiga.
Namasté.
ShaniShaktiAnanda
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
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523AS. (06 de junio del 2017)http://www.shanishaktiananda.com
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Dios, iglesia, mandamientos, lineamientos, Jesucristo, amar, Sermón
del Monte
Definitivamente un escrito para reflexionar. Gracias maestro 🙏
ResponderEliminarMuchísimas gracias Maestro! Por ayudarnos a mantenernos firmes en lo que realmente es importante
ResponderEliminarGracias Maestro, cuanto que reflexionar en estas lineas, cuanto que revisarnos, de tu mano, se hace mas ligero ese revisarnos. Namaste
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