Autor:
Pedro A. Gómez Ruzzo
Yo
prefiero pensarlo de esta forma: a través de Moisés, Dios nos envió
los Diez Mandamientos; pero fue el mismo Jesús quien nos dejó a
todos los cristianos los lineamientos que debemos seguir para vivir
como tales. Y estos “lineamientos” de todo cristiano se presentan
en lo que se conoce como “El Sermón del monte” (Mateo 5,6 y 7).
En
este Sermón del Monte es donde se nos piden cosas como: no juzgar;
buscar reconciliarte con las personas que tienen algo en contra tuya;
evitar caer en pecado y hacer “lo que sea” para lograrlo; amar
prioritariamente a Dios, entre todas las cosas; entre otras. Pero
quizá el lineamiento más difícil de digerir es aquel que habla
sobre “Amar a tus enemigos”.
Recordemos
que estos lineamientos fueron dados para personas que se reconocen
como seres espirituales y por lo tanto le conceden importancia a su
vida espiritual; para estas personas su relación con Dios es más
importante que su misma experiencia terrenal.
Asumiendo
que seamos una de esas personas; aun así puede resultarnos difícil
entender y llevar a la práctica lo de “amar a nuestros enemigos”.
Lo trato de explicar.
Siempre
es más fácil desmitificar explicando que NO ES “amar a
nuestros enemigos”
- Amar a nuestros enemigos NO ES aplaudirles o celebrarles las cosas que hacen y con las cuales nos dañan.
- Amar a nuestros enemigos NO ES pasar por algo o “hacer la vista gorda” ante los desatinos cometidos que nos maltratan.
- Amar a nuestros enemigos NO ES exonerarles de la responsabilidad del daño que nos producen.
- Amar a nuestros enemigos NO ES someternos voluntariamente al daño que nos ocasionan, si podemos apartarnos de ellos y tomar medidas para que eso no ocurra.
Debemos
fijarnos que cada unas de las frases anteriores apunta a “realizar
algo” con nuestros enemigos; y “el hacer” o el “dejar de
hacer”, no fija una postura concreta a nivel espiritual. Me
explico.
Uno
cree que lo “que hacemos” o “dejamos de hacer” hablan sobre
nuestra “altura espiritual”; y eso es uno de los malos entendidos
más grandes de nuestra “penosa espiritualidad moderna”.
¿O
acaso creemos que darle un plato de comida a un hambriento tiene el
mismo valor espiritual cuando se lo damos con lástima e indignación;
que cuando se lo damos con fraternidad?
¿O
acaso creemos que tenemos la misma altura espiritual si nos
aguantamos de devolver un golpe con rabia en nuestro corazón, que
comprendiendo a ese alguien que nos golpeó?
¿O
acaso creemos que cuando nos sometemos a alguien, es igual de
espiritual cuando lo hacemos con resentimiento, que cuando lo hacemos
sabiendo que incluso eso es voluntad de Dios?
Recordemos:
1 Samuel 16:7
La Biblia de las Américas (LBLA)
La Biblia de las Américas (LBLA)
7
Pero el Señor dijo a Samuel: No mires a su apariencia, ni a
lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como
el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el
Señor mira el corazón.
Este
simple versículo de Samuel es fundamental para entender cualquier
enseñanza espiritual (de cualquier corriente). Lo que trasciende
hacia Dios, hacia el Universo, hacia lo etérico; lo que
verdaderamente nos puede salvar o condenar, no es lo que se aprecia
desde afuera; no son nuestras acciones evidentes, sino que son los
sentimientos. Tanto los sentimientos que sentimos nosotros, como los
que hacemos sentir a los demás.
Entonces,
“amar a nuestros enemigos” no pasa por “hacerles algo” o
“dejarles de hacer algo”. Si alguien debe resarcir sus acciones,
definitivamente debe hacerlo (incluyéndonos a nosotros mismos); y si
está dentro de nuestras funciones tomar medidas, pues estamos en la
obligación de hacerlo.
“Amar
a nuestros enemigos” se circunscribe únicamente en no albergar en
nuestros corazones sentimientos difíciles por aquellos que nos
ofrecen situaciones donde sufrirmos. Esto debe ser así,
independiente de hacer lo que corresponda hacer para evitarla dichas
acciones dolorosas o para rezarcirlas.
Siempre
podremos procurar o siempre podremos aplicar la justicia terrenal
cuando corresponda a quienes corresponda; pero nunca debemos mantener
en nuestros corazones sentimientos difíciles hacia ellos. Si
nuestro corazón se “ensucia” hacia nuestros enemigos, seremos
tan “culpables” ante los ojos de Dios como ellos.
Mateo 5:8
La
Biblia de las Américas (LBLA)
8
Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a
Dios.
Es
una lástima si no aceptas esta premisa; porque igual seguirá siendo
Ley y estaremos sometidos a ella;
creamos en ella o no, la entendamos o no, o incluso la desvirtuemos.
Namasté
Pedro
A. Gómez Ruzzo.
Master
Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki
Original:
06 de junio del 2015
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Palabras-claves:
amar, nuestros, enemigos, sermón, monte, acciones, emociones,
sentimientos, samuel
Por eso y entre otras cosas debemos atajarnos en cuanto nuestros sentimientos y cuando afloran nuestras miserias aprovechar para aceptarlas parte nuestra y poder sanarla... No es fácil actuar de corazón cuándo tenemos tantos condicionamientos pero si que vale la pena esforzarnos para en algún momento lograrlo como usted nos lo has enseñado. Namaste Maestro.
ResponderEliminarNamasté Maestro. Que importante es esta enseñanza, ya que se suele confundir lo que es amar a nuestros enemigos,de nada sirve ser amable con alguien que te este haciendo daño o querer hacer una obra de caridad y por dentro tengamos sentimientos difíciles, por eso siempre tenemos que estar revisandonos y tener autoconciencia de todo lo que sentimos y esforzarnos en cambiar, teniendo presente que cada quien hace lo que puede con lo que tiene, gracias Maestro.
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