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sábado, 14 de noviembre de 2015

Para qué y cómo amar a nuestros enemigos

Autor: Pedro A. Gómez Ruzzo

Decirse cristiano es fácil, al parecer es suficiente con ser bautizado; pero ser cristiano es otra historia.

Para pertenecer a algo o afiliarte a algo, debes asumir, cumplir y someterte cabalmente a las reglas o lineamientos correspondientes. Para ser cristiano se debe comenzar por asumir, cumplir y someterte cabalmente a lo que Jesucristo pidió hacer.

Atención: los lineamientos cristianos no son los 10 mandamientos de Moisés. Jesús dio mandamientos precisos para los que querían seguirle; es decir para los que querían ser llamados cristianos (discípulos de Jesús). Estos están expresados en lo que todo cristiano conoce como el “Sermón del Monte” en Mateo 5,6 y 7. Si no lo sabía y le interesa ser cristiano, recomiendo su lectura inmediata.

Uno de dichos lineamientos a cumplir más difíciles parece ser el que reza:

Mateo 5:44-45
Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH)

44 Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, 45 para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.


¿Amar a nuestros enemigos? No solo que parece difícil de cumplir, sino que para muchos es incluso estúpido. Con esta desafortunada “sed de justicia” por nuestra propia mano y la sensación de “empoderamiento” que hemos adoptado; esta propuesta es simplemente inaceptable.

Los menos reactivos a las enseñanzas alegan que “ellos aún no tiene la altura espiritual de Jesús para hacerlo”; y pareciera que con eso se sienten exonerados de cumplir con una orden de Jesús.

Pero el problema radica en mucho, en la falta de comprensión (o la falta de explicación) de las sagradas escrituras. Si me permiten decirlo, las iglesias cristianas, a estas alturas, deberían explicar claramente el “para qué” y el “cómo” cumplir con lo que se les pide a sus seguidores.

Acepto que el explicar no debería ser necesario, ya que debería haber una aceptación incondicional de las reglas en cada uno de los fieles. Pero hoy en día, las iglesias han perdido parte de “su encanto” para el público en general; y es mejor explicar y dejar en claro muchas cosas, antes de que cada vez haya menos feligreses comprometidos.

Aquí pretendo dar una explicación de esta “obligación cristiana”; y espero que a muchos les haga pensar y reflexionar sobre su rechazo a la misma.


Cómo nos ama Dios

Debo comenzar por desmitificar la idea infantil que se suele tener sobre el “amor de Dios”.

Es un lugar común creer que Dios está siempre atento para resolvernos nuestros problemas humanos. De allí nace la actitud pedigüeña hacia Dios.

Si sinceramos este asunto, sabemos que Dios quiere una sola cosa para nosotros: que limpiemos nuestros pecados (que nos purifiquemos) para que podamos llegar en espíritu a su lado (al Cielo). De hecho, por eso mandó a Jesucristo, para enseñarnos y para que fuera nuestro redentor; permitiéndonos así la posibilidad de entrar en la casa del Padre.

Pero nosotros solos, por nuestra cuenta, nos hemos imaginado que para entra al Cielo no debemos tener problemas terrenales; o por lo menos parece que es lo único que nos importa. Esta es la parte inmadura del asunto; y a las pruebas me remito:

  • Jesús subió directo al Cielo, pero aceptando situaciones humanas muy duras. Él mismo, la noche antes de su crucifixión, tuvo que armarse de fuerzas y aceptar la durísima situación que su mismo Dios Padre necesitaba que pasara: y Jesús “…por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad.»” (Mateo 26:42)
  • A la Virgen María le crucificaron a su hijo, y aún así subió al Cielo.
  • A Juan el Bautista le cortaron la cabeza.
  • A muchos apóstoles les mataron o crucificaron.
  • Etc., etc., etc.

Pero no quiero decir que sufrir sea la regla para todos los cristianos, de ninguna manera; y mucho menos un sufrimiento de muerte. Pero lo que sí digo es que debemos aprender a “no satanizar” a las situaciones difíciles, ya que ellas son las que realmente nos dan las oportunidades de purificarnos.

Dentro de una madurez espiritual, está claro que Dios utiliza (o a Dios les sirven) las situaciones humanas difíciles para ofrecernos escenarios de fortalecimiento espiritual.

En dichas situaciones nosotros deberíamos descubrir: el arrepentimiento por nuestras faltas,  aprender las formas correctas de comportarnos, hacer un propósito de enmienda, entre otras cosas.

Apuesto a que suena duro, ¿cierto? Pero es una realidad.

¿Cuántas situaciones humanas difíciles no se resuelven a pesar de todas las oraciones, rezos, peticiones, ofrendas, rosarios, etc.?

Si una situación difícil está allí, es para que en ella nosotros practiquemos el ser realmente espirituales; pero cuidado, no lo hacemos con rezos, oraciones, peticiones, etc. Si logramos “ver a Dios” en esas situaciones complicadas y actuar en ellas desde un comportamiento cristiano correcto, podremos llegar más fácilmente al Cielo cuando nos toque la hora. Y precisamente esto es lo que Dios quiere.

¿Creemos entonces que el mismo Dios nos va a quitar esas oportunidades de fortalecernos para llegar a Él?

Las situaciones difíciles dejan de serlo o comienza a suavizarse, únicamente cuando las hayamos aprovechado para crecer espiritualmente. De otra forma permanecen con nosotros o comienzan a venir una tras otra.

Y esta es la forma real en la que Dios no ama. Estar al lado de Dios, es estar en ese estado de paz espiritual infinita que imaginamos como el Cielo o el Paraíso. Y Dios Padre nos quiere tanto a su lado, que nos brinda todas las oportunidades humanas necesarias para fortalecernos y manifestar nuestro espíritu; aunque estas oportunidades sean situaciones difíciles. No podemos entrar en el Cielo como seres humanos, debemos convertirnos en seres espirituales.


El amor hacia nuestros enemigos. La justicia divina.

Una vez que entendemos realmente lo que significa el amor de Dios, el mandamiento cristiano que estamos revisando nos recuerda algo muy importante:

“…porque El (Dios) hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.”

Esta frase tiene una doble interpretación que debemos entender.

Primero que Dios nos ama a todos por igual. Como ya estamos claros, podemos decirlo de otra forma: “Dios quiere que todos nos purifiquemos (aunque sea a través de situaciones difíciles) para que podamos llegar cerca de Él, lo más rápido posible”; ¿está claro?

Y la segunda interpretación se extrae de las frases “salir el sol” y hacer “llover” sobre todos. Esto quiere decir que Dios aplica sus leyes, sus formas y sus métodos, en todas las personas por igual; las consideremos justos o injustos.

Entonces, pudiéramos comenzar a pensar que si de alguna manera nosotros lográramos que Dios amara “un poquito más” a nuestros enemigos; por sus muchas faltas, Dios mismo les comenzaría a proveer de situaciones difíciles en la vida; no como castigo, sino como una forma de que ellos se arrepintieran e intentarán llegar a Dios.

De forma humanamente infantil planteo que… hemos descubierto la forma de que “nuestros enemigos” de verdad “la pasen mal”.

Pero ¿cómo logramos esto?: “amándolos; orando por ellos; pidiéndole a Dios que les proporcione momentos para su conversión y arrepentimiento…”

Si nuestras oraciones y sentimientos hacia ellos son realmente buenos y sinceros; pues Dios comenzará, de forma intensa, a proveerles “situaciones difíciles” dentro de su gran amor, para que ellos intenten realzar su espíritu… cosa que a lo mejor les va a costar mucho… así que sus situaciones difíciles ocurrirán una tras otra… y la seguirán pasándola mal… JAJAJAJAJAJA (Oops, perdón)

Estimados, esto es lo que nos gusta llamar desde nuestra humanidad la “Justicia Divina”

Pero si logré explicarme correctamente, se habrán dado cuenta de que no estoy señalando aquí ningún proceso ni vengativo ni de castigo de parte de Dios. Todo es un proceso de amor y de acercamiento a Dios; pero que a veces no es agradable para nuestra parte humana.


Pero cuidado: ¡hay que amarlos de verdad, verdad!

Pido disculpas, porque estoy parodiando algo que es muy serio y que de verdad es un compromiso cristiano.

Me refiero a que de ahora en adelante no vamos a comenzar a “amar a todos los desgraciados de este planeta para que se destruyan solos”; no. Y repito que debemos ser muy sinceros porque sino, el tiro nos sale por la culata. Me explico.

Para los que prefieren una visión más “energética de la vida”, el amar a nuestros enemigos puede verse diferente a “un Dios casi humano, que nos quiere a su lado de forma muy sentimental”.

El amar a nuestros enemigos desde un trasfondo espiritual-energético, permite es que le enviemos a ellos una gran cantidad de “energía espiritual”; la misma que les va a producir “crisis de sanación” para así darles oportunidades de sanar. Y mucho sabemos que hay crisis de sanación MUY FUERTES; benditas todas, pero fuertes.

Entonces, la energía de “amor espiritual” que enviamos (no de “amor fraternal”) debe salir de nosotros hacia ellos. Pero ¿qué sucedería si detrás de nuestra intención de amarlos, está escondido un sentimiento de retaliación, o de venganza, o de odio, o de indignación? Pues saldremos perdiendo totalmente nosotros.

Y este es otro de los motivos por los cuales nosotros estamos obligados a amar a nuestros enemigos.

Cuando una persona produce un sentimiento difícil en nosotros (con o sin justificación), se establece lo que se conoce como un “lazo kármico” entre los dos. Una vez establecido dicho lazo, por allí fluye el “karma” de una persona a otra; y ambas comienzan a compartir el mismo karma y por supuesto sus consecuencias futuras.

Recordemos que el karma es esa “energía” que cosechamos de nuestras acciones y de lo que estas despiertan en los demás. Dicha energía hará que nos sucedan cosas buenas o malas, en función a como hayan sido nuestras acciones.

Lo pongo sencillo. Si una persona hizo algo que afectó a mucha gente, pues generará mucho karma (negativo). Si entonces nosotros establecemos un lazo kármico con ella, debido a que nos dio rabia, odio, tristeza, indignación, injusticia, etc.; todo ese karma (negativo) que generó la persona será también nuestro.

Llegado el momento, ese karma (negativo) se activará y  tendremos que correr con las consecuencias de algo que “nosotros no hicimos”, incluso “de algo que adversamos”.

No digo que vayamos a pagar por los delitos humanos del otro; pero esta energía negativa sí nos hará “la vida de cuadritos” en el momento en que se active, seguramente en otras situaciones de vida: enfermedades, trabajo, familia, amores, economía, desgracias, etc.

Esto tampoco apunta a que debemos pasar por alto las cosas inapropiadas que hagan lo demás a partir de ahora, con la excusa de no contagiarnos. Siempre se puede hacer justicia y penalizar cuando se requiera, pero con los medios apropiados para ello; y manteniendo un corazón limpio de nuestra parte.


Todo esto es la forma como funciona el universo; es Ley, aunque no lo aceptes, no lo creas o lo veas injusto o ilógico.


Volvamos a pesarlo y comencemos a “amar a nuestros enemigos y a orar por los que nos persiguen”. Créame, la Justicia Divina existe; pero no sale de nuestras manos, sino que comienza en nuestros corazones limpios ante dichas injusticias.

Si queremos, comencemos a probarlo en cosas pequeñas; Dios siempre tiene la capacidad de sorprendernos.

Namasté

Pedro A. Gómez Ruzzo.
Master Reiki Usui-Tibetano, Karuna Ki, Reiki Mineral
Original: 14 de noviembre del 2015.
Twitters: @SanaCristica @eReiki @EvolConsc @pagr777 @AdamaConsc

Palabras-claves amar, enemigos, karma, lineamientos, mandamientos, cristianos, Jesús, justicia divina, corazón limpio, sentimientos

3 comentarios:

  1. Namasté Maestro.

    Gracias por recordar lo que realmente significa ser un buen cristiano...
    Ojalá mucha gente lea esto y así comprendan mejor las enseñanzas de Jesús y se comprometan verdaderamente con ellas.

    Namasté

    CEH

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  2. Namaste. Excelente artículo. Esta muy claro.

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  3. Gracias por sus enseñanzas Maestro... cada día esforzándonos más para amar de corazón a nuestros enemigos...

    Namasté

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