Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo
Permítanme comenzar con una imagen.
“Una
persona está en un chiquero (establo donde se crían los cerdos); y se cae y
queda tumbado en el lodazal (terreno lleno de lodo). Allí comienza a ensuciarse
la ropa que tanto aprecia y su propia piel.
Desde
la molestia, la rabia o la simple preocupación busca levantarse; además del
sucio hay un peligro inminente de que los cerdos se vengan contra él.
Pero
lo primero que hace es comenzar a patalear y a dar manotazos, para intentar
levantarse y defenderse, asustando a los mismos cerdos.
¿Resultado?
Pues termina mucho más sucio, mucho más golpeado y con peligro de que los
cerdos se asusten y lo maltraten.”
Generalmente esta es la forma más común, más “humana”, de actuar ante los
problemas. Explico la metáfora.
Un “chiquero” representa una
situación de vida en el que se está involucrado y la cual trae mucho malestar.
Es algo donde no se quisiera estar o la cual se quisiera superar o “arreglar”.
Los “cerdos” pueden representar a los otros actores involucrados en la
situación (sin querer insinuar que esa persona no se vea desde afuera como uno
de los mismos cerdos).
Cuando observamos un problema desde la óptica terapéutica o de sanación, este
siempre está asociado con una situación desafortunada que tiene su origen en
nuestros planos “humanos” o terrenales.
Cuando hablo de planos humanos o terrenales, me refiero a nuestra parte
física, mental, emocional e incluso energética.
- Un problema puede surgir por un
impacto negativo en nuestras partes más físicas (enfermedades, problemas
económicos, accidentes; por ejemplo).
- Un problema puede tener su
origen en un mal manejo de nuestra parte mental/cognitiva (frustraciones,
engaños, condicionamientos patológicos; por ejemplo)
- Un problema puede surgir en un
ámbito emocional mal llevado (celos, rencores, rabias, odios,
inseguridades; por ejemplo)
- Un problema puede nacer incluso
desde nuestra parte energética (inmadurez, inoperancia o condicionamientos
de nuestro centros energéticos y/o de sus dinámicas; por ejemplo)
La mayoría de los problemas que podamos sufrir tiene su origen en nuestro Ser
terrenal (alguna combinación de los aspectos terrenales anteriores). Pero más
allá de ser el origen, la mayoría de las veces esas mismas actitudes humanas
son las que sostienen o perpetúan el problema.
Un pequeño ejemplo. Llegamos a un problema grave por un mal manejo de las relaciones
humanas (aspecto terrenal) y nos mantenemos allí por la misma incapacidad
humana de interactuar con los otros, lo que nos llevó al problema. Pero para
colmo; tratamos de resolver el problema con la misma interacción que nunca
hemos sabido manejar.
Estar en el “lodazal” significa tener a nuestra humanidad embarrada;
mientras que “patalear y dar manotazos”
tratando de salir, significa intentar recuperarnos con lo mismo que nos llevó a
problema; con esa humanidad sumida en el barro y que no supimos manejar.
Si tuviéramos actitudes humanas capaces de ayudarnos a salir de algún
problema; con toda seguridad no hubiéramos llegado a dicho problema.
Pero nos engañamos. “Metemos la pata” y con esa misma “pata” creemos que
vamos a salir del problema. La prueba es que en el intento de arreglarlo, muchas
veces el problema comienza a empeorar y termina en fracaso.
Nuestro “yo” espiritual.
Pero es aquí donde deberíamos recordar que no somos únicamente seres humanos.
Si nuestro “yo” humano la embarra; siempre podemos apelar a nuestro “yo”
espiritual.
Si volvemos a analizar el origen de cualquier, encontramos que el aspecto
realmente espiritual NUNCA ESTÁ involucrado como el origen del problema. La
carencia espiritual, sí.
Así que mientras nuestra humanidad está en medio del chiquero, revolcándose
en lo peor del lodo; es muy útil recordar que tenemos una parte de nosotros
mismos que está limpia, pulcra y dispuesta a ayudarnos a salir.
Esa, nuestra parte espiritual, tiene actitudes que no causan problemas;
sino que por el contrario pueden sacarnos de ellos. Estos son los que llamamos
los dones espirituales.
Si en medio del
lodazal, pudiéramos utilizar esa parte nuestra que no estuvo involucrada en el
origen del problema y que además pudiera sustraernos de él; pues encontraríamos
la forma de salir a flote.
Cómo uso mi “yo”
espiritual.
Pero aquí comienza el problema. En medio del desastre, cuando optamos por
probar eso de “ser espiritual” a ver si nos ayuda; asumimos que es un botón que
tenemos que apretar o unas oraciones que debemos repetir.
Si queremos utilizar a nuestra parte espiritual para levantarnos del piso y
salir con nuestros propios pies del chiquero, es inteligente ver a ese espíritu como un músculo.
Un músculo, para que haga un trabajo útil, para que nos sirva para algo,
debe tener un tamaño apropiado, una tonicidad correcta y una fuerza suficiente.
Si ese músculo
espiritual nunca se había utilizado antes; con mucha seguridad estará débil,
inútil y quién sabe si atrofiado.
¿Acaso un músculo sin tamaño, ni tonicidad, ni la fuerza necesaria nos
puede ayudar a levantarnos y andar? ¿Acaso un músculo espiritual que nunca haya
sido efectivamente ejercitado lo podremos utilizar de la noche a la mañana? No.
No.
Fortalecimiento
de nuestro músculo espiritual.
La idea entonces apunta a ir preparando nuestro músculo espiritual para
cuando lo necesitemos; no esperar necesitarlo para darnos cuenta que no nos
sirve.
Si es un músculo,
debemos someterlo a ejercicio. Pero no a cualquier ejercicio; si lo hacemos de forma
incorrecta podemos incluso dañarlo, junto a sus estructuras circundantes
(tendones, ligamentos, etc.)
Si queremos fortalecerlo correctamente, lo mejor es un gimnasio donde haya
un entrenador que te plantee un esquema de entrenamiento y al cual tú te
sometas con compromiso y seriedad.
Pero tanto el
gimnasio con el entrenador deben ser los apropiados. Y aquí está
una nueva precaución.
Estamos hablando de un “músculo espiritual”. Es decir, que tanto las
rutinas, como los aparatos, como el esfuerzo dentro del gimnasio deben ser
espirituales.
Desafortunadamente, hay gimnasios “piratas” o “fraudulentos” que prometen
un fortalecimiento espiritual y en realidad usan rutinas, aparatos y/o
esfuerzos netamente humanos.
Ejemplifico. Recordamos que uno de nuestros aspectos humanos es nuestra
mente. Existen entrenadores y gimnasios que venden la idea de que mientras más
eruditos seamos en un área del conocimiento místico o esotérico; que cuantas
más cosas podamos comprender desde nuestra inteligencia; que cuanto más sepamos
de algo; entonces seremos más espirituales.
Otros en cambio ofrecen “pensamientos bonitos”,” visiones positivas de la
vida”, repetición de “frases encantadoras” (todos pertenecientes a nuestro
ámbito humano) y aseguran que están siendo espirituales; engañando a incautos.
Y unos más que venden “ilusiones con energías”, “visiones fantásticas”,
“sensaciones y comunicaciones extraordinarias”, “luces celestiales”; y al
verdadero músculo espiritual ni lo descubre.
Encontrar al entrenador y al gimnasio apropiado, no es cosa fácil; y
detallarlo escapa del alcance de este escrito. Pero puedo dejar lineamientos
básicos:
- Ningún entrenador o gimnasio
espiritual se van a centrar en tus capacidades humanas para crecer
espiritualmente. No puede depender de tu inteligencia, de tu capacidad de
raciocinio, de tu brillantez intelectual, de tu erudición, ni de tu
memoria.
- Ningún entrenador o gimnasio
espiritual va a tener como meta que te sientas bien emocionalmente y que
disfrutes de tu humanidad. El disfrute puede ser una consecuencia de tu
crecimiento espiritual, pero nunca es algo por lo que se trabaje
directamente.
- Con ningún entrenador o en
ningún gimnasio espiritual vas a poder anteponer tus asuntos terrenales o
humanos al compromiso de ejercitarte espiritualmente. O te dedicas eso, o
te sales. No hay medias tintas.
Pero en estos tres puntos me quedo corto; ya que faltarían unos cuantos más; y
cada uno de ellos habría que desarrollarlo mucho.
Pero si al final logras el fortalecimiento de tu músculo espiritual
(manifestar tu espíritu en tu día a día) este te podrá salvar de muchísimos “chiqueros
terrenales” e incluso evitará que entres en ellos por tus propios pies.
No te recomiendo utilizar esa misma parte humana que te llevó al problema,
para salir de él; desarrolla tu parte espiritual y utilízala, te servirá
siempre mejor.
Dios te bendiga.
Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna
Ki, Reiki Mineral
Original: día 101 A.S. (10abril2016)
Twitters: @SanaCristica @eReiki
@EvolConsc @pagr777
Palabras-claves
espíritu, problemas, crecimiento, espiritual, músculo, gimnasio
Gracias Maestro, siempre tan oportunas sus enseñanzas.
ResponderEliminarNamaste
Es muy bueno articulo, sencillo, ameno y muy claro Entonces el musculo espiritual, se puede fortalecer de ¿que tipos de lecturas? pues en el silencio de la noche, me encomiendo a mi angel de la guarda y rezo a Dios Jesús para fortalecer mi espiritu.
ResponderEliminarHola Tibisay,
EliminarLas lecturas, son de tu plano mental; por lo tanto no ayudan a el crecimiento espiritual (no ayudan a fortalecer tu espíritu)
Los rezo y encomiendas a ángeles y santo no implican un esfuerzo real de nuestra parte.
Crecer espiritualmente (ejercitar nuestro músculo espiritual) debe hacerse dentro de un grupo de crecimiento espiritual guíado por un maestro espiritual.
En un escenario así, comienzas a vivir en tu día a día las lineamientos espirituales, más allá de tu mente y más allá de las oraciones.
He escrito mucho sobre eso. Te invito a que busques los artículos y los carteles.
Un "verdadero regalo" este articulo. Namaste
ResponderEliminarNamasté 🙏🏻 Gracias Maestro.
ResponderEliminar