Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Siempre se
habla de todas las situaciones difíciles que durante su vida pasó nuestro Señor
Jesucristo. Y por supuesto que son notables y necesarias de recordar; porque,
más allá de las palabras, todos estos momentos nos enseñan de forma ejemplar
parte de la enseñanza cristiana.
Pero y ¿qué
se puede decir de los discípulos? ¿Ellos acaso sí la pasaron bien?
Más allá de
contar anécdotas o citar pasajes bíblicos donde podamos verles a ellos en
situaciones complicadas; yo los voy a presentar dentro del escenario de personas
que están siguiendo a un maestro espiritual.
¿Qué es un discípulo?
Lo primero
que hay que hacer es definir dentro de la práctica espiritual, a esas personas
que está cultivando su espíritu.
Por supuesto
que identificamos a Jesús como el Maestro de maestros de la doctrina cristiana;
y detrás del maestro siempre hay personas que tratan de aprender de él.
Pero no
todas estas personas lo hacen con el mismo compromiso o esfuerzo. Veamos.
Siempre,
detrás de un maestro, se pueden identificar tres grupos de personas:
- Los
seguidores. Personas interesadas en lo que
el maestro enseña; y que se acercan a él para obtener información y tomar
lo que les sirva. Se puede crear cierto grado de afinidad, aunque a veces
ciertas partes de la enseñanza se dejan de lado porque al seguidor le
resultan incomprensibles o difíciles de aplicar en su vida.
El seguidor puede llegar a ver parte de la enseñanza de forma acomodaticia o incluso verla como si esta estuviera fuera de contexto temporal; por lo cual la descarta o la ajusta a “sus necesidades e interpretación” - Los
discípulos. Son aquellas personas que,
además estar interesadas por lo que el maestro enseña, sí hacen de la
enseñanza una regla de vida. Los discípulos no se permiten
interpretaciones personales o incertidumbres en la enseñanza; sino que
tratan de aclararlas con el mismo maestro, ya que es indispensable hacerlo
para poderlas aplicar correctamente en sus vidas.
Un discípulo siente en su Ser Interno que la enseñanza del maestro es cierta y es indispensable para vivir; y por eso es su necesidad hacia él, por eso lo busca, por eso lo procura. La enseñanza del maestro se convierte en el filtro por el cual pasan todas sus acciones, sus pensamientos, sus palabras, etc.
Entre los discípulos y el maestro existe una afinidad más allá de lo humano/sentimental; que muchas veces se puede llegar a confundir como obsesión. Pero la verdadera afinidad discípulo-maestro no pasa por el plano emocional; el fanatismo y la obsesión sí.
Por eso muchas veces una correcta relación maestro-discípulo se puede ver desde afuera como “tirante” o “poco cordial”; ya que una de las máximas del maestro es asegurarse que el discípulo lo necesite en el ámbito espiritual, pero no de forma emocional.
En muchos grupos o sectas donde se proclaman maestros, no hay discípulos sino personas con carencias emocionales (que se autodenominan discípulos). Estas se sienten satisfechas al estar alrededor de una persona que se convierte, más que en el maestro espiritual, en el soporte emocional de patologías preocupantes.
Si bien para un seguidor su vida terrenal (física/mental/emocional/energética) puede mejorar de forma conveniente gracias a que algunas cosas dichas por el maestro le pueden servir; para un discípulo verdadero, su vida comienza a ser una lucha real.
El discípulo a través del esfuerzo constante, comienza el intento sostenido de entender su vida terrenal bajo los lineamientos espirituales que le da el maestro; en ese momento descubre que debe realizar ajustes fuertes; ya que debe vivir de forma espiritual honrando su plano terrenal.
Un fanático tiene una tendencia a abandonar sus asuntos terrenales básicos (físicos/mentales/emocionales) en pos de una supuesta espiritualidad.
Un discípulo debe seguir cargando y honrando a su propia terrenalidad básica; pero “aplicando los dones de su espíritu” en ella. Es esa misma terrenalidad, vista a través de los ojos del espíritu, la que le ayuda a crecer. - Los apóstoles. Los apóstoles (nombre tomado del cristianismo) son
un grupo particular de discípulos. Generalmente son aquellos que han
tomado las enseñanzas del maestro, las han podido aplicar en su vida, se
han convencido sin la menor duda de sus beneficios y se embarcan en la
tarea de darla a conocer por diferentes medios.
Un apóstol sigue siendo un discípulo, pero tiene como misión expandir la enseñanza de su maestro.
Dentro de esa tarea están los requisitos propios de un discípulo, pero debiendo reforzar: la incondicionalidad con la enseñanza del maestro, el respeto de autoría de la enseñanza (humildad), la lealtad hacia la persona del maestro, entre otras.
Un apóstol no es una misión autoproclamada, sino que es asignada por el mismo maestro; pudiendo ser retirada.
En cuando a la forma de asumir y vivir las enseñanzas, un apóstol es igual a un discípulo. Solo que el apóstol, de forma intencionada, da la cara al público por la enseñanza.
Desasosiego de un discípulo.
Comienza
entonces a estar claro que el asumir una vida terrenal con argumentos espirituales,
no resulta fácil para un discípulo (incluyo a los apóstoles).
El primer
problema que enfrenta es su entorno inmediato. La cotidianidad de cualquier
persona suele estar centrada más en aspectos terrenales que espirituales. Así
que si alguien comienza a actuar con criterios espirituales en su día a día, lo
menos que puede parecer es “extraño”,
El vivir de
esa forma “extraña” puede traer dificultades. Un discípulo no se aísla de su
realidad, sino que la mantiene y la aborda desde otros puntos de vista que la
mayoría de la gente no entiende y tampoco comparte (aunque sean puntos de vista
más amplios, por demás).
En esos
casos, las relaciones personales de un discípulo se suelen alterar; y el
esfuerzo que debe hacer por mantenerlas es mucho mayor.
Pero allí no
está el gran problema. Pongamos el ejemplo de Jesús y sus discípulos.
En la
primera etapa de Jesús con sus discípulos (con seguridad un número mayor de
ellos de los que nos han contado) la enseñanza se llevaba a cabo de forma casi privada.
Pero la vida de Jesús fue siempre creciendo en cuanto a popularidad, en asuntos
sociales, políticos y religiosos.
Imaginemos
cuando Jesús, como maestro con posición firme y nada alcahueta, debía plantar y
defender sus posiciones de forma pública, con sus discípulos alrededor.
Imaginemos
la actitud de sus discípulos. Su maestro sí tenía certeza de lo que decía;
poseía además la seguridad, la labia, los argumentos, etc.; mientras que ellos
apenas lo comenzaban a aplicar en sus vidas.
Más de uno
estaba detrás del maestro, deseando que nadie refutara lo que se decía, para
que ellos no tuvieran necesidad de “defender” ninguna posición.
Más de un
discípulo se envalentonaba en los buenos momentos, pero cuando la situación
apretaba, volteaban donde el maestro para que este saliera a luchar.
Y esa
actitud que parecía lógica y hasta prudente, no lo era. Cuando se es discípulo,
el convencimiento de la enseñanza es tal que se lleva un deseo interno de
predicarla, de extenderla, de protegerla, de defenderla; pero la humanidad individual
aún es muy grande como para abandonarla por el espíritu.
Más de una
vez los discípulos de Jesús se cuestionaban internamente sus propias
actuaciones, sintiéndose, ellos mismos, que no servían para eso. Asumían muchas
veces que debía haber actuado, en algunas situaciones, de forma diferente a lo
que lo habían hecho; lamentaban, en ocasiones, no haber ayudado o protegido al
maestro; se arrepentían, frecuentemente, veces por la trasgresiones a los
lineamientos; luchaban entre su comportamiento “terrenalmente esperado” y sus
lineamientos espirituales, etc.
Y si bien
este desasosiego que sentían los discípulos parecería muy exagerado; para un
discípulo de verdad, este sentimiento le puede consumir su tranquilidad.
Más allá de
ser una preocupación o deber “moral” que pueda honrarse o no dependiendo del
propio bienestar; esta preocupación no es un asunto mental ni emocional que
pudiera argumentarse y dejar pasar. El desasosiego viene de su alma, porque
es esta la que reconoce la importancia tanto del maestro como de la enseñanza.
El dolor que
se siente al no honrar a una enseñanza espiritual o a un maestro, puede llegar
a ser mayor que muchos dolores físicos, mentales o emocionales considerados
como fuertes. Es ese sufrimiento del alma el que se espera esté presente
durante la “confesión de los pecados” dentro de la práctica católica. Pero ese
dolor de arrepentimiento únicamente lo puede sentir un verdadero discípulo.
Y en nuestra
Biblia hay varias referencias de este desasosiego extremo o “dolor de alma” en
algunos discípulos. Así se dibuja con la desesperación de Judas Iscariote luego
de entregar a Jesús en el huerto (Mateo 27:5); y con el dolor que sintió Pedro
al negar tres veces a su Maestro cuando lo iban a crucificar (Mateo 26:75).
Desasosiego
cotidiano.
Pero sin hablar de cosas grandes, que pueden ser puntuales; cotidianamente
el desasosiego marca a un discípulo.
El evaluarse constantemente; el buscar una forma de brindar a los demás lo
que le ha servido a él; el encarar a un mundo que no entiende lo que hace ni lo
que siente; el tener que buscar el punto medio entre su terrenalidad y su
espiritualidad, el enfrentarse a seres queridos que lo notan cambiado, el miedo
a defraudar al maestro y a su enseñanza; el terror de perder lo que haya
conquistado terrenalmente; y un largo etcétera.
¿Entonces los pobres discípulos sufren en vez de tener paz? No, no sufren.
El beneficio de un
discípulo.
Todo discípulo sabe una cosa esencial: que todo el esfuerzo que se haga
aquí en la tierra, cuando lo asuntos se
enfocan correctamente hacia lo espiritual, se va a traducir en ganancia
espiritual. Y que si bien su terrenalidad puede dudar algunos años más y
hay que mantenerla y honrarla, su espíritu es eterno; y por lo tanto lo será el
beneficio que obtenga.
Todo discípulo debe cuidar de su terrenalidad y cultivarla; no porque
espere un premio de ella, sino porque cuanto más años viva, tendrá más oportunidades
de ejercitar su espíritu.
Así que a pesar del desasosiego, las ventajas existen; y lo mejor de todo es que son eternas.
No es masoquismo, por el contrario, es aprovechamiento de la situación.
Pero los beneficios de un discípulo no son egoístas. La sola experiencia de
convivir junto a un discípulo, con su comportar “extraño”, provee escenarios de
aprendizaje espirituales que cualquier persona, si se lo propone, puede
aprovechar.
El mismo Jesús lo comunicó para las personas a las que Él iba a enviar un
discípulo o un apóstol (los corchetes insertados son aclaratorias mías de
contexto):
Mateo10:34-36
Dios Habla Hoy (DHH)
Dios Habla Hoy (DHH)
40 »El que los recibe a ustedes [mis discípulos/apóstoles], me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
41 El que recibe a un profeta por
ser profeta, recibirá igual premio que el profeta; y el que recibe a un justo
por ser justo, recibirá el mismo premio que el justo.
42 Y cualquiera que le da siquiera
un vaso de agua fresca a uno de estos “pequeños” [aparentemente débiles, ingenuos y
“extraños”] por ser seguidor mío, les aseguro
que tendrá su premio.»
El maestro lo
entiende.
Una de las cosas que preocupa a un discípulo es si su maestro comprende su
situación de confusión. Por su puesto que lo comprende.
Si bien me reservo la alusión a Jesús como Maestro; todos sabemos que un
maestro, antes de serlo tuvo necesariamente que ser discípulo. Así que un
maestro, más allá del los dones espirituales que manifieste, habrá vivido
muchas veces ese mismo desasosiego cuando era discípulo.
Jesús por ejemplo, nunca juzgó ni a Judas ni a Pedro dentro de las acciones
que citamos.
Pero lo que sí no puede permitir un maestro es una desobediencia de las
enseñanzas persistente y a consciencia; ausente además del esfuerzo real en
honrarlas o resarcirlas.
Finalmente...
Entonces no es solo el maestro el que puede enfrentar situaciones difíciles
en su camino espiritual, sino que los discípulos también pasan lo suyo.
Un maestro asume su rol y cambia su vida; un discípulo debe enfrentar a
cada rato, el cambio de su terrenalidad dura a una más espiritual.
Ser discípulo no viene con una situación de vida sencilla; pero es lo mejor
que puede hacer para conquistar lo que su alma anhela: llegar al Cielo para
quedarse únicamente en espíritu y fundirse con Dios para siempre.
El sentir ese compromiso de alma ante una enseñanza, ante un maestro; que
te haga sentir obligado a hacer cambios en tu vida; resulta muy difícil para un
discípulo. Si de alguna manera el maestro te forzara, te coaccionara; sería más
fácil decir que no. El asunto es que esa necesidad nace de tu interior; y es lo
que produce el desasosiego de los discípulos.
Todo discípulo debe recordar lo que Jesús frecuentemente le decía
refiriéndose al costo del discipulado/apostolado:
Mateo10:34-36
Dios Habla Hoy (DHH)
Dios Habla Hoy (DHH)
“34 »No crean que
yo he venido a traer paz al mundo [a tu existencia en el plano terrenal]; no he venido a traer paz, sino guerra [lucha, enfrentamiento en plano
terrenal cuando trata de ser vivido desde el espiritual].
35 He venido a
poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra
su suegra; 36 de modo que los enemigos de cada cual serán sus propios parientes
[por la incomprensión con la que serán vistos los
discípulos].”
Por supuesto que los corchetes insertados, son aclaraciones mías de
contexto.
Y cuando Jesús decía esto a sus discípulos, no se refería a que sus vidas
iban a ser un infierno, a que les iba a pasar cosas malas; nunca. Sino que les
advertía que practicar sus enseñanzas con sus realidades terrenales a cuestas,
nunca (óigase bien: nunca) les iba a ser fácil.
Así que si el comportarte como cristiano no te es difícil, en este mundo
que no ha cambiado mucho desde hace dos mil años; evalúate. A lo mejor no estás
viviendo tu doctrina cristiana como discípulo de Jesús.
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
02-03 de diciembre del 2014
Twitters:
@SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc
Palabras-claves:
discípulo, maestro, desasosiego, seguidor, apóstol, apóstoles
disculpe mi pregunta Maestro, pero para aclararme una duda.. Un discipulo u/ó apostol su meta para su crecimiento espiritual es la de llegar hacer un Maestro? siguiento las enseñanzas de su Maestro Guía.
ResponderEliminarNamasté.
EliminarBuena pregunta.
No. Nadie tiene que ser un Maestro espiritual como meta de crecimiento espiritual, ni siquiera los discípulos u apóstoles.
El ser Maestro Espiritual es como un rol; una función que algunos asumen.
La verdadera y únican meta del crecimiento espiritual es llegar a manifestar totalmente nuestro espíritu y así llegar a Dios (al Padre, al Cielo, al Nirvana, etc.) Eso es la iluminación.
Mucha gente imagina que un Maestro Espirirtual es algo WOW!; y si bien son especiales y cumplen una función importante, serlo no es requisito para llegar al Cielo.
En el caso de Jesús; además de Maestro Espiritual el fué Redentor (por lo de su crucifixción); eso le da supremacía ante todos los Maestros que humildemente podemos conocer.
Espero aclare la duda.
Namasté
Este artículo explica muchas cosas que he venido sintiendo. Gracias Maestro!
ResponderEliminarEste articulo es "la joya de la corona" para los seres que tienen la bendición de ser discípulos/apóstoles de un Maestro espiritual encarnado, y hasta me atrevería a decir que una advertencia para quienes quieren comenzar o tienen el interés de tener a un Maestro espiritual encarnado aplicando sus enseñanzas en el día a día de sus vidas.
ResponderEliminarNamasté Maestro....
Gracias infinitas por sus enseñanzas
Namasté, así mismo es como dices Francis.
Eliminar¿Sabes que me gustaria? que tambien lo leyeran lo familiares de los discípulos.
Namasté Maestro.
ResponderEliminarEste artículo es una brisa fresca para mi espíritu. Todos los que tenemos un Maestro entendemos perfectamente cada una de las circunstancias plasmadas aquí. Cuántas veces he pasado por fanática, descentrada, indolente... Todo lo contrario de mis antiguas calificaciones terrenales. Terrenalmente ahora soy más vulnerable. El día a día se convierte en una lucha para cumplir con las enseñanzas, para que se respete mi condición de discípula, para hacer malabarismos y que los míos no me sientan "tan" extraña... Afortunadamente, con las enseñanzas presentes, podemos torear todo esto. Y si la vida terrenal puede lucir complicada por nadar entre dos aguas, tengo la paz de saber que mi espíritu se ha acercado un poco más a Dios. Y para mí, eso basta.
Namasté, querido Maestro. Gracias por comprendernos tan bien...
CEH